EL GALLO DE CRISTAL
José Luis
Velázquez Garambel
O |
mar
Aramayo, el poeta de Los Dioses, Axial y la monumental novela “Los Tupac Amaru”
acaba de reeditar gracias al Universidad Nacional del Altiplano “El Gallo de
Cristal” (segunda edición) aumentada en 80 cuentos, considerando que la primera
edición del 2004 solo poseía 70, ahora este libro que había producido en los
intelectuales y actores sociales puneños verdaderos chascarros posee 150
cuentos, se trata de una obra monumental, que lo consagra como el máximo
narrador y poeta puneño vivo.
Los
cuentos y breves novelitas, que nos presenta son verdaderos alegatos de
belleza, ligeros y cuidados en el detalle de la buena escritura, el estilo de
su lenguaje poético lo hace inconfundible; sin duda son textos escritos con la
luz de la inteligencia.
Así
el PELT, el proyecto Pampas, varios gobiernos locales, oficiales de la PNP,
Periodistas, abogados, funcionarios públicos desfilan cual pasarela ficticia,
cada quien en su propia trama, muchos de quienes vivimos en los años 80 y 90 no
tardaremos en reconocer a los personajes, presentados como caricaturas humanas,
podría convertirse en un libro de ajuste de cuentas; sin embargo nos queda la
duda, la duda que nos permite el alegado de la ficción, el alegato del lenguaje
literario, el de "la justicia poética" de la que habla Martha
Neusbaum.
Omar
Aramayo, el poeta, goza de un sitial honorable y bien ganado en el campo de las
letras, se trata como lo manifesté alguna vez: de un artista total (compositor,
musical, folclorólogo, narrador, poeta, entre otra de sus facetas, ganador del
premio internacional de novela Julio Cortazar-2016, y cuya novela los Tupac
Amaru, fue declarada “novela del bicentenario" por la Comisión Nacional
del Bicentenario y que también ha sido reeditada por la UNAP).
Sin
embargo muchos de los estudiosos de literatura regional han obviado siempre su
faceta de narrador, pese a que uno de sus primeros libros es “Antes de los mil
días de la muerte que estuve bajo un árbol de diamantes y perfume” publicado en
Ediciones Lámpara Azul, Lima 1971. y que cuenta con el prólogo de Dora Bazán. O
esa preciosa novela que es “Glu Ekerekeda” cuyos extractos fueran publicados en
la famosa revista de Crítica Latinoamericana de Literatura. Y cuyos cincuenta
únicos ejemplares fueran digitados por Don Honorio Vásquez Mestas. De ese modo
se le ha borrado de la historia de la literatura regional de un brochazo y se
ha propuesto una curiosa periodización: así los narradores que pertenecen a la
generación de los Orkopatas son considerados “de la iniciación”; Don Lucho
Gallegos, es una bisagra; y los posteriores a él son de la consolidación.
Bueno,
con ánimos de molestar un poco al ambiente literario que se halla por estos
días en mucha calma, me atrevo a preguntar ¿qué consolidan estos últimos
narradores? ¿el trabajo de Emilio Romero, Mateo Jaika o acaso a la de Gamaliel
Churata? ¿El trabajo que han hecho realmente supera a la de los aludidos? ¿Cuál
fue el criterio para tal periodización? ¿Cómo borraron de un brochazo a
narradores como a Omar Aramayo y al mismo Honorio Vásquez y etc, etc.? Bueno,
para no redundar, mejor será abrir una pequeña ventana para que el aire se
renueve y el conocimiento salga a la luz.
Mientras
eso ocurre leamos dos relatos de Omar Aramayo, el primero corresponde a ese
libro olvidado lleno de imágenes surrealistas y de prosa lírica de “Antes de
los mil días de la muerte que estuve bajo un árbol de diamantes y perfume” y el
segundo a su reciente “Gallo de Cristal”.
LOS MIL DÍAS
Les voy a contar algo de los mil días
de la muerte que estuve sentado bajo un árbol de diamantes y perfume.
Primero fue una capa delgadísima de
aceite que nubló mis ojos, y se fue descomponiendo en colores, millones de
colores, tres veces más fuerte que el rojo vivo, docenas de matices de violeta,
rosado, colores, colores, y luego fueron apareciendo monstruos pequeños.
Y, luego un pez me dijo buenos días lo
nombro ministro cuánto cuesta este perro pague su boleto pague su boleto, suba
a mis agallas, agárrese fuerte, el viento le abrirá la cara como una fruta,
como una fruta, en qué país le gustaría vivir bajo qué árboles anidan los relojes
que son pirámides y ruedan como ruedas y ya nada, pero hay una posibilidad, es
una fiesta, ha muerto un niño, aquí hay maíz, carne de llama, chicha de quinua,
hártate hermano, quinua, tantos granitos de quinua como ojos de gorrión
hinchando tu estómago mirando a través de tu estómago, bosques que se venían
como flores cayendo por cataratas y ruiseñores de la edad media y
conquistadores con corazón plegable de acero como un abanico y con gemas en las
uñas, reyes, la tierra está poblada de reyes y hay un súbdito, sólo un súbdito,
todos son reyes, todos tienen imperios, palacios, pero sólo hay un súbdito, y
ese eres tú, te partirán con hachas y luego te asarán.
Te gustan las prostitutas? y después me
entregaron a una mujer de ojos bellísimos, incandescentes, que me quemaban la
piel, me quemaba con su mirada y comencé a derretir y después fui agua
deslizándome por entre sus labios, y era agua, agua, agua deslizándome por
entre sus entrañas y saliendo por su sexo, por sus senos y enroscándome entre
sus cabellos como cientos de miles de millones de gusanillos, comiéndola,
carcomiendo su nariz y sus orejas y después estuve solo.
Solo. Y muy lejos, muy lejos, había un
árbol, lejos, un árbol, y después caminé siglos, lejos hacia ese árbol y en el
camino nada, no había ni casas ni cielo, y después no había piso, sin piso, me
ahogaba, pero caminaba hacia ese árbol, del horizonte, no hay horizonte, sólo
el árbol.
IMITO A LOS PÁJAROS
El señor de esta comarca convocó a
quienes necesitaban un puesto de trabajo. A la oferta acudieron cientos, y
según se iban presentando, les preguntaba ¿Qué sabes hacer? Soy carpintero,
maquinista, maestro de obra, cocinero, respondían. Y como si fuera en un sueño
soñado por muchos, médicos, abogados, maestros de escuela, de acuerdo a la
respuesta, eran ubicados en la plaza correspondiente. Hasta que llegó uno, y
fue preguntado de la misma manera, ¿Qué sabes hacer?, entonces el hombre
respondió: imito a los pájaros.
El señor de estas comarcas odiaba la
música, y montó en cólera, ¡quieres vivir del canto!, habrase visto, conmigo,
un vago más, ¿acaso no es suficiente con los que ya tenemos? Arrójenlo, ¡lejos
de mi vista!
Pero antes que fuera expulsado por
manos ajenas, el hombre se aproximó a la ventana y se echó a volar.
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