LOS ICHUCH’IRIS
Y LA OJOTA
Por Guillermo Vásquez Cuentas
Publicado
en revista digital ALTIPLANIA Nº 5
Resumen. - Los
campesinos indígenas a los que muchos puneños conocemos e identificamos como “Ichuch’iris”, son originarios de Ichu,
distrito de la provincia de Puno y cercano a la ciudad capital de ésta. Sus
lejanos antecesores llegaron a esa comarca durante el incario como mitmas o
mitmacunas (“mitimaes,” en el castellano colonial) desde el actual Ecuador,
específicamente del antiguo señorío de los Shiris. Los Ichuch’iris son quienes inventaron y difundieron extensivamente el
uso de las conocidas ”ojotas de jebe” muy populares en los campos de varios
países de los Andes centrales.
Los Caranquis Shiris,
ch’iris y los “ichuch’iris”
En la
historia del Ecuador antiguo se registra la llegada a las costas de ese país de
la etnia de los caras, caraques o caranquis, relacionados con los chibchas de
Colombia. Se dice que fue “un pueblo que hacia el siglo VI o VII de nuestra era llegó por
mar y en plan de conquista, a la región que actualmente es Ecuador”
asentándose en la región de Manabí y emigrando más tarde hacia el norte
hasta alcanzar los valles de los Andes, llegando a someter allí a un antiguo
pueblo llamado quito y
“se establecieron al nivel de la línea ecuatorial, entre el extinto volcán de Imbabura
y los picos de Cotacachi”.
Los caraques
o caranquis invasores, durante la consolidación de su dominio territorial y
político fundaron una dinastía —la de los shiris—
cuyos dominios llegaban desde Pasto (en la Colombia actual), hasta las
estribaciones de los montes Puruhás (en la zona actual de Riobamba,
Ecuador).
Los Shiris para
mantener el poder en sus manos aglutinaron en una suerte de confederación a las
etnias y tribus bajo su dominio, especialmente a los Cañaris, Quitus, Otavalos
y los mismos Caranquis. Esta alianza se ha dado en llamar –para algunos
impropiamente- como “Reino de Quito”.
Los Shiris eran también conocidos como Quituqaras.
Según historias recogidas por el cura jesuita Juan de
Velasco en su obra El reino
de Quito, publicada en 1846. Desde esta organización tribal y
étnica en alguna forma unificada, se buscó parar el avance de las huestes
conquistadoras de Huayna Capac.
El
dominio shiri duró cuatrocientos años, hasta que fueron conquistados por los
incas. De ello dan cuenta investigaciones históricas disponibles sobre el
asunto.
Al respecto, algunos historiadores ecuatorianos[2]
tienen establecido que
“…hacia el año 1455, los incas iniciaron la
expansión de su imperio hacia el norte, sometiendo una a una a todas las
naciones indias de la región. La conquista de los caraques comenzó en 1478
bajo el imperio de Tupac Yupanqui, y
sólo pudo consumarse tras dieciséis años de sangrienta lucha. El último rey
shiri resistió valerosamente la acometida de las huestes de Huayna Cápac, el nuevo monarca inca,
pero fue capturado y muerto de un lancetazo. Sin embargo, los vencedores, con
generosidad característica, decretaron un perdón general a favor de los
vencidos, e inclusive Huayna Cápac llegó a tomar como coya (o esposa) a Paccha, la hija del extinto rey
shiri, de cuya unión nació su hijo favorito: el legendario Atahualpa, el último de los incas”.
La
nueva dominación incaica pareció inicialmente pacífica, pero no faltaron focos
de rebeldía caranqui-shiri.
Alrededor
del año 1515, según cálculos del cronista Cieza de León, en tiempos de
Huayna Capac, los shiris y sus confederados principalmente caranquis junto con cayambes
y otavalos intensificaron en alto grado su latente y a veces manifiesta rebelión
contra el dominio incaico. Ante la gravedad de la violenta y multitudinaria
insurrección que estalló en esa coyuntura, el mismo inca decidió liderar la
contraofensiva. Después de prolongados y reiterados encuentros con pérdida de
miles de vidas por ambos lados, la cruenta batalla final y decisiva se dio a
orillas de la laguna Imbaya donde más de treinta mil auk’as imperiales
vencieron a los caranquis y compañía. La pocas veces vista violencia guerrera,
ahíta de muerte y masacre hizo que la sangre llegara a teñir de rojo la laguna,
la que por eso desde entonces paso a ser conocida como Yahuarcocha
("Yahuar" significa sangre y "cocha" significa lago) Hay
abundante literatura histórica de esos excepcionales y apasionantes hechos[3].
YAHUARCOCHA hoy, cerca a ciudad de Ibarra |
Si bien los Shyris ,
Shiris o Schyris, eran los nombres de los gobernantes que ejercían el más alto
mando entre las etnias confederadas del Reino de Quito, tal denominación se
extendía a los habitantes del reino y es con ella que pasan a radicar –como se
dijo- en el altiplano puneño, específicamente en Ichu. El vulgo los denominó
como “Ichuch’ris” (Ichu por el lugar de residencia y Ch’iris por su remoto
lugar de origen).
