POR LA PATRIA ANDINA EN EL
INTI RAIMI
Escribe: Milcíades
Ruiz
E |
staba oficialmente establecido que cada
24 de junio, deberíamos exaltar las cualidades de la raza nativa. Aunque esta
conmemoración ha pasado al olvido, lo rescato en esta nota para que se sepa que
los peruanos ancestrales no olvidamos nuestros orígenes. Lo llevamos muy
presente. La dominación ha dejado rencores, pero estos se extinguirán cuando la
reivindicación, las redima
El genoma andino está esparcido en todos
los ecosistemas de los andes donde los apus moran desde tiempos inmemoriales.
Desde los valles más profundos hasta las montañas cordilleranas, se mantiene
latente la añoranza histórica de nuestras grandiosas culturas que contrastan
con el actual sistema de opresión social. Este espíritu de recuperar la patria
perdida está presente en todos los países hermanos que fueron parte del
Tahuantinsuyo antes de que los “mistis” extranjeros se repartieran su
territorio. Es el sello de garantía de que la lucha por la reunificación no
será olvidada.
Nuestros ancestros pudieron haber sido
del Chinchaysuyo, Collasuyo, Antisuyo o Contisuyo, pero en todos los
descendientes ancestrales amazónicos, collas, mochicas, chachapoyas, tallanes,
waris, huancas, chancas, mapuches, tiahuanaco y demás sociedades autóctonas
andinas, late el fuego de la reivindicación ancestral que no se extinguirá
jamás, mientras no se recupere el dominio y los valores de nuestra heredad
cautiva.
Ni los más crueles y sanguinarios abusos
de los expropiadores europeos que nos arrebataron nuestra patria ancestral, ni
las brutales represiones de sus descendientes republicanos han podido extinguir
este sentimiento que llevamos muy dentro de nuestras vidas.
Hace miles de años, los pueblos andinos
surgieron y se desarrollaron autónomamente habitando territorios donde
trabajaban en armonía con la naturaleza. La familia fue la base de la
organización social. Así surgieron los ayllus a partir de los apus ancestrales
fundadores del árbol genealógico que se fue extendiendo por valles y cuencas,
generando pueblos de la misma etnia, con un mismo leguaje, organización social
y cultura. A partir de los ayllus, la parentela ancestral fue gestando
nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática, cultural y
política.
El desarrollo de la agricultura fue la
base económica que permitió asegurar el bienestar sostenido de toda la etnia.
El trabajo mancomunado otorgaba el derecho social al disfrute comunitario. Todo
se compartía. La asamblea decidía de la forma más democrática, con la
participación de todos los miembros germinales de la sociedad. Aunque los pueblos
fueron creciendo y expandiéndose, esta forma de autogobierno prevaleció siempre
como gestión comunitaria.
Los valores sociales provenían del
reconocimiento ancestral a los líderes, del respeto a los mayores, de la
cooperación y la honestidad. Todos llevaban el apellido del jefe de familia que
a su vez descendía del fundador del ayllu y de los ancestros legendarios
identificados con el cóndor (Condori), con la serpiente (Amaru), con el puma
(Pumacahua) o con otra deidad. El líder natural tenía lazos familiares con
todos y era su responsabilidad velar por todos ellos. Al no existir la
propiedad privada tampoco surgían las ambiciones personales y todo mejoramiento
era compartido en sociedad.
Con este sistema de vida, nuestros
ancestros lograron desarrollar muchos productos alimenticios entre granos,
hortalizas, frutales, raíces, tubérculos, ganadería nativa y crianzas menores,
como jamás hizo civilización alguna. Desde los orígenes de la civilización
andina, la coca fue el alimento básico y se cultivó como planta sagrada pues no
solamente los alimentaba con sus excelentes vitaminas y minerales, sino
también, les daba mayor energía para el trabajo, evitaba la hambruna en los
malos años agrícolas y hasta predecía la suerte. Gracias a la coca, pudieron
salvarse del exterminio total. Cultivar coca nunca fue un delito y tampoco
ahora lo es. La maldad de su uso indebido vino del extranjero.
La ganadería autóctona, proporcionaba
carne sana para la alimentación y materia prima para la vestimenta, calzado y
otros enseres de uso general. La crianza del cuy no solo proporcionaba carne de
alto valor nutritivo sino también, permitía diagnosticar graves enfermedades
internas. La manufactura de harinas y deshidratados complementaban la seguridad
alimentaria. Las plantas medicinales otorgaban la seguridad de la salud.
Pero nunca lo hicieron por lucro ni
ambición individualista, toda vez que la economía giraba en torno al beneficio
común, sin apropiación privada de los medios de producción. Sus proezas en
medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica, metalurgia y
más, realizadas en faenas comunitarias, no tienen parangón con otras
civilizaciones del mundo. Ninguna como la andina, ha aportado tanto al
bienestar de la humanidad y alimentación mundial. La papa se come en todo el
mundo, como otros alimentos de origen andino.
El profundo conocimiento de la naturaleza
y sus principios, generó la filosofía de cosmovisión andina que se tradujo en
ciencia astronómica y tecnologías de aplicación práctica en todas las actividades
de la vida diaria. Crearon su propio sistema para medir el tiempo y un
calendario anual completo. Con admirable exactitud, ubicaron el momento preciso
del solsticio de verano y el de invierno así como, los equinoccios de otoño y
primavera. La ciencia astrofísica lo ha corroborado.
El solsticio de invierno en el hemisferio sur de nuestro planeta ocurre indefectiblemente 21 de junio de cada año, fecha en que nuestro planeta cambia de inclinación (23,5° de inclinación) con respecto al sol, determinando la noche más larga del año, pues el sol tarda en aparecer. Es el año nuevo andino que marca el fin del ciclo anual y el comienzo de uno nuevo. De allí que, hasta hoy, celebremos la fiesta del sol o el Inti Raymi, como gesto de gratitud y esperanza.
Y cómo no estar agradecidos del astro
sol, si todo en la vida depende de su presencia. Nos libra de la oscuridad
eterna y engendra la vida que germina emergiendo de la madre tierra. La
temperatura, las lluvias que traen agua, el clima en que se desarrolla todo ser
vivo, la recarga de energía que nos provee diariamente, la protección de la
salud, la madurez de los frutos, la prosperidad de las cosechas y en fin, todos
los procesos vitales, se lo debemos a su influencia. Su veneración no era el
resultado religioso de falsedades improbables sino, la convicción comprobada
sustentada en la cosmovisión andina como fuente de sabiduría y filosofía.
Pero los ayllus originales evolucionaron
y fueron inevitables las confrontaciones guerreras propias de toda expansión
territorial. Se gestaron diversas culturas de integración regional cuyos restos
arqueológicos generan hoy, asombro y admiración mundial. Sin embargo, las
guerras de conquista entre andinos no cambiaba el sistema social imperante en
los ayllus y naciones originarias. Los jefes ancestrales o, curacas seguían
representando a los pueblos conquistados, manteniendo toda la estructura social
y económica, aunque reconociendo la sujeción a la etnia aglutinadora
predominante.
Todo ese desarrollo autárquico se fue
forjando hasta llegar al Tahuantinsuyo bajo el liderazgo de los Incas. El
gobierno territorial generó un Estado político social que mantuvo el sistema de
autogobierno, reconociendo la autonomía local de los ayllus y la autoridad de
sus curacas. El intercambio de productos era bajo la modalidad de trueque y no,
por afán de lucro. No había lugar para la corrupción ni para la apropiación del
trabajo ajeno como negocio porque el sistema no lo permitía. El Tahuantinsuyo
fue en su tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro continente hasta el
siglo XVI, sobre una base totalmente propia, autosuficiente y forma de
autogobierno comunitario desde la base social.
Ese esplendoroso desarrollo autónomo se
cortó a partir del año 1532, con la llegada de invasores del continente europeo
que sometieron al Tahuantinsuyo con el poderío de sus armas de fuego. Ellos
trajeron e impusieron otro sistema de vida, de organización social y de
gobierno. El lucro como forma de vida, la propiedad privada de la tierra y
medios de producción, el dinero como factor de clasificación social, la
explotación humana a costa de la fuerza ajena. Superpusieron el individualismo
sobre lo comunitario, lo privado sobre lo social, estimulando la sustracción de
riquezas minerales, el despojo violento de la propiedad ajena y la apropiación
engañosa del intercambio desigual mediante el comercio. Sembraron la maldad de
la usura y la codicia. La política fraudulenta y la falsa democracia. Las leyes
de sometimiento social y el ordenamiento social según el poder económico.
