LOS INCAS PROVIENEN DEL
LAGO TITIJAJA
José de la Riva-Agüero y Osma: LAS CIVILIZACIONES PRIMITIVAS
Y EL IMPERIO INCAICO. Obras Completas, Tomo V. Ed. PUCP, Lima 1966, pp. 133 a
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on admirable unanimidad, los historiadores primitivos
lo testifican. Uno de los más explícitos es el conciso y circunspecto Agustín de Zárate:
“De la parte del Collao, por una gran laguna que
allí hay, llamada Titijaja, que tiene ochenta leguas de bojo, vino una gente
belicosa, que llamaron Ingas, los cuales andan trasquilados y las orejas
horadadas, y metidos en los agujeros unos pedazos de oro redondo, con que los
van ensanchando. Y al principal de ellos llamaron Zapalla Inga, que es Solo Señor, aunque algunos quieren
decir que le llamaron Inga Huiracocha”[1].
El otro Cristóbal
de Molina, el cuzqueño, dice que el dios Huiracocha creó a Manco y sus
hermanos en Tiahuanaco, y que allí se sumieron por tierra, para reaparecer en
Pajarejtampu.
Don Pedro de
la Gasca, en su relación inédita, que se conserva en Viena, unifica a
Huiracocha, aparecido en el gran lago del Collao, con Manco Cápac, el primer
Inca.
Pedro Pizarro conviene en
análogos términos: “El primer Inca salió
del Titijaja; otros dicen que salió de Tampu (Pajarejtampu);
llamábase Huiracocha y pobló el Cuzco’".
Cabello Balboa lo repite: “Muchos indios pretendían que los cuatro
hermanos salidos de Pajarejtampu, eran originarios del Titijaja” [2].
Pedro de Cieza y Leon, después
de haber consignado en la Primera Parte de su Crónica que los Incas
hicieron sus palacios del Cuzco a imitación de los de Tiahuanaco, y que los
primeros Incas pretendieron asentar en Tiahuanaco su corte, refiere en la
Segunda Parte que Manco fundó el Cuzco en nombre del Tijci Huiracocha, la divinidad
tradicional del Collao[3].
Juan de Betanzos inculca que Con
Tijci Huiracocha dio ser al mundo y las gentes en Tiahuanaco, y luego en el
Cuzco produjo a Allcahuiza (el epónimo de la tribu incaica de Ayar Uchú) y le
ordenó que engendrara a los orejones [4].
El P. José de
Acosta, aunque tan sucinto acerca del Perú, no deja de apuntar la relación
entre la religión de Huiracocha y el origen de los Incas[6].
El P. Bernabé
Cobo resume cuatro versiones, todas concordantes: que los Incas, capitaneados
por Manco Cápac, hijo del Sol, vinieron desde el Titijaja a Pacaritambo, y de
allí pasaron al Cuzco; que Manco y sus hermanos los Ayar salieron de
Pacaritarribo, pero que decían otros que antes habían llegado del Titijaja;
que Tijci Huiracocha, el dios del lago, envió a los Incas a Pacaritambo;y que
el Titijaja era la pacarina u originario solar de Manco Cápac y Mama
Ocllo[7].
Concreta que en Coata, isla del lago, pretendían que un ídolo femenil representaba
a la diosa Titijaja, madre de los Incas[8].
Se mantenía tan viva la memoria del origen de los
Incas en el Titijaja, que el cronista Gutiérrez
de San Clara, asegurando inspirarse en un cantar histórico, nos transmite
la leyenda de haber salido Manco y sus guerreros de la isla mayor del lago a
fundar el pueblo de Hatuncolla, donde permanecieron sus descendientes, hasta
que Túpac Yupanqui trasladó la capital al Cuzco[9].
Este abultamiento extremo de la tradición, nos está probando su extraordinaria
difusión y arraigo. Los auténticos representantes de la raza indígena, no son
los menos categóricos en el coro de concordes testimonios.
