UN DEBATE SOBRE EL SECTOR CULTURA
CADA VEZ MÁS URGENTE
Carlos Herz Sáenz, NOTICIAS SER.PE, 29JUL20
El Presidente de la República ha dado su último Mensaje a la
Nación, convocando a un pacto nacional de los partidos políticos en torno a 5
puntos que él mismo considera ambicioso lograr. Mas aún, si lo que está de por
medio es un escenario de crisis no solo sanitaria sino de gobernabilidad
considerando la fragilidad institucional del aparato estatal, de las
organizaciones de la sociedad civil y del sector empresarial, debilidad que se
extiende a la imposibilidad de construir consensos para encarar siquiera los
aspectos más perentorios de la agenda nacional. La pandemia por cierto no ha
afectado por igual a toda la población, y hay sectores que han sabido
aprovechar la crisis para continuar obteniendo beneficios económicos desde sus
espacios de poder.
En este contexto un componente esencial para construir
gobernabilidad y que no ha merecido mayor preocupación ni interés por parte de
las autoridades políticas es el de la Cultura. El sector ha vivido 10 cambios
de ministros solo durante el actual gobierno, sin mayores logros. Recién en
esta gestión se ha aprobado una política nacional de cultura que espera ponerse
en práctica para contribuir a la superación del marcado déficit en ciudadanía,
democracia y educación que afecta severamente al país.
Lo primero que podría impulsarse desde el Ministerio de
Cultura, convocando a diversas organizaciones e instancias a un debate nacional
sobre la política nacional recientemente aprobada. La existencia de una
política formal es un aporte, pero es insuficiente si no cuenta con los
instrumentos que permitan su aplicación: normas, procedimientos,
institucionalidad, proyectos y financiamiento, y menos aún, si no se movilizan
hombres y mujeres que la pongan en práctica. La elemental acción de poner en
discusión social colectiva la Política Nacional de Cultura significaría una
oportunidad de cambio de la situación actual en que se encuentra este Sector.
Permitiría crear condiciones para entender la Cultura como factor sustancial en
el desarrollo de los pueblos. Al respecto se puede identificar varios desafíos:
1. Fortalecer el Ministerio de Cultura,
superando su situación marginal en cuanto a recursos económicos, personal y
capacidad de decisión. Basta señalar la lamentable situación de deterioro de
muchos bienes materiales arqueológicos e históricos, debido a las limitaciones
presupuestales, que hacen evidente la escasa atención gubernamental para la
conservación y aprovechamiento sostenible del patrimonio cultural. Asimismo,
las actuales normas que simplifican los procedimientos de las evaluaciones
arqueológicas acotando plazos a manera de trámites de silencio administrativo
muestran una valoración devaluada del patrimonio cultural frente a las
prioridades del modelo de crecimiento económico. Este desafío incluye la
promoción de alianzas estratégicas con la cooperación internacional, el sector
privado, las universidades, entre otros, desde una agenda pública concertada y
generada desde el Sector. Asimismo, se debe promover la
descentralización del Sector Cultura, fortaleciendo las direcciones
desconcentradas de cultura en coordinación con los gobiernos regionales y
municipales, como un proceso gradual, aprendiendo de los errores cometidos de
las anteriores experiencias fallidas y burocráticas de transferencias de
competencias y funciones del gobierno central, sin una comprensión cabal sobre
la descentralización como una trascendental reforma de Estado que debiera
comprometer a los diversos niveles de gobierno, mayormente a las autoridades
nacionales.
2. Priorizar la comprensión de la
realidad multicultural y pluricultural que caracteriza nuestro país, que
debiera estar fuertemente presente en la agenda y en los procesos de
planificación del desarrollo, propiciando una participación más protagónica del
sector Cultura en las orientaciones del CEPLAN. Basta con reconocer la
existencia de 77 etnias locales, 7 de las cuales se encuentran en situación de
aislamiento voluntario, así como la identificación de 68 lenguas pertenecientes
a 16 familias etnolingüísticas. La defensa suprema de los derechos y los
beneficios de las poblaciones nativas, la construcción de mecanismos
equitativos de diálogo intercultural, incluyendo el respeto y el uso de las
lenguas locales, la promoción territorial del bilingüismo donde corresponde
(como en el sur andino), entre otros, son roles que debieran promoverse desde
el Sector Cultura. Cabe resaltar que una de sus competencias es la de diseñar,
establecer, ejecutar y supervisar la política nacional y sectorial de la
interculturalidad en el país.
3. Modificar drásticamente el enfoque
que subordina la Cultura a las demandas de actividades turísticas basadas en
prácticas rentistas y extractivistas, para las cuales la Cultura solo tiene
sentido si genera ingresos económicos sin importar los impactos sobre el
patrimonio ni el destino de los beneficios que se producen. Beneficios que no
necesariamente contribuyen a mejorar calidad de vida de las poblaciones ni a
promover un desarrollo de los territorios con equidad e inclusión. Es claro que
existe una apreciación política y económica de la Cultura, pero ésta posee un
valor sustancial sobre la economía y la política, concepto que aún no se
entiende en nuestro país. Se debería trascender del enfoque tradicional y
burocrático de puesta en valor del patrimonio cultural al de apropiación social
y sostenible por la población y los agentes económicos locales. La Cultura debe
ser considerada como parte de la vida de las personas en toda su magnitud
incluyendo la económica. Solo así se la puede valorar, proteger y aprovechar
responsablemente. Es un desafío que debiera comprometer también a otros
ministerios como Educación, a gobiernos Regionales y locales, y a las
organizaciones de la sociedad civil.
4. Promover el concepto de gestión del
patrimonio cultural como aspecto sustancial en los procesos de planificación participativa
del desarrollo territorial. No se trata de encasillar las supuestas
bondades de cada territorio en cuanto a sus potenciales recursos, sino de un
aprovechamiento sostenible y adecuado de los mismos. Sin embargo, el papel de
la Cultura trasciende el de su uso como un bien económico y, una vez más, se
ubica en la dimensión humana y lo que ello implica en cuanto a la búsqueda y el
ejercicio de libertades, de tolerancia, de equidad de género, de eliminación de
racismo y homofobia, de afectos, de creatividad, de orgullo histórico, de
identidad con los espacios de vida. De allí la importancia de estimular
planes de gestión cultural como instrumentos de movilización social y
económica en cada territorio, formando capacidades para estos fines.
Los desafíos propuestos no solo implican tareas de los
gobernantes, sino que debieran corresponder a las diversas organizaciones,
movimientos y plataformas de la sociedad, las universidades y los
emprendimientos empresariales comprometidas con la valoración de la Cultura
para fortalecer democracia, ciudadanía, desarrollo inclusivo.
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