LA OPORTUNIDAD CASTILLO
Escrito por Juan Carlos Ubilluz
Revista Ideele N° 297. Abril 2021
Escucho a algunos en la intelectualidad de izquierda que lo
ocurrido en la primera vuelta es un desastre. Hay que optar entre la hija
corrupta de un dictador corrupto y una izquierda folklórica, conservadora,
anacrónica, patrimonialista, demagoga, autoritaria, etc.; una izquierda que
está de antemano condenada al fracaso y que ni siquiera es realmente izquierda
sino, en el mejor de los casos, un oportunismo populista y, en el peor, un
fascismo andino. No me sorprenden estas reacciones. Pero la verdad es que no me
apetece llorar de espanto porque gane la elección un partido que no tiene miedo
en reconocerse marxista, apuesta por superar el neoliberalismo y quiere
conducirnos a una Nueva Constitución.
Ya muchos han señalado el lente racista y colonial que hace
ver la victoria de PL (Perú Libre) como una pesadilla. En el caso de la
izquierda se trata más específicamente del miedo al proyecto de emancipación
“propio” llevado a cabo por “otros”, por “otra gente”. Con toda su ética
destinada a acoger la heterogeneidad, el filósofo francés y comunista Emmanuel
Levinas consideraba a la revolución China como “la amenaza amarilla”.[1] Nada
muy diferente está sucediendo en parte (no la mayor parte) de la
intelectualidad de izquierda capitalina. Pero hay algo más en todo esto que el
viejo racismo colonial.
Hace varias décadas se observa en la universidad que el
capitalismo se ha convertido en segunda naturaleza. Se ha criticado a los
medios de comunicación por su rechazo a creer que se pueda, por ejemplo,
regular estatalmente el mercado. Y se ha lamentado que se haya asentado en el
mundo el “realismo capitalista” de Mark Fisher: se ha lamentado, es decir, que
si bien la gente puede reconocer que el capitalismo es un sistema injusto,
realmente no cree que se pueda forjar un sistema alternativo. Pero de pronto
llega Pedro Castillo a anunciar que va a cambiar el modelo económico, y la
primera reacción de algunos profesores de izquierda que observaban, criticaban
y lamentaban la solidez del capitalismo, ha sido el horror. No sabían hasta qué
punto el realismo capitalista estaba en ellos mismos.
Dicho esto, es bueno reconocer las propias limitaciones,
pero no hay que agarrarse a latigazos culposos que lo cieguen a uno ante la
realidad. El miedo a Castillo no es solamente el producto del
racismo y del clasismo, o del temor a que se esfume el suelo capitalista. Se
puede tener miedos racistas/colonialistas/capitalistas y, sin embargo, estar en
lo cierto. La razón no le pertenece al “subalterno” simplemente por serlo.
Además, obviar los problemas del proyecto de Castillo porque este proviene de y
representa a los menos favorecidos, no es más que la versión “bondadosa” del
viejo paternalismo racista.
Hay muchos miedos desde la izquierda: que el grupo de
Castillo no esté listo para dirigir al país, que convierta a las regiones en
feudos corruptos, que su conservadurismo obstruya los avances en términos de
derechos de la mujer. Ninguno de ellos puede considerarse de plano irracional.
Pero hay uno que se eleva por encima de todos los demás. Se trata de un temor
no reconocido en la izquierda y que esta no tiene en verdad la necesidad de
reconocerlo ni mucho menos de declararlo abiertamente por “el bien del país”,
pues la derecha lo dice y repite hasta el cansancio. El nombre de ese miedo es
Venezuela.
Del miedo a Venezuela al miedo a Humala
Es cierto que hay una serie de dichos y escritos
preocupantes en PL, pero también lo es que hay en él todo tipo de declaraciones
que no hacen un todo coherente. Vladimir Cerrón ha declarado que PL es un
partido marxista-leninista-mariateguista, pero Julián Palacín sostiene que es
una izquierda popular como la de López Obrador en México. Y el plan de gobierno
de PL afirma que deben estatizarse y/o nacionalizarse sectores estratégicos,
pero últimamente Castillo y algunos congresistas de PL le dan la bienvenida a
la inversión privada.
A lo que voy es que hay algo indeterminado en ese proyecto
político. No se trata solo de que no se haya designado todavía un comité de
comunicaciones. Se trata de que el PL no parece estar unido entorno a un
programa bien definido. Hay, por supuesto, un sentido de izquierda nacionalista
y también un compromiso con la renegociación de los contratos con las empresas
extractivistas (de allí podría salir el dinero para invertir en educación y
salud) y, por supuesto, también con la Asamblea Constituyente y una nueva
constitución. Pero no parece haber mucho más que eso en cuanto a la voluntad de
ese grupo.
Por un lado está Cerrón, autor de un plan de gobierno que
tiene como referente a la “marea rosa” que se dio en América Latina entorno al
cambio de siglo, y que propone la estatización y la nacionalización de sectores
estratégicos de la producción. Asumamos que hay allí un empuje a ser Venezuela.
En realidad, no lo creo: así como Robert Merino, creo más bien que ese plan se
encuentra más cerca del Ecuador de Rafael Correa o del Bolivia de Evo Morales.[2] Pero,
por el bien del argumento, asumamos de todos modos que hay allí un empuje a
Venezuela. Por el otro lado está Castillo, que si bien tiene una formación
marxista-leninista proveniente del sindicalismo clásico, ha militado largo tiempo
en Perú Posible de Alejandro Toledo y eso da cuenta de una capacidad para
habitar y actuar en espacios distintos a los de su marco ideológico. Además,
como buen líder sindicalista, y eso se vio en la huelga de los maestros del
2017, es perseverante pero también pragmático.
Se dice que Castillo es un títere de Cerrón, con lo cual se
quiere decir también que lo que prima en ese grupo es el empuje ideológico
sobre el pragmatismo. No creo, personalmente, que Cerrón sea tan dogmático como
se le pinta, pero, más importante aún, si Cerrón tiene un partido con poco más
de 24, 000 afiliados, y Castillo tiene el apoyo de 200, 000 maestros y a los
ronderos como base de apoyo, además de ser él quien ha ganado la elección
nacional, es probable que sea Castillo el que tiene más poder de los dos. Sin
embargo, independiente de quién tenga más poder, y de qué tan pragmático puedan
ser Castillo o Cerrón, este grupo heterogéneo no está adherido al plan de
gobierno del PL.
Por otra parte, ni los maestros detrás de Castillo ni el 11%
(entre los electores hábiles) que votó por él en la primera vuelta tiene una
idea firme sobre la política económica a seguir. Y menos aún lo tiene el 41%
que, según la última encuesta de Ipsos, ha declarado que votará por él en la
segunda. En ese sentido, si ni el PL ni su base social ni sus electores están
unidos claramente en torno a una política económica, si la izquierda de
Verónika Mendoza, las ONG y la mayoría de organizaciones de izquierda no
comulgan con el plan de gobierno de Cerrón, y si, además (pero esto es lo
principal), este plan tiene en su contra a la gran mayoría de los congresistas,
a los partidos de derecha (RP, APP, VP, VN; PM y los dos AP), a la Confiep, a
los medios de comunicación y a las fuerzas armadas, entonces no veo cómo el
Perú podría llegar a ser Venezuela o algo parecido. A fin de cuentas, los
líderes no hacen lo que quieren sino lo que pueden según el contexto.
Se necesitaría un enorme movimiento de masas para detener el
tren neoliberal. Pero lo que está sucediendo es algo más acotado. Hay un
descontento popular de larga data con las brechas de la desigualdad, que,
además, se ha agudizado con la pandemia y cuyo más claro ejemplo es la
existencia de niños subiéndose a un árbol o a un cerro en busca de señal de
internet para sus clases virtuales. Este descontento ha sido parcialmente
capitalizado por Castillo y el PL, pero no se ha consolidado en un programa
claro y, menos aún, en una alianza entre las organizaciones del mundo rural y
los márgenes del mundo urbano, como lo hizo, por ejemplo, Evo Morales antes de
llegar al poder. En otras palabras, no se ha formado un proletariado o un
pueblo en torno a una idea de cambio que pueda competir contra una clase muy
consciente de sus intereses. Por tanto, en vez de temer que Castillo se
convierta en Hugo Chávez, habría que temer más bien que se convierta en Humala.
