REFLEXIONES SOBRE LA
PRENSA
César Hildebrandt
E |
l
periodismo peruano fue fundado por los cronistas de la conquista. Me refiero a
aquellos cronistas que relataron, con todas las dificultades imaginables, los
sucesos que terminarían con el hundimiento precoz y sanguinario del imperio de
los Incas.
Ahora
bien, muchos de esos cronistas no se limitaron a relatar hechos, a describir
procesos y a elogiar conversiones. Muchos de ellos inventaron hechos, imaginaron procesos y llamaron
conversiones a la imposición violenta de una cultura y unas creencias que,
vistas con objetividad, incurrían en tantas supersticiones como aquellas que
España se empeñó en extirpar en estas tierras.
Muchos
cronistas fueron, entonces y para decirlo con lenguaje familiar, periodistas fabuladores y
amarillentos, remotos ascendientes de la chicha contemporánea, tatarabuelos de
los tatarabuelos de esos periodistas que, hoy mismo, son capaces de llamar
bizcocho al pan y agua al vino.
En el Perú del Tawantisuyo no había
libros porque no había escritura. En el Perú de los españoles dominadores los
libros, sencillamente, se prohibían. En
toda
Si
la novela es un producto tardío en esta América, el periodismo, en cambio, es
elaboración que se remonta al siglo dieciséis. Y el Perú es uno de los países
con linaje más antiguo en este menester. En efecto, la primera Relación –relato seco y casi notarial
de algún hecho- impresa en el Perú virreinal, data del año 1584 y se llamó
“Pragmática sobre los diez días del año”. Esta hoja, que todavía puede
verse en
El
historiador del periodismo Lewis Bull considera que Lima se anticipó a Europa
en la fabricación de las Relaciones, germen del periodismo, pero Alejandro Miró
Quesada insiste en que antes que aquella relación sobre el calendario gregoriano está la relación
impresa en Sevilla en 1577 y que trata del viaje a esa ciudad andaluza del rey
Fernando.
De
cualquier modo, fuimos, junto a México, el centro fundacional del periodismo
latinoamericano.
Nuestro primer Noticiario –descripción
de hechos variados en una sola publicación- data de 1618 y contenía noticias
venidas de Roma, llegadas a Sevilla, y reproducidas en Lima.
Y
el primer Diario de Lima,
así llamado, circuló restringidamente, hecho a mano, desde
Vivimos
una mala época. Vivimos un momento histórico en que la mayor parte de la prensa es parte del problema
y no de la solución.
La
gran prensa parece comprometida con un nuevo pacto universal: las leyes del mercado no se deben
discutir, el neoliberalismo sin compasión no se debe discutir, la hegemonía de
una sola potencia no se debe discutir.
Lo
que antes era una propuesta de los ricos para que nada cambiara pretende pasar
hoy por receta mundial y panacea cósmica.
Los que antes juraban que el mundo
podía ser mejor si hubiera más humanismo y más justicia, hoy llaman idiotas a
quienes no piensan como ellos. Y
hay un idiota llamado Álvaro Vargas Llosa que le pide a su papi que le haga
propaganda a sus libros y su papi se la hace y, de paso, llama idiota también a
Noam Chomsky, ejemplo de intelectual comprometido con las buenas causas, o sea
con las causas perdidas.
Parece
un shakespereano cuento de locos contado por idiotas, pero ahora resulta que hay gente que insiste en que la
historia ha terminado, que el neoliberalismo es la máxima creación del cerebro
humano y que las invasiones y brutalidades del imperio son injerencias
democráticas, excursiones civilizadoras y masacres pedagógicas hechas en nombre
de Dios.
Bueno,
Sartre, el brillante Sartre, también pensó que el marxismo era la filosofía
insuperable de su época y miren en qué acabó el marxismo: en Boris Yeltsin
borracho celebrando la extinción de su país.
Sucederá
lo mismo esta vez. Pero sucederá
a pesar de la gran prensa, comprometida hasta el tuétano con los intereses
corporativos mundiales, vendedora de conformismo, cobra que quiere
hipnotizarnos y hacernos creer que los pobres son una realidad irremediable,
que el Estado debe empequeñecerse hasta casi desaparecer, que el TLC con los
Estados Unidos es magnífico para todos y que libertad y mercado son socios de
la misma aventura posmoderna.
La
gran prensa no tiene ahora otra responsabilidad social que la apuesta corporativa por el
statu quo. Esa perspectiva dicta sus coberturas, maneja sus editoriales,
califica a sus colaboradores y aconseja sus silencios.
La gran prensa ha llegado a la conclusión interesada de que el mundo, en esencia, está mejor que nunca y que sólo merece, acaso, ciertos retoques. Es por eso que sólo hace cuestionamientos secundarios, anecdóticos y banales sobre el sistema económico que ancla a los pobres en su pobreza. La gran prensa, en suma, es parte del sistema mundial de dominación. Puede cuestionar, hablando del mundo, que Obama envíe 20,000 soldados más al frente de Irak pero jamás discutirá la naturaleza criminal y petrolífera de la invasión norteamericana sobre Irak. Puede cuestionar, hablando del Perú, una licitación más o menos tronante pero jamás cuestionará este sistema que le permite al señor Dionisio Romero elegir el tribunal que lo habrá de juzgar y salir absuelto de cara a los mismos hechos que enviaron a la cárcel a otros.
La
gran prensa está en eso de que la búsqueda ha terminado. Es una prensa que se ha hecho
parte del poder. Es el pesebre que terminó en el Osservattore Romano, la
pregunta que dejó de interrogar, el cuestionamiento que derivó en silencio.
Será
la sociedad, entonces, la que deberá exigirle a la prensa que ayer le servía
que vuelva a sus orígenes, a sus deberes intrínsecos. La gran prensa ha roto su pacto con el interés
público y se ha sometido a las exigencias homogenizadoras del sistema.
George
Orwell dijo que la
libertad consiste en el derecho de decir a los demás lo que no quieren oír.
Serán los consumidores los que tengan que decirle a la prensa el tamaño de sus
omisiones. Porque muchos hablan de la crisis universal de la prensa. Pero lo
que no dicen es que esa crisis es, fundamentalmente, una crisis de contenidos y
un resultado de sucesivas y crecientes cobardías. La prensa no está condenada a
desaparecer. Desaparecerá la que insista en olvidar a Émile Zola. <:>
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