VERGUENZAS
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 533, 2ABR21
V |
ergüenza. Pero no la ajena, esa que no nos toca ni
lesiona. En este caso es vergüenza paisana, nacional, nostrísima.
LOPEZ ALIAGA,Tratando de cambiar aliento con un pequeño spray |
Vergüenza por López-Aliaga, que de célibe empeñoso
pasó a ser virgen cerebral, que de millonario en concesiones pasó a ser
indigente de ideas. ¿Qué periodista de Willax le escribió, con letra enredada,
lo que casi no podía leer este infeliz? ¿A quién creyó que podía engañar
recitando fichas ajenas? La derecha peruana de talante religioso y ultracatólico
alguna vez tuvo a José de la Riva Agüero y Osma como representante. Ahora debe
contentarse con López-Aliaga. Es como pasar de un Mercedes a un triciclo
cargado de chatarra.
Vergüenza por Hernando de Soto, que conmovió con su
trémula vejez y sus delirios de protagonista retroactivo. Es una buena persona,
un ensayista reconocido, un intérprete novedoso de cierto aspecto de la realidad
peruana, pero el tiempo ha hecho su malévolo trabajo y el resultado es este monólogo
refundador que no se sabe qué quiere decir, a dónde se dirige, qué metas
persigue.
Un gobierno de De Soto sería como el que en Alemania
presidió, anciano y enfermo, Paul von Hindenburg y que terminó, como ya
sabemos, con Hitler en el poder. La llamada república de Weimar duró quince
años en Alemania. La nuestra, tan frágil como aquella, lleva 199 años de
existencia.
Vergüenza por César Acuña, que demostró por qué
tiene que plagiar tesis y libros. El milagro económico del Perú no es el PBI
mentiroso ni la reducción, oficial y deleznable, de la pobreza. El verdadero
milagro es que un semianalfabeto pueda fundar universidades que lo hacen
millonario y poderoso.
Vergüenza por Ciro Gálvez y Pedro Castillo, representantes
del folklorismo de izquierda que la derecha necesita. Una izquierda así de
aldeana, así de ensimismada, así de telúrica, es la que puede arrancar algunos
aplausos condescendientes en el periodismo tradicional. Ni Gálvez ni Castillo
aspiran a la presidencia. Lo que quieren es una mención en cursiva al pie de
alguna página. Estoy convencido de que ni siquiera eso lograrán.
Vergüenza por Alberto Beingolea, que dijo como
metralleta todo lo que la derecha bruta y achorada dice despacito para que la
entiendan bien. O sea: el-Estado-es-malo, lo privado-es-buenísimo, la-Constitución-fujimorista-no-se-toca.
(Chancón de a 20, Beingolea tiene la inteligencia de los siervos obedientes y
recita de paporreta lo que Luis Bedoya Reyes improvisaba como el Pinglo del
argumentario conservador que era. Cree Beingolea que estamos en el siglo pasado y que
la derecha debe seguir con su mensaje inmovilista y terco. Ignora este señor
que la casa matriz del partido que él representa, es decir, Alemania, ha empujado
a la Unión Demócrata Cristiana hacia el centro y que ese viraje es el que ha
permitido a la señora Merkel gobernar desde el año 2005. Beingolea cree que
Pedro Beltrán está vivo y que si repite teatralmente la lección en público será
entrevistado por la revista “7 Días”. Si supiera escribir, seguro que Beingolea
le mandaría textos a Arturo Salazar Larraín, a quien también debe creer vivo y
coleando.
por CHILLICO |
Vergüenza por Ollanta Humala, que habló como si
nadie recordara lo de Odebrecht y nadie supiera que su gobierno -el suyo o el de
Nadine Heredia, no importa- fue uno más de los tantos regímenes avalados por la
Confiep y los empresarios voraces que allí se parapetan. El señor Humala
recibió el elogio de “El Comercio”, que así premió su “sensatez y moderación”.
Lo que ensalzaba, en realidad, era la castración política que los nacionalistas
padecieron desde que firmaron el compromiso aquel de ceñirse a los marcos
constitucionales de 1993. Mario Vargas Llosa contribuyó a emascular a Humala.
Quien realmente nos gobernó entre el 2011 y el 2016 fue Pichula Cuéllar.
En fin, vergüenza por Alcántara, que ratificó su
inexistencia, y por Forsyth, que confirmó que los únicos palos que domina son
los que al parecer le han dado para ser la pantalla de un nuevo seudónimo de la
vieja derecha. Y mucha vergüenza por el fugitivo Vega, que leyó con voz de
susto su adiós irrelevante. No hay nada peor que te vayas de donde no te han
echado y que, encima, nadie te eche de menos. ¡Y pensar que alguna vez, en
1994, cuando vivía en Madrid, fui mensajero de Pérez de Cuéllar en Lima para
alistar su candidatura por la UPP!
Y mucha, pero mucha vergüenza por los periodistas
que hicieron de moderadores y que se hicieron cómplices públicos del señor Santos
en su exhibición de matón del barrio.
Los demás se portaron como candidatos y cada quien
juzgará sus propuestas, la viabilidad de sus promesas, la consistencia de sus
planes.
Lo único que puedo añadir es que esta elección
terminaría de ser una pesadilla si en este momento, al escribir estas líneas,
la segunda vuelta fuera un coto exclusivo de la derecha y la centroderecha.
Debemos agradecer que haya una opción de izquierda para la hora de las
definiciones. No importa lo que diga la caverna de siempre ni cuánto quieran
manipular las encuestadoras. No hay que tenerle miedo a quienes nos impusieron,
con tanques en la calle, el neoliberalismo sin hospitales ni oxígeno ni ucis.
No habrá segunda vuelta de verdad ni debate serio al que asistir si la izquierda
no tiene una representación. Piénsenlo bien. He llegado a este convencimiento
después de una profunda reflexión y tras leer la columna que Pedro Francke
publica en esta edición. Ese texto supone un compromiso público de no repetir
en el Perú experiencias desdichadas como la del chavismo ni ensayar entre
nosotros la ingeniería social, siempre opresiva, del socialismo de raíz
marxista. ▒▒
Mechain en Peru21 2abr21 |
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