Verónika Mendoza fue uno de los primeros en hacernos pasar
del miedo a Venezuela al miedo a Humala, cuando, en su primera entrevista
después de la primera vuelta, confesó lo siguiente: “No olvido esa traición”.
Se refería al abandono de Humala de la “gran transformación”. Pero dada la
historia de las últimas elecciones en el Perú –la de Fujimori con su “No
shock”, la de Toledo con su marcha de “todas las sangres” y la de García contra
la indolencia de la derecha–, habría que decir mejor: “No olvido esas
traiciones”. No quiero decir con esto que los políticos sean traidores por
naturaleza. Quiero decir que existe una maquinaria
mediática-económica-política-militar que, desde hace mucho, se encarga de
domesticar a los “candidatos problema”. En otros escritos, he llamado a esta
maquinaria “la buena educación gubernamental” y he explicado que en ella entran
populistas de izquierda y salen presidentes neoliberales con programas
asistencialistas.
También en esa entrevista dijo Mendoza: “Es tiempo de
escuchar” (a Castillo). Escuchar puede ser, en efecto, una acción a la vez
sutil y potente, pero mientras JP (Juntos por el Perú) y las organizaciones de
la izquierda escuchan, los grandes empresarios ya están viendo cómo asegurar
sus ganancias y la maquinaria de la buena educación gubernamental ya está en
marcha. Felizmente NP (Nuevo Perú) ha expresado su intención de dialogar con
las fuerzas de cambio, “incluyendo las que representa Pedro Castillo”. Pero NP
y JP tienen que reconocer que han sido ampliamente superados por PL y que
es principalmente con este partido con el que hay que tender
puentes para afianzar el camino a la nueva constitución, si es que esto es
posible. Y mi esperanza es, además, que estos puentes permitan movimientos en
dos direcciones: un apoyo de técnicos, asesores y contactos de JP a PL y una
fuerza implícita de PL hacia JP para que este partido se vuelva menos dócil. En
otras palabras, JP tiene que pensar en PL como una oportunidad; no solamente
para el cambio de constitución sino para reconstruirse como partido de
izquierda.
De la “izquierda moderna” a una izquierda contemporánea
La pregunta de cajón que se le hace a Verónika Mendoza
después de la primera vuelta es: “¿cómo llegó usted aquí?”. Incluso los
comentaristas de los grandes medios de comunicación –esos que defienden el
modelo económico con uñas y dientes y que durante la primera vuelta atiborraban
a Mendoza con contrargumentos y estadísticas que supuestamente invalidaban todo
lo que ella proponía— hoy en día se regodean de manera cínica y perversa
preguntándole: “¿no cree usted que fue un error que abandonara a sus votantes
de izquierda para moverse hacia el centro?”. No sé si, al moverse al centro,
Mendoza perdió a sus electores de la sierra sur y central, o si, como lo
sugiere Carlos Moya, en verdad nunca los tuvo.[3] Pero
pongamos su fracaso en contexto.
La ruptura del Frente Amplio en el 2017 redujo la
posibilidad de un triunfo electoral tanto de Marco Arana como de Mendoza y
empezó a desvincular a la segunda de sus bases populares, sobre todo las
rurales. Sé que muchos piensan que Arana no es más que un aburrido
ambientalista oenegero, pero tenía vínculos con grupos y comunidades luego de
años de luchas medioambientales. Que en esta elección haya obtenido solo 0.45%
del voto popular no es un indicador de lo que el Frente Amplio pudo haber
contribuido a la campaña de Mendoza. Se puede amar a Arana y a la vez no votar
por él; la gente no es tonta y sabía que él estaba lejos de la segunda vuelta.
