19 DE JULIO DE 1900:
AZANGARO ARDE
Por: Guillermo Vàsquez
Cuentas
El 20 de julio de 1900, el pueblo de Azángaro vivió
un día trágico. Muchas casas de la ciudad ardieron, entre ellas la mansión de
la familia Lizares Quiñones, en la que, infortunadamente, se quemó una valiosa
biblioteca de miles de volúmenes, incunables y documentos sobre Puno y su
historia, entre ellos el discurso de puño y letra que José Domingo Choquehuanca
expresara a Bolívar, al pie del peñón de Pucará.
En un documento que muy generosamente me obsequió el
historiador Ramos Zambrano, aparece en anexo la Memoria que eleva el
Subprefecto de Azángaro José Alvino Ruiz al Prefecto de Puno. En ese documento,
Ruiz relata -con inocultable sesgo oficial- los acontecimientos de ese aciago
día. Muchos azangarinos de hoy reconocerán a sus familiares que de una u otra
forma fueron protagonistas de esa lucha.
Se trata de un documento absolutamente inédito, que
hacemos público para beneficio de historiadores y sobre todo para todos
aquellos que están interesados en el pasado de nuestra tierra altiplánica.
“ANEXO N° 1. A 21 de julio de 1900 Sr. Prefecto del Departamento. El 20 de los
corrientes dirigí telegrama a Ud. del Distrito de Santiago, poniendo en conocimiento
el movimiento revolucionario que se verificò en esta capital por lo que ahora
paso darle parte respectivo. En la tarde del 19 tuve rumores de que una noche
estallaría una revolución a favor del General Cáceres, encabezado por D. José
María Lizares, y sus cómplices D. José Luis Macedo, Guzmán Miranda, Cristóbal
Miranda, Jacinto Miranda, Francisco Miranda, Justo Manuel Béjar, Bertin
Morales, Filiberto Aparicio, José Angelino Lizares Quiñónez y José Francisco
Lizares, los que embriagando con alcohol a los indios de varias haciendas iban
atacar la Subprefectura, por cuya causa a horas 6 1/2
|
Angelino Lizares Quiñones Alarcón |
fui al Cuartel que ocupaba la guarnición
que se encuentra en esta plaza compuesta de quince hombres, a cargo del
Teniente Felipe Mejía, en el objeto de ordenar que fueran a la Subprefectura,
sus números de guardia, lo que instalé en el zaguán de la casa de la propiedad
de Don Luis F. Luna, en donde tenía mi departamento, después de esto me fue a
despachar el correo por su víspera de la salida. En estos momentos mande al
gobernador del Distrito de la capital Don Adolfo Paez para que fuese a colocar
guardias de indios en los alrededores de la población a fin de que diesen aviso
del ingreso de la gente en grupos. Los citados guardias regresaron a las ocho
más o menos, manifestando que por diferentes lugares entraban indios en
tumulto y se dirigían todos a la casa del Coronel Don José María Lizares, que
está situada sobre la plaza principal, en vista de este aviso me hice cargo
que esa noche estallaría la revolución en cabezada por Lizares, y de la que
hace tiempo había rumores. En el acto fui al cuartel y ordené que los nueve
hombres que habían quedado fuesen a la subprefectura con mantón a la cintura y
pensé allí el modo de distribuir mi gente. La casa que ocupo tiene posesión
muy desfavorable para una defensa militar, por el frente está la calle de Lima,
por la izquierda está la Plazuela de San José, para donde no hay habitaciones
sino únicamente muros muy bajos, por la derecha la calle de la cárcel y por la
espalda tampoco hay habitaciones sino muros bajos, por consiguiente la casa no
tenía defensa segura. De los quince hombres que compone la guarnición el rifle
del soldado Muñoz estuvo descompuesto desde antes, el de Alejandro Pilco se
descompuso a los pocos tiros, por lo que no quedaron sino trece soldados. Esta
gente la distribuí del modo siguiente: seis fueron colocados a órdenes del
Sargento Heredia en la puerta de Calle cuatro en la puerta que comunica al
interior y tres en la ventana de una habitación que está junto a la
puerta del interior y que tiene vista para el lado de la plazuela indicada. A
horas 9 que los contrarios hicieron tocar arrebato con la que la
población se alarmó a horas 9 y 30 más o menos, casi todo el
vecindario se presentó a la Subprefectura desaprobando la conducta para la
conservación del orden público, con cuyo objeto pidió armas y que no pudo
darles por no tener centro de entrenamiento estaban el Señor Dr. Mariano
Enríquez, Ismael Cornejo, Luis R. Gutiérrez, Mariano A. Toro, Fermín N.
