¿HAY DEMOCRACIA EN EL PERU?
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 634, 5MAY23
E |
scucho a la señora Dina Boluarte hablar sobre el
informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y experimento aquello que pueden sentir los
aracnófobos que ven una tarántula.
¿Practica el cinismo la señora presidenta? No me
parece. El cinismo exige un cierto grado de superación intelectual.
El titiretero y su títere |
No tiene escrúpulos la señora Boluarte. En ese rubro
de quitarse los frenos y comprarse coartadas en Azángaro es de gran ayuda su
opaco jefe, el señor Otárola. Parecen el dúo Pimpinela cantando “Hay amores que
matan”.
Pero los columnistas nos pasamos los días y las
semanas y las décadas acribillando a la dase política, a las supuestas élites,
al liderazgo apócrifo olvidando -quizá premeditadamente- que esas cúspides
están allí sostenidas por el pueblo.
Una encuesta encargada por “Perú21” demostró hace poco
que si hoy se repitieran las elecciones, Pedro Castillo volvería a ganar y que Keiko
-cuándo no- quedaría segunda. El resultado se repite en el simulacro tanto de
la primera como de la segunda vuelta. La directora de “Peru21”, atemorizada, no
publicó el sondeo aunque sí permitió que se comentase en un foro supuestamente
académico.
Pero eso no es todo: leo en una columna de Pedro
Castro Balmaceda que un sondeo nacional hecho por Proética determina que el 72%
de los peruanos tiene una “tolerancia media” respecto de la corrupción. Un 6%
manifiesta una permisividad aún más alta. La conclusión es que la abrumadora
mayoría de los peruanos acepta la podredumbre, está dispuesta a convivir con
ella, a considerarla tutelar, inexorable, intrínseca. ¿Y cuántos de esos laxos
esperan la oportunidad de subirse al tren del saqueo e imitar a quienes dicen
tolerar?
¿El pueblo unido jamás será vencido?
No necesariamente. Depende de qué vencimientos
hablamos.
La verdad es que el pueblo del Perú ha aceptado demasiados
agravios a lo largo de su historia.
En realidad, aceptó todo. Aquí la traición no tuvo
castigo, la fuga tuvo premio, el robo fue condecorado, la vileza se borró
apunta de plumas mercenarias. La historia se escribió desde el consentimiento y
la debilidad fue nuestra cara marcada. Los Echenique, los Piérola, los Prado
son ilesos y vagos referentes de la historia oficial Los Benavides, los Odría,
los Fujimori fueron contemplados desde la complicidad. En el Perú la palabra meritocracia
se emputeció tempranamente. Perdimos un brazo: el de la sanción.
De resultas de tal mutilación, en nuestro amado país
no importa qué hagas ni cuántos muertos tengas en el armario. Siempre habrá una
multitud esperándote, una suma de portátiles, un jalador que gritará tu nombre
por un altoparlante.
Lo que importa es que dures en las proximidades del
poder. Y si eres Pepe Luna y sembraste tu universidad de pacotilla con títulos
hechizos y bachilleratos de baba, no importa: te vengarás tumbándote a la
Sunedu que te descubrió.
No importa quién seas. En el Perú la inmortalidad
política está al alcance del billete o de la condescendencia. Con plata se
reconstruyen reputaciones arañadas. La complacencia fácil impide que en el país
haya sanción moral.
“Roba, pero hace, es la frase que debería ponerse en
la lápida de este país que tanto prometía. Ella resume la derrota raigal de
nuestro proyecto de nación.
Cuando los tumultos y los instintos prevalecen, ¿es
posible hablar de democracia?
Los correctos, los pálidos comparseros de esta
deriva de doscientos años, dirán que sí, que cómo es posible que alguien se
atreva a formular siquiera la pregunta.
Pues yo me la hago. No porque quiera provocar sino
porque quisiera saber si hay una respuesta. Siempre entendí -o ya no sé si lo
imaginé- que la democracia supone un cierto entendimiento de los problemas, una
percepción mínima del funcionamiento institucional y del balance de poderes,
una relativa admiración por las bondades éticas de quienes aspiran a un cargo
de elección popular.
Pero en el Perú se vota muchas veces por lo peor,
por lo más averiado, por lo más avezado. Allí está el Congreso, esa madriguera.
Allí está López Aliaga, el que propuso hacer de Lima una “potencia mundial”.
Allí están Castillo y Fujimori, latiendo como síntomas.
Castillo ganaria otra vez |
Las turbas que un día asaltaron “El Comercio” en
nombre de Leguía y que años más tarde asaltaron la casa de Leguía en nombre de
la limpieza sanchecerrista, ¿son la matriz de aquellas que hoy intercambian
insultos en las calles? Las muchedumbres que llenan las plazas en tiempo de
elecciones, ¿vienen de aquellas que fueron el grandioso decorado de tantos
caudillos?
Además de gran palabra, ¿Qué diablos es la
democracia en el Perú? <>
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