NO SÉ POR QUIÉN VOTAR
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°
530
L |
a duda me consume.
¿Quién de los que se ofrecen como rectores del país
es el menos rechazable? ¿Alguien lo sabe?
Yo no lo sé. ¿Me inclinaría por quien propone la
indecisión como doctrina y la ambigüedad como plan de gobierno?
¿Optaría por el personaje salido de “El nombre de la
rosa”, ese señor de dicción arrastrada y anuncios de Cruzado? ¿Le daría mi voto
al joven portero que hoy, después de la ruptura del encantamiento, parece ser
el conserje de Nieto Montesinos? ¿O se lo daría a la candidata que ignora que
el muro de Berlín cayó y que propone un megafestival de gasto público?
Vaya dilema. ¿Y la señora que lidera la organización
criminal de mayor envergadura de la historia policial del Perú? Esa es,
probablemente, la única persona que merece una certeza: me uno a la mayoría de
los peruanos que anuncian en encuestas que jamás votarían por ella.
¿Y los liliputienses, fanfarrones, apocalípticos
que se ahogan en el rubro “Otros”? Ellos son el plancton de nuestra política,
las algas del roquerío. Entraron a la escena por la ventana cuando los que
valían la pena abandonaron la política y los partidos se convirtieron en califatos.
Ojalá que el porcentaje los saque del padrón, aunque estoy seguro de que
volverán reconvertidos y con las mismas monsergas.
La historia oficial que está detrás de mis dudas se puede resumir así, con las siguientes palabras.
Este era un país que marchaba con paso firme al
desarrollo y que ya se aprestaba a firmar los papeles que lo inscribirían en
la OCDE. Ese era el sueño de la CONFIEP para mirar sin complejos a sus colegas
de Chile. Nos llamábamos “los tigres” del crecimiento y había quienes nos
adulaban comentando “el milagro” de nuestro “desarrollo”. Si Polo Campos el
Zambo Cavero no se hubiesen muerto, entre ambos habría salido otro himno a la
peruanidad (de esos que las barras entonan antes del penal errado y del palo
aguafiestas).
Pero he aquí que de la República Popular China, que
antes había querido exportar el maoísmo y sólo había podido producir en el
Perú a Saturnino Paredes y a Abimael Guzmán, salió un virus de vocación
planetaria.
La pandemia del Covid-19 nos desnudó: tres millones
de falsos mesócratas -“clase media vulnerable”- regresaron a la pobreza, el
desempleo y subempleo cubrieron a nueve millones de peruanos, la extrema
pobreza alcanzó al 25 % de la niñez.
De pronto, descubrimos la verdad: no teníamos
sistema de salud, éramos un cuento narrado por unos pendencieros que se
empeñaban en no recordar que el 75 % de nuestra economía era clandestina
y no pagaba impuestos ni creaba empleos dignos de llamarse tales. La pandemia
también nos puso frente a frente con nuestro sistema educativo, con la miseria
de nuestra infraestructura vial y comunicacional, con la desigualdad inicua
entre regiones y entre clases. La cuarentena nos retrató: en el país donde la
pobreza monetaria se medía peor que en Biafra y el autoempleo se consideraba
empleo, todos debimos cruzarnos de brazos en la soledad del aislamiento. Y
todos asistimos a la odisea caníbal del oxígeno que decuplicaba su precio, a
las clínicas (privadísimas) que se hacían más ricas, a las tempranas promesas
de que todo iría bien.
VERO |
Ahora tenemos una crisis descomunal porque es
social, económica, política, monetaria, fiscal, productiva, sanitaria y moral.
Tenemos el derecho de hablar de un drama de posguerra. El hambre merodea en
las poblaciones pobres y una delincuencia alentada por la desaparición del
orden más elemental empieza a tomar las ciudades. En Lima, el hampa está
creando un archipiélago de distritos donde las alcaldías se han entregado a
Carita y Tirifilo.
Para un desafío de este tamaño se requeriría un personaje
extraordinario, una coalición sin precedentes de voluntades, un milagro laico
de humildad y civismo al servicio del país. Nada de eso tenemos.
Allí están todos anunciando la multiplicación de
los peces, la dación de la felicidad, el agua convertida en vino Tacama. Es el
festival de las ofertas y las gangas. Nadie le advierte al Perú cuánto nos va a
costar salir de esto, cuánto sacrificio colectivo supondrá derrotar la
pandemia, recuperar la economía, a empezar a cambiar nuestra realidad desde los
fundamentos. Ningún candidato le dice a
su público que un país con el 75 % de economía informal y sólo el 14 %
de presión tributaria no es viable. Nadie de ellos (y de ellas) nos dice que
minería y agricultura tendrán que aprender a convivir. Nadie se atreve a romper
el pacto infame ya no de hablar a media voz sino de rendirle tributo estridente
a la mentira.
Por eso dudo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario