domingo, 13 de octubre de 2024

EN TORNO AL POEMA "ORGULLO AIMARA"

 CARLOS DANTE NAVA


Escribe. José Paniagua Núñez

P

ocas creaciones literarias, en nuestro medio, han calado hondo en el espíritu del pueblo y perviven en el tiempo. Los poemas de Carlos Dante Nava: a 51 años de su muerte -28 de septiembre de 1958- autor de “Orgullo Aymara”, tienen la frescura musical de una madrugada con sol, y el candor azul que inspira el cielo serrano.

Un amigo del poeta y compañero de bohemia: el artista plástico, Simón Valencia Melgar, me contó como nació el poema “Orgullo Aymara”. Versión que vale la pena reproducirla en recuerdo y homenaje al más celebrado de los poetas puneños.

Dante, tenía un cuarto de alquiler ubicado en la convergencia de las calles Deustua y Tacna. Casa de la Profesora y también poeta, Agripina Gutiérrez Valdivia. Aquí, se habrían escrito gran parte de los poemas de “Báquica Febril” y “Ayam Aru”; (El espíritu está en la palabra). Aquí, los sueños del poeta se matizaron con la realidad.

Pues bien, en una de ésas bohemias nocturnas que Dante compartía con los pintores Simón Valencia y Florentino Sosa, en la residencia del último (Calle Arequipa y Huancané) por alguna circunstancia el poeta se encontró solo -“Qué solo que me he quedado en esta sombra tan sola, huérfano de amigos y hermano de las estrellas”- Y es aquí cuando se propuso buscar a sus amigos del Grupo “Orkopata” que se reunían en la casa de Don Narciso Barrientos, Barrio “Orcapata” subiendo por la Calle Lima, al costado del entonces llamado “Hospital San Juan de Dios”. El poeta tocó la puerta y no tuvo respuesta. Había pasado la media noche. A unos cien o doscientos metros de ese lugar, junto a un pozo de agua, se quedó dormido. Se cuenta que al despertar sin ese malestar corporal que deja toda borrachera, el poeta sacudió su rubia cabellera, extendió los brazos como abrazando el horizonte, tendió la mirada al azul del Lago Titicaca, que desde el barrio “Orcapata” se divisa perfectamente, y dijo en voz alta: “Soy un indio fornido, de treinta años de acero”.

Dante tenía justamente treinta años. Y ésta introducción del poema ”Orgullo Aimara”, dicho en voz alta frente al paisaje mañanero, se fue elaborado en la mente del poeta por un tiempo, hasta que una noche de té con trago de pisco, en una “Té-te-ría” (establecimiento que antaño expendía dicho licor, llamando a sus clientes con el “pito” que producía el vapor el agua hervida en un recipiente de lata, colocado en la puerta del establecimiento: “Té con pito y alfajores, por mirar a una huachafa”, escenario ubicado junto al Templo de “San Juan”, en la “Plaza Pino”) donde el poeta declamó por vez primera ante un grupo de amigos, su “Orgullo Aimara”.

Los amigos aplaudieron. Ya no era novedad para ellos que el poeta supiera sus versos de memoria; una virtud que sorprendía a los oyentes, como decía alguna vez, el poeta Alberto Cuentas Zavala, “muchas veces, la juventud puneña, arrancaba al poeta de las musas borrachas, para llevarlo al Teatro Municipal o al Colegio San Carlos para escuchar de su voz ronca un ramillete de versos musicales, y aplaudirlo a rabiar”.

Por esos años, la vida cultural de Puno discurría activamente, entre las actividades literarias y periodísticas del Grupo “Orkopata” liderado por los hermanos Peralta, que publicaban “Boletín Titikaka”, “Tea”, “Voz Obrera”, “Don PP” y otras revistas y periódicos.

Dante Nava, era un activo colaborador de “INTI”, vocero eventual que dirigía Manuel A. Quiroga quien fue uno de los fundadores de la Federación de Periodistas de Puno y socio activo del Instituto Americano de Arte que, en esos años, realizaba exposiciones de pintura y actuaciones culturales con la orquesta del compositor Castor Vera Solano y su vocalista Asunción Garnica; el hermano del poeta Tenor Alfredo Nava, los pianistas don José Solórzano Castilla o las hermanas Sosa Secchy; las declamadoras Blanquita Arce y Alejandrina Segovia, y otras personalidades del mundo artístico de ese momento.

Fue por esos años que, a invitación de su Presidente el Dr. Amadeo Landaeta Basadre, ingresamos al Instituto y tuvimos la suerte de participar en esas giras.

El "gringo" Nava
Los artistas plásticos, que ya había fundado el “Círculo Pictórico Laikakota”. Periodistas y escritores de esos años, se cuenta que hacían sus tertulias literarias o compartían simplemente unos tragos en la única y elegante pastelería, salón de Billar y café del “Ñato” Guzmán, ubicado en la Casa de Piedra, ingresando a la Plaza de Armas por la Calle Lima, o en alguno de los establecimientos que rodeaban el “Parque Pino”.