Otra historia hubiera sido teniendo a Mendoza a su lado… Quizás uno de los
mayores errores de Arana es no haber aceptado que él no es un candidato
presidencial viable. Arana ha hecho mucho más que Mendoza por el pueblo, pero,
como la belleza, la popularidad electoral es a menudo un don inmerecido.
Consciente de su debilidad con las bases populares, Mendoza
buscó la tan criticada alianza con Cerrón, la cual, en perspectiva, habla muy
bien de ella y nos obliga a mirar con ojos muchos menos complacientes las
renuncias de Marisa Glave e Indira Huilca. Javier Torres señalaba entonces que
(para Mendoza) Cerrón y Santos eran “una suma que yo no sé exactamente qué cosa
suma. Me parece que no suma nada”.[4] Ahora
ya sabe exactamente qué sumaba y que no era nada de lo que le parecía. Incluso
un analista tan fino como Carlos Tapia, que en paz descanse, creía que esa
alianza era un grave error porque iba quitarle entusiasmo a la juventud detrás
de Mendoza.[5] Pero
esa no era la única juventud.
Lamentablemente esta alianza no prosperó y Nuevo Perú se
alió con Patria Roja para tratar de ganarse al magisterio y sus diversos
vínculos con el pueblo, pero finalmente las predicciones de Cerrón acabaron
siendo corroboradas: “Perú Libre le va a demostrar realmente quién es el que
tiene la simpatía magisterial”. Con todo, Mendoza comenzó su campaña
presidencial con fuerza hablando de la necesidad del cambio de constitución.
Pero pronto se dejó llevar por la tentación de ser “izquierda moderna”, es
decir, la izquierda aséptica que quiere la derecha. En las últimas semanas, la
constitución quedó de lado y Mendoza se paseó por todos los medios de
comunicación hegemónicos para asegurarles que no iba hacer ninguna locura y
hasta llegó a decir que Reactiva Perú (el programa que ha ayudado a los grandes
en la pandemia) “no es un mal programa”. Cuando días después se difundió el
audio de Marité Bustamante en que juraba que se debía a las clases medias y no
a los “asentamientos humanos desperdigados por el mundo” que votan por
“cualquiera que les regale el táper”, quedó claro una tendencia en su partido.
No era la única, pero, en esta elección, JP pareció más cerca al Partido Morado
que a PL.
Rosa María Palacios sostiene que Mendoza no debió moverse
tan rápidamente al centro. Debió, como Ollanta Humala, jugar la carta más
“radical” durante la primera vuelta y moverse al centro en la segunda. Tiene
mucho de razón, pero hay que acotar que el contexto político en que se
desenvolvió Mendoza fue distinto al de Humala en su momento. Como lo señala Cas
Mudde, luego del ataque contra las torres gemelas en el 2001, la gran recesión
del 2008 y la crisis de los refugiados del 2015, la derecha radical coge
impulso en Europa y América.[6] A
esto habría que añadir la victoria de Donald Trump en EE. UU. para explicar que
la derecha radical ha pasado de ser un fenómeno marginal a ser parte del
“mainstream” y que, además, ha desplazado el campo político aún más hacia la derecha.
En otras palabras, el centro de Mendoza en el 2021 estuvo más a la derecha que
el de Humala en el 2011. Como lo explica Juan de la Puente, nunca antes en el
Perú se habían unido partidariamente neopentecostales y católicos.[7] Humala
no tenía a su lado a un candidato como Rafael López Aliaga que terruquea hasta
a la derecha moderada ni a un canal Willax que difama y mancha honras sin
ninguna vergüenza periodística ni a un ejército de trolls que inventa y repite
todo tipo de insultos y mentiras.
No es simplemente el error de cálculo sino una lógica global
y local la que impulsó a Mendoza a correrse al centro Hay que entenderla. Pero
también hay que entender que moderarse no era la única opción. Porque de pronto
Castillo ganó las elecciones en primera vuelta hablando de cambio de modelo, y
con Cerrón declarando su filiación marxista-leninista-mariateguista y,
entonces, el espectro político que asfixiaba a Mendoza cambió.
