sábado, 22 de febrero de 2025

COSTUMBRES DE MI TIERRA

 QHAPO

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

P

ese a que se ha escrito abundantemente sobre el culto religioso a la Virgen de la Candelaria bajo múltiples enfoques sobre sus aspectos históricos, religiosos, celebratorios, aparece ostensible la reiteración de lugares comunes en el maremágnum de trabajos intelectuales sobre la materia. Aun así, en un trabajo anterior señalamos que “el tema dista de ser agotado, dado que subsisten aspectos, detalles, subtemas que podrían no haber sido suficientemente desarrollados ni tocados debido a que seguramente se les adjudica menor o ninguna importancia[1]”. Es en esa línea de reflexión que encontramos que la “Quema del Qhapo” –evento infaltable en el programa de celebración de la gran fiesta- incide más antes que ahora en el aludido arbusto campestre en proceso de extinción que es, quiérase o no, un elemento de los muchos que componen la totalidad estructural del fenómeno socio cultural denominado “Festividad de la Virgen de la Candelaria”. Aquí, siguiendo nuestro propósito dirigido a indagar sobre aquellos aspectos que no aparecen suficientemente tratados, sino más bien olvidados y soslayados en los estudios sobre el culto de La Candelaria, tratamos de aproximarnos al conocimiento de ese vegetal que para ese fin es portador de notable simbolismo. Veamos.

Qhapo, fotografía tomada en Ecuador
Como se sabe, el Perú es uno de los países con mayor diversidad de flora, lo que se refleja en gran variedad de ecosistemas, con 84 zonas de vida de las 117 reconocidas en el mundo, 28 de los 32 tipos de clima de la Tierra, estimándose en 25 mil las especies de plantas existentes, entre ellas un gran porcentaje se distribuyen en la región andina; sin embargo, dado que el país no cuenta con un inventario oficial basado en identificaciones válidamente reconocidas que respalden la evidencia de las investigaciones etnobotánicas realizadas hasta el momento, no es posible identificar de manera indiscutible todas las especies de plantas peruanas [2].

Pese a esa falencia científica, se conoce que el altiplano peruano-boliviano, espacio físico con características propias en el ámbito americano, aparte de las plantas cultivadas para producir alimentos, posee una considerable gama de vegetales “silvestres” de distintas formas, tallas y colores, entre ellos, los vegetales arbóreos y arbustivos de variada ubicación taxonómica, entre los que intentamos ubicar a los que interesan a la finalidad del presente pequeño trabajo.

La multiplicidad de árboles y arbustos en las áreas alto andinas y circunlacustres de la región puneña, tomados como recursos secularmente aprovechados por las poblaciones, muestran un continuado proceso de disminución de disponibilidades debido a diversas causas, principalmente a su uso incontrolado como leña, medicina, forraje o fabricación de herramientas.

Es el uso como leña el mayor destino depredador de las especies arbustivas altiplánicas, entre ellas principalmente la th'ola, suput'ola, c'oa, t'canlla, c'olli, añaguayo, qhapo y otros. Todas estas y similares especies leñosas vienen disminuyendo progresivamente en cantidad y calidad, por la presión poblacional, los cambios en el clima y el uso indiscriminado[3], entre las causas más comunes.

El Qhapo

La denominación popular de este arbusto es escrita en diversas formas, Kjapo, Ccapo, Capo, Qhapo, siendo esta última forma la mayormente aceptada por quienes lo aluden, lo tratan o nombran.

Qhapo es el sustantivo del que deriva el término “Qhaperos”, esto es, aquellas agrupaciones de personas de procedencia campesina, que buscan el arbusto en los ambientes rurales, preparan las cargas respectivas, las llevan a los lugares en los que se da curso a las ritualidades, para quemarlas en homenaje a las deidades, sea en actos paganos o en festividades religiosas.

Así se confirma en la Resolución Viceministerial Nº 245-2018-VMPCIC-MC de 18 de noviembre de 2018[4] sobre declaratoria de la danza de los Qhaperos de Putina, instrumento en el que en su décimo considerando se lee:

“…el nombre de Qhapero proviene de la palabra Qhapo, que hace referencia a un arbusto que crece en las zonas altas de la región y es comúnmente usado como leña”.

Ccapo (sic), según el historiador arequipeño Gonzalo Gómez es “una planta resinosa que se usa y tiene un buen fuego; proviene …de las partes altoandinas”.

