UN ESTADO-NACIÓN TARDÍO
Escribe: Sinesio López
LA REPUBLICA 24 Jun 2021
“Ninguna
élite que manejó el estado o influyó en él recogió las demandas de los de
abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en leyes”.
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dos siglos de vida independiente el Perú no ha llegado a ser un
estado-nación. No tuvo éxito en su construcción debido al anémico
movimiento nacional criollo, en particular la aristocracia limeña que no quería
la independencia o la quería sin abjurar de la colonia.
Los
liberales del siglo XIX fracasaron en el intento de construir el Estado (1845-1895)
porque no pudieron resolver dos grandes problemas estructurales: el gamonalismo
y la servidumbre y la incapacidad de las élites peruanas para organizar
coaliciones sociales estables.
Tampoco pudieron construir un nosotros, una nación. Ricardo Palma sugirió que los criollos mesocráticos sean los pilares de la nación peruana y González Prada sostuvo que la nación peruana estaba conformada por los indios.
El
Perú del siglo XX tuvo mucho de continuidad, pero también experimentó algunos
cambios significativos. En primer lugar, la construcción parcialmente exitosa
del Estado oligárquico (1895-1968) por iniciativa de las élites políticas y
económicas y la organización de una economía agrario-minero exportadora gracias
a la alianza de estas élites con el capital extranjero.
En
segundo lugar, el civilismo oligárquico siguió la ruta de Palma en la
construcción de la nación imponiendo la homogenización cultural a través de la
educación pública. Educar era castellanizar. Los indigenistas, Mariátegui
y Haya, cada uno a su modo, trataron de seguir la propuesta de González
Prada. Desde el Ministerio de Educación, Valcárcel y Arguedas impulsaron
la educación bilingüe entre 1945 y 1948.
En
tercer lugar, a partir de los años 30 y sobre todo del 50 se produjeron grandes
cambios culturales (acriollamiento, cholificación, diversos tipos de mestizaje,
reducción drástica del monolingüismo quechua y aymara) asociados a
significativos cambios estructurales (industrialización incipiente,
urbanización acelerada, migraciones masivas del campo a las ciudades criollas,
proletarización) y políticos (democratización social y política, emergencia de
la sociedad civil y de los partidos masas).
En
cuarto lugar, la dictadura de Velasco y los militares reformistas desmontó el
estado oligárquico y construyó un estado corporativo. Recogió algunas demandas
de los de abajo, sobre todo del campo, hizo la reforma agraria que acabó con la
oligarquía y el gamonalismo y decretó que el Perú era una nación bilingüe.
Salvo
Velasco, ninguna élite que manejó el estado o influyó en él recogió las
demandas de los de abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en
leyes a las que todos debieran someterse conformando una comunidad política
nacional. Por eso mismo, los de debajo de todas las sangres nunca se sintieron
representados ni defendidos por el Estado. La elección de Pedro Castillo es,
por eso, la ocasión para construir un estado-nación pluricultural.
PARTIDOS HAN TERMINADO
DEFENDIENDO LOS INTERESES DE LA VIEJA OLIGARQUÍA Y LAS TRANSNACIONALES
Escribe: José
Luis Ayala Olazával
LOS ANDES 28JUL21
El único motivo y razón histórica coyuntural para renovar la
fe en el Perú, con ocasión del Bicentenario de la Independencia, es el triunfo
del profesor Pedro Castillo Terrones, elegido como presidente constitucional de
la República. Se trata del primer docente primario que llega desde el Perú
esencial, en un momento histórico del país. La derecha fascista peruana,
inmediatamente después de entender que había llegado a un ciclo político
terminal, hizo uso de todos los recursos del poder mediático para desacreditar
al nuevo mandatario.
De nada valió mandar a asesinar a humildes campesinos del
VRAEM. La idea era vincular a Perú Libre con remanentes de Sendero Luminoso.
Quería hacerse creer que el terrorismo activo apoyaba a Castillo, pero esto no
tuvo acogida debido a antecedentes y elecciones pasadas. Nadie devolverá ahora
la vida a personas que fueron impunemente sacrificadas. Sin embargo, ese hecho
debe ser investigado para sancionar a los culpables (…).
La demoledora campaña del poder mediático, la televisión criolla, radios mendaces, diarios golpistas como “El Comercio” y sus satélites mentirosos, no pudieron detener que el pueblo peruano se exprese libremente en las urnas. Lo primero que inventó la derecha política fascista, cuando se conocieron los primeros resultados, es que se había producido un fraude electoral. A pesar del esfuerzo y abuso del Derecho, el Jurado Nacional de Elecciones supo soportar una feroz campaña de desprestigio.
Entonces, quienes iban a perder el poder que retuvieron
durante 20 años, decidieron hacer un llamado para que se produzca un golpe de
Estado. Ese hecho lo decide la embajada de Estados Unidos en Lima, la CIA, el
Departamento de Estado y el presidente de Estados Unidos. Vargas Llosa,
Barnechea, Del Castillo y López Aliaga, convencidos de que no serían
escuchados, optaron por sumarse a la idea de repetir la palabra fraude.
Proclamado Pedro Castillo Terrones como presidente
constitucional del Perú, la derecha amenaza con vacarlo en el menor tiempo
posible, teniendo en cuenta que no tiene mayoría de votos en el Congreso. Eso
es grave, denota una revancha irracional, una evidente falta de cultura
política, pero sobre todo deja notar que no entienden que el pueblo peruano
está harto de un sistema político inhumano y corrupto.
En el Perú nunca hemos tenido una clase política. Los
partidos han terminado defendiendo los intereses de la vieja oligarquía y las
transnacionales. Nadie iba a pensar que el APRA terminaría con Nidia Vilches,
acompañando a golpistas para pedir “una auditoría internacional”, todo para
deslegitimizar a Pedro Castillo como presidente del Perú.
El debate académico se ha centrado ahora en la tesis de
Heraclio Bonilla: si la independencia del Perú fue concedida, conseguida o
concebida. La afirmación es que sin la intervención de los ejércitos de
Argentina y Chile, el Perú no hubiera derrotado al ejército español formado en
su gran mayoría por soldados y oficiales peruanos. Tanto San Martín como
Simón Bolívar se fueron del Perú, convencidos de que no había una clase política
capaz de convertir al Perú en una República.
José de la Riva Agüero fue el primer presidente traidor y
golpista que se propuso matar a Bolívar. Desde 1821 hemos tenido muchos
gobiernos militares y civiles incapaces de construir una República, un Estado
soberano, una Nación plural con justicia social. La educación oficial se ha
encargo de inventar una historia falsa sin identidad ni capacidad crítica. De
allí la necesidad de reescribir la Historia del Perú. (…)
Queremos historiadores que nos digan cómo somos ahora, por
qué somos así. Por qué somos un país pobre siendo tan rico. Queremos que nos
digan hacia dónde debe ir el Perú. El Bicentenario debe servir para hacer un
balance y liquidación de una clase que nos ha llevado a la última esfera de la
pobreza. Pero los movimientos sociales sabrán salvar al Perú de la
desmoralización colectiva. El Perú esencial y milenario es indestructible por
los siglos de los siglos.