Los invasores provenían de sociedades que
habían evolucionado a formas de poder de dominación con gran desarrollo de las
armas de guerra, navegación, y acumulación de riquezas. Predominaba la
acumulación de oro y plata como fuentes de poderío de un reino o monarquía. El
rey o emperador era el gobernante todopoderoso de un sistema de dominación
brutal sobre sus súbditos. Era el que otorgaba la posición social de cada cual
según sus títulos de nobleza. Amparaba las creencias religiosas para afianzar
su dominación, haciéndolas obligatorias para los gobernados, en colusión con
los jefes de iglesias que atribuían al emperador origen divino.
La riqueza acumulada, daba a las
monarquías europeas poder militar, comercial, y capacidad para prosperar en
todos los aspectos. Este, era el objetivo de apropiarse de otros territorios
para sustraerles sus riquezas como ocurrió con el descubrimiento de nuestro
continente. Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran frecuentes,
haciendo prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más con las
armas de fuego usando pólvora. Fue con esa ventaja que, los conquistadores
españoles pudieron vencer y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos
nuestra patria ancestral.
Destruyeron el Estado Incaico y su
autonomía de desarrollo comunitario. Desde entonces toda la población autóctona
fue obligada a trabajar para el engrandecimiento de otro país en vez de hacerlo
para el propio. Al perder su sistema de autogobierno, nuestro territorio fue
anexado al imperio español y en cumplimiento del “Estado de Derecho
Monárquico”, la vida de la sociedad autóctona pasó a depender de las decisiones
de un gobierno lejano, situado en otro continente. La economía nativa perdió su
desarrollo autónomo y cambió de orientación en función de la economía
monárquica extranjera. Se dejó de lado la agricultura, priorizándose la
producción metálica y el comercio. Nunca más la sociedad andina recuperó su
autonomía y aún hoy, es una lucha pendiente.
El Tahuantinsuyo era la patria de
nuestros ancestros y fue avasallada. El Estado de Derecho Incaico fue
reemplazado por el Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación en las colonias
sometidas, se tradujo en virreinatos dependientes del imperio español. De este
modo, los conquistadores e invasores posteriores se atribuyeron el derecho de
apropiarse de las tierras de los ayllus, confiscar todo tesoro de oro y plata,
imponiendo tributos a la población nativa para el sostenimiento del imperio
español. Esa dominación colonial descuartizó el Tahuantinsuyo dividiendo a los
pueblos andinos en diversos virreinatos. Aun hoy, existen naciones ancestrales
de un mismo origen genético e idioma y sin embargo, habitan países distintos.
La reunificación es también otra aspiración pendiente.
Pero además, la población autóctona fue
obligada a sufragar los sueldos de las autoridades virreinales o,
“corregidores” mediante el abusivo sistema de “repartimientos” de mercadería no
deseada e inútil entre las familias nativas. Estas estaban obligadas a pagarles
elevados precios bajo penas severas y despojo de sus pertenencias. Los
colonialistas establecieron el trabajo forzado de “mitas” obligando a toda familia
nativa a dar una cuota humana para el trabajo esclavizante en las minas y
talleres manufactureros. Esta obligación abusiva causó el exterminio de gran
parte de la población autóctona.
Nuestros ancestros lucharon sin cesar en
todas partes, rebelándose contra los abusos virreinales, pero la historia ha
ocultado siempre la heroicidad de los pueblos andinos. Solo la rebelión masiva
encabezada por Túpac Amaru II, no pudo ser ocultada y su trascendencia
histórica llega hasta nuestros días porque la liberación andina quedó
inconclusa. Pese a las sangrientas represiones, las sublevaciones prosiguieron
en todos los pueblos andinos durante todo el coloniaje y hasta nuestros días,
porque es preferible morir por la libertad antes que seguir soportando tanta
injusticia. Son muchas las rebeliones ignoradas por la historia oficial,
escrita a conveniencia de los opresores.
