LA DEBILIDAD
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 663, 24NOV23
J |
uan Reynoso no es un entrenador de futbol sino, más
bien, un intérprete del criollismo.
Obtuvo el cargo por el favor compinchero de alguien
parecido a él, no sabe lo que hace y encima lo hace mal, gana una millonada que
jamás mereció y ahora negocia una salida ventajosa que le asegure el futuro: un
criollo perfecto, un peruanazo.
Pero Reynoso no es el problema. El grande y crónico
asunto es que tras Reynoso se esconde parte de nuestra identidad de ventajistas
al acecho.
Un país que se pregunta en qué momento se jodió y no
se pone de acuerdo en qué respuesta dar, está aquejado de un mal difícil de
describir.
Agustín Gamarra, cusqueño, uno de los más grandes traidores a la Patria. formó parte del ejército chileno que nos invadió para impedir la Confederación Perú- Bolivia. |
Una debilidad servil nos ha llevado a tolerar lo que
otras sociedades habrían rechazado de plano. Llamamos Protector a San Martín,
Dictador omnímodo a Bolívar y luego asistimos al carrusel de milicos que
creyeron, con razón, que en el país sin clases dominantes constructoras lo que
prevalecería serían las armas humeantes y los propósitos aviesos. Un miserable
como Agustín Gamarra fue uno de nuestros héroes de tercera.
La debilidad: el ADN de una melancolía que trabó
nuestra historia, que nos distinguió tempranamente para mal, que nos preparó
para la humillación. Lord Cochrane olió esa debilidad desde la proa de sus
raterías.
Echenique, puneño por desgracia, el más más de los presidentes corruptos del siglo pasado |
Después vino don Jorge Basadre y sentenció: no
seamos tan radicales, no todo fue tan malo. Pero todo había sido horrible -con
excepción de Grau, Bolognesi y Cáceres- y el Perú mutilado y saqueado era una
prueba de ello.
Al civilismo, que era la derecha más ilustrada
aunque inútil, se le opuso Piérola, que era el fiasco y la deshonestidad en
persona. Y cuando Cáceres llegó al poder olvidó a la cholería y se portó como
cualquier hacendado de su natal Ayacucho.
La debilidad nos marca. Soportamos estoicos a
Leguía, que era un matón con ínfulas de vendedor de seguros, hasta que volvimos
a acudir, en mancha, a un cachaco bravucón fuete en mano. Después de eso,
asistimos complacidos al veto que las fuerzas armadas ejercieron sobre el Apra,
que habría tomado la Bastilla y quizá hubiese dado el salto que necesitábamos.
Pero no. La derecha, las fuerzas del orden, el
ejército del inmovilismo nos dieron a Benavides, a Prado, a Odría. El líder de
las clases medias de los años 50 fue Belaunde Terry, que inventó lo del Perú
como doctrina y demostró en el gobierno (dos veces) que sólo había una cosa más
amada que su propia figura: la capacidad de dudar.
La debilidad ha sido nuestro confort, nuestra
trémula certeza. Permitimos, entre otras cosas, que un ciudadano japonés
indigno nos empujara a puntapiés y corrupción al liberalismo más primitivo, y
no fuimos capaces de echarlo ni siquiera cuando vimos a su secuaz sobornar a un
congresista de la hechiza oposición. El sujeto renunció por fax y lo hizo desde
el Japón, su país de origen.
Aplaudimos, años atrás, la involución restauradora
de Morales Bermúdez y nos complacimos, desde la cobardía del anonimato, cuando
alguien dinamitó la tumba de Velasco Alvarado. La derecha nos había
conquistado.
Y ha sido la derecha la que nos niebla el ánimo
desde sus televisiones y pergaminos: Friedman no se discute, carajo, la
Constitución del golpismo reaccionario no se toca, carajo, el Mercado se
escribe con mayúsculas.
La debilidad explica que toleremos al gobierno del
hampa que tenemos y que las calles estén vacías cuando este régimen ilegítimo
nos devuelve a los años 90 de la náusea, arrasa con las pocas reformas logradas
en los últimos años, ensucia la Fiscalía, hace de vientre sobre el Tribunal
Constitucional, emascula a la Defensoría del Pueblo, organiza como camorra al
Congreso y permite que una delincuente como Keiko Fujimori tome la última palabra
en las votaciones parlamentarias.
Ya no les basta a los granujas que gobiernan permitir que el fujimorismo perdedor asuma de facto un poder ilegal que debería llamar a la insurrección. Ahora aspiran al caos. No se entiende de otro modo el decreto que acaban de dar devolviendo a las calles a miles de delincuentes e impidiendo que la cárcel sea efectiva para otros miles de condenados. Dicen que hacen esto para deshacinar las cárceles.
¿los muertos en Juliaca y otras ciudades?. ¡Aquí no nos pasa ni pasará nada! |
En vez de construir los presidios que un país
plagado de violencia delictiva necesita, el gobierno del detritus político
decide que hay que liberar a presos condenados y dejar de sentenciar con
prisión efectiva a quienes merezcan penas de hasta diez años. La escoria social
está de plácemes. Por fin llegó al gobierno. La bazofia criminal que llegó de
Venezuela también celebra. La debilidad del Perú tiene una nueva imagen: la de
Carita en Palacio, Tirifilo en el Congreso, Tatán en la Fiscalía y el Tren de
Aragua en todas partes. Quizás, por fin, hayamos tocado fondo. <:>
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