CONVULSIÓN EN LOS ANDES: LOS ACTORES INESPERADOS DE UNA NUEVA RUTA POLÍTICA EN COLOMBIA, PERÚ Y CHILE
Ociel
Alí López RUSIA
TODAY 21 may 2021
No
es casual que esté ocurriendo en la región andina. En ella, los cambios suelen
darse de una manera mas lenta, más madurada y organizada, menos espontánea.
El
mundo andino sufre una convulsión sociopolítica de grandes magnitudes.
En Colombia no cesan los disturbios, marchas y bloqueos. Los sectores
progresistas chilenos han tenido una contundente victoria en la convención
nacional que redactará una nueva Constitución. Perú, por su parte, estrena
un líder popular e izquierdista que tiene probabilidades de ganar las
presidenciales en segunda vuelta el próximo mes. Ni hablar de la vuelta del
indigenismo al poder en Bolivia o del Ecuador, donde el correísmo es la
principal fuerza parlamentaria y el movimiento indígena viene de ganar una
fuerte batalla en 2019 contra el expresidente Lenín Moreno.
No es
casual que esto esté ocurriendo en la región andina. En ella, los cambios
suelen darse de una manera mas lenta, más madurada y organizada, menos
espontánea. La forma de colonización en los países andinos, empezando por Perú,
se dio de una manera mucho más cauterizada en tanto se decapitó la cúspide de
la pirámide social, pero las mayorías indígenas –a diferencia de Brasil,
Argentina y Venezuela– se mantuvieron, aunque excluidas, con escasas
posibilidades de ascenso o conquistas sociales.
En
Chile, Perú y Colombia costó mucho hacer cambios durante la oleada progresista
que reverberó a comienzos de siglo XXI en América Latina. Pero ya en la tercera
década, la revuelta popular emerge con fuerza en todo el pacífico suramericano.
En esos procesos, el indigenismo está marcando pauta, desde
la Minga, y su participación en las protestas de Cali, hasta los
mapuches, que entran por la puerta grande a la Convención Constituyente.
Debido
a su carácter reticular, organizado y consecuente, es muy difícil intervenir
las redes indígenas, campesinas y rurales, a diferencia de un partido político.
Por eso se recuperan tan rápidamente los indígenas en Bolivia. Allí, después
del golpe de Estado de Jeanine Añez, los movimientos sociales y el indigenismo
operaron como una red que no pudo ser arrancada por más que neutralizaron a los
nódulos principales, como eran Evo Morales y su partido. El tejido social
rápidamente se regeneró, incluso por fuera del Movimiento Al Socialismo
(MAS). El resultado en Bolivia ayuda a reflexionar a los cuerpos
militares del continente sobre la ineficacia de la represión cuando
las demandas emergen de un campo cultural arraigado.
El
Pacífico suramericano ya no es tan pacífico. Y Los Andes se han insurreccionado
de manera consistente durante los últimos meses. Quién iba a imaginar hace dos
años, cuando el uribismo y el pinochetismo dominaban la escena de sus
respectivos países utilizando infames mecanismos como el paramilitarismo y el
tutelaje constitucional, que el territorio andino sufriría este grado de
convulsión, incluido un viraje estratégico.
No es
casual que sea Perú el país que hoy sorprende en su campaña electoral. Los
retos del progresismo en América Latina y de estos movimientos en auge en los
países andinos recuerda el eterno debate entre Mariátegui y Haya de la Torre en
los años 20 del siglo pasado: los actuales procesos políticos de la
región se mueven entre el radicalismo y el centrismo, entre la autonomía y la
necesidad de articulación política. Saber encontrar un punto de fuga a esa
dicotomía puede ser la clave del éxito.
Después
de tantos años de dominio de las élites, hoy importa poco el desenlace
intelectual. La movida está centrada en tomar espacios institucionales y
también en avanzar en el campo cultural. Por ello es clave la
articulación de las diferencias en el campo progresista. Ecuador es un
ejemplo de lo que pasa cuando se produce una división tajante en el campo
popular que permite el triunfo de la derecha neoliberal.