La derecha radical ya no parece tan temible y el suelo
neoliberal se hace un poco menos sólido. Pero, también, con la mitad de los
votos de Castillo, la izquierda de Mendoza queda muy cerca de la izquierda
brahmánica de Thomas Piketty, la cual se caracteriza por congregar menos a las
clases bajas que a individuos con mayores rentas y niveles de estudio. (Como se
sabe, gran parte del electorado de Mendoza está en los segmentos A/B de la
población). Se trata de una “izquierda” que a pesar de ceder en que “la
economía tiene sus propias reglas”, se siente progresista porque reclama
derechos, combate el clasismo-racismo-sexismo en el lenguaje y la cultura,
predica la buena consciencia ecológica y se indigna con la derecha radical. En
otras palabras, se trata de una “izquierda” que, quizás sin saberlo, se aleja
del eje izquierda popular contra derecha de élites para
acercarse al eje neoliberales progresistas contra neoliberales
conservadores.
No obstante, la victoria de Castillo le da la fuerza y la
oportunidad a la izquierda de Mendoza y a la izquierda en general para asumir
una posición más atrevida y reconectarse con las bases populares. En otras
palabras, la aparición de una “izquierda radical” le da la oportunidad a la
izquierda moderna de salir del eje neoliberalismo progresista versus
neoliberalismo conservador y colocarse más claramente en el eje izquierda
popular versus derecha de las élites. ¿Pero qué quiere decir esto
exactamente? ¿Hay que elaborar una política de acuerdo a la identidad popular y
olvidarse para siempre de las reivindicaciones feministas/LGTB por confinarse
estas a la clase media? No exactamente.
En mi reciente libro Sobre héroes y víctimas sostengo
que una izquierda contemporánea debe mantener la política de clase, pero que
esta debe ir de la mano con la política ecologista, la política feminista (meto
en este saco la política pro-LGTBI) y una mirada descolonizadora. Una manera un
poco distinta de decirlo sería: no hay solo una sino cuatro principales
relaciones de dominación, de clase, de género, de etnia y sobre el
medioambiente (como el común más básico sobre el cual se desarrolla la vida).
Una izquierda contemporánea tiene que poder superar las cuatro dominaciones de
manera interseccional: por ejemplo, un análisis feminista sin perspectiva de
clase es elitista y, sin la perspectiva descolonizadora, cae en el
eurocentrismo. Más que imponer un ideario o un programa, la izquierda
contemporánea debe poder conjugar de manera flexible e inventiva las cuatro
perspectivas descritas para llevar a cabo una política de igualibertad que
supere el neoliberalismo, el patriarcado, el racismo colonial y el
desarrollismo.
PL no es para mí una izquierda contemporánea, pero tampoco
lo es JP. No obstante, entre la izquierda de Castillo, la de Mendoza y las
organizaciones populares, podría comenzarse producir una posición de izquierda
que conduzca a la nueva constitución. En lo concreto, no me parece difícil
pensar un consenso entre ambos partidos en torno a la clase. Lo cual quiere
decir, entre muchas otras cosas, mayores derechos laborales y programas
redistributivos, e inversión en, y apoyo a, los pequeños negocios y a la
pequeña agricultura.
La cosa se complica con respecto al medio ambiente. En su
plan de gobierno, Cerrón observa que las regiones deben trazar sus “áreas
protegidas e intangibles”, pero, desde una postura anti-imperialista, se opone
al “ecologismo oenegero o el medioambientalismo fundamentalista”. Y además
considera que “los países sudamericanos” somos “contaminadores marginales” y
que son los países altamente industrializados quienes “nos deben el eterno
cuidado medioambiental”.[8] No
le falta razón. Si el Perú contamina alrededor de 0.4 % de los Gases Efecto
Invernadero en el mundo, no veo por qué haya que parar la explotación del
subsuelo. El argumento de PL va en el sentido de “descolonizar la ecología”.
