SOBRE LA HISTORIA DE PUNO
Vladimiro Bermejo
En PUNO HISTORIA Y PAISAJE, p. 33 y ss.
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comienzos del
siglo XVII, Juli la capital de la provincia de Chucuito, gracias a la labor
desplegada por los Jesuitas, tomó gran auge, no solamente por la construcción
de magníficos templos, sino porque allí se establecieron hombres de estudio
como Ludovico Bertonio, el P. Torres Rubio, y se dice que estuvieron el P.
Acosta y el cronista Bernabé Cobo, entre otros.
A propósito de la publicación del “Vocabulario
Aymara” del Padre Bertonio, la mayor parte de historiadores del Perú (y aún el
diccionario Espasa), sostienen que en Juli hubo imprenta. El historiador de la
colonia R.P. Vargas Ugarte y otros investigadores ya han rectificado este
error de información. En efecto, la primera edición del "Vocabulario y de
la Gramática Aymara” (1612), dice, impreso en Juli por Francisco del Canto.
Sabemos perfectamente que el impresor Francisco del Canto residió en Lima.
Entonces, es seguro el error del pie de imprenta, puesto que en 'la
"Gramática Aymara del P. Torres Rubio, no aparece que fuera impreso en
Juli, sino en Lima. Esto desde luego, no resta a que la ciudad de Juli fuera
considerada durante la colonia, como un foco de irradiación cultural, gracias
a la labor de los Jesuitas, allí establecidos.
Con motivo de la reciente Primera Exposición del Libro Arequipeño, hemos hallado un rarísimo libro del mismo Bertonio, titulado: “Vita Christi”, en aymara y castellano y cuyo pie de imprenta dice: Impreso en Juli en la imprenta de Francisco del Canto, 1612.
A propósito
de la denominación de "Aymarás” a los habitantes de esta región, el
historiador inglés Clemente Markhan, ya había establecido claramente que los
primeros en llamarlos así fueron los jesuitas nombrados, siendo
incorrecta esta denominación, pues los verdaderos Aymarás ocupan hoy la
región de la provincia de Aymaraes, debiendo denominárseles con propiedad:
Kollas, como bien afirma Posnansky.
Durante la EMANCIPACION, Puno ocupa lugar destacado, en la Historia Patria.
En el año de 1780, se sublevó el Cacique de
Tungasuca Don José Gabriel Condorcanqui, conocido con el nombre de Túpac Amaru,
en el pueblo de Tinta, en contra de la dominación española. El prestigio de
Condorcanqui unido al deseo de sacudirse del yugo de la Metrópoli, hizo que el
levantamiento se propalara rápidamente por todo el sur y el centro del
Virreinato.
Apunta Don Manuel de Mendiburo en su ‘‘Diccionario
Histórico Biográfico del Perú” que: “Tenía el Inca, alrededor de este pueblo —Tinta
—un ejército de setenta mil hombres) pero sin disciplina, y solo
unos pocos tenían armas.
Todos los caciques lo apoyaban con excepción de 16
que eran: Pumacagua, de Chincheros; Rosas, de Anta, Saccahua, del Umachiri;
Huaranca, de Santa Rosa; Chuquihuanca,
de Azángaro; Game, de Paruro; Espinoza, de Calca; Carlos Visa, de
Achaya; Chuquicallata, de Samán; Haumbo Tupa, de Yami; Callu, de Sicuani;
Aronis, de Checacupe; Cotacallapa,
de Carabaya; Sahuaraura, de Oropesa; Ccoquehuanca, de Belén y Bustlnza
de Ufacan, en el Cuzco, y todos los indios deseaban ardientemente el triunfo de
una revolución tan llena para ellos de las más halagüeñas esperanzas.
Después de la retirada de Paucartambo, Tupac-Amaru
se dedicó a fortificar su posición en Tinta, visitando al mismo tiempo las
lejanas provincias de Chuquibamba y Cotabambas. Mientras tanto, Isidro Mamani
natural de POMATA, indio de índole feroz, Pedro Vargas y Andrés Ingaricona
dominaban los campos en el Collao".
Conocido es el fin del rebelde, pero no será demás apuntar algunos datos saltantes de su ejecución, que rebelan el caracter sanguinario de los españoles. Derrotado Tupac-Amaru en una batalla desigual, huyó a Langui, donde pretendió hacer un último esfuerzo para resistir, pero traicionado por uno de sus subalternos, Ventura Landaeta, fué entregado por éste y por el cura del lugar, conjuntamente con su familia, a los españoles, los que se componían de su esposa Micaela Bastidas de Condorcanqui, sus hijos Hipólito de 11 años, Fernando de 20, su tio Francisco, su cuñado Antonio Bastidas, su primo Patricio Noguera, una media hermana Cecilia con su marido Pedro Mendigure, Antonio Oblitas, a quien se le imputaba haber sido el verdugo que dió horca al corregidor Arriaga) y otros treinta más complicados en la revolución; todos ellos fueron entregados al sanguinario visitador Areche. El 14 de abril fue conducido al Cuzco.