El eminente historiador Alberto Tauro del Pino, consigna en su afamada Enciclopedia Ilustrada la siguiente definición[5]:

Quema de Qhapo en la Festividad Candelaria
CAPO (Bot.: Balbisia meyeniana sp.): de la familia de las Geraniáceas. Es un arbusto que crece en las vertientes occidentales de los Andes meridionales, hasta en altu­ras superiores a los 2.500 m. Posee tallo y ramas delgados, y las hojas aparecen cubiertas por tupida pilosidad. Se lo em­plea como combustible. || 2, en Arequipa, es especie de combustible, consti­tuido por ramas y troncos delgados que se obtienen en las faldas de los cerros circun­vecinos”.

La denominación que le ha asignado la ciencia biológica es la de Balbisia meyeniana, registrada como una especie del “género de plantas con flores descrita por primera vez por Kenneth Lee Knight. Se encuentra en Argentina, Perú y Bolivia, especialmente documentada en el Departamento de Tarija y San Salvador de Jujuy”, según reza la descripción textual de Wikipedia.

Un entendido en la materia[6] señala que se trata de un subarbusto que crece principalmente en el bioma tropical montano y su área de distribución nativa es desde el sur de Perú hasta el noroeste de Argentina.

Otras plantas y arbustos que confluyen en la “Quema del Qhapo”

El Ichu o Hicho es una yerba silvestre que, por lo general sirve para sustento de los ganados. Es muy común en tierras frías, en punas y páramos. Sirve para hacer sogas, esteras, canastillas para cargar botellas y para cubrir techos de las casas. Se usa como complemento del Qhapo cuando este escasea y aparece insuficiente en cantidad para los requerimientos de “la quema”.

 El cronista P. Bernabé Cobo[7] hace una detallada distinción de las variedades de especímenes de Hicho (como él escribe), la cual reviste interés para compararla con los estudios actuales sobre esa planta:

“El que crece sobre to­dos se llama orcosucuya, y el segundo en grandeza huaylla, con el cual cubren las casas; el más grueso es el llamado chilligua, que es muy blanco, liso y poco más delgado que la caña del trigo; déste hacen los indios petacas, canas­tas y esteras muy curiosamente labra­das.

Otro se dice purque, de que se ha­cen las esteras ordinarias y toda suerte de sogas. Del llamado tisña hacen los indios, mezclándolo con el barro de que hacen adobes, para que no se resquebrajen. Cachusucuya se llama lo más delgado y blando, y caurayaycho, otro que sirve de leña y de que hacen sus camas los indios. La especie de hicho menor de todos es el llamado iru, cuyas puntas son duras y agudas y pun­zan de tal manera, que cuando las bes­tias, por faltarles otro pasto, se ven ne­cesitadas de comerlo, porque no les pun­ce los hocicos, lo pisan primero con las manos.

En las dos lenguas generales del Perú se llama esta yerba ichu, y los españoles la denominamos hicho. Los nombres de cada especie son tomados de la lengua amara”.

La thola (Parastrephia lepidophylla) en lengua aimara significa “leña, es una especie forestal resinosa de tallos relativamente delegados y duros, de metro y medio de altura promedio, que crece entre los 3,500 y 4,200 metros sobre el nivel del mar en las regiones de Arequipa, Ayacucho, Moquegua, Puno y Tacna.[8]

Muy usada en las panaderías del sur peruano por sus altas bondades como leña combustible porque, dicen los conocedores, contiene el compuesto llamado lignina. Su explotación incontrolada la ha convertido en especie amenazada, por lo que las autoridades nacionales competentes han tenido que prohibir la extracción, tenencia y transporte de este producto forestal, mediante Decreto Supremo 043-2006-AG. Por cierto, se exceptúa a las comunidades campesinas que la emplean en fines domésticos y a quienes aplican planes de manejo en modo de explotación técnica.

Es la especie más recurrida ante la poca disponibilidad actual de Qhapo.

La Queñua (Polylepis incana) en la revista AGROPERU[9] es descrita de la siguiente manera:

“… especie de mediano porte, de unos 4-6 hasta 10 mt. de altura, con follaje denso y el fuste de 40 o más cm de diámetro, irregular nudoso y revirado como en helicoide. La corteza externa es rojiza; posee ritidoma en láminas membranosas, exfoliables. Los usos son diversos, se puede obtener beneficios de la madera debido a que tiene gran resistencia y dureza, además la corteza interna de esta especie es utilizada como medicina natural debido a sus propiedades; paliativo de las amigdalitis, inflamaciones en la garganta y resfríos”.