Jiménez, Adolfo Enríquez, Manuel Mostajo, Juan Cabrera, José Cándido López,
Felipe R. López, Juan N. Santos y otros muchos. El Sr. Enríquez a nombre de D.
Francisco Liza- res me dijo que le había encargado por medio de la Sra. María
Dolores de Luna para que rindiese las armas y en caso contrario se prendiera
fuego a la casa, en atención al mensaje cruel a la poca fuerza de que disponía,
de la mala posición de la casa como ya he dicho y de la familia numerosa del
Sr. Luna, le di una respuesta dilatoria al Sr. Enríquez con lo que se fue
donde Francisco Lizares, habiendo vuelto con el mismo mensaje, y en una de sus
visitas me trajo la comunicación que adjunto a este parte bajo el N° 1 a esta
carta de di otra respuesta dilatoria y en la que se fue el Dr. Enríquez porque
mi objeto era dar tiempo para que pase la noche. Últimamente vino a mi despacho
el Sr. Enríquez a h. 2 am. a manifestarme que Lizares no transigía, a la que
contesté que no entregaba las armas, y se retiró. A horas 2 23/4 la gente de
Lizares desfiló de su casa con dirección a la subprefectura en un número muy
crecido para atacar por el frente, y los flancos. Cuando una
columna de 150
hombres más o menos llegó a la esquina de la subprefectura, echaron vivas a
Cáceres y Borgoño y mueras al Sub Prefecto y se pusieron a marchar al frente
del local, como vieron los señores Adolfo Enríquez y José M. Hersilla. A horas
3 a.m. más o menos rompieron los fuegos sobre la puerta de la calle y una
tienda situada en la esquina y que pertenece a la casa de la que era dependiente
Margarita Ramos. Esta puerta por ser débil fue rota pronto y la gente se lanzó
al saqueo del almacén de abarrotes que había allí. Cuando robaron todo
quisieron penetrar a la habitación siguiente por el pasadizo, pero como allí
se opuso resistencia y cayeron varios agresores, tuvieron que retroceder
mientras tanto era el fuego incesante sobre la puerta de calle, así como la
sobre puerta del pasaje al interior, después de media hora la puerta fue
destrozada y la gente de Lizares muchas veces quiso avanzar peleando con gran
denuedo, pero en vista de la resistencia no pudo, habiendo pasado una hora y
media sin conseguir del objeto incendiaron la casa por la parte de la izquierda.
El incendio avanzó hasta abrasar tres habitaciones y el zaguán de la puerta en
esta situación y cuando ya no quedaban sino pocas cápsulas, pues se agotaron
1400 tiros, salí por el lado de la plazuela con los doce hombres armados y el
resto de la gente que me acompañaba habiendo cargado sobre una parte de los
asaltantes que estaban frente a la puerta de la calle, estos retrocedieron la
división de la plaza principal, donde está la casa de Lizares, entonces fue a
dar la vuelta por la calle de Carabaya, para caer sobre la plaza. Constituido
en la esquina del escribano Don Fermín N. Jiménez di algunas descargas, viendo
que no había munición, tomé la retirada con dirección al Distrito de Santiago
con doce hombres armados, más el Gobernador de la Capital Don Adolfo Páez, el
oficial de la guarnición don Felipe Mejía, el Secretario del a subprefectura
Don Agustín Aperrigue y de los ciudadanos Don Neptalí Cano, Don Alejandro
Choquehuanca y Don Eduardo Viveros, quienes me acompañaron durante todo el
combate, y cuyo comportamiento ha sido heroico, así como el de toda la tropa.