Intimado para que delatara a sus cómplices, respondió como sola suelen hacerlo los peruanos:
“Nosotros somos los únicos conspiradores:
V. M. por haber agobiado al país con exacciones insoportables, y yo por haber
querido libertar al pueblo de semejante tiranía”.
Del Valle, el vencedor, colgó en Tinta a 67
prisioneros; haciéndoles cortar las cabezas, las hizo clavar en los postes de
los caminos. La sentencia es digna de ser copiada para el conocimiento de las
generaciones, pero dada su extensión, nos concretemos a la última parte que lo
condena
“a ser sacado a la plaza principal y pública,
arrastrado hasta el lugar del suplicio, donde presencia la ejecución de las
sentencias que se diesen a su mujer, Micaela Bastidas, sus dos hijos Hipólito y
Fernando Tupac—Arnaru, a su tío Francisco Tupác—Amaru, su cuñado Antonio
Bastidas y a algunos de los principales capitanes y auxiliadores de su inicua
y perversa intención o proyecto los cuales han de morir en el propio día, y
concluidas estas sentencias se le cortará por el verdugo la lengua, y después
amarrado, o atado por cada uno de los brazos y piés con cuerdas fuertes, y de
modo que cada una de estas se pueda atar o prender con facilidad a otras que
prendan de las cinchas de cuatro caballos; para que puesto de este modo, o de
suerte que cada uno de éstos tire de su lado, mirando a otras cuatro esquinas
marchen, partan, o arranquen a una voz los caballos, de forma que dividido su
cuerpo en otras tantas partes”.
Vilcapasa, el bravo indio azangarino, recibió la tea
de la revolución del mártir de Tungasuca.
En Azángaro, no obstante que el cacique Choquehuanca no había secundado el movimiento del Cuzco, y más habíase opuesto por rivalidades con Túpac Amaru, se refugió Andrés Túpac—Amaru sobrino del rebelde. Según el historiador Emilio Romero) autor de la ‘‘Monografía de Puno”, entre tanto floreció un idilio de Andrés con Angélica Sevilla, hija de un Choquehuanca y ahijada de una hermana de Vilcapaza, a cuya sombra se unificaría el sentimiento de independencia.
En efecto, Vilcapasa levantó a la indiada y se
dirigió hacia el Norte del Lago, como una tromba arrolladora, pues a su paso,
incendió Huancané y degolló a la mayor parte de sus habitantes; venció a los
españoles en la batalla de Lampa, mientras tanto los lugartenientes de
Túpac—Amaru, Andrés Ingaricona y Pedro Vargas, sitiaban Puno, siendo rechazados
por los habitantes.
Vilcapasa volvió sobre sus pasos y juntándose nuevamente
con las fuerzas de Ingaricona, reunidos ambos ejércitos, al mando de Diego
Cristóbal Tupac—Amaru, sitian por segunda vez la ciudad de Puno.
El sitio de Puno, rememora el levantamiento de Manco
II en el Cuzco, Igualmente que en aquella oportunidad la indiada sitió la
ciudad desde las cumbres del cerro Azoguini, cortando toda comunicación con el
norte, de donde podían llegar los auxilios inmediatos; los españoles se
fortificaron en un pequeño cerro que domina Puno, llamado Huajsapata
La situación para éstos era en extremo angustiosa,
con poquísimas armas, sin recursos, estaban condenados realmente al exterminio,
como había sucedido con los habitantes de Huancané y otras poblaciones. Los
indios negreaban sobre las cumbres vecinas, en las noches encendían fogatas y
habían acampado con todas las de ley, amenazaban y perforando el silencio
mortal de las noches con la estridencia y el ulular de sus pututos Los
españoles elevaban sus preses a Dios y confiaban con fé que la Virgen de la
Candelaria, patrona de la ciudad, haría el milagro de salvarlos.
El general Valle comprendió asimismo que la
situación en Puno era imposible, y decidió efectuar una marcha hasta el Cuzco
con casi la totalidad de sus habitantes. Fue un éxodo tremendo, hombres,
mujeres, ancianos y niños marchaban a pié, conjuntamente con el resto del
ejército de Valle que había comenzado a desertar. El frío, el hambre y el
cansancio hicieron lo que los rebeldes no pudieron: morían en el camino a
centenares.
Vilcapasa, ante la inutilidad del esfuerzo, disolvió sus huestes y se entregó a dos frailes dominicos, quienes le habían prometido clemencia; pero otros Valverde redivivos, traicionaron la ingenuidad del gran caudillo y lo entregaron a las autoridades. Vilcapasa fue decapitado en 1783. La revolución de Tupac—Amaru había terminado.
EN 1814, el clarín libertador del brigadier Mateo Pumacahua resonó en los contrafuertes de los Andes y nuevamente las huestes libertarias bajaron para batir la soberbia del León Ibero.