La
“usuta” en tiempos prehispánicos
Bernabé Cobo[4], cronista de la
historia peruana, viajero impenitente que tan meticulosamente describió la vida
y costumbres en la cultura andina, refiere:
“Al calzado que usaban llamaban usuta;
hácenlo de una suela más corta que lo largo del pie, de suerte que traen los
dedos fuera dellos, para agarrar con ellos cuando suben cuesta arriba. No tienen
más obra estos zapatos que las dichas suelas, atadas de los talones al empeine
del pie con ciertos cordones de lana tan gruesos como el dedo, hechos con gran
curiosidad, porque son redondos y blandos… Son las suelas deste calzado de
cuero crudío, sacado del pescuezo de sus carneros, por ser más grueso el de
aquella parte que lo restante de todo el cuerpo; y como no está curtido, se
pone como una tripa en mojándose, por lo cual se descalzan cuando llueve o
está el suelo mojado. Deste calzado sin diferencia alguna usaban hombres y
mujeres; mas ya éstas, y aun los más de los indios, van entrando en nuestro
uso”.
El padre jesuita
José de Acosta, al tratar brevemente las practicas matrimoniales durante el
incario, apoya la tesis de la inexistencia de poligamia y describe el rito del
matrimonio diciendo:
… y recibíase con especial solemnidad y ceremonia,
que era ir el desposado a su casa, o llevalla consigo y ponelle él una otoja en
el pie. Otoja llaman el calzado que allá usan, que es como alpargate o zapato
de frailes franciscos, abierto. Si era la novia doncella, la otoja era de lana;
si no lo era, era de esparto…
Fray Martin de Murua, dice refiriéndose a la
indumentaria del inca:
El calzado eran unas ojotas
que cubrían las plantas de los pies, y se enlazaban en medio del pie con sus
asideros por el carcañal; y adonde se trababan las lazadas ponían unas cabezas
de leones, o tigres, o de otros animales, hechos de oro y de plumería, y piedras
ricas de esmeraldas, y otras que en este Reino había.
Alberto Tauro del Pino, en su famosa enciclopedia,
consigna lo siguiente en relación al antiguo calzado que usaban los peruanos en
los tiempos del incario:
OJOTA (del quechua: usuta): especie de sandalia usada por
los peruanos desde tiempos inmemoriales. Solían hacerlas con una suela le
cuero, o de fibra vegetal, y ataban ésta al pie mediante cordones de los mismos
materiales. Garcilaso anota que la enseñanza de su confección debióse a Manco
Cápac; pero Cieza de León aclara que el fundador del imperio limitóse a imponer
a los cuzqueños el uso de las ojotas en lugar del calzado que hasta entonces
habían llevado. De allí la importancia que en las ceremonias del huarachicu
tenía la demostración de habilidad en el arte de hacerlas. En todos los pueblos
las fabricaban para depositarlas en los tambos y darlas a los guerreros que
participaban en alguna campaña. Y tanto el inca como los personajes notables
las usaban de un tipo especial, confeccionadas con una paja delgada, de un
color amarillo semejante al del oro, y atadas con hilo dorado. Tales
refinamientos quedaron olvidados por efecto de la conquista española; pero la
población indígena continuó usando ojotas, ordinariamente hechas con cuero
fresco que mediante el uso debía adaptarse al pie, y el arte de fabricarlas
constituye hasta hoy una ocupación muy extendida.[5]
Aparece el caucho o
jebe
Obviamente, en aquellos lejanos tiempos se desconocía el caucho en sus usos y aplicaciones actuales, los mismos que surgieron a principios del siglo XX con la invención y acelerada expansión del automóvil en Estados Unidos. El pionero Ford modelo T requirió ruedas cuya superficie de rodamiento sea más o menos suave en cuanto se adapte a los accidentes del suelo, superando así la dureza de las ruedas de las carretas de entonces. Los nuevos artefactos móviles para el transporte de gente y mercaderías demandaban ruedas que, además de su blandura relativa, permitieran mayores velocidades a las de los vehículos halados por animales – en especial, caballos- en amplio uso en esas pasadas coyunturas.
Para atender a tales requerimientos las ruedas de caucho
fueron variando en mayores dimensiones y características conforme fueron desarrollando
nuevas performances en los modelos de vehículos de variadas marcas. Las llantas
tenían –como ahora- tiempo de uso limitado por lo que, las que habían cumplido
su ciclo útil se acumulaban como desecho por viejas y ya inservibles. Es ahí
cuando en la región puneña surge la inventiva de señalados indígenas de la
antigua comarca de Ichu muy cercana a la ciudad de Puno, quienes idearon,
experimentaron y finalmente empezaron a emplear tales desechos reemplazando -en
las muy usadas Ojotas o Usutas- el cuero animal por el caucho de las llantas en
desuso.
He aquí una explicación de ese ingenioso cambio de material
empleado en la confección de Ojotas:
El escritor puneño Alfonso
Canahuiri, en una muy difundida nota sobre el tema en su libro HISTORIA
SOCIAL DE ICHU, señala que
“Damián Choque, poblador de Ichu (Puno) inventó la ojota de jebe en
1920.