A horas 9.30 llegue al pueblo indicado y de donde comuniqué a Ud. por
telégrafo vía de
Pucará, la revolución de la noche del 19; a las 10 avancé
sobre el cambio de Pucará y allí recibí a las 5 |
Plaza principal, posiblemente en esos tiempos |
de la tarde una
compañía del batallón Canta a cargo del Capitán Gamarra, llamé del pueblo de
Pucara a la Guarnición que se encontraba en esa a órdenes del Capitán Mozuelos
y 5 hombres de la Guardia Civil que pasaba de Santa Rosa a esa Capital por tren
y que iban con el Subinspector Don Ricardo Fri- sancho, los hice quedar por
orden de Ud. y con toda esta fuerza salí a las 6 de la tarde con dirección a
esta ciudad donde llegue a las 11 y media sin novedad. En el camino de Pucara
hubo rumores de que los facciosos habían atacado el Distrito de Santiago, por
lo que comisioné al Gobernador de Arapa Don Luis F. Luna para que fuese por
esa vía a la capital con una parte de la fuerza como fue en efecto y llegó a
esta con retardo en la misma noche en razón de que es más lejos por esa ruta.
En la madrugada del 20 a las 5 de la mañana más o menos me dieron aviso de que
la casa de don José María Lizares, que se encuentra cerca a la de Don Luis F.
Luna y en donde el fuego todavía estaba vivo se había prendido ignorándose el
modo como hubiera sucedido esto, se presume que muchas chispas fueron a caer
allí, en vista del aviso saqué a la tropa, que fue a cuestionar los enseres que
sacaban de la casa, así como de otras vecinas, porque el fuego había prendido
también en las propiedades de Don Mariano Barreda y de Doña Andrea Juárez que
colinda con la casa de Lizares, en ese momento también pusieron en mi
conocimiento que se había incendiado una casa pequeña compuesta de tres
habitaciones, perteneciente a los herederos de Don Lucas Miranda, a donde
también ocurrió la tropa para favorecerle. Como el incendio tomó mayores
proporciones abrasó toda la casa de Lizares, así como los cinco cuartos que
formaban las propiedades de Barreda y de la Señora Juárez. La casa de los
herederos de Miranda también fue quemada y la que está cerca de la de Luna. Con
esta fecha me he informado, que los equipos de los soldados han sido robados
del cuartel, también me he informado que la Sra. Dolores Lizares, tía política
de Don Luis Luna y hermana de Don José María Lizares, la que quedó en la casa,
después que yo tomé la retirada, habiendo estado en ella toda la noche, fue
apaleada por los indios de Lizares que estos penetraron a la casa habiendo
salvado de un modo milagroso. En el combate por lo menos han muerto cincuenta
personas de la gente de Lizares sin contar heridos, de los míos no han muerto
ni uno solo; únicamente cayeron pedradas una en la mejilla del Sargento
Herrera otra en la frente del Gobernador Páez y otra en la frente del criado
de Margarita Ramos, porque en el combate no solo hicieron uso de armas de fuego
sino de piedras y botellas. La cantidad de la gente de Lizares fue muy
numerosa, porque habían concurrido los indios de todas sus fincas. Cuando
regresé de Pucará encontré la población en el mayor orden bajo la vigilancia
de la Guardia Urbana que estaba compuesta de todo el vecindario a las órdenes
del Sr. Alcalde Municipal que con el mayor celo cuidó los intereses de todos.
En vista del presente parte espero que Ud. se servirá ordenar se inicie el correspondiente
juicio militar por el delito de rebelión e incendio en que han incurrido los
revolucionarios ya citados y que todas ellas estuvieron presente según mis
informes. No terminaré este parte sin manifestar a Ud. que para corresponder a
la confianza que el Supremo Gobierno se sirvió depositar en mi nombrándome
Subprefecto de esta Provincia, no he omitido medio alguno, inclusive mi vida
para defender el orden y las garantías constitucionales que imperan en esta
provincia. Dios guarde.
ALVINO RUIZ
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