miércoles, 13 de marzo de 2024

DEBATE: CRONISTAS DE LA HISTORIA DEL PERU Y LOS ORIGENES DEL TAHUANTINSUYO

 LOS INCAS PROVIENEN DEL

LAGO TITIJAJA

José de la Riva-Agüero y Osma: LAS CIVILIZACIONES PRIMITIVAS Y EL IMPERIO INCAICO. Obras Completas, Tomo V. Ed. PUCP, Lima 1966, pp. 133 a 138

C

on admirable unanimidad, los historiadores primiti­vos lo testifican. Uno de los más explícitos es el conciso y circunspecto Agustín de Zárate:

“De la parte del Collao, por una gran laguna que allí hay, llamada Titijaja, que tiene ochenta leguas de bojo, vino una gente belicosa, que llamaron Ingas, los cuales andan trasquilados y las orejas horadadas, y metidos en los agujeros unos pedazos de oro redondo, con que los van ensanchando. Y al prin­cipal de ellos llamaron Zapalla Inga, que es Solo Señor, aunque algunos quieren decir que le llamaron Inga Huiracocha”[1].

Cristóbal de Molina, el de la Destrucción, expone que el pri­mer Inca, llamado Huiracocha, principal orejón, vino del Collao.

El otro Cristóbal de Molina, el cuzqueño, dice que el dios Huiracocha creó a Manco y sus hermanos en Tiahuanaco, y que allí se sumieron por tierra, para reaparecer en Pajarejtampu.

Don Pedro de la Gasca, en su relación inédita, que se conserva en Viena, unifica a Huiracocha, aparecido en el gran lago del Collao, con Manco Cápac, el primer Inca.

Pedro Pizarro conviene en análogos términos: “El pri­mer Inca salió del Titijaja; otros dicen que salió de Tampu (Pajarejtampu); llamábase Huiracocha y pobló el Cuzco’".

Cabello Balboa lo repite: “Muchos indios pretendían que los cuatro hermanos salidos de Pajarejtampu, eran origi­narios del Titijaja” [2].

Pedro de Cieza y Leon, después de haber consignado en la Primera Parte de su Crónica que los Incas hicieron sus palacios del Cuzco a imitación de los de Tiahuanaco, y que los primeros Incas pretendieron asentar en Tiahuanaco su corte, refiere en la Segunda Parte que Manco fundó el Cuzco en nombre del Tijci Huiracocha, la di­vinidad tradicional del Collao[3].

Juan de Betanzos inculca que Con Tijci Huiracocha dio ser al mundo y las gentes en Tiahuanaco, y luego en el Cuzco produjo a Allcahuiza (el epónimo de la tribu incaica de Ayar Uchú) y le ordenó que engendrara a los orejones [4].

Sarmiento de Gamboa viene a significar o mismo en substancia, pues pun­tualiza que del Tijci Huiracocha de Tiahuanaco salieron y fueron producidas las parejas incaicas de Pajarejtampu, y que estos primeros incas propalaban de sí, que el Hui­racocha los había creado para ser señores[5].

El P. José de Acosta, aunque tan sucinto acerca del Perú, no deja de apuntar la relación entre la religión de Huiracocha y el origen de los Incas[6].

El P. Bernabé Cobo resume cuatro versiones, todas concordantes: que los Incas, capitaneados por Man­co Cápac, hijo del Sol, vinieron desde el Titijaja a Pacaritambo, y de allí pasaron al Cuzco; que Manco y sus hermanos los Ayar salieron de Pacaritarribo, pero que de­cían otros que antes habían llegado del Titijaja; que Tijci Huiracocha, el dios del lago, envió a los Incas a Pacaritambo;y que el Titijaja era la pacarina u originario solar de Manco Cápac y Mama Ocllo[7]. Concreta que en Coata, isla del lago, pretendían que un ídolo femenil represen­taba a la diosa Titijaja, madre de los Incas[8].

Se mantenía tan viva la memoria del origen de los Incas en el Titijaja, que el cronista Gutiérrez de San Clara, asegurando inspirarse en un cantar histórico, nos trans­mite la leyenda de haber salido Manco y sus guerreros de la isla mayor del lago a fundar el pueblo de Hatuncolla, donde permanecieron sus descendientes, hasta que Túpac Yupanqui trasladó la capital al Cuzco[9]. Este abultamiento extremo de la tradición, nos está probando su extraordinaria difusión y arraigo. Los auténticos representantes de la raza indígena, no son los menos categóricos en el coro de concordes testimonios.

