domingo, 20 de agosto de 2023

POETAS PUNEÑOS

 EL FUEGO Y AJAYU

DE BORIS ESPEZÚA.

José Luis Ayala.

  Primero es preciso explicar qué es un ajayu para entender a cabalidad los valores, no solamente literarios, sino ontológicos y cosmogónicos del último libro de poesía de Boris Espezúa Salmón. “AYAYU DEL FUEGO Y LOS ABISMOS”, 1 es un libro que totaliza a sus textos anteriores y se proyecta con la misma intensidad literaria. Sin embargo, el poeta divide a su libro en tres estaciones como: Hojas de coca brevetes. Asuntos contra la fe pública y Alegatos para un juicio razonable.   

     Se llama ajayu en idioma aymara al alma, a la sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos y que no desaparece nunca. Es el ánima, el espíritu, la energía cósmica, la fuerza o ente que contiene los sentimientos y la razón humana. De acuerdo a la cosmovisión andina, todos los seres humanos están dotados de cualidades innatas. Pero sobre todo de una constitución espiritual que le permite atravesar el tiempo y del mismo modo, ser polvo de las estrellas, pero dotado de vida eterna.

    De modo que en el universo andino la muerte no existe. No es una metáfora sino una verdad que los seres humanos conocen desde que tienen uso de razón. Ese hecho, sin embargo, exige la práctica de un código de conducta que debe ser observado por todos los miembros de la comunidad. Para eso existen además códices de conducta ciudadana. 

  Boris Espezúa Salmón alcanza no solo un gran dominio del oficio y es sin duda uno de los poetas más importantes del Perú. La evolución de su grandiosa poesía se debe no solo a su talento, sino a la permanente necesidad de renovar su propio lenguaje. Quienes hayan seguido su trabajo literario, seguramente estarán de acuerdo, que con este libro se abre y cierra a la vez, una expresión literaria andina bien difícil de superar. 

    Un poema que sin duda alcanza una gran altura lírica es: Los tres entierros de Churata. Es que además de ser un poema real maravilloso, es verdad que Churata fue inhumanamente maltratado por Inocencio Mamani y un sujeto que funge de pintor, cuyo nombre resulta indigno escribir. Sin embargo, Churata sobrevivió a los entierros que Boris Espezúa se refiere. Es decir, tres veces lo sacaron del inframundo (manqa pacha) para enterrarlo también tres veces.

 El libro empieza con poemas cortos pero con una intensa capacidad lírica. Cada uno de ellos representa no solo una visión del mundo, sino sobre todo la necesidad de abolir el tiempo para establecer un mundo más vivible, más

humano: Suerte: Hoy no será mi funeral, no será / porque hoy no cojeó el aire, no / doblaron las campanas, no se / detuvo el agua bendita.   

    Otro poema corto pero intenso es sin duda Siembra: Primero, es el barbecho con el cual se voltea / la tierra, luego hay que dejar que el viento / airee los terrones. Después la tierra tiene que / descansar, mientras chajchamos coquita con / llucta para renovar energía y asegurar la fertilidad del suelo y la abundancia de los frutos.

Igualmente Despedida: Dejo en el agua el homenaje a mi / ausencia. / Dejo dibujado el rostro de mi última/ apariencia / A los tres días de duelo mi nombre / tendrá los ojos cerrados.

Llanto: Amor, lloremos por los días que murieron, / por los días que permanecieron, por los que / han huido de nosotros. Y por los que guardaron / una fe, con las alegrías que ahora lloran sus / estrellas en la punta de las gotas de lluvia.  

    Y luego el gran poeta Boris Espezúa Salmón escribe así en referencia a los tres entierros de Churata:       

     ¿Al morir un escritor será necesario tres ataúdes?

     fue llevado como Cristo o como un Atahualpa en tres procesiones. / en tres filas de murmullos y de fieles súbditos y tres veces / por tres sonaron las campanas sin ser acalladas. / No se le retuvo en ningún lado, sólo el costado de las pupilas / oscuras de noches silbantes, no le retuvo con rezos, sino con los vientos que rasguñan / los pajonales, con el silencio eterno de las kantutas que cantan una eternidad. / Lo vistieron de negro, no lo afeitaron / ni tampoco lo envolvieron en aguayo. / En la intimidad de las tumbas los antiguos qollas se cubrían con mantos de su milenaria desnudez y se alimentaban con quinua cocida en el fogón del tiempo. / Churata no se cubrió con nada y se desabrigó de incomprensión. / Las estrellas también hieren cuando el músculo de su luz impulsa la real historia, cuando los dientes de esa presencia, de ese ajayu, muerde la pulpa de esa lágrima.


Las tres veces se duplicaron los charcos de la lluvia, tres veces, Churata no sobrevivió a la muerte.

En alguna parte lejana murmura el agua con los vientos de otoño que limpia su memoria.

Tres veces el cadáver cubrió su velo tupido de inmortalidad.

Fue un hombre de palabra: trazó la palabra identidad y tuvo al frente tres espejos.

 Sembró la palabra Ande y tuvo a su costado la llijlla de una madre tierra que lo arrullaba:

Escribió la palabra pueblo y el continente arrojó su eternidad para plantarla con antiguas raíces y renacer de nuevo. 

Escribió sobre el futuro del Ande y el país advirtió que su palabra surcara los nuevos caminos de nuestros nietos.

Las cenizas endurecieron sus funerales y los muertos lo abrazaron con la tierra donde nace la nueva semilla. 

Sin embargo, con todas las molestias que significa enterrarse tres veces. Los entierros de Gamaliel tuvieron el baile del solsticio y la gran mirada a futuro del inmenso Wiraqocha.

   Estamos sin duda, ante la madurez de un poeta peruano que en buena hora no usa la palabra indigenismo y que poco a poco, ha alcanzado uno de los sitiales más altos de la poesía peruana contemporánea.

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