CREENCIAS Y PRÁCTICAS MÁGICO
RELIGIOSAS DEL INDIO DEL ALTIPLANO
Julián Palacios Ríos*
En Ralph Bolton: LA
CULTURA EXPRESIVA PUNEÑA”, Ed.Horizonte, 2015
I
os indígenas aimaras y quechuas que viven
actualmente en el altiplano del Titicaca, donde está el departamento de Puno,
sienten y piensan de ellos mismos que tienen un cuerpo y un espíritu o alma
llamado “ajayu” en Aimara y “ánima” en Quechua; que dicho espíritu
se separa en algunas ocasiones del cuerpo mientras duerme y vaga por distintos
lugares conocidos y desconocidos, cuyas experiencias son los sueños; esto lo
confirma el testimonio de las que ha visto que el cuerpo no se ha movido,
mientras el espíritu viaja, trabaja, lucha y experimenta muchas cosas que
recuerdan al despertar. La interpretación tradicional que dan a los sueños es
uniforme: son presagios y prevenciones para el porvenir. Creen que cuando su
espíritu está vagando, otro espíritu maligno puede apoderarse de su cuerpo y
ocasionarle enfermedades; que cuando se asustan, principalmente los niños, su
espíritu puede abandonar el cuerpo y puede dar lugar a enfermedades mentales
curables con prácticas mágicas que lo devuelven a su cuerpo. Piensan que muchas
enfermedades son espíritus diabólicos que vagan en las noches y el que se
encuentra con uno de ellos, “la ura”
invisible puede enloquecer o enfermarse; que otros, visibles, en forma de
animales deformes y de personas mal vestidas, como el “anchancho” que ocasiona enfermedades. La “qhiqha” es la influencia maligna de la intemperie en el niño o en
su ropa que lo hace llorón; "Limpu”
es el espíritu de los abortos que atrae el granizo; “urija” es la enteritis de los niños debida a la cercanía con
personas próximas a morir o cadáveres; “ttisi”
en el resfrío de los niños que les dificulta la respiración y se atribuye a la
influencia de las mujeres embarazadas o que están menstruando, etc. Cuando el
espíritu de un individuo se extravía y no puede volver a su cuerpo, llega la
muerte.
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Coca quintucha |
II
Esta gente está convencida de que las cosas
inanimadas también tienen su espíritu, como el hombre y los animales, tales
como: el “uyhuiri”, el que nos cría,
el sitio en que se vive; la “tapa”,
el nido, la casa; el “auqui” o
padre, viejo, es el cerro próximo; “achachila”
el abuelo es el espíritu de los cerros o montañas mayores; el “anchancho” es el espíritu malo que mora
en los manantiales, el barranco, el río, la mina o donde hay tesoros
escondidos e impide que se descubra y es capaz de hacer muchos daños; “mama-pacha”, la madre tierra que nos
da el sustento; “tatitu Inti” el
Sol, es el padre que nos da la vida, la luz y el calor; etc. Estos espíritus
tienen las mismas necesidades y pasiones que los hombres: hambre, sed, cólera,
compasión, y sentimiento de justicia para premiar o castigar. Por eso la vida
del indio está dominada por las preocupaciones de “pagar” al “uyhuiri”, para tener éxito en los
negocios; a la “tapa” para poder
vivir con felicidad y libre de enfermedades , y contratiempos; a la “chajha” para que produzca lo
suficiente y no venga el hambre; al manantial, al río, al barranco, al lago,
para que no le quiten el ánimo de trabajar; a los “achachilas”, para que los libre del granizo, las heladas y la sequía;
a la “tira-huirgina” para que no le
falte el sustento diario; al “Taititu-Inti”,
para que nos guíe con piedad y deje llover y no se enoje y mande rayos. También
se venera a la Luna, “Phajhsi” (A) o
“Mama-quilla” (Q) que suele enojarse
cuando está en fase llena “junta” si
se trabaja las sementeras o se lava ropa que las malogra.
III
Las ceremonias de “pagar” a los espíritus de las
cosas mencionadas, varían según la importancia de los actos o trabajos que se
inician o cumplen, o de lo que se pide:
a)
Para iniciar la
siembra, la cosecha, hacer un cerco, una zanja, es suficiente una “jeuqqecha” (A) o “qqosñichi” (Q) que consiste en sahumar con incienso, “qqoa” o unas hojas de coca. Lo mismo se
hace para evitar el granizo.
b)
Para hacer un
viaje, un negocio, poner los cimientos de la casa, se hace el “aytu”, que consiste en levantar tres
hojas de coca por cada persona, pidiendo a la tierra que sea propicia, luego se
entierra o se quema.
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"Mesa" |
c)
Cuando se
concierta un matrimonio, en el “sarttachi”,
se hace una mesa sencilla.d)
En la marca del
ganado y al terminar la techumbre de una casa “achoqalla” (A) “huasichacuy”
(Q) interviene el “yatiri” (A) ó “paqo” (Q) o sea el adivino o mago
blanco que hace una “mesa” completa
hasta con “cucho” que es el
sacrificio de una llama blanca.
e)
Se trata de la
curación de un enfermo grave, el “qolliri”,
médico, hace la “ttaqara”
arrancando los hilos de la enfermedad, o la “turca” cambiando la enfermedad a un conejo u objeto de valor que se
abandona en el camino para que el que lo recoja se lleve el mal.
f)
Los maleficios o
brujerías los hace el “Laiqa” o mago
negro.
g)
Los “kharisiris” (A) o “ñakkacujh” (Q) sustraen la grasa de los ríñones de las jóvenes y
les ocasionan enfermedad o muerte.
h) Los “cchamacani”, los que tienen los
secretos y misterios oscuros, prepara una mesa y llaman a los espíritus de los
“achachilas” quienes comparecen en
una habitación oscura, para dilucidar un misterio, averiguar quién ha robado el
ganado o una casa o para encontrar un “hechizo” oculto, y llegan haciendo gran
ruido y luego discuten, amonestan, revelan los secretos, moralizan y hasta
castigan a los que tienen faltas y están presentes.