Sin
embargo, el resultado electoral en Ecuador ha dejado un escenario político en
el que el nuevo presidente, Guillermo Lasso, posee un piso político e
institucional muy inestable. Y eso lo sabe desde que se acabó la campaña y
arribó al poder. Muy pronto comenzó a tantear un discurso bastante 'light', a
diferencia de su campaña radical en primera vuelta: ya no habla de Venezuela,
mantiene una actitud precavida en el conflicto colombiano y no anuncia grandes
medidas económicas liberales.
Lasso
sabe que se encuentra en un polvorín y que la comunidad indígena tiene la
fuerza moral para derrotarlo porque
en cierta forma ganó gracias a ellos. Además, el correísmo demostró ser una
fuerza viva que, a pesar de la demonización, viene de sacar 47 puntos en la
segunda vuelta de marzo de este año.
¿El
pacífico se 'venezolaniza'?
En 2019
la agenda del mundo entero giraba en torno a América Latina, especialmente
Venezuela. Pero en la medida en que el objetivo de tumbar a Nicolás Maduro y
hacer tabla rasa con el chavismo no se dio por ninguna vía, entonces al mundo
dejó de importarle Venezuela.
Fue
allí cuando empezaron a explotar otros problemas en la región, especialmente
los núcleos que se vendían como los modelos liberales por excelencia: primero
empezó el estallido chileno y a las semanas la revuelta colombiana. Ambas
sacudidas se mantuvieron de manera permanente los meses que siguieron hasta la
elección de los constituyentes en Chile y ha resurgido en estas nuevas jornadas
de protesta contra el gobierno de Iván Duque.
En
Venezuela,
donde comienzan (o terminan) Los Andes, y donde los andinos que hegemonizaron
todo el siglo XX han perdido influencia y poder, también hubo movida política
interesante estos días, pero, a diferencia de Colombia o de Chile, los
cambios de escenario se están produciendo de una manera institucional,
negociada y pacífica. Se eligió un nuevo Consejo Nacional Electoral y
hasta los sectores radicales, como Juan Guaidó y su partido Voluntad
Popular, se han acercado bruscamente hacia la mediación y el interés por
participar en las megaelecciones por venir. En todo caso, ya Maduro no es el
'patito feo' de comienzos de 2019. Por lo pronto, la prensa internacional le da
más centimetraje y viralización a la represión de Duque o a la derrota de
Piñera.
La
'venezolanización' (si a eso llamamos las protestas, la radicalización social,
el desabastecimiento o saqueo y la diatriba pública) es ya una cuestión de
América Latina y especialmente de los países andinos y del pacífico
suramericano, y no nada más del país caribeño.
Un
verdadero cambio de sensibilidad regional.
Las
élites y las derechas
La
derecha cambia mucho en cada país. Paradójicamente, una derecha represiva pero
institucionalista, como la chilena, herencia del pinochetismo, ha sido la que
más estupefacta e inmovilizada ha quedado con los cambios sucedidos en el seno
de su sociedad. Duramente golpeada, no pudo convertirse ni en un tercio del
electorado.
Por el
contrario, las élites colombianas, no las burguesías sino sobre todo las clases
emergentes nucleadas en torno al uribismo, han decidido llegar hasta las
últimas consecuencias y defender su status, así sea usando la violencia y la
represión desmedida. El uribismo se ha convertido, para los medios europeos y
estadounidenses, incluido Twitter, en la oveja más negra del continente.
Como
dijimos, Lasso se ha comedido y la derecha boliviana, agazapada, ha tenido que
ver de manera pasiva, lejos de la virulencia del golpe del 2019, cómo vuelve al
poder, de manera pacífica, el sujeto político criminalizado.
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Ociel
Alí López.- Es sociólogo, analista político y profesor de la
Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de
Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio
Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios
de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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