Garcilaso de la Vega trae el clásico relato de su tío el Príncipe Cusí Huallpa, según el cual Manco Cápac y Mama Ocllo fueron creados por el Sol en el Titijaja y enviados de allí a civilizar el Cuzco, donde se hundió la mágica barra. Refiere textualmente:

“Puso nuestro padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titijaja. Ellos (Manco y Ocllo) salieron del Titijaja y ca­minaron al Septentrión. Así entraron en una venta, que está siete u ocho leguas al Mediodía del Cuzco, y que hoy llaman Pajarejtampu”.

Y en otro paso cuenta que

“el hom­bre poderoso de Tiahuanaco"' (Huiracocha indudablemen­te) repartió en aquella metrópoli el mundo a cuatro her­manos epónimos, y que uno de, éstos fue Manco, el cual se encaminó hacia el Norte, y de él descienden los Incas[10].

Juan Santa Cruz Pachacuti especifica que el dios Tunapa Huiracocha, hostilizado en el Collao y en la provincia de Collahuas, fue maestro de Aputampu, el curaca de Pacaritambo, a quien dejó al partir el sagrado báculo (fauna) con letras misteriosas, y los vasos de oro; y que Manco Cápac y sus hermanos los Ayar fueron descendientes y herederos de Aputampu.

Ante este cúmulo de autoridades, admira que el Dr.Max Uhle tenga por puramente míticos los orígenes de los Incas en el Titijaja, e inconciliables con las tradiciones de Pajarejtampu, en la región de Paruro[11]. Claro que toda la historia incaica, como de trasmisión oral, es leyendaria; pero interpretada por la crítica, la leyenda descubre un fondo de incontrovertible verdad. La conformidad de las fuentes arguye en este caso con una evidencia moral, úni­ca asequible en tales materias. Lejos de ser inconciliables, las tradiciones incaicas de Paruro y del Titijaja, se ajustan y armonizan muy cabalmente ante el buen sentido. Nada nos obliga a tener por artículo de fe que los Incas, antes de moverse al Cuzco, vivieran de toda eternidad estables en Pajarejtampu, y no pudieran en manera alguna haber venido del Collao, máxime cuando está plenamente demostrado que el Collao fue el más activo foco de la primor­dial cultura andina, y cuando en la comarca del Cuzco y entre los mismos Incas se han hallado objetos que paten­tizan la irradiación e imitación de aquella cultura de Tiahuanaco. En el Museo de la Universidad del Cuzco, se guardan un depósito cuadrangular de piedra obscura muy gastada, con imágenes semejantes a las de la portada de ja Acapana, y un aríbalo incaico con ornamentación tiahuanaquense[12].

La arquitectura ciclópea, de aparejo de po­liedros irregulares, en Hatunrumíoj, Sajsayhuaman, Quenco y Ollantaytambo, para todo juicio sereno, pertenece, con muy leves diferencias, a la de Tiahuanaco, cuyas notas reproduce (monolitos, llave metálica de contención, signo escalonado, etc.).

El segundo sistema arquitectural incaico, el de sillares labrados y medianos, parece la lógica evolu­ción de continuidad. En general, el estilo de los Incas es tan manifiestamente la continuación normal y el desenvol­vimiento del de Tiahuanaco, que hasta Uhle ha debido reconocerlo así, mal que le pese, en uno de sus incoheren­tes párrafos, por más que en otros lo niegue con redoblado capricho[13]. Si el mismo Uhle constata que en la quebrada del Vilcanota hay alfarería tiahuanaquense, con la que se inicia la incaica, ¿por qué obstinarse, contra la evidencia, en sostenerla absoluta y radical imposibilidad de que, jun­to con su cerámica, cuatro tribus pequeñas, o a lo más diez ayllos o linajes, viajaran del Collao a las próximas sierras de Paruro, y al cabo de largas estaciones prosiguie­ran su marcha la Cuzco?

