martes, 2 de mayo de 2023

COSTUMBRES DE MI TIERRA ALTIPLANICA

 SOBRE LA FIESTA DE LA CRUZ (*)

ALASITA, CÓMPRAME

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

E

n muchas ciudades peruanas y bolivianas ubicadas en el amplio ámbito aymara de la meseta del Collao y en diversas fechas del calendario gregoriano, se celebra la feria de “Alasitas”, aunque en buena parte de los casos –como en la ciudad de Puno- se ha hecho coincidir esa fiesta con la Fiesta de la Santa Cruz, el 3 de mayo de todos los años.

 El “personaje” central de “las Alasitas” es el idealizado “equecco”, “eqecco” o ekkecco (de alguna forma hay que escribirlo) cuya pequeña imagen en bulto, de no más de 30 centímetros, representa a un hombrecillo retaco y regordete, de tez blanca –más española que mestiza- y negrísimos bigotitos y cejas, que por lo general, viste pantalón pegado, camisa con chalequito, chullo colorido y ojotas devoradoras de las grandes distancias collavinas. El ekkecco anda siempre cargado a más no poder, de buen número de bastimentos, vituallas y diversidad de objetos útiles a una existencia despreocupada por lo necesario; por ello, en el mundo mágico religioso de los aymaras, es tenido como el propiciador de la abundancia de medios que todos desearían alcanzar en la vida..

Para atender la demanda siempre creciente de suplementos (y complementos) destinados a mantener e incrementar la calidad y la cantidad de los objetos que componían la carga habitual de los ekkeccos, el ingenio y el arte popular del hombre del altiplano se orientaron al trabajo y fábrica de una diversidad cada vez mayor de objetos en miniatura, que con el tiempo, excedieron largamente esa demanda inicial, rebasándola y ampliándola hacia otros temas de la vivencia cotidiana en cuanto a la satisfacción de necesidades materiales, siempre bajo el signo recurrente de la miniaturización. ¿El mercado?: Las ferias de “las Alasitas”.

Ekkecco, ¿Tunupa?

Hay una fuerte tendencia histórico-explicativa que sostiene que el ekkecco es la representación de Tunupa o Tonapa, quien según datos registrados por varios cronistas de la historia, fue un hombre blanco y barbudo, es decir caucásico, que estuvo algún tiempo viviendo entre los primeros habitantes del Collao, predicando y haciendo milagros. Pachacuti Yamqui... (Relación de Antigüedades... 1993 [c 1609?]: 188 a 193) dice al respecto: "Este varón dicen que andando predicando llegó a los Andes de Caravaya, y en ella hizo una cruz muy grande, y los trajo por sus ombros, hasta ponerles en un cerro de Carapucu (Carabuco), en donde les predicó dando grandes bozes, echando lágrimas". Pese a que fue salvajemente muerto por los antiguos collavinos, terminó por convertirse en una de las muchas deidades de los aymaras.

En base a esos datos se deduce que el ekkecco y su indisoluble relación con la fiesta de la Santa Cruz,  vienen a ser un producto cultural –como tantos otros- del proceso de la indigenización de lo español o si se quiere, de la aymarización del cristianismo.

Porque hay que tener muy en cuenta que los aymaras, así como todas naciones y etnias del antiguo Perú, si bien tuvieron que aceptar la cristianización de su espacio vital, tanto natural como sobrenatural, no admitieron la sustitución de su propio mundo sagrado, sino que la concibieron y aplicaron como una forma de integración o fusión de las manifestaciones de ese su mundo con elementos o manifestaciones de la cultura occidental traída por los españoles. Para poner un ejemplo muy puntual, diremos que aceptaron poner cruces en los techos de las casas al momento de estrenarlas o inaugurarlas, pero agregaron a la cruz varios elementos propios de su mundo mágico religioso, como la culebra, símbolo del rayo o deidad “Illapa”. Este mismo fenómeno de transculturación, mixtificación, amalgama cultural o como se llame según la teoría que se maneje, se hace patente en el caso del ekkeco y la compra-venta de miniaturas en la Fiesta de la Santa Cruz que, como se dijo, se celebra en muchos pueblos del altiplano.

