LA CH’ALLA
Escribe; Guillermo
Vásquez Cuentas
Tomado de revista
AL DIA, 3 de mayo 224
El término Ch’alla
La Real Academia de la Lengua Española ha
incorporado a su Diccionario (Ed.1992) el término Challa (así sin apóstrofe) definiéndolo como verbo “Challar: (de origen quechua) Rociar el suelo con
licor en homenaje a la madre tierra o pachamama / 2. Bolivianismo: Festejar con
comidas y bebidas la adquisición de un bien”
Sobre la Ch’alla, Luperio Onofre (revista ALASITAS
nº 16) hace un excelente análisis de las variantes léxicas del término. No podemos menos que transcribir el preciso
pàrrafo: “…"Ch’alla" (rociar
o asperjar), palabra de la que se derivan otras como "ch'allaña"
(Idem), "Ch'allasiña" (Idem), "Ch'allkataña" (rociar a
alguien o alguna cosa), "Ch'allt'aña" (rociar poquito),
"Ch'allaxataña" (rociar encima), "Ch'allanquña" (hacer
faltar el agua dando golpes), "Ch'allanqusiña" (salpicarse a sí mismo
como recíproco o salpicarse unos a otros) y "Ch'allakipaña" (asperjar
al rededor o todo aquel lugar).
Antecedentes
Desde tiempos preincaicos,
las culturas asentadas de la Meseta del Collao y áreas adyacentes, a las que
nosotros – por efecto del devenir histórico- llamamos ahora como “culturas alto
peruanas”. A ellas pertenecen ciertamente, las etnias que en tiempos antiguos
dominaron el territorio de lo que ahora conocemos como la región puneña
altiplánica. Es en ese medio humano pancollavino donde nació la
institución-costumbre llamada ”Anata” que cobraba práctica anual en tiempos de
cosecha, sobre todo cuando esta era abundante. Mezcla de juego comunitario y
ceremonia, de lo lúdico con lo serio, la Anata, para hacer completo el
agradecimiento a la pachamama, demandaba someter a alguna forma de
ritualización, protocolo o ceremonia los productos que la naturaleza entregaba
generosamente. Allí parece haber surgido el rito de la Ch’alla.
En nuestros tiempos
Después de haber saltado
del campo a la ciudad debido al proceso de migración urbana, el tradicional
rito de la Ch’alla, se ha constituido en el complemento esencial de la
Feria-fiesta de las Alasitas, sobre todo en Puno, en donde es celebrada junto
con la Festividad de la Cruz, el 3 de mayo de cada año.
De la “bendición” de los
productos vegetales y animales, tal como ocurría en los albores del Siglo XX,
en la actualidad el espectro de los objetos entregados a la Ch’alla se ha
ampliado hasta límites increíbles. Omar Aramayo (Vive Candelaria 6MAR1919) dice
al respecto: “Se challan los objetos nuevos… se challan las
chacras, se agradece a la Tierra, se le regala pétalos de flores en días como
hoy, tiempo de juego y época de lluvia, de alegría”. Caserita.com precisa que “se ch’allan los objetos en
miniatura que se ha comprado con mucha fe e ilusión de alcanzarlos en la
realidad futura: casas, carros, títulos, computadoras, muebles, herramientas,
utensilios de trabajo, dinero (dólares, euros), "ekeko", sapo, títulos
y grados universitarios, escritura o testimonios, huairuros, vajillas, cómodas,
alimentos, juguetes de barro, adornos, etc,etc,” refiere Onofre.
Variantes de simplicidad o
complejidad distinguen a los ritos de la Ch’alla según las localidades en las
que se realizan. No obstante, todos comparten actos sustanciales, ineludibles
en el proceso de realización, pintoresca y ahíta de licores y comida y hasta
música. Solo en casos determinados se prescinde de la preparación de la “mesa”,
que es un tendido –generalmente “aguayo”, “llijlla”, “inquña” o tejido similar-
sobre el que se pone caramelos, especias, cereales, confites, vino,
alcohol o pisco, pétalos de flores, serpentinas, un feto de llama. A lo que hay
que agregar “coca y hiervas santas,
alcohol, y cigarrillos (estos dos últimos introducidos por los españoles), “llamphu”
o cebo de llama, junto con incienso y palo santo”.
Aramayo acota refiriéndose al rito en sí dice que
“se challa en homenaje a la Tierra y en dirección al Sol. Se asperja (rosea) el
licor, chicha, cerveza, aguardiente, o wiski, con energía, con la idea de
trazar una línea o un chorro; aspersión que luego es posible de leer. Se leen
caminos, florilegios o florecimientos, amoríos y fracasos, dibujados en el
suelo”.
Por lo general, la ejecución del rito, está a
cargo y dirigido por “yatiris”, “tucos” o “paccos”, es decir, sabios
conocedores, brujos o magos reconocidos en el respectivo entorno social; aunque
desde algún tiempo lo realizan excepcionalmente miembros o agentes de la
clerecía católica, tal como sucede en la ciudad de Copacabana, Bolivia, cuando
se trata de la ch’alla de vehículos automotores.
El yatiri prepara el q’intu
de coca, lo eleva dirigiéndose a los apus o achachilas a quienes pide permiso
para proceder; rosea en vino en línea y pasa a expresar a media voz entre
libaciones, las breves oraciones, invocaciones y suplicas a los espíritus
tutelares, hasta finalizar el proceso de la Chálla, nos describe Justino Llanque
en su “Religiosidad en la Agricultura Aimara”. <>
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