“Puso nuestro padre el Sol estos dos hijos suyos en
la laguna Titijaja. Ellos (Manco y Ocllo) salieron del Titijaja y caminaron al
Septentrión. Así entraron en una venta, que está siete u ocho leguas al
Mediodía del Cuzco, y que hoy llaman Pajarejtampu”.
Y en otro paso cuenta que
“el hombre poderoso de Tiahuanaco"'
(Huiracocha indudablemente) repartió en aquella metrópoli el mundo a cuatro
hermanos epónimos, y que uno de, éstos fue Manco, el cual se encaminó hacia el
Norte, y de él descienden los Incas[10].
Juan Santa Cruz Pachacuti especifica que el dios Tunapa Huiracocha, hostilizado en el Collao y
en la provincia de Collahuas, fue maestro de Aputampu, el curaca de Pacaritambo,
a quien dejó al partir el sagrado báculo (fauna) con letras misteriosas,
y los vasos de oro; y que Manco Cápac y sus hermanos los Ayar fueron
descendientes y herederos de Aputampu.
Ante este cúmulo de autoridades, admira que el Dr.Max Uhle tenga por puramente míticos
los orígenes de los Incas en el Titijaja, e inconciliables con las tradiciones
de Pajarejtampu, en la región de Paruro[11].
Claro que toda la historia incaica, como de trasmisión oral, es leyendaria;
pero interpretada por la crítica, la leyenda descubre un fondo de
incontrovertible verdad. La conformidad de las fuentes arguye en este caso con
una evidencia moral, única asequible en tales materias. Lejos de ser
inconciliables, las tradiciones incaicas de Paruro y del Titijaja, se ajustan y
armonizan muy cabalmente ante el buen sentido. Nada nos obliga a tener por
artículo de fe que los Incas, antes de moverse al Cuzco, vivieran de toda
eternidad estables en Pajarejtampu, y no pudieran en manera alguna haber venido
del Collao, máxime cuando está plenamente demostrado que el Collao fue el más
activo foco de la primordial cultura andina, y cuando en la comarca del Cuzco
y entre los mismos Incas se han hallado objetos que patentizan la irradiación
e imitación de aquella cultura de Tiahuanaco. En el Museo de la Universidad del
Cuzco, se guardan un depósito cuadrangular de piedra obscura muy gastada, con
imágenes semejantes a las de la portada de ja Acapana, y un aríbalo incaico con
ornamentación tiahuanaquense[12].
La arquitectura ciclópea, de aparejo de poliedros
irregulares, en Hatunrumíoj, Sajsayhuaman, Quenco y Ollantaytambo, para todo
juicio sereno, pertenece, con muy leves diferencias, a la de Tiahuanaco, cuyas
notas reproduce (monolitos, llave metálica de contención, signo escalonado,
etc.).
El segundo sistema arquitectural incaico, el de
sillares labrados y medianos, parece la lógica evolución de continuidad. En
general, el estilo de los Incas es tan manifiestamente la continuación normal y
el desenvolvimiento del de Tiahuanaco, que hasta Uhle ha debido reconocerlo
así, mal que le pese, en uno de sus incoherentes párrafos, por más que en
otros lo niegue con redoblado capricho[13].
Si el mismo Uhle constata que en la quebrada del Vilcanota hay alfarería
tiahuanaquense, con la que se inicia la incaica, ¿por qué obstinarse,
contra la evidencia, en sostenerla absoluta y radical imposibilidad de que, junto
con su cerámica, cuatro tribus pequeñas, o a lo más diez ayllos o linajes,
viajaran del Collao a las próximas sierras de Paruro, y al cabo de largas
estaciones prosiguieran su marcha la Cuzco?