En ese panorama de aldea en tránsito a ciudad; de “pueblucho pintoresco y culto”, como lo llamara en uno de sus artículos periodísticos el famoso Federico More, había nacido “Orgullo Aymara”, poema universal que vale por su propio contenido y que a la muerte del poeta, la “Sociedad Intelectual Chaski”, levanta un obelisco en la Plaza que hoy lleva su nombre, para colocarlo en una placa de bronce. Años después, se remodela ese escenario y se levanta la alegoría al poema, que hoy ostenta. Y éste es el único lugar seguramente del Perú o del mundo, donde se levanta un monumento a un poema, antes que al poeta, al decir del “Cholo Nieto”, cuando visitamos la tumba del “gringo” Nava.

Esta evocación del poeta amigo y de sus versos, me permiten hoy día, interpretar desde un punto de vista muy personal; el ya inmortal poema: “Orgullo Aymara”; que a la fecha tiene más de medio siglo de vigencia.

“Soy un indio fornido de treinta años de acero

Forjado sobre el yunque de la meseta andina

En los martillos fúlgidos del relámpago herrero

Y en la Sol entraña de su fragua divina.

Aquí, el poeta Nava, hijo de un inmigrante Italiano y madre peruana, nacido en Lima –Distrito de Barranco- adquiere una identidad netamente puneña. Ha formado su vocación de escritor autodidacta y libre como el viento, en el marco de un pueblo que se levanta a orillas del lago más alto navegable del mundo: El Titicaca. El poeta, se siente un indio más dentro el mundo andino; es parte del sol y del relámpago que dinamiza la vida silvestre del escenario altiplánico y el despertar de un pueblo urbano, que en esos momentos, vivía una efervescencia cultural sin precedentes:

“El lago Titikaka templó mi cuerpo fiero

En los pañales tibios de su agua cristalina

Me amamantó la ubre de un torvo ventisquero

Y fue mi cuna blanda la más pétrea colina.

La descripción poética del hombre y su vivencia, no puede ser más elocuente. En ese diario compartir con los diversos matices del agreste clima serrano, se vive esa fusión hombre-medio telúrico, descubriendo muchas bondades en su entorno, que se traducen en música y poesía. La formación del poeta, al abandonar sus estudios del Centro Escolar 881 que dirigía el Profesor José Antonio Encinas, tiene un permanente vínculo con hombres y mujeres que están de paso por la ciudad y se alojan en el entonces “Hotel Nava” de su padre, ubicado entre la Av. La Torre y el Mercado Central. Su contacto con la vida intelectual de Puno, su vínculo con Editoriales de

Argentina y Bolivia, cuyos libros distribuía, previa lectura, y el impacto del clima duro y tonificante, fortalece el espíritu creativo y original del poeta, que en forma sencilla y espontánea facture versos que describen el binomio “hombre-paisaje”:

“Las montañas membrudas educaron mis músculos,

Me dio la tierra mía su roqueña cultura,

Alegría las albas y murria los crepúsculos.

Y es que la “Poemática de Nava –al decir de Vicente Achata Vargas- es revolucionaria, antes que vernacular; poesía cuya hondura es el dolor étnico, el dolor del hombre del Ande, de paradójica existencia, que tiene por cuna blanda la más pétrea colina. Pero al mismo tiempo, poesía de un ideal romántico que sueña para esta querida tierra unos superhombres de Nietzche”:

Cuando surja mi raza que es la raza más rara,

Nacerá el superhombre de progenie más pura,

Para que sepa el mundo lo que vale el aimara.

De esta manera el poema “Orgullo Aimara”, es un homenaje a al hombre del Altiplano, a su existencia de miles de años dominando la naturaleza, a sus condiciones especiales de supervivencia a más de cinco mil metros de altura sobre el nivel del mar, a su trabajo de domesticador de animales nativos, a su fortaleza agraria que cultiva su alimentación y enseña a conservarla o deshidratarla como ocurre con las diversas variedades de papa, y a su condición de motor humano, que desde tiempos remotos a nuestros días, es un engranaje más en la explotación minera de los países del tercer mundo. Es el llamado “indio”, una raza que no se ha extinguido y actualmente mantiene sus condiciones de “superhombre” en muchos aspectos del trabajo manual e intelectual. Son gentes del Altiplano peruano-boliviano que inclusive en los centros de explotación petrolera, muestran su formación y resistencia a los embates climáticos de este Continente.

Inspirado en ellos, creo que ha nacido el “Orgullo Aimara” de nuestro poeta. Y mientras algunos piensan que “Orgullo Aimara”, fue inspirado por la vida y las actividades políticas de su amigo, el viejo luchador aprista Manuel A. Quiroga. Nosotros recogemos textualmente lo que él escribió sobre el poeta: “Dante Nava, el poeta culminante mas indio, es quién en dos cintarazos de luz arrancados del relámpago, del rayo restallante ha dicho lo que vale el porvenir de la raza, al esculpir sobre los Andes su gran poema “Orgullo Aimara”.  <:>

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