Como lo sugiere Bernard Duterme, hay que evitar hacer de esta un mecanismo de
subordinación de los países pobres a los países ricos.[9]
Sin embargo, según Roberto Espinoza, “no se puede minimizar
ni eludir la grave destrucción de la base natural del país”, para no hablar de
su efecto sobre las comunidades de sierra y selva.[10] Es
posible que el equipo de JP sea más blanco y acomodado que el de Castillo, pero
su plan de gobierno supera al de PL en cuanto a hacer un mapa de áreas
intangibles, proteger a las poblaciones indígenas y realizar un cambio de
matriz energética. Si JP y los grupos medioambientalistas no consiguen
consolidar una alianza con PL, este puede dar rienda suelta a una pulsión
desarrollista que habita en todos nosotros (pero más en los gobernantes) por el
simple hecho de ser parte de la modernidad capitalista.
La cosa se complica también con respecto a la política de
género. Muchos se han contentado en criticar a JP por apostar por una política
de clase media, en vez de hacerlo por los temas que preocupan a las grandes
mayorías. JP habría cometido dos errores a la vez: el primero es de orden
sociológico: no se hace política de genero con mayorías conservadoras; y el
segundo de orden marxista: no se debe ignorar que la contradicción principal es
la clase. Estoy en desacuerdo con lo anterior. Argüir que no se puede seguir un
curso político porque la mayoría no la comparte implica no hacer política de
emancipación, la cual comienza siempre con un pequeño grupo convencido y con
una mayoría indiferente, indecisa, o adversa. ¿Acaso se equivocaron los
bolcheviques en hacer política comunista en Rusia porque la mayoría no creía en
el comunismo? Y, por otro lado, argüir que la contradicción principal es la
clase, no toma en cuenta los desarrollos del marxismo contemporáneo, que acepta
la posibilidad de múltiples contradicciones de igual valor, o al menos que la
contradicción principal depende de las circunstancias.
Analicemos de cerca este caso ya que es el más sensible para
las capas medias. El plan de gobierno de PL apunta a la igualdad entre hombres
y mujeres en términos laborales y a la despenalización del aborto. Esto último
es bastante audaz en términos feministas en el Perú. Pero Castillo se opone al
aborto y ya hemos visto que Cerrón no es necesariamente quien tiene más poder
en ese grupo. De esto no hay que concluir que Castillo es conservador y Cerrón
progresista. Pues si bien su plan de gobierno explicita que “nuestro país debe
iniciar un proceso de despatriarcalización”, también considera que esto no
significa “instalar su extremo contario, el feminismo”. ¿Por qué no el
feminismo, dado que es gracias a él que las mujeres pueden hoy visualizar el
patriarcado y sus mecanismos de opresión? Porque el feminismo sería un
movimiento de clase alta distanciado de las mujeres de abajo. De hecho, en su
plan de gobierno explica que las mujeres de clase alta no “comprenden la
transformación social a favor de las menos favorecidas”.
No hay que engañarse, hay, en efecto, machismo en la dupla
Cerrón/Castillo, pero no hay en ella una activa agenda anti-feminista o
anti-LGTBI, como sí lo hay en los grupos conservadores que apoyan a Rafael
López Aliaga. Se trata de un machismo heredado por tradición y que se sirve de
ciertos argumentos del MAS boliviano para darse sustento teórico. No es, sin
embargo, impensable que Castillo pueda procurar una alianza con la derecha
radical para, por ejemplo, retirar el enfoque de género de la educación escolar
a cambio de quién sabe qué. Pero tampoco lo es que pueda forjarse una alianza
con los grupos feministas.