La objeción de que las memorias primitivas, según Gennep ha probado, no persiste más de cuatrocientos años, y que así no han podido los Incas retener el recuerdo de esta emigración, es singularmente ociosa y contradictoria en el presente caso, porque la cronología de las civilizacio­nes peruanas que Uhle reitera con tan gran ahinco, su­pone la decadencia final y ruina de Tiahuanaco, con el término de la pura influencia atacameña, hacia el siglo XII de nuestra era[14]; y de seguro que por entonces, o muy poco después, ocurría el establecimiento de las tribus incas en el valle del Cuzco.

No atinamos a comprender tampoco el afán de im­pugnar que los primeros Incas se intitularan tales, contra la autoridad expresa de los analistas, que así los denomi­nan. No es menos antojadizo el completo salvajismo con que se complace en acriminar a Manco y sus compañeros,

Por las particularidades de sus fábulas, se ve que tenían animales domésticos (el napaj, vasos de oro (tupacusi), semillas sagradas, vestidos preciosos, armas arrojadizas e insignias religiosas (súnlur - páucar y túpac yauri), que miraban en agüeros y estrellas, y que practicaban un con­junto de ritos complicados[15], como conviene a sucesores de una barbarie teocrática, según hubo de ser la de Tiahuanaco.

Topamos en Uhle razonamientos por demás incone­xos. Asevera que los Incas, por adorar momias e infinidad de santuarios o huacas, y ejecutar sacrificios humanos, no pueden ser continuadores de los antiguos tiahuanaquenses. ¿Tan seguro está Uhle de que la materna civilización del lago no era politeísta, ni veneraba a los difuntos, ni ofre­cía sangre humana a ninguna de sus deidades? Hay mu­chas otras razones de igual fuerza y pertinencia. Bien es­tará que las dejamos, por ser superfluo y poco caritativo encarnizarse en tan extremas debilidades. Oponerlas a la evidentísima filiación de los Incas, ejecutoriada con prue­bas de tanto valor, parece género de ceguedad incurable o gana de perder al tiempo.

La cuna de la estirpe incaica en el Titijaja es uno de los pocos puntos esclarecidos, con toda especie de con­gruencias y verisimilitudes, en la crepuscular protohistoria del Perú. Los Incas no son por cierto los constructores de Tiahuanaco, y nadie ha proferido este dislate, porque hay que distinguir larga sucesión de tiempos y generación de estilos; pero no hay inconveniente alguno para afir­mar que son los Incas vástagos, herederos y restauradores legítimos de la cultura megalítica, que floreció en el Collao y en Tiahuanco culminó. <>             



[1] Agustín de Zárate, Historia del Perú, Libro Primero, cap. X.

[2] Miguel Cabello Balboa Miscelánea .Antartica. Origen de los indios y de los Incas del Perú cap. XI.

[3] Cieza, Crónica del Perú, cap. CV; Señorío de los Incas yupanguis, cap. VIII.

[4] Betanzos, Suma y narración de los Incas, caps. I y II.—No hay más que leer las informaciones del Virrey Toledo (Madrid, 1882), para convencerse ple­namente de que Ayar Uchú es el _ mítico abuelo de los Allcahuizas,a pesar de la denegación de Uhle^ tan arbitraria como todas las suyas en este asunto.

[5] Sarmiento de Gamboa, CHíst. Qen. Indica, Segunda Parte, caps. VII, X y XI.

[6] íHis. Mat. y Moral de las Indias, Lib. VI, cap. XIX.

[7] P. Bernabé Cobo, Mist. del Nuevo Mundo, Lib. XII, cap. III.

[8] P/Bernabé Cobo, ob cit., Lib. XIII cap. XVIII.

[9] Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Nist. de las Querrás Civiles del Perú, Libro III, caps. XLIX y L. [Pachacuti es vocablo aimara?]

[10] Garcilaso, Comentarios Peales, Primear Parte, Libro I caps. XV y XVII.

[11] Max Uhle, Origen de los Incas.

[12] Luis E. Valcárcel Jiabuanacu, Ollantaitambo, Cuzco, centros megalíticos CRet?. 'Univ. del Cuzco, Agosto de 1921).

[13] Uhle, Origen de los Incas, pág. 326.,

[14] Uhle, .Arecfueología de Arica y Jacna, (Bol. de la Soc. Ecuatoriana, tomo III, 1919).

[15] Consúltese principalmente los citados Betanzos, Cobo y Sarmiento de Gamboa



No hay comentarios:

Publicar un comentario