Ciro Quispe López*
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inicio de mil seiscientos, dentro del enorme virreinato del Perú,
existían solo dos imprentas: Una en Lima y la otra en Juli, aunque algunos
historiadores dudan sobre ésta última. Pero mencionar la presencia de una
imprenta en Juli, un diminuto pueblo del Altiplano, en aquel entonces, es ya
algo superlativo; y mucho más si lo comparamos con otros pueblos, siempre de
ese entonces, como Cusco, Arequipa, Ayacucho o La Paz, que —repitámoslo— no
contaban con una imprenta donde producir textos (en Brasil, solo como un dato,
la imprenta apareció dos siglos después).
Los jesuitas de aquel entonces se enamoraron del
mundo aimara y de su idioma. Tanto es así que después de poco tiempo, Ludovico
Bertonio publicó en Roma (1603) su famosa y extensa Gramática aimara.
Pero al darse cuenta que, en aquella ciudad, no contaba con un editor
pertinente, o sea, un supervisor versado en dicho idioma, decidió publicar el
resto de su obra en Juli, donde sí podía contar con un experto revisor
(1612). Así surgió la idea y el proyecto de crear una imprenta en el corazón
del mundo aimara. Y más allá de la controversia sobre cómo llegó la imprenta a
Juli o dónde fueron a parar los trastes de aquella imprenta, o a quién
perteneció dicha imprenta (a los jesuitas o a Francisco del Canto, heredero de
la conocida imprenta de Antonio Ricardo, quien tuvo el monopolio de la
impresión en el Perú hasta 1619), lo cierto es que las cuatro famosas obras del
italiano Ludovico Bertonio poseen un sello que indica y eterniza su obra:
«Imprenta de Juli».
Algunos pueden dudar, y tienen el derecho, de la
existencia de la Imprenta de Juli de los padres jesuitas, pero también hay
quienes jamás dudarán sobre esta parte de la historia de la provincia de
Chucuito. Tanto es así que hasta hoy existe el «Jirón Imprenta» en la ciudad de
Juli.
Una imprenta no es sino sinónimo de cultura. Cuando
se abandona la cultura y se educa al hombre solo sobre criterios
mercantilistas, las sociedades decrecen y con ellas las familias. Quizás es una
lección inestimable de aquellos jesuitas aventureros para los candidatos
políticos de hoy que ya empezaron a pregonar sus promesas por doquier. <:>
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Sacerdote, obispo de la Prelatura de Juli
LUDOVICO
BERTONIO. Fue pionero en el estudio del idioma Aymara, durante los primeros
años de la presencia jesuita en la región de Chucuito y los alrededores del
Lago Titicaca. Sus publicaciones son una de las primeras fuentes escritas en
Aymara y de traducciones al Español.
Ingresó
a la Compañía de Jesús en 1574 y fue destinado al Perú en 1578, aunque
desembarcó en el Callao recién en 1581. Al poco tiempo, en marzo de 1582 fue
ordenado sacerdote y permaneció un tiempo en la Ciudad de los Reyes (Lima).
En
1585 es destinado a Juli, en las inmediaciones del Lago Titicaca, donde los
jesuitas se habían establecido para expandir su actividad misional con los
indios Lupaca de la zona. Bertonio inicialmente ejerció como confesor y lector
de humanidades. En 1593 fue incorporado de manera definitiva a la orden en el
grado de ‘profeso de tres votos’.
Bertonio
mantuvo contacto directo y cercano con los pobladores aymaras de la región,
aprendiendo su lengua. El conocimiento del idioma Aymara era fundamental para
las actividades de la colonia española y para la misión jesuita de evangelizar
y adoctrinarlos. Este objetivo se traduce en el carácter religioso de los
textos de Bertonio escritos en Aymara: Un confesionario, relatos de la vida de
Jesús y un corpus de frases. Sin embargo, Bertonio no se limitó a esto sino que
se dio a la tarea de elaborar un detallado vocabulario Aymara y también una
gramática Aymara que fue publicada en 1603.
Bertonio
fue destinado temporalmente en la villa de Potosí a principios del siglo XVII,
durante el periodo del auge de la plata en el Cerro Rico de Potosí, donde
estuvo expuesto a otras variantes del Aymara. Posteriormente regresó a Juli,
donde completó sus obras, que serían aprobadas por sus superiores y publicadas
en 1612.6
En
su vejez, se retiró de Juli a Arequipa y posteriormente a Lima, a causa de
enfermedades y falleció allí en 1625.
El
Vocabulario de la Lengua Aymara
es posiblemente su obra más conocida, tanto por la minuciosidad de
su elaboración como por el volumen de términos
contenidos. Está dividido en dos partes: Español-Aymara
y Aymara-Español. En su obra, Bertonio realza la elegancia
del idioma Aymara, en boca de los indios, y por tanto trata de rescatar frases
propias del idioma, en lugar de intentar traducciones literales palabra por
palabra. (Fuente: Wikipedia)
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