NO SÉ QUÉ RESPONDERLE
César Hildebrandt
En:
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 694, 12JUL24
C |
ada día aprecio menos a
mi país.
No soy binacional,
carezco de otro pasaporte (aunque pude conseguirlo fácilmente): soy peruano de
memoria y tierra.
Pero todos los días
asisto a la continua degradación del Perú.
Y estoy asqueado.
Esto que veo no puede
ser el país que amamos y que se nos ha ido.
Es imposible que nos
representen los congresistas canallas, los ministros de pacotilla, la
presidente que derrama lisura y a su paso dejaba.
Pero una voz, quizá la
de la historia, se me acerca y me dice: “¿Cómo que no te representan? Ellos son
el Perú, tú eres el forastero que se escandaliza o que se deprime, el viajero
que consigna su desagrado. Si no aceptas a tu país con sus miserias, ¡lárgate!
O en tu caso, ¡muérete!”.
Y la voz tiene razón. Es
la voz de la razón. Toda la vida me la pasé creyendo que marchábamos al Perú
que Basadre imaginó como posible y el resultado es que estamos aquí, detenidos
en este lodazal.
Pensábamos que las clases
medias se harían decisivas, que la educación pública mejoraría, que la cultura
sería una ambición mayoritaria. Pensábamos que la política se poblaría de gente
con ideas y propósitos y que los partidos calificarían a sus cuadros debidamente
y que el Perú, en suma, estaba en el vestíbulo de un escenario ideal: un régimen
liberal que no renunciaría a que el Estado igualara la cancha para los menos
afortunados. Pensábamos que los empresarios entenderían que una población
hambreada no era buena ni siquiera para los negocios y que los trabajadores
aceptarían que la capacitación y el aumento de la productividad no son inventos
del demonio.
Pero, entonces, llegó el
segundo belaundismo y empezó el desastre. La derecha, vengándose de Velasco,
alentó a un régimen que fue la parálisis personificada y que hinchó el ego de
Abimael Guzmán, el Lin Piao de Huamanga.
Y llegó Alan García, que
fue la catástrofe del centro-izquierda, la derrota del Apra histórica y el
primer saqueo institucional del Estado.
Ese combo maldito -la
derecha que desperdició su oportunidad de modernizamos, el Apra que cayó en
bancarrota moral, Sendero Luminoso y sus asesinos, la informalización
creciente de la economía- produjo a Fujimori.
Fujimori representa el momento que tanto atormentaba a Zavalita. Sí, con él nos terminamos de
joder.
Porque con Fujimori todo
se hizo al revés. Necesitábamos más democracia y lo que tuvimos fue dictadura.
Necesitábamos más instituciones sólidas y lo que nos dieron fueron siglas
vaciadas de contenido. Necesitábamos consensos y redes de acuerdos y lo que
tuvimos fueron partidos políticos asfixiados o corrompidos. Necesitábamos más
Estado y lo que se perpetró fue, en muchos casos, su desaparición de facto.
Fujimori fue la pócima
que la derecha ciega se inventó para hacemos creer que el porfiriato nisei era
la gran solución. Un pueblo traumado por la crisis y la violencia se tragó la
leyenda. La clase intelectual cometió la enésima traición de su discreta
historia. La prensa hegemónica se puso tan comprensiva como cuando miraba para
otro lado en los tiempos de Leguía.
La situación actual es
la continuidad de ese camino. Fujimori le enseñó al país a aceptar la mentira,
a amar el cinismo, a dispensar el asesinato, a premiar el latrocinio y a despreciar
a los desafectos que se atrevían a protestar. El clima moral del fujimorismo,
elevado a la N potencia, es el que vivimos hoy. Somos la carreta que se atascó
una tarde de copiosa lluvia. Llovía mierda.
Pero la voz de la razón
regresa y me grita: “Te quejas cada semana. Nos tienes harto. Si el Perú no es
el país que soñaste, ¿qué diablos haces aquí?
No sé qué responderle. <>
No hay comentarios:
Publicar un comentario