La objeción de que las memorias primitivas, según
Gennep ha probado, no persiste más de cuatrocientos años, y que así no han
podido los Incas retener el recuerdo de esta emigración, es singularmente
ociosa y contradictoria en el presente caso, porque la cronología de las
civilizaciones peruanas que Uhle reitera con tan gran ahinco, supone la
decadencia final y ruina de Tiahuanaco, con el término de la pura influencia
atacameña, hacia el siglo XII de nuestra era[14];
y de seguro que por entonces, o muy poco después, ocurría el establecimiento de
las tribus incas en el valle del Cuzco.
Por las particularidades de sus fábulas, se ve que
tenían animales domésticos (el napaj, vasos de oro (tupacusi), semillas
sagradas, vestidos preciosos, armas arrojadizas e insignias religiosas (súnlur
- páucar y túpac yauri), que miraban en agüeros y estrellas, y que
practicaban un conjunto de ritos complicados[15],
como conviene a sucesores de una barbarie teocrática, según hubo de ser la de
Tiahuanaco.
Topamos en Uhle razonamientos por demás inconexos.
Asevera que los Incas, por adorar momias e infinidad de santuarios o huacas, y
ejecutar sacrificios humanos, no pueden ser continuadores de los antiguos
tiahuanaquenses. ¿Tan seguro está Uhle de que la materna civilización del lago
no era politeísta, ni veneraba a los difuntos, ni ofrecía sangre humana a
ninguna de sus deidades? Hay muchas otras razones de igual fuerza y
pertinencia. Bien estará que las dejamos, por ser superfluo y poco caritativo
encarnizarse en tan extremas debilidades. Oponerlas a la evidentísima filiación
de los Incas, ejecutoriada con pruebas de tanto valor, parece género de
ceguedad incurable o gana de perder al tiempo.
La cuna de la estirpe incaica en el Titijaja es uno
de los pocos puntos esclarecidos, con toda especie de congruencias y
verisimilitudes, en la crepuscular protohistoria del Perú. Los Incas no son por
cierto los constructores de Tiahuanaco, y nadie ha proferido este dislate,
porque hay que distinguir larga sucesión de tiempos y generación de estilos;
pero no hay inconveniente alguno para afirmar que son los Incas vástagos,
herederos y restauradores legítimos de la cultura megalítica, que floreció en
el Collao y en Tiahuanco culminó. <>
[1] Agustín de Zárate, Historia del Perú, Libro
Primero, cap. X.
[2] Miguel Cabello Balboa Miscelánea .Antartica.
Origen de los indios y de los Incas del Perú cap. XI.
[3] Cieza, Crónica del Perú, cap. CV; Señorío
de los Incas yupanguis, cap. VIII.
[4] Betanzos, Suma y narración de los Incas,
caps. I y II.—No hay más que leer las informaciones del Virrey Toledo (Madrid,
1882), para convencerse plenamente de que Ayar Uchú es el _ mítico abuelo de
los Allcahuizas,a pesar de la denegación de Uhle^ tan arbitraria como todas las
suyas en este asunto.
[5] Sarmiento de Gamboa, CHíst. Qen. Indica,
Segunda Parte, caps. VII, X y XI.
[6] íHis. Mat. y Moral de las Indias, Lib. VI, cap.
XIX.
[7] P. Bernabé Cobo, Mist. del Nuevo Mundo, Lib.
XII, cap. III.
[8] P/Bernabé Cobo, ob cit., Lib. XIII cap. XVIII.
[9] Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Nist. de las
Querrás Civiles del Perú, Libro III, caps. XLIX y L. [Pachacuti es vocablo
aimara?]
[10] Garcilaso, Comentarios Peales, Primear Parte,
Libro I caps. XV y XVII.
[11] Max Uhle, Origen de los Incas.
[12] Luis E. Valcárcel Jiabuanacu, Ollantaitambo,
Cuzco, centros megalíticos CRet?. 'Univ. del Cuzco, Agosto de 1921).
[13] Uhle, Origen de los Incas, pág. 326.,
[14] Uhle, .Arecfueología de Arica y Jacna, (Bol. de
la Soc. Ecuatoriana, tomo III, 1919).
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