Nuestros ancestros fueron obligados a
seguir las costumbres europeas y a vestirse a la usanza española eliminando
toda veneración al sol, a la madre tierra y a los apus ancestrales pues eran
consideradas como prácticas subversivas. Los ayllus fueron desarraigados de sus
terruños y amontonados en campos de concentración conocidos como “reducciones
de indios”. Por ser los curacas quienes lideraban las rebeliones se les despojó
de su autoridad natural suplantándola con la de “alcaldes de vara” a la usanza
española. Estos eran designados por el “corregidor” entre los traidores y
adulones de la autoridad virreinal.
Es innegable que la cultura extranjera de
la dominación colonial superpuesta sobre la nativa trascendió en la vida andina
en muchos aspectos. Aunque el acceso a la escritura y la lectura fue escaso, la
integración a un grado superior de desarrollo económico-social, elevó la base
de los conocimientos andinos ya existente. Sin embargo, la crueldad de esa
incorporación abrupta fue detestable por el procedimiento genocida de los
invasores y la segregación racial absoluta durante siglos en la que los
pobladores autóctonos eran apátridas en su propio suelo, tratándolos
despectivamente como “indios” (que no lo eran) o, “naturales” sin nacionalidad.
Esa segregación racial contra los andinos ancestrales se mantiene hasta
nuestros días porque nuestros opresores todavía mantienen su poder.
Pero por otro lado, el sistema monárquico
se hizo insoportable en Europa e incompatible con el progreso social. El
descontento contra las arbitrariedades y privilegios de la nobleza imperial
hizo surgir rebeliones sociales. Justicia, libertad, igualdad, se escuchaba por
todas partes pidiendo la abolición de dichos privilegios. A pesar de la
represión sangrienta esa lucha fue incontenible, haciendo estallar el régimen
monárquico hacia finales del siglo XVIII. Una nueva fuerza social apareció
enarbolando la libertad de comercio contra el monopolio de la nobleza. Era el
engendro del capitalismo.
De este modo, en Europa se modificó el
Estado de Derecho Monárquico entrando en vigor el Estado de Derecho
Capitalista. Desde entonces, la persona vale por su dinero y no por sus títulos
de nobleza. El nuevo sistema de gobierno tomó la forma de república
representativa del pueblo pudiente económicamente, aunque no tuviese título de
nobleza. Los caudillos de las demandas antimonárquicas pasaron a ser los
políticos que desde entonces asumieron el gobierno de los países.
Esos ideales emancipadores fueron
adoptados por los súbditos españoles nacidos en las colonias pues estaban
resentidos por los privilegios otorgados en los negocios, a los españoles de
origen europeo, ya que estos, tenían monopolio comercial y preferencia en los
altos cargos virreinales. La ola de la independencia fue estimulada y
financiada por reinados enemigos de España con cargo a obtener beneficios
económicos de los nuevos países independientes. La lucha por la independencia
de los virreinatos culminó con el establecimiento de nuevas repúblicas. Nació
así, la República del Perú como estado independiente sin sujeción al Estado
monárquico español.
Pero no se trataba de la liberación del
Tahuantinsuyo. Era simplemente, la independencia del virreinato que se separaba
de España en beneficio de los colonialistas que se adueñaron del Tahuantinsuyo
sin devolver el territorio a la población nativa. Era la emancipación de los
amos pero no de los nativos avasallados. El Estado virreinal solo cambió de
nombre adoptando la forma republicana. La aristocracia virreinal pasó a
gobernar el nuevo estado republicano conservando sus títulos de nobleza,
esclavos y vasallos yanaconas indígenas. La aristocracia virreinal copó todos
los cargos del poder político y militar de la república.
Para la población autóctona, su situación
no cambió porque el Tahuantinsuyo no fue liberado de sus opresores y los
descendientes colonialistas siguieron en posesión de la patria ancestral que
arrebataron a la población nativa. Posesionados de la maquinaria estatal de
dominación, el gobierno aristocrático republicano mantuvo la contribución
indígena y la servidumbre feudal de explotación, arrebatando más tierras a los
nativos para construir sus feudos. Los supuestos patriotas nos despojaron de nuestra
heredad. Sus descendientes hoy, se aprestan a celebrar a lo grande, el
bicentenario de esa independencia que no fue de los pueblos andinos sino de los
opresores de estos.