Orígenes de la Fiesta

A mediados del siglo XVI en Europa ya existía la “fiesta de la Cruz” o del “Descubrimiento de la Cruz” que se celebraba el 3 de mayo. En España, al generalizarse esa fiesta, “en muchos puntos del país, los “mayos” o árboles y varales de mayo de las plazuelas y caminos habían sido substituidos por la cruz, que se festeja ese día” (N. Maldonado: “La religiosidad popular de España”. 1975: 36)

En una de las primeras monografías publicadas sobre los aymaras, el etnólogo inglés David Forbes, señaló en 1870 que la Iglesia, después de la conquista, introdujo en su calendario festivo algunas fiestas nuevas, aparentemente para sustituir fiestas autóctonas: "Este parece ser el caso con la 'Fiesta de la Cruz', celebrada en La Paz en los días 3 y siguientes de Mayo”, afirmó. En sus inicios –aporta  Alfonsina Barrionuevo (Los Dioses...111)- el culto al ekkecco se mantuvo en secreto hasta que en el siglo XVII se mostraron públicamente imágenes de él en la misa que mandaron a hacer los fundadores de La Paz a principios de dicho siglo.

Desde esos ya lejanos tiempos, la fiesta de la Cruz, en el marco de la urdimbre cultural Aymara-española, se ha hecho popular y se la celebra anualmente en todas las regiones del mundo aymara. Muchas informaciones indican que su celebración tiene su origen en la zona aymara de Carabuco, en la actual Bolivia, lugar en el que,  según la historia relatada muy detalladamente por el cronista de Copacabana, Ramos Gavilán (Sanz, Rafael, 1867. Cap XXVII a XXX) se encuentra la conocida Santa Cruz de Carabuco, después de haber sido llevada hasta allí desde el Titicaca en donde la dejó Tunapa, su creador.

No es posible establecer aún desde cuándo en la ciudad de Puno se celebra el “cruz velacuy” o la fiesta de la Cruz, en la que se abre paso el ekkecco y su apasionante mundo de miniaturas. Sí sabemos que la tradición es muy fuerte y de eso da cuenta el anecdótico hecho ocurrido hace algunas décadas en la comunidad de Chinchera en Chucuito, Puno, cuando los sacerdotes Maryknoll intentaron intensa pero vanamente poner fin a la celebración de la Fiesta de la Santa Cruz bajo el argumento, aparentemente erróneo, de que ella no formaba parte del calendario católico romano oficial. 

Del Aymorai a la fiesta de la Cruz

Forbes, antes citado, sostiene que esta fiesta de la Cruz "es evidentemente sólo un reemplazo de la gran fiesta llamada Aimoray que los Indios celebraban en este mes antes de la llegada de los españoles". Esta fiesta de mayo fue, claramente, una fiesta de los primeros frutos y de la abundancia, expresada ésta con el mismo nombre de la fiesta. Bertonio (Vocabulario...1612, II: 28) dice: "Aymuratha: Henchir el costal hasta la boca y es una hanega" y "Aymura: Vn costal lleno" (id. Il: 29). El cronista agustino Antonio de la Calancha (Crónica Moralizada...1976 [1638]: 851) presenta esta fiesta de la siguiente manera: "El sexto mes se llama Hatuncuzcu i Aymoray, que corresponden a Mayo, sacrificavan cien carneros de todas colores, i aziase el festín desde sus sementeras asta sus casas, cantando i pidiendo a los ídolos les conservase las comidas, i multiplicase los bienes, i azen una pequeña troje donde ponen del maiz o semilla mejor para su ídolo Mamaçora, i lo adornan con cunbi, es de gran nombre la fiesta del Almoray".

La Fiesta de la Santa Cruz y las “Alasitas”, (incluida, desde luego, la poderosa atracción de las “chiquiticosas”) tan caras a las experiencias de niñez de los puneños de todos los tiempos y de muchos lugares del departamento de Puno, constituyen ahora parte imprescindible del conjunto de valores que componen la dimensión cultural antropológica de la puneñidad.

(*) Lima, abril de 2002.