Tradicionalmente se ha pensado que el populismo y el
feminismo no van de la mano debido a que, entre otras cosas, los líderes
populistas no quieren comprarse el pleito de luchar por temas impopulares (como
el aborto o el matrimonio homosexual). Pero como lo señalan estudios recientes,
el populismo de izquierda no está necesariamente enemistado con el feminismo.[11] El
MAS estigmatizó de elitistas y oenegeros a varios grupos feministas y, sin
embargo, acabó en una alianza con ellos que produjo una serie de legislaciones
progresistas orientadas a detener la violencia de género y aumentar la
participación femenina en los gobiernos nacional y locales. Los grupos
feministas más reconocidos deberían realizar los acercamientos necesarios a PL.
Es una oportunidad para acercarse también a esas organizaciones populares de
mujeres que rechazan llamarse feministas, a pesar de que puedan tener
coincidencias con estas. Es una oportunidad para desarrollar un feminismo
descolonizado que pueda convocar a las mayorías.
Cuatro reflexiones a modo de resumen
Uno. Hay una clase consciente de sus intereses y otra que
no. Hay, por supuesto, un descontento popular con el sistema que se ha
agudizado con la pandemia, pero Castillo está lejos de haber conseguido la
unión del campo y la ciudad en torno a una idea política. Por eso mismo, el
riesgo mayor es que Castillo se convierta no en Chávez sino en Humala. Ya está
instalada la maquinaria económica-mediática-política-militar que transforma a
los líderes de izquierda en neoliberales. Y ya está instalada también la
máquina mediática de demolición. La encuesta de Ipsos (que anuncia la victoria
de Castillo sobre Keiko Fujimori) ha sido la señal de alarma para la burguesía
como clase y la carta de Vargas Llosa apoyando a Fujimori ha sido el grito de
guerra. El programa televisivo Cuarto Poder ha respondido alabando los
programas sociales de Fujimori y suscitando el pánico a Castillo. Panorama ha
hecho lo suyo: Rafael Aliaga dijo que Castillo era Pol Pot y nadie lo
contradijo. Los trolls se irán desplazando poco a poco a la televisión
nacional. En la primera vuelta Mendoza tuvo que enfrentar el terruqueo de las
redes y de los medios, en la segunda le toca a Castillo… pero exponencialmente.
De más está decir que la campaña de demolición y de educación gubernamental
juegan a dúo. Si la campaña de demolición de Castillo tiene éxito, Fujimori
(haciendo honor a su apellido) asegurará el modelo económico que implementó su
padre con el golpe del 11 de abril de 1992. Si fracasa, ejercerá presión para
que el candidato de izquierda se vaya “moderando”.
Dos. Independientemente del resultado en la segunda vuelta,
la victoria de Castillo en primera ya ha alterado el espectro político. La
derecha radical había inclinado el péndulo hacia la derecha, Castillo lo
inclina ahora hacia la izquierda y obliga a la derecha hablar de todo tipo
programas sociales. Además, la izquierda de Castillo rescata a la izquierda de
Mendoza del acoso “moderador” que había sufrido en los medios de comunicación y
le da la oportunidad de zafarse de la posición neoliberal progresista para
volver a asumir una posición de izquierda. Algo de eso ya ha ocurrido: desde la
victoria en las urnas, Mendoza se ha vuelto más combativa y le ha dicho a Jaime
Chincha en RPP que la Nueva Constitución es lo central y urgente en el país, y
que preocuparse sobre si, para ello, Castillo disuelve o no el congreso, es
básicamente andarse con formalismos.[12] Hay
que recordarlo: a veces sostener una posición con firmeza es mejor que décadas
de moderación.
Tres. Ni JP ni PL son una izquierda a la altura de las
demandas del mundo contemporáneo. Ni JP puede querer ser el tutor de PL desde una
supuesta moral progresista ni PL puede querer ser el maestro de PL con respecto
a las “verdaderas necesidades del pueblo”. Es imperativo que se forje una
alianza entre JP, PL y los distintos partidos de izquierda y organizaciones
populares para producir una izquierda contemporánea que eluda
tanto a la izquierda moderna como a la tendencia en el socialismo del siglo XX
de identificar la victoria popular con la concentración del poder en un
partido-estado revolucionario. En lo más concreto y urgente, esa alianza debe
tener como norte la Asamblea Constituyente tal cual la ha propuesto Castillo:
una asamblea compuesta por un 60% de organizaciones populares y el 40% de
partidos políticos.