Muy eventualmente complementa al Qhapo en las “quemas”.

La “Quema de Qhapo” en la Festividad Candelaria

En las Festividad –refiere Arrufo Alcantara[10]- “la entrada y «Quema de Qhapus»; por un lado, pauta el inicio de la fiesta; y por otro, es acto sagrado mediante el cual se advoca a las deidades católicas y telúricas agradeci­miento y solicitud de bienestar para toda la población, buen año para el logro de las semen­teras y el ganado y el feliz re­tomo para las comitivas celebrantes”.

Durante la Festividad, la «Quema de Qhapus» se inicia con un "pago a la Pachamama”, ceremonia muy especial ofrecida ante la imagen de la Virgen de las Candelaria, colocada en esta ocasión en la puerta principal de su Santua­rio, la Parroquia San Juan del Parque Pino.

El ritual de ofrecimiento del fuego purificador a la pachamama identificada en la imagen de la Virgen de la Candelaria, sigue formas más o menos similares en todo el altiplano. Las diferencias se explican por los usos y costumbres locales y por el estilo personal de los “tucos”, “pacos” o “yatiris” que dirigen el protocolo ceremonial.

El proceso de actos que deben cumplirse mediante el Aytu (en aimara) o Pagapu (en quechua), empieza con la selección de tres hojas de coca en buen estado, conocidos como “K’intu” y son preparados por los acompañantes del maestro de ceremonia.

Se prepara la “Mesa” sobre una manta, “aguayo” ollijlla”, en la que se colocan organizadamente los objetos que se usan en el ritual: El “Untu” o cebo de Llama con el que se forma el símbolo de la cruz que es rodeada por los K’intus de coca portadora de los buenos deseos y augurios. No pueden faltar dulces y caramelos, serpentinas, papelitos metalizados, hiervas nativas, agua bendita, chicha, vino, alcohol. Todos esos elementos –cada uno con un significado que los entendidos conocen- son tocados, retirados o consumidos, según el caso, a criterio del Yatiri, quien dirige y conduce el acto de religiosidad conforme una secuencia preconcebida. Un auxiliar o ayudante del Yatiri se encarga del “sahumerio” con incienso, el cual constituye un ingrediente infaltable en la ceremonia.  

El aytu busca “conciliar con las deidades, principalmente con la Pachamama y luego con los Apus, Achachillas, Uyhuiris, Ispallas, Illas”; invocarles por buenos frutos (vegetales y animales); impetrar por lluvias en tiempos de sequía; pedirles protección para personas y bienes y posibilidades en el acceso a mejores situaciones en los estratos de movilidad social.

Terminado el evento ahíto de paganismo, se da curso al encendido de las piras de Qhapo y leña situadas en las cuatro esquinas de la pequeña plaza; todo ello en medio del desplazamiento de los grupos de representantes de las comunidades participantes, cada una de estas con sus danzarines acompañados por músicos conocidos precisamente como “Qhaperos”.

El fuego purificador

El culto al fuego viene desde la aurora humana, desde que es visto como uno de los elementos naturales que posibilitan la vida y su desarrollo en la faz del planeta. Entre muchas de sus aplicaciones y bondades persiste la concepción de que el fuego es purificación, “es símbolo de la eliminación de toda impureza y contaminante de nuestra alma, es la manera por medio de la cual llegamos a la sanación de las energías negativas. Metafóricamente en la espiritualidad se le considera al fuego interior como la presencia divina y también como la vida misma”[11]. Purificar, en el sistema cultural y religioso que nos sirve de contexto, es acto simbólico concebido como una devolución de pureza y limpieza de lo nocivo que pudiera existir en determinado momento, en las dimensiones material y espiritual de la vida de los seres animados.

En cuanto a la purificación de la Virgen de La Candelaria, dijimos en un trabajo anterior sobre el tema, que ella “es conocida también como Virgen de la Purificación. Asimismo, como Nuestra Señora de La Candelaria, Virgen María de la Candelaria, Virgen de la Lumbre. En casos, la virgen Candelaria asume el nombre del lugar en el que se le rinde culto tradicional preferente: Virgen de Copacabana, Virgen de Chapi, Virgen del Socavón (Oruro), Virgen de Cayma, Virgen de Cocharcas y otros”.

Por lo demás, es bastante sabido que, según la tradición católica, la virgen María obtuvo su purificación cuando concurrió al templo a los 40 días del nacimiento de su hijo Jesús para presentarlo al funcionario religioso competente. Con ese motivo María realizó la ceremonia de purificación, superando así la condición de mujer contaminada por el pecado de la concepción, que los judíos atribuían a las parturientas. El ritual purificador se materializaba con una oferta y bendición de velas de cera[12].

“El medio por excelencia para purificar personas y hasta cosas, es el fuego; ello ateniéndonos a la verdad que encierra el antiguo y popular aforismo: “el fuego todo lo purifica”.

Otros lugares en los que se acostumbra la “Quema de Qhapo”

Qhapero en Arequipa
En Arequipa en la víspera de cada 14 de agosto es tradicional la “Entrada de Qhaperos”. Héctor Ballón Lozada[13], afirma que se trata de una costumbre que se remonta a la época colonial y que en la actualidad la práctica tradicional de la quema del Ccapo incluye diversas actividades y rituales, como “el acompañamiento de la banda de los Ccaperos, la troya (camaretas y cohetes dispuestos en filas sobre el suelo) desde La Tomilla hasta la Acequia Alta en la zona de Tampisenca, los castillos, y la yareta (para alimentar las fogatas), la diana y
el ponche, las vianderas, las danzas y los productos de la tierra”.

La “Entrada de Ccapo” se identifica como un recurrente evento tradicional en Cayma distrito de la provincia de Arequipa, “que cada año organiza la Municipalidad Distrital de Cayma como ofrenda a la fiesta tutelar de la ciudad”[14]. Aquí, el uso del arbusto vendría de la colonia, durante la cual Cayma era punto de descanso de los arrieros, a donde gente del campo acudía con cargas de Ccapo para “intercambio de productos durante estas fiestas religiosas y patronales que culminaba con la quema del arbusto en la principal plaza para calentar las frías noches, junto a los castillos y troyas”.

Ciertamente, hay muchos otros lugares en los que se emplea la costumbre de la “Quema de Qhapos”, tanto en el sur del Perú como en la hermana república de Bolivia.

En fin, el Qhapo es un arbusto rodeado de cierta sacralidad que usa la gente del altiplano collavino y áreas conexas, así como muchos pueblos andinos, en sus festividades religiosas, quemándolo con el propósito de encontrar alguna forma de purificación espiritual.

El tema da para más. <:>



[1] Guillermo Vásquez Cuentas: LA VIRGEN Y LA CANDELA, revista AL DIA,  febrero 2023

[3] Hermes Torres, Rolain Borel, Nicanor Bustamante y María Isabel Centeno USOS TRADICIONALES DE ARBUSTOS NATIVOS EN EL SUR DE PUNO.  https://media.odi.org/documents/1484.pdf

[4] https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/263925/RVM_245-_Declarar_como_Patrimonio_Cultural_de_la_Naci%C3%B3n_a_la_m%C3%BAsica_y_danza_Qhapero_de_San_Antonio_de_Putina__provincia_de_San_Antonio_de_Putina.pdf?v=1545944995

[5] Alberto Tauro del Pino; ENCICLOPEDIA ILUSTRADA DEL PERU, Tercera edición, Ed. PEISA, Lima 2001. Tomo 4 p.503

[6] https://powo.science.kew.org/taxon/urn:lsid:ipni.org:names:371877-1/general-information

[7] Bernabé Cobo: HISTORIA DEL NUEVO MUNDO, Ed. Atlas, Madrid 1964, Tomo I LIBRO CUARTO CAPITULO CVI

[8] https://andina.pe/agencia/noticia-conoce-a-thola

[9] https://www.agroperu.pe/  13 de septiembre de 2020 

[10] Arrufo Alcántara Hernández: En: VIRGEN DE LA CANDELARIA. ANTOLOGÍA DE ENSAYOS SOBRE LA FESTIVIDAD. TOMO I Ed. Puneñidad Editores, Puno 2002, p. 73 y ss.