Los colonialistas no devolvieron el
territorio hurtado a la población andina ni devolvieron el gobierno del país
expropiado. Los opresores colonialistas se disfrazaron de patriotas
republicanos para seguir gobernado como hasta ahora, usurpando nuestros
derechos legítimos como peruanos ancestrales. Esta república no la reconocemos
como nuestra porque es espuria y contiene todos los vicios capitalistas que la
hacen insoportable e indignante por el alto grado de desigualdad social,
pobreza, corrupción y entreguismo de nuestras riquezas a la voracidad del
capitalismo globalizado.
Todo es falso en esta república que
mantiene en la postración a los andinos ancestrales y usurpa su
representatividad. Su democracia representativa es falsa e hipócrita pues no
refleja la composición social de nuestra sociedad. Los gobernantes y sus
partidos políticos suplantan la representación de los sectores sociales,
excluyéndolos del acceso al poder. Ellos se amparan en un sistema electoral
fraudulento para usurpar la representatividad política de los sectores sociales
a los que explotan. Es inaceptable que los opresores representen a los
oprimidos. Es absurdo que sus lacayos políticos asuman la representación de los
oprimidos andinos.
Esta república mantuvo las mal llamadas
“reducciones de indios” cambiándolas de nombre como “comunidades indígenas” y
luego “Comunidades campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en estado
primitivo, en la más indigente situación de abandono. Parte de la población
nativa se refugió en los lugares más altos de la cordillera huyendo de los
abusos de los opresores, y cuando ya se creían libres de los codiciosos
opresores aparecen de pronto ahora como inversionistas extranjeros ambicionando
las riquezas de nuestro subsuelo.
El saqueo de nuestras riquezas prosigue
como en el virreinato con la complicidad de nuestros gobernantes. Nos dicen que
los inversionistas extranjeros traen progreso, trabajo, carreteras y otros
anzuelos. Lo que nosotros vemos, es que nos dejan daños ambientales, envenenan
nuestras aguas, contaminan alimentos cultivados y pastos para los animales.
Nuestra salud se deteriora con los gases y residuos mineros, al paso que
nuestro hábitat natural es destruido.
Mientras las riquezas están bajo suelo,
somos los dueños, tenemos aire puro y ambiente natural sano. Tan luego son
extraídas estas riquezas ya no nos pertenece. Se lo llevan los inversionistas
mineros al extranjero como en el virreinato, en tanto que, los pueblos de las
rutas mineras siguen padeciendo pobreza como puede verse en los asientos
mineros más antiguos. Entonces si los beneficios no compensan los daños, ni las
pérdidas de recursos y vidas humanas, es preferible que nuestros cerros se
queden como están ya que así, nuestro hábitat se mantiene limpio en estado
natural.
Actualmente, un nuevo tipo de
colonialismo impera en el mundo. Son las grandes corporaciones capitalistas las
que invaden nuestro territorio y nos esclavizan sustrayendo nuestras riquezas
con la complicidad de los políticos tradicionales corruptos y vende patria.
Seguimos siendo colonias dependientes de las potencias económicas que mediante
tratados onerosos, intercambios desiguales, inversiones para sustracción de
riquezas e intervenciones políticas y militares nos imponen su dictadura
internacional.
Pero, por nuestra visión cósmica ancestral sabemos que, al igual que la etapa monárquica, también el capitalismo se acabará. Todo lo que nace, se desarrolla hasta alcanzar su plenitud, tras lo cual, decae y se extingue. La etapa capitalista de la humanidad ha entrado al ocaso de su vigencia y será reemplazado por un nuevo sistema acorde con las aspiraciones sociales contrarias a la dominación del dinero, donde los intereses comunitarios primarán sobre los intereses individualistas, como en nuestra patria ancestral.
No será para siempre que los
descendientes del colonialismo y la opresión capitalista mantengan secuestrada
a nuestra patria ancestral. No cesaremos en nuestra lucha por la reivindicación
de nuestros valores ancestrales y la recuperación de nuestra heredad. Los
tiempos buenos volverán, también el autogobierno sin intermediarios, en el que
primen los interese comunitarios sobre los intereses particulares. Hemos
resistido por siglos la oprobiosa maldad de los invasores europeos y sus
descendientes, pero no han logrado eliminar nuestra rebeldía ni nuestro
propósito de recuperar lo que es nuestro.
La veneración a nuestro pasado andino, al
grandioso Túpac Amaru II y a nuestros héroes ancestrales ocultados por la
historia oficial, sigue firme como la piedra labrada que nos dejaron nuestros
antepasados. En nuestros genes llevamos la aptitud y capacidad para crear
maravillas mundiales como Machu Picchu. Somos de la misma cantera genética de
Túpac Amaru, Túpac Catari, Tomasa Condemaita, Micaela Bastidas y demás
patriotas tahuantinsuyanos.
Nuestra utopía no consiste en retroceder
en el tiempo. Sino en un sentimiento nacional de justo derecho, de reivindicar
nuestros valores de bien común y asumir el gobierno de nuestra heredad a la luz
de nuestro tiempo. Acabemos con la postergación de los peruanos ancestrales,
sean estos de pura sangre, cholos o mestizos. Reconocemos que en el Perú actual
existe una pluralidad étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros
continentes que llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros
cautivos, como inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos
derechos y deberes.
Pero lo que reclamamos es equidad. No es
justo es que los nativos sean oprimidos por los inmigrantes, que las minorías
gobiernen, posterguen y discriminen a la mayoría, como son los peruanos
ancestrales. Por justicia nos asiste el derecho de representación mayoritaria
en toda instancia de gobierno. Los peruanos ancestrales estamos en la ciencia
como también en todas las especialidades profesionales y tecnológicas. Estamos
capacitados para dirigir nuestra heredad y compartir equitativamente con todas
las etnias. No necesitamos que intermediarios políticos nos representen porque
lo podemos hacer directamente por mandato de nuestras asambleas.
No solamente reclamamos nuestros derechos
de identidad ancestral, también la autenticidad histórica que acabe con la
segregación de nuestros héroes andinos. Nuestra aspiración va mucho más allá
del simple indigenismo. Nuestras prácticas milenarias y costumbristas no pueden
ser pretextos para mantenernos bajo sepultura sin salida a la modernidad.
Tenemos el mismo derecho de todo humano de acceder al disfrute del nivel de
vida de las sociedades desarrolladas. Es preciso erradicar toda segregación a
los pueblos originarios y a sus descendientes ancestrales en todos los aspectos
del desarrollo humano. El actual “Estado de Derecho” es segregacionista, genera
injusticias y desigualdad social. No habrá paz social mientras este, no sea
cambiado profundamente.
Reclamamos equidad política porque el
actual sistema electoral determina una democracia fraudulenta que suplanta la
voluntad popular. Esta seudo democracia es la que por casi dos siglos mantiene
en la postergación a los peruanos más auténticos. Esto debe terminar.
Lucharemos por un sistema político distinto donde la democracia no sea solo
nombre sino, la expresión auténtica del pueblo gobernando con la participación
de todos los sectores sin discriminación racial, religiosa o de poder
económico. Nosotros no buscamos la violencia. Son las injusticias y los abusos
de nuestros opresores los que la generan. Solo actuamos en defensa propia.
El actual sistema electoral es
antidemocrático. Por ello propugnamos un nuevo sistema sobre la base de la
representación directa de los pueblos mediante nuestras asambleas locales,
distritales, provinciales y nacionales. Queremos gobernar nuestros valles y
cuencas por elección directa sin injerencias afuerinas. Con autonomía de
desarrollo y libre disposición de nuestros recursos naturales. Queremos un
nuevo Estado democrático en que todas las etnias tengan acceso al poder según
la proporción de su masa poblacional en cada ámbito geográfico.
Queremos una nueva república que se rija
por los valores ancestrales de honestidad y de beneficio común. Los intereses
del conjunto deben estar por encima de los intereses particulares. Pero la
única manera de garantizar una democracia verdadera es mediante una república
popular que reemplace a la decadente república del dinero. La Asamblea Nacional
de representantes del pueblo deberá ser la máxima autoridad de nuestra
sociedad.
Junio 22.2021
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