César
Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 635 12MAY23
H |
ay quienes creen que la prensa es un santuario de la
libertad.
Depende. Es cuestión de revisar, sin espíritu
gregario, algunas cosas.
La prensa peruana, por ejemplo, no tiene mucho de
qué jactarse en relación a su pasado reciente y su presente muchas veces
ominoso.
Por ejemplo: ¿Qué hizo la prensa, en general, ante
la dictadura de Fujimori?
Recordemos el susto, la anuencia, la agachadita, la
coartada siempre dispuesta a otorgarse a quien la requería.
RPP era, una vez más, la emisora oficial y “El
Comercio” y adjuntos demostraban una cautela infinita para sugerir, en pocas
ocasiones, que algo podría estar mal, que algo podía estar oliendo a carroña.
¡Cuánto sigilo! ¡Cuánta prudencia! ¡Cuánta publicidad! ¡Cuántas comilonas!
Esas delicadezas se mantuvieron cuando perdimos la
guerra del Cenepa, aquella que ganamos según el relato de los corresponsales
limeños, durante la discusión sobre la “interpretación auténtica” del artículo
constitucional que impedía la segunda reelección de Alberto Fujimori y hasta
cuando aparecieron los primeros y sólidos indicios de corrupción de la cúpula
dictatorial.
Fue una vergüenza.
No lo olvidemos: decenas, centenares de presuntos periodistas
embarraron con calumnias de la peor especie a la poca oposición de aquellos
tiempos. Lo hicieron desde la prensa chicha sostenida con dinero público,
desde Cable Canal de Noticias, desde el “Expreso” de Calmell del Solar y desde
las solemnes trincheras de la prensa tradicional. Nunca vivimos una pesadilla
como esa. Un régimen corrompido en su esencia halló en la prensa, con algunas
contadas excepciones, el aliado ideal. ¿O es que ya nos olvidamos que desde la
covacha de Bresani, empleado de Montesinos, se emitían las órdenes para que “La
Chuchi” o “El Chino” pintaran como homosexual a Gustavo Mohme Liona?
Fujimori arrasó con las instituciones y la prensa no
se sublevó. Si las turbas de Leguía no pudieron asaltar “El Comercio” porque el
diario se defendió a balazos, esta vez el hampa entintada de Fujimori no
requirió de balas o vociferaciones para domar al decano y hacerle entender que
la agenda del gobierno era la del país. La del país tal como lo entendían la
derecha más reaccionaria, los señores Joy Way, Yoshiyama o Camet, los generales
Hermoza Ríos y Villanueva Ruesta, los sicarios del Grupo Colina y los locutores
y locutoras del chicheñó.
La democracia peruana estaba en ruinas y la
infección era tan virulenta que hasta la CIA había decidido tomar higiénica
distancia del régimen fujimorista. Y ni siquiera por eso tuvimos una prensa
aguerrida que se enfrentara a las hienas. A mí me volvieron a botar de la
televisión, me sacaron de Radio 1160 y me dejaron alguna vez sin imprenta
cuando fundé y dirigí “Liberación”. Pero ese periódico anómalo, “La República”
y a veces “Caretas” éramos poco enemigo para tamaña maquinaria de propaganda. Sólo
al final del régimen, “El Comercio” libró la batalla en tomo al oficialista
fraude electoral en Huánuco. Era tarde. Fujimori había sido re-reelecto y el
diario de los Miró Quesada, en editorial que no olvido, terminó pidiéndole al
país que aceptara la ilegal reincidencia de quien pensaba quedarse otros diez
años en el país-burdel que había erigido. Y en relación a Canal 2, apoyó
rabiosamente a Fujimori hasta que tuvo un pleito de índole mortal con
Montesinos y se convirtió en trinchera de la resistencia.
¿Dónde estuvo la gran prensa cuando Martha Chávez
calumniaba a los muertos de La Cantuta? ¿Dónde estuvo cuando el Ejecutivo se
tragó al Poder Judicial y regurgitó jueces con pasamontañas? ¿Dónde se escondió
cuando “Liberación” publicó las cuentas millonarias en dólares de Montesinos?
La derrota electoral del 2021 le hizo creer a la
vieja derecha sin escarmientos que las calles son enemigas, que la oposición
concilia con el terror y que los caviares ocupan todos los círculos del
infierno dantesco. Por eso apoya a Dina Boluarte, que ha prometido no hacer
nada y que está cumpliendo escrupulosamente ese compromiso.
Es cierto: Pedro Castillo fue un imbécil en pos de
los sencillos que encontrara. Pero eso no hace a Dina Boluarte una presidenta
ni al Congreso una auténtica representación de los intereses populares.
Y un gran sector de la prensa sigue mintiéndole a la
gente. Habla de leyes que la amenazan y de cárceles imaginarias, cuando lo que
le quita credibilidad y pone en peligro su existencia es su entrega al poder
del dinero. En países como el nuestro no se requiere a Fidel Castro para acabar
con la prensa: su tendencia al suicidio es imparable. ▓▓
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