Conocido es el desarrollo de este movimiento
libertario. Para nuestro objeto nos bastará con afirmar que el suelo patrio
nuevamente se entintó con la sangre de los libertadores. En efecto, Pumacahua,
envió una expedición a Puno y al Alto Perú al mando de Pinelos y el cura Muñecas,
mientras él se dirigía a Arequipa.
En la provincia de Ayaviri, en las llanuras de
Humachiri, se libró lo batalla final, en la que los patriotas volvieron a morder
el polvo de la derrota, ante la superioridad de las armas del enemigo. En el
mismo campo de batalla, fueron fusilados Mariano Melgar, el poeta arequipeño y
el coronel azangarino Dianderas.
Durante las campañas finales de la emancipación en
los llanos de Chua Chua (Zepita), las tropas patriotas al mando de Santa Cruz,
derrotaron al general español Valdéz, en la denominada Campaña de Intermedios.
Consumada la Independencia, Sucre el vencedor de
Ayacucho llegó a Puno el 1° de Febrero de 1825, nombrando Prefecto y
Comandante general del departamento, al general Miller.
El libertador Simón Bolívar arribó a la ciudad, el 5
de Agosto de 1825, En Pucará, José Domingo Choquehuanca, desconocido hasta ese
momento, al paso de la comitiva del Libertador, pronunció un discurso que por
su sinceridad y su magnífico corte literario, asombró a Bolivar. A propósito
de Choquehuanca, Lizandro Luna, en un magnífico estudio, ha probado que no
fue cura, como afirmaban la mayor parte de los historiadores; dice Luna que
José Domingo Choquehuanca, nació en Azángaro, el 4 de Agosto de 1792, que fue
Justicia Mayor de aquella ciudad en 1816 y diputado por la provincia en 1826.
Transcribimos a continuación, el famoso discurso que, por su naturaleza se parangona con la gloria del Libertador y que ninguna Historia de Puno puede dejar de hacerlo, porque es en verdad de verdades una genuina gloria de la raza. Dice:
“Quizo Dios de salvajes formar un Imperio y creó a Manco Capac Pecó su raza y mandó a Pizarro. Después de tres siglos de expiación, ha tenido piedad de la América y os ha enviado a vos. Sois, pues el hombre de un designio providencial. Nada de lo hecho se parece a lo que habéis hecho, y para que alguno pueda imitaros será preciso que haya un mundo que libertar. Habéis fundado cinco repúblicas que, en el inmenso desarrollo a que están llamadas, elevaran vuestro nombre donde ninguno otro ha llegado. ¡Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el Sol declina!”
Ni al ‘‘Canto a Junín” de Olmedo produjo tan profunda emoción en el ánimo del Libertador. Un abrazo estrecho y mudo fué la respuesta a tan magnífica pieza oratoria que hoy en día debe ocupar lugar obligado en todos las Antologías del pensamiento americano.
El discurso de Choquehuanca es la máxima expresión
del pensamiento de la raza. Se caracteriza por la brillantez, la mesura y la
concisión.
EN LA EPOCA DEL VIRREINATO el actual Departamento de Puno no estuvo perfectamente delimitado dentro de la circunscripción del Virreinato del Perú; en algunas épocas dependió del Virreinato de La Plata y otras de Lima.
Teniendo en consideración su situación geográfica, sus inmensas riquezas y la densidad de población, el Racionero de la Catedral del Cuzco, don Francisco Carrascón y Solá, elevó una solicitud al Rey de España, para la creación del Virreinato de Puno en el año de 1801. Solicitud que fue desechada.
Por Real cédula de 1° de Febrero de 1796, Puno pasó
a formar parte, definitivamente, del Virreinato del Perú
EN LA REPUBLICA, el año de, 1828 Puno proclamó el principio Federalista, del que se hizo eco el gran tribuno de la Constituyente Don Javier de Luna Pizarro. Este sentimiento proclamado desde los tiempos del Virreinato, como acabamos de ver, se ha confundido muchas veces con intentos separatistas. No hay tal. Puno por sus inmensas riquezas, sólo fué fuente de explotación y jamás los Poderes trataron de mejorar su situación.
No es exagerado plantear la tesis de que Puno, abriga ancestralmente un espíritu de independencia, tanto más, cuanto que por ser un departamento serrano se le ha mirado y se le mira con la más grande indiferencia; indiferencia que ha terminado por contagiar a sus mismos pobladores. De allí el problema del ausentismo, y en los que se quedan por amor al terruño o por situaciones económicas, llega a producir una especie de complejo de inferioridad.
En 1833,
proclamado el principio de la CONFEDERACIÓN PERÚ—BOLIVIANA, la Gran Logia de
Puno, fue una de las primeras entidades en hacer suyos los ideales del Mariscal
Andrés de Santa Cruz y de los
peruanos que la secundaban, y fué en Puno que el Dean Juan Gualberto Valdivia,
en compañía del Mariscal de Zepíta—, exilado de su ciudad natal, diera los
últimos toques al plan confederativo. <:>.
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