Cuatro. Como lo explicaba en el punto Uno, hay una clase
consciente de sus intereses y otra que no. No hay un pueblo unido en torno a
una idea. Esto impide que el Perú se convierta en Venezuela, pero también
obstruye el camino a la Asamblea Constituyente. Es más, viendo la actual
correlación de fuerzas, me parece difícil que tengamos una nueva constitución
en este quinquenio. Recuérdese que, para llegar a la nueva constitución
boliviana, Evo Morales necesitó no solo ser gobierno sino tener un apoyo
mayoritario y activo de la población y la verdad es que Castillo no tiene por el
momento nada de eso.
Y sin embargo… las cosas pueden cambiar rápido. Veo que PL
ha hecho un llamado a las distintas organizaciones populares, lo cual no es
extraño, pero sí lo es que Patria Roja (rival de Castillo y del Conare) haya
respondido. Todos los maestros se podrían estar sumando al proyecto de Castillo
y este ya ha pactado reuniones con los gremios estudiantiles. Contra mi propio
pronóstico, se puede estar gestando una oportunidad para la nueva constitución
en un tiempo no tan lejano, pero, hay que reconocerlo, también un peligro… en
realidad, más de uno. Las fuerzas progresistas no pueden darse el lujo de
paralizarse de horror. Pues lo que venga, bueno o malo, dependerá de las
alianzas que se hagan hoy.
[1] Citado
de Slavoj Zizek, In Defense of Lost Causes. New York: Verso. P.
111.
[2] Robert
Merino, “¿Qué tipo de radicalismo representa Pedro Castillo?”.
https://noticiasser.pe/que-tipo-de-radicalismo-representa-pedro-castillo?fbclid=IwAR2k1SXkV6c6s1BrMB6PoA6FCTIsrmv4V3A1MRwoOEXq832ZGrrBoZtl3j4
[3] Carlos
León Moya, “La inversión de los papeles”. Hildebrandt en sus trece.
16/04/21. P. 21.
[4] Entrevista
del 22/10/19 en Ideele Radio.
https://www.ideeleradio.pe/lo-ultimo/javier-torres-alianza-entre-veronika-mendoza-y-vladimir-cerron-se-terminara-rompiendo/
[5] Entrevista
del 23/ 10/19 en Radio Nacional.
https://www.radionacional.com.pe/informa/politica/carlos-tapia-alianza-de-veronika-mendoza-con-cerron-es-un-error
[6] Cas
Mudde, The Far Right Today. Polity Press: Cambridge, UK. 35.
[7] Juan
de la Puente, “El renacimiento conservador peruano”. La república 04/
19/ 21.
https://larepublica.pe/opinion/2021/04/19/el-re-nacimiento-conservador-peruano-por-juan-de-la-puente/
[8] Vladimir
Cerrón, Perú Libre. Ideario y Programa. P. 34.
[9] Entrevista
a Bernard Duterme de Mathieu Lorriaux. “Es urgente descolonizar una ecología
supuestamente universal”. https://www.equaltimes.org/bernard-duterme-es-urgente#.YH4JVxMzb_Q
[10] Roberto
Espinoza, “Lo que debe corregir Pedro Castillo para derrotar al fujimorismo”.
Servindi 15/04/21. https://www.servindi.org/15/04/2021/analisis-critico-pero-propositivo-para-que-castillo-derrote-al-fujimorismo
[11] Ver
al respecto la interesante tesis de Pablo Castaño Tierno para la Universitat
Autònoma de Barcelona titulada Left Wing Populism and Feminist
Politics. The Case of Evo Morales’ Bolivia (2016-2018).
https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/670445/pct1de1.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[12] Entrevista
de Jaime Chincha a Verónika Mendoza en RPP. 12/ 04/21. https://www.youtube.com/watch?v=oQR3AwTA9tc
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