IV
Los materiales necesarios para una ceremonia
completa de “pagar” a la casa, a la tierra, a los “achachilas” para que llueva, etc. son: la “coca”, la chicha de
quinua, “ayara” u originaria, vino y
alcohol para la “t’inca”, las “ch’uhuas” o maceraciones de cereales;
fréjoles, confites, chocolatines, en agua; el “hunto”, o sea la grasa del pecho de la llama; “qqoa” una yerba aromática de la cordillera, e incienso para
sahumar; pan de oro y pan de plata para hacer banderines en palitos de “qqoa”; “chiuchis” que son figuritas de plomo hechas en molde que forman una
colección por pares que venden las chifleras; “templas” que son un par de platillos de plata con asas de
animalitos del mismo material, y a falta de estas, los “llosjhes”, un par de conchas marinas con lo que se hace la “chuhua”; “incuñas”, servilletas o manteles de lana y costales que se tienden
en el suelo donde se realiza la ceremonia.
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"Pago" a la Pacchamama |
V
Con estos materiales, el “yatiri” (A) o “paqo” (Q)
acompañado de un auxiliar, “sullca-paqo”
se instala en un lugar central y dominante de la habitación, donde acomoda los
materiales; generalmente coloca también un crucifijo o un santo, para que
participe en el homenaje, y comienza la ceremonia con “padre nuestro” ad hoc e
invocaciones al Altísimo, para que todo salga bien. Enseguida indaga mediante
las hojas de coca si la tierra y los espíritus de la casa, etc. están
dispuestos a recibir el sacrificio; luego escoge las hojas de la coca que están
enteras, sin que les falte nada, o sea el “k’intu”,
con lo que prepara la “mesa”. Hace
la t’inca echando un poco de licor o
de vino con los dedos a la tierra, y la “chuhua”
echando los mismos líquidos al espacio para que lleguen hasta el Sol. Cada uno
de los concurrentes tiene que escoger tres hojas de la coca seleccionada,
mojarlas en vino o en las “chuhuas”
y colocarlas sobre una “incuña” ceremonial en que se coleccionan las ofrendas
de todos. La mesa se prepara unas veces sobre un amuleto de piedra de Huamanga
que representa la casa, el ganado, la tienda, etc., y otras veces se hace una
cajita de “hunto” amasada con vino,
colocando en las cuatro esquinas banderines de pan de oro y pan de plata en
palitos de “qqoa”; otros lo acomodan
en un copo de algodón cuidadosamente escarmenado y papel blanco.
Reunidas las ofrendas con los “chiuchis”, flores,
etc. en la incuña nuevo ceremonial, y después de hacer nuevas “t’incas”, “ch’uhuas”
y libaciones, el “paqo” arrodillado reza, sahúma y pone la incuña que contiene
la mesa sobre la cabeza de cada uno de los presentes, quienes piden perdón a
los espíritus por sus faltas. A las doce de la noche, el “paqo” y sus
auxiliares salen a preparar la hoguera en la que se quema todo lo que se ha
puesto en la “mesa”. El “paqo”
observa como arde el fuego, a donde se dirigen las llamas, diagnostica si los
espíritus de la tierra, la casa, los “achachilas”
han recibido bien o no han gustado del sacrificio. Por fin se va para no
volver.
La ceremonia ha durado unas 4 o 5 horas y si es con
sacrificio de “cucho”, que es una
llama blanca, como en la marca del ganado, suele durar algunos días.
Los indígenas del altiplano han superado la etapa
primitiva “mítica”, o sea el culto directo a los seres y fenómenos naturales;
se encuentran actualmente en la etapa “animista” de atribuir espíritu a las
cosas animadas e inanimadas y mágica de las prácticas para aplacar la cólera de
los espíritus de dichos seres. <>
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Julián Palacios Ríos nació en 1887 en el campo, en la zona del distrito de Santa Rosa. Se trasladó a Puno para estudiar en el Colegio Nacional de San Carlos donde completó su educación secundaria. Siguió cursos universitarios en Arequipa y luego en Lima, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sin embargo, terminó su formación en una Escuela Normal. En su carrera como profesor, enseñó en muchas comunidades en el Altiplano y posteriormente ocupó numerosos cargos administrativos en diversas instituciones educativas en Puno. Pasó un año con una beca en la Universidad de Columbia en Estados Unidos. Su alumno y biógrafo, José Portugal Catacora, nota que Palacios nunca tuvo empleo estable, y cuando trabajaba como educador, también se vió obligado a comprar y vender carne para ganarse la vida. Además de ser un importante precursor de la educación rural en Puno, Palacios fue un líder intelectual en la región, co-creador de varias organizaciones como el Instituto Etnológico de Puno y la Academia de las Lenguas Aborígenes Aymara y Quechua en Puno. Extremadamente bien informado acerca de la vida en el campo, también era un hombre de muchos talentos, incluyendo el de músico. Palacios murió en 1976. Para más información sobre Palacios, se puede consultar los escritos biográficos de José Portugal Catacora (2012).