 

Capilla de Bellavista, Puno

LAS MINIATURAS

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

Revista ALASITAS N° 18,  MAYO 2017

Miniaturas: patrimonio cultural

Por Resolución Viceministerial Nro. 156-2016-VMPCIC-MC fechada en Lima, el 30 de noviembre de 2016, emitida por el Viceministerio de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura, se declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a las Ferias de Alasitas y Miniaturas del Altiplano de Puno, región Puno. Hay mucho escrito sobre Alasitas, lo que no ocurre así con las “miniaturas”.

La Resolución Viceministerial en referencia contiene en sus numerosos “considerandos” amplia argumentación sobre las razones que informan la declaratoria oficial, pero ella se centra casi exclusivamente en la feria de las Alasitas y el Ekeko sin sustentar consideraciones que apoyen aquella decisión gubernamental declarativa en el caso de la “miniaturas”, las que solo son citadas de paso, sin tratamiento histórico o descriptivo alguno, pese a ser uno de los dos elementos sobre los que recae dicha declaratoria.

Qué son las miniaturas

Un examen de lo que los diccionarios registran como Miniatura, nos hace ver que originalmente se denominaba así, tanto a las letras y dibujos en tinta o pintura roja (“minius”) que usaban los ilustradores del medioevo en encabezamientos y márgenes de los manuscritos, como a las pequeñas pinturas insertadas en obras pictóricas de mayor tamaño. El significado que en la actualidad se atribuye al término, como obras de arte o artesanía de pequeñas dimensiones, aparece como muy posterior.

Dejando de lado los significados pictóricos o gráficos del vocablo en el idioma castellano y a fin de mantenernos dentro del tema, señalemos que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua española, define a miniatura como un “objeto artístico de pequeñas dimensiones”. Más explícito Word Reference señala que es “un objeto de arte de pequeñas dimensiones y delicadamente trabajado” y que es también “la reproducción de un objeto en dimensiones reducidas”.

Las cosas miniatura son pues, réplicas de un objeto cuyo tamaño regular o normal es, obviamente, mucho más grande. Los objetos pequeños por lo general son graciosos, divertidos, causan una suerte de ternura. Constituyen estrictamente un “doble”, una reproducción en pequeño, un modelo a pequeña escala, de aquel o aquellos objetos de reales dimensiones que se desea llegar a poseer en el futuro variable.

En aimara “miniatura” ha sido traducido como Jisk’aptata, es decir empequeñecido, achicado, reducido; derivado del adjetivo jisk’a, pequeño, chico, al que se añade el sufijo ptata, convertido en…pequeño, en este caso.

Miniaturas en Alasitas

Las Alasitas, fiesta-mercado surgido históricamente del contexto cultural aimara, comprende una gama apreciable de elementos, como por ejemplo el “pago” a la pachamama”, Ch’allas, illas, yatiris, ekeko, sahumerios y otros, que en Puno aparecen cada 3 de mayo.

En el centro de ese mundo de rituales y prácticas tradicionales resaltan con profusión las miniaturas. Simbolizan deseos de hacer realidad la ilusión de ser felices mediante la posesión de bienes materiales o a través  del logro de buenas situaciones personales, pero al mismo tiempo generan un compromiso tácito de quien las adquiere para esforzarse en conseguir aquello que ansía.

Probablemente, el origen de las miniaturas se encuentra en la antigua necesidad de hacer que el Ekeko tenga capacidad de cargar en mayor número y diversidad, las vituallas y artículos que llevaba en su vida trashumante. Para que eso sea posible había que achicar, empequeñecer, miniaturizar los objetos que componían el bagaje benefactor.

Tradición, innovación y salvaguardia

Fabricar, elaborar las miniaturas demanda arte, es decir la aplicación de ciertas habilidades y destrezas, con la finalidad de mantener lo tradicional, lo auténtico y al mismo tiempo innovar, desarrollar. Es por esto que cada año aparecen en el mercado puneño de la Avenida Floral, junto con lo conocido, una serie de nuevos utensilios y pequeñas cosas con remozados diseños. 

Frente a todo ello, la necesidad de que Puno cuente con un Museo de Miniaturas, como tienen muchas ciudades del mundo, debería ser atendida por los organismos públicos competentes encargados de efectuar el “seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso”, como la reza la Resolución Viceministerial indicada al inicio. Ellos tienen la palabra. <>



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