[12] .https://www.universidadmayoresceu.es/

viernes, 21 de febrero de 2025

POETAS PERUANOS

 WINSTON EL ALFARERO,

UNO DE LOS POETAS MAYORES DE NUESTROS DÍAS

Por Jorge Rendón Vásquez

A

 mediodía del sábado 16 de noviembre de 2013, las nubes dejaron pasar los tibios rayos del Sol sobre la Plaza de Barranco. Las casas, la Biblioteca y los añosos árboles se iluminaron alegremente y la Primavera declamó sus multicolores pensamientos, petunias, geranios, rosas y claveles, agitándolos a coro en sus parterres. Frente al peristilo de blancas columnas una audiencia colmaba los asientos. Yo estaba en este mágico escenario, porque Winston Orrillo iba a presentar su reciente libro Poesía esencial, una antología de cincuenta años.

Conozco a Winston desde los ya antiguos, pero perdurables tiempos de la Casona de San Marcos.

Como poeta, como intelectual y como ciudadano siempre han latido en él como valores guías: la libertad, la igualdad, la fraternidad, la generosidad y la bondad, que ha compartido con sus amigos

Una antología de la obra poética de cincuenta años, vale decir de toda una vida, es una de las tareas más difíciles, porque, como él mismo dice: hay que sufrir “los desgarramientos que supone el dejar de lado a algunos de nuestros «consentidos»”. Esta pequeña asamblea de elegidos es sólo una muestra de su producción Y, sin embargo, constituye una prospección sincera de su ya largo recorrido parnasiano, recordando a cada paso cómo cada uno de sus poemas “era una victoria contra la nada, contra la muerte”.

¿Hay una cumbre cronológica en la poesía de Winston?

Es difícil decirlo. Cada poema suyo tiene su ADN.

Así como al ver un cuadro de Picasso se sabe instantáneamente que pertenece a este gran pintor, al leer un poema de Winston se entra de inmediato en comunicación con él, como si estuviéramos viéndolo y oyéndolo recitarlo.

En este ya largo caminar se advierte una progresión hacia una madurez más madura aún de la que ya exhibía al partir, cuando tenía veinte años y empezaba a poetizar, una progresión alérgica a las caídas.

¿Que caracteriza, a mi juicio, a la poesía de Winston Orrillo?

Lo diré esquemáticamente.

Su poesía está embebida de transparencia; no se encuentra en ella las trashumantes opacidades de la bruma. 

Hacer el amor

con el pálido

altar de

tus dos pechos, repisa

donde albergo

mi sed

de berebere;

con el árbol,

los pájaros

y el río

que nacen

cuando yaces

debajo de mi sueño.

(Epitalamio, 1982) 

Su poesía no está hecha de palabras aglutinadas con cierta gracia. La forman imágenes conceptuales, se diría esencias. Alguien dijo alguna vez que la poesía era el culto de la palabra. Fue una declaración con la audacia de las falacias. Si así fuera sería sólo la adoración de los sonidos vocales y sus resonancias onomatopéyicas. La poesía es cualitativamente más que eso. Es la creación y la recreación de la imagen, como juicio lógico compuesto de conceptos reunidos para expresar algo distinto de su significación ordinaria. 

Luego de varias muertes, les

juro, amigos míos, yo

volveré a estar vivo.

[…]

No lo sé

como sea.

Vivir sin

periscopios sin luces

de peligro sin

zócalos ni aduanas.

[…]

(Reincidir en la vida, 1991)

 Winston posee el secreto órfico de tutearse con esas esencias, un raro privilegio de la inteligencia, gracias a la cual pudo advertir, en algún temprano momento de su vida, que podía percibirlas. Y así nació el poeta.

Los poemas de Winston son como pequeñas historias, en las que inevitablemente habrá un epílogo con la misión de justificar todo el poema, es decir, la reflexión, la exclamación o el grito del poeta. 

Muchas gracias, buen padre,

por estos huesos largos

y estos ojos cansados

Que un día me donaste.

[…]

Te agradezco, buen padre,

y al padre de tu padre

y a todas las raíces

que en mi se avecindaron

y hoy azuzan a mi hijo

¡para hacerle que siga

robándonos el fuego!

(Prometeo, 1981) 

Y ya instalado en ese laboratorio de la imagen, Winston comienza a subir sus escalones hacia los niveles más trascendentes para dar a conocer desde allí el mensaje confiado a cada imagen: lo que él desea que también sintamos, llevado de su indoblegable vocación ciudadana, inconforme y visionaria, que no abdica jamás de su sino popular y culto.

En la poesía de Winston Orrillo los personajes son el amor, aun a “León” y a “Benita”, sus engreídos e irreverentes gatos, la condición humana, la condición social; lo que somos y lo que deberíamos ser.

 Amo a

        una mujer

            parecida

                a un ciclón.

 

Me trajo

        hasta la vida.

            Me empapa.

                Con su vida.

                    Me arranca

                        del insomnio

                            y me engrilla

                                en el día

                                    allende mis

                                        noctívagos

                                           arabescos

                                               autistas.

[…]

Yo aquí honro

        a aquella lumbre

            con que escalo

                hasta el cielo

                    que está

                        en el crisantemo

                            que tiene

                                entre las piernas.

(Poema mujer ciclón, 2013) 

En muchos de sus poemas emerge su mensaje socialista de protesta, como el relente en los campos al amanecer, y nos comunica, en seguida, una sutil convocatoria a la acción.

Así lo dice en su Poema “Un floripondio”, una flor de su infancia que su mamá cuidaba con amor y defendía, distinta de otra con la que se topó años después por azar, en Miraflores, que le hizo descubrir que también entre las flores había diferencias sociales. 

He visto un floripondio en Miraflores.

Yo he nacido en los barrios populares.

En la calle Naranjos he atisbado

catorce inviernos juntos (¡cómo duelen!). 

Y allí en mi vieja casa, y esmaltado,

un tibio floripondio como amigo.

Mamá lo defendía de los bichos.

Mis hermanos jugaban a su sombra.

[…]

¡Mucho tuve que andar sobre la tierra

buscando un floripondio y un amigo!

Y ahora está a metro y medio de mis manos:

en un lacio jardín de Miraflores. 

Lo separan de mí las alambradas,

una placa en la puerta, un apellido,

un áspero mastín, todo un Sistema. 

El poeta Winston Orrillo pertenece cronológicamente a la generación del 60, por haber nacido en 1941. Pero él se eleva sobre esa adscripción. Su obra no se quedó en la década del sesenta. Nunca dejó de producir.

Pienso que el registrar a una persona en un grupo determinado, reunido por el hecho del nacimiento, puede ser un sigiloso medio de encubrir los contrabandos, de mezclar a los buenos con los malos. Yo, por ejemplo, anduve por los claustros de la Casona de San Marcos de 1952 a 1954, cuando despuntaba lo que luego se llamó la generación literaria del 50. Y, sin embargo, tenía muy poco de común con ella, excepto que éramos alumnos de la misma Universidad y nos cruzábamos en sus patios. Nunca vi a esos literatos en ciernes en las batallas callejeras, en los cenáculos conspirativos contra la dictadura, en las páginas de algún periódico de protesta que tenía que ser clandestino y, por supuesto, nunca fueron huéspedes de las prisiones. Eran conscientes de que su silencio constituía el requisito para tramitar el pasaporte que les permitiría ingresar a los diarios y las revistas del poder mediático. ¿Qué de común podíamos tener con ellos, los que combatíamos? Tampoco Winston, alineado en la generación del sesenta, tiene nada que ver con ciertos poetas y narradores que coincidieron con él en su tránsito por la década del sesenta e incluso en los patios de San Marcos.

Hace mucho que Winston Orrillo ha ingresado a la academia ciudadana de la poesía, consagrado por cada uno de sus poemas.

Los vasos y las ánforas líricas de Winston, el Alfarero (que como tal firma sus correos), están hechos de una sustancia amiga del tiempo, y ostentan el sabor añejo de la técnica y al mismo tiempo la tozuda frescura de su rebelde espíritu juvenil. 

Túpac Amaru, cacique claro,

cuatro caballos o cuatro truenos

no consiguieron desembarcarte

del heroísmo, que fue tu nave.

 

Fue en Tungasuca donde la afrenta

se hizo vindicta, fruta madura,

espiga indemne. Fue en Sangarara 

donde la Historia, como doncella,

quitó sus velos, hizo la venia

y a la miríada de poblaciones 

llegó la nueva: Túpac Amaru,

cacique claro, espuela al viento,

con la justicia se ha desposado.

(Cántiga por Túpac Amaru, 1973)


PUNEÑOS EN LA POLITICA NACIONAL

ALEJANDRA ARAMAYO Y SUS AVATARES JUDICIALES

DENUNCIA A SU MADRE

Publicado en diario EXPRESO, 20 FEBRERO 2025

L

a excongresista fujimorista Ale­jandra Aramayo y actual militan­te de Alianza para el Progreso de César Acuña denunció ante los tribunales a su propia madre para que le otorgue más herencia de la que ya le dio hace unos años, que suma cientos de miles de dólares, solventando incluso su carrera política, tal como le aclaró su progenitora en sonada carta notarial en la ciudad de Puno, de donde es originaria la familia Aramayo.

LA AMBICIÓN DESPIERTA

Todo empezó cuando Alejandra, actual jefe de la Oficina de Comunicaciones e Imagen Institu­cional del Congreso, se enteró del anticipo de legítima emprendido a favor de sus tres hermanos, Mónica Cecilia, Adriana y Jorge Sebastián, de una casa ubica­da en el jirón Puno N°1008 en la ciudad del mismo nombre, y que está en blanco y negro en la escri­tura pública N°1496 del 5 efe sep­tiembre de 2023, según un infor­me del periodista José Calderón en el diario local los Andes. Se enteró y se encendió la ambición que, para muchos, es pecado.

JUZGADO LO DECLARA IMPROCEDENTE

La denuncia data del 23 de marzo de 2024. Y el 19 de noviembre de 2024 el Tercer Juzgado Especiali­zado en lo Civil de la región emite una primera sentencia declaran­do improcedente la demanda. En este estado de cosas, Adriana, la hermana, fue la primera en abrir fuegos: "Mi mamá le dio una casa en Arequipa [en la zona exclusiva de Umacollo], luego ella vendió esa propiedad a más de US$ 300 mil y no dio cuenta a nadie de ese dinero, amén de otros bienes y recursos, adujo.

¿TE HAS OLVIDADO?

Antes de que el escándalo estalle en la Ciudad del Lago y en Arequi­pa, una carta notarial de la madre, la señora Vilma Esperanza Gaona, dirigida a su hija Alejandra, de fecha 12 de abril de 2024, remeció el cotarro público sureño. "Hija…en todas tus decisiones he sido no solo tu apoyo moral corno madre, sino también he sido quien ha sol­ventado todo aquello que has que­rido, y al parecer te has olvidado".

TE COMPRÉ LA CASA

"Cuando decidiste irte a vivir a Are­quipa, por lo difícil que se te hacía vivir en Puno, con tantos detrac­tores y al ver que tú querías salir adelante, yo con todos mis ahorros como profesora, yo compré la casa en Umacollo, donde has vivido con tu familia... hasta semanalmente les he mandado dinero para que no les falte nada, porque no podías conseguir trabajo y a pedido tuyo accedí poner esa casa a tu nom­bre", prosigue la carta.

NO TUVISTE LA DECENCIA...

“Alejandra, la casa de Arequipa la compré yo y la he pagado yo, hasta cuando tú ya trabajabas y te comprometiste conmigo que asu­mirías lo poco que faltaba pagar, que no cumpliste porque hasta cuando estuviste en campaña para el Congreso [por Fuerza Popular] te dijeron en diversos medios que eras morosa y yo una vez más, te entregué dinero para que puedas regularizar esos pagos...no conten­ta con eso, esa casa la has vendido por más de lo que yo la compré...y nunca tuviste la decencia de decir­me aunque sea, gracias mamá”.

"CRÍA CUERVOS Y TE SACARÁN LOS OJOS"

Agrega que le había comprado dos vehículos en diferentes oportunidades para que pueda desen­volverse en Arequipa (Daewoo AU-2836 y Chevrolet PU-6118), “además de entregarte US$ 10 mil, cuando era candidata a la Alcaldía de Arequipa, US$60,000 –para tu campaña para el Congreso (...) porque no resistía verte llorar", etc., etc. Hay un viejo adagio que viene al caso, según las redes so­ciales: "Cría cuervos y te saca­rán los ojos" ֍

 

LA AMBICIÓN DE ALEJANDRA ARAMAYO

Por: Javier Calderón diario LOS ANDES, febrero 17, 2025

Actual jefa de Imagen Institucional del Congreso tiene en vilo a su mamá a quien denunció para ser considerada en un anticipo de herencia, pese a la casa, carros y dinero que le ha dado.   

Hace prácticamente un año, Alejandra Aramayo Gaona, actual jefa de la Oficina de Comunicaciones e Imagen Institucional del Congreso de la República, inició un proceso en contra de su propia madre, la señora Vilma Esperanza Gaona Delgado. Su objetivo es ser considerada como heredera forzosa en un anticipo, emprendido a favor de sus tres hermanos Mónica Cecilia, Adriana y Jorge Sebastián. La denuncia data del 23 de marzo de 2024 y está firmada por el abogado y excandidato al Gobierno Regional de Arequipa, Javier Ísmodes Talavera.

El expediente N°00899- 2023, contiene las pretensiones de la también excongresista de la República por Fuerza Popular. Ella considera ilegal el hecho de que su mamá a través de la escritura pública N°1496 del 5 de septiembre de 2023, en pleno uso de sus facultades, realizara un anticipo de herencia a favor de sus tres hermanos de una casa ubicada en el jirón Puno N°1008 en la ciudad de Puno. La demanda es admitida a trámite el 2 de abril del año pasado.

Dos semanas después, a través de su abogado, la mamá de Aramayo Gaona responde la demanda, indicando que su pretensión no tiene asidero, pues, es posible que un propietario transfiera su patrimonio. En el documento se le hace recuerdo que, en su condición de hija ha recibido gratuitamente varios bienes, por ejemplo, una casa en la ciudad de Arequipa, dos vehículos, además de dinero que supera los US$ 70 mil.

En noviembre del año pasado, específicamente el 19, el Tercer Juzgado Especializado en lo Civil emite una primera sentencia, declarando improcedente la demanda interpuesta por la actual militante de Alianza Para el Progreso (APP), partido que lidera César Acuña Peralta.

Evidentemente y como lo manifestó su hermana Adriana en una entrevista radial, ella agotará todas las instancias para ser considerada en esta especie de anticipo de herencia. Además, advirtió la presión política que está ejerciendo para salir favorecida en este proceso. “Mi mamá le dio una casa en Arequipa, luego ella vendió esa propiedad a más de US$ 300 mil y no dio cuenta a nadie de ese dinero…”.

AMBICIÓN.

La ambición parece ser el principal móvil en este caso que, devela el otro lado de la a veces prepotente exparlamentaria fujimorista. Una carta notarial de fecha 12 de abril de 2024 dirigida a su hija Alejandra, da cuenta también de todo cuanto ha hecho doña Vilma Esperanza. “Hija…en todas tus decisiones he sido no solo tu apoyo moral como madre, sino también he sido quien ha solventado todo aquello que has querido, y al parecer te has olvidado. Cuando decidiste irte a vivir a Arequipa, por lo difícil que se te hacía vivir en Puno, con tantos detractores y al ver que tú querías salir adelante, yo con todos mis ahorros como profesora…yo compré la casa en Umacollo, donde has vivido con tu familia…hasta semanalmente les he mandado dinero para que no les falte nada, porque no podías conseguir trabajo y a pedido tuyo accedí poner esa casa a tu nombre…Alejandra, la casa de Arequipa la compré yo y la he pagado yo, hasta cuando tú ya trabajabas y te comprometiste conmigo que asumirías lo poco que faltaba pagar, que no cumpliste porque hasta cuando estuviste en campaña para el Congreso te dijeron en diversos medios que eras morosa y yo una vez más, te entregué dinero para que puedas regularizar esos pagos…no contenta con eso, esa casa la has vendido, por más de lo que yo la compré…y nunca tuviste la decencia de decirme…aunque sea, gracias mamá. Te he comprado dos carros en diferentes oportunidades para que puedas desenvolverte en Arequipa (Daewoo AU-2836 y Chevrolet PU-6118)…”.

Evidentemente los vehículos también fueron vendidos. En el documento la angustiada mamá, también le hace recuerdo sobre la cantidad de dinero que le dio en varias oportunidades. “…como candidata a la alcaldía de Arequipa…te di el dinero que me pediste, más de US$ 10 mil… sin documentos firmados… así somos las madres, confiamos en nuestros hijos”. Más adelante la señora Gaona hace referencia a otra suma. “… para tu campaña para el Congreso, hija, cuánto dinero te he dado…porque no resistía verte llorar…más de US$ 60 mil…”.

Alejandra Aramayo, asevera no haber recibido nada de sus padres, sin embargo, su papá también le ha dado un terreno como anticipo de herencia. “Ella quiere todo…”, comenta su hermana Adriana. <>