LECTURAS INTERESANTES Nº
932
LIMA PERU
6 DICIEMBRE 2019
CAPITALISMO TRISTE
César Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 471, 6DIC19
U
|
n nuevo estudio realizado por cuatro universidades
norteamericanas ha confirmado lo que otro, elaborado en el 2004, había
revelado: que la tristeza es buena para el capitalismo porque los tristes compran
más y pagan mejor.
El mecanismo es así: las personas que pasan por un
mal momento tienden a consolarse de maneras erráticas (una de ellas es
comprando cosas superfluas), piensan que el dinero no es tan importante como
les había parecido antes y, además, pueden adquirir repentina conciencia de la
brevedad de la vida, pensamiento que pone al sentido del ahorro en la
categoría de mandamientos por revisar.
En suma, nada mejor para el consumo sin pausa que un
ejército de la noche triste, un manhattan de depres vitrineando, miríadas de
señoras con tarjetas platinum después de enterarse de la última aventura del
marido.
Lo que el estudio no dice, por supuesto, es que ese
“buenos días, tristeza” está garantizado por el propio sistema del consumo
febril y por su agente mayor, la publicidad. Sí, porque cómo no sentirse un
poco al margen y un tanto forastