PERU: CASTILLO DESENMASCARA LA TRAGICA
DECADENCIA Y FALSA HISTORIA DE ÉXITO EN AMERICA LATINA
Charles Lane THE WASHINGTON POST 17JUN21
Editorial
writer and columnist
D |
esde 2014, un millón de venezolanos han huido a Perú
buscando refugio de la violencia, la pobreza y de una dictadura de izquierda
respaldada por Cuba. Pero tras las elecciones presidenciales peruanas del 6 de
junio, al menos algunos de ellos deben estar pensando que saltaron de la sartén
al fuego.
Pedro Castillo, quien hizo su campaña en una
plataforma de extrema izquierda, parece haber ganado por 48,000 votos de los
más de 17 millones emitidos. Su oponente, Keiko Fujimori, está impugnando el
resultado. Pero dado su historial de presunta corrupción —y su vinculación con
el régimen represivo de su padre, un expresidente que está en prisión
cumpliendo una condena de 25 años por violaciones a los derechos humanos— una
victoria de ella no sería muy esperanzadora, incluso si fuera previsible.
“Salí de Venezuela porque nuestro país ha sido
destruido”, le dijo a Reuters una mujer que llegó a Lima hace dos años. “Es muy
triste lo que pasó en estas elecciones. Nosotros ya pasamos por esto”.
En Venezuela, la democracia se quebró
estrepitosamente hace años. En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega está
realizando una redada brutal y súbita de sus últimos oponentes.
Perú tiene una historia relativamente glacial de
decadencia democrática. Los escándalos de sobornos y las intrigas entre
facciones han generado cargos penales contra cuatro presidentes recientes; el
año pasado, tres personas diferentes, ocuparon la presidencia en una misma
semana. Sin embargo, la crisis de Perú podría llegar a ser más desalentadora,
porque hasta hace poco el país destacaba como una historia de éxito económico y
social: el anti-Venezuela de América Latina.
El modelo de “economía social de mercado” de Perú,
adoptado en su constitución de 1993, generó una mayor igualdad junto con un
rápido crecimiento, y fue impulsado por las ventas de minerales a China y un
acuerdo de promoción comercial con Estados Unidos.
En el último cuarto de siglo, el ingreso per cápita
real de Perú casi se ha triplicado; su índice de pobreza ha caído de más de la
mitad de la población a una quinta parte; y su índice de Gini, una medida de
distribución del ingreso, es en la actualidad uno de los mejores de América
Latina. 93% de los peruanos en condición de pobreza tuvieron acceso a la
electricidad en su hogar en 2020, un incremento en comparación con 63% en 2009,
mientras que el acceso al agua creció de 44% a 77%, según datos compilados por
los economistas lan Vásquez e Iván Alonso. Detrás de estas cifras hay millones
de vidas mejoradas y, de hecho, salvadas.
FUE UN CAMBIO
Verdaderamente alentador para un país que casi
colapso a principios de la década de 1990 debido a la hiperinflación, el
terrorismo maoísta y la represión militar.
Luego vino el COVID-19, que le ha quitado la vida a
188,000 peruanos, lo que ha resultado en la tasa de mortalidad per cápita más
alta del mundo. La economía peruana dependiente de las exportaciones y el
turismo se contrajo 11% en 2020, hundiendo de nuevo a dos millones de personas
en la pobreza. Este conjunto de horrores, y no los logros pasados, fue lo que
estuvo en la mente de los votantes peruanos en 2021.
Castillo lanzó su candidatura en un nuevo partido
cuyo secretario general es un médico formado en Cuba y abierto defensor del
marxismo-leninismo. Sin embargo, el candidato en sí, un líder sindical de
maestros de una remota aldea andina, se presentó como un hombre humilde y de
voz suave, lo que contrastó de manera especial con los políticos de Lima que
abarrotaron la primera ronda con 18 candidatos en las elecciones en abril (el
presidente en funciones, un encargado designado por el Congreso, no se postuló
para el cargo).
Los ataques frívolos pero sinceros de Castillo
contra el libre mercado y fas compañías mineras extranjeras le hicieron ganar
19% de los votos, suficiente para calificar a la segunda vuelta del 6 de junio
contra Fujimori, quien obtuvo 13%.
ENCUESTAS
Y así fue como el fragmentado sistema de elecciones
presidenciales directas del Perú le ofreció a los votantes la posibilidad de
elegir entre los dos candidatos que el publico percibía de forma menos
favorable, según las encuestas.
Haciendo campaña con un sombrero de paja amarillo,
Castillo se terminó beneficiando de la versión peruana de la división
republicana-demócrata de Estados Unidos: una brecha cultural profunda y de
vieja data entre las zonas rurales montañosas andinas, pobladas en gran medida
por miembros de etnias indígenas, y la capital cosmopolita, Lima. La ciudad,
que alberga a un tercio de la población del país, se inclinó fuertemente por
Fujimori, mientras que las grandes mayorías rurales apoyaron a Castillo.
¿RACISMO’
Como muchos otros eventos en la política global de
hoy —incluyendo los de Estados Unidos— las elecciones de Perú podrían haber
estado abiertamente disputadas en temas legislativos, pero se decidieron en
realidad por asuntos de cultura e identidad.
ESPERANZA
Esto podría traducirse en que Castillo no tenga la
autoridad necesaria para sus ideas más radicales, entre las que se incluye una
asamblea constituyente similar a la de Venezuela para reescribir la
Constitución. Muchos peruanos parecen tener la esperanza de que Castillo le
preste atención a los asesores moderados o sea controlado por el Congreso, que
está bajo el dominio de la oposición. Hasta ahora, el enfrentamiento
poselectoral ha sido afortunadamente pacífico, quizás porque ni siquiera a quienes
votaron por Castillo o Fujimori les agradan lo suficiente como para luchar por
ellos. Estados Unidos debe hacer todo lo posible —comenzando con generosos
suministros de dosis de vacuna contra el coronavirus— para acelerar la
recuperación de Perú y apoyar a sus demócratas.
Una Venezuela es suficiente.
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