Antes de la invención de la ojota de jebe los pobladores de Ichu y sus
parcialidades se dedicaban en la confección de riendas, en el cultivo de la
cebolla, en la elaboración de bayetas, en la compra venta de ganados y como
pescadores. A falta de vehículos motorizados por ausencia de caminos carreteros
y por el costo del pasaje por el tren. Los Icheños solían viajar a pie hasta
Arequipa y otras ciudades de la costa junto con los arrieros. Para el largo
viaje confeccionaban ojotas de cuero de vaca o de auquénidos, la ojota de cuero
apenas duraba el viaje hasta Arequipa y para su regreso tenían que tener otra
ojota.
Damián Choque Ponce de Tunuhuiri Chico tenía varios oficios y se
caracterizaba de ser muy curioso, es más sobresalía en la Joyería y Platería.
Este icheño artesano en una de sus tantas veces de viaje a llegar a Arequipa
había visto cantidad de llantas viejas botadas. Y se había propuesto
confeccionar su par de ojota de la llanta y como pasador obtuvo de los ponchos
y cámaras elásticas.
Francisco Choque Cruz con asombro recuerda que don Damián a su regreso
se paseaba muy campante con su ojota de llanta, cosa que causó sorpresa a sus
paisanos. Este invento motivo la fiebre de viaje hacia Arequipa para traer
llantas viejas por el tren. Los primeros que imitaron o aprendieron fueron los
hermanos: Aurelio, Pablo y Cipriano Flores, las ojotas se vendían como novedad
a los caminantes y arrieros que pasaban por Ichupampa, todos los Icheños se
interesaron en aprender a cortar llantas para confeccionar ojotas y se
desplazaron hacia las ferias con su venta”
Cómo es la Ojota,
Usuta, Yanque o Jisku
La “Usuta” o “Yanke” en quechua o “Jisku” en aimara y en los
tiempos actuales conocidos por su vocablo castellanizado “Ojota”, fue una especie
de sandalia usada antiguamente por los indígenas de Perú hecha con
piel de llama, guanaco o alpaca. La Ojota icheña es ahora un calzado de origen campesino
que consta de una gruesa base hecha del recorte de un neumático o llanta,
un par de tiras planas más delgadas del mismo material -ancladas en tal base
gruesa- que se cruzan en el empeine y una tira que partiendo de la base va y
regresa al y del talón para sujetar el pie.
Las ojotas se usan para caminar con ellas
en cortas o largas distancias y para uso en el hogar y en la vida de relación social.
“Son livianas se acomodan a los pies; son durables y están diseñados tanto para
varones y para damas y niños”, consigna un aviso comercial.
ICHU por Carlos Dreyer |
“En los andes peruanos existe un calzado tradicional muy conocido
llamado “Ojotas de jebe”, su nombre viene de la palabra quechua Ushuta
(sandalia usada por los incas). Este tipo de calzado fue inventado gracias a la
creatividad peruana, que convirtió unas llantas viejas en calzados de larga
duración y con un precio muy económico”.
Y Enzo Amado Blancas
añade que:
“…las Yanquis o Sandalias de jebe
o Caucho (made in Perú) también llamadas OJOTAS … son sandalias
elaboradas de caucho, básicamente fabricadas artesanalmente de neumáticos. Estas
sandalias tienen una gran durabilidad y son usadas por los campesinos de los
andes peruanos, lo mismo que lo utilizan con indumentarias para algún tipo de
celebración”
La propagación de la
Ojota de los Ichuch’iris
Las ojotas se conocen y usan en los pueblos del Perú,
Bolivia Ecuador y Chile gracias al trabajo incansable de los ichuch’iris, quienes individualmente o en pequeños grupos son conocidos viajeros en
todos los pueblos de los países aludidos por llevar las ojotas, fabricarlas y
venderlas en puestos que generalmente se ubican en las cercanías de los
mercados de abastos.
Por lo demás, quienes por distintas razones han emigrado a
las alejadas localidades de la costa y de la sierra de los Andes centrales y
hablan aimara, tienen a los trashumantes icheños los mejores interlocutores
para ejercitarse en la práctica de ese idioma y comentar sobre la vida y
aconteceres de la patria chica, manteniendo la vigencia del idioma ancestral.
La Ojota, en tanto preciado producto de uso extensivo en la
indumentaria de amplias capas poblacionales de diversos países y los
trabajadores que divulgan su uso, deben ser declarados oficialmente como
patrimonio cultural vivo del Perú.
Sería un acto de justicia.
Lima, octubre de 2022
[1]
Neptli Zuñiga: ATAHUALPA O LA TRAGEDIA DE AMERINDIA. SHIRIS Y REINO DE QUITO.
Ed Americalee, Buenos Aires, 1945, pp 126 y ss.
[4] Bernabé Cobo: OBRAS COMPLETAS, Ed. Atlas, Madrid, 1964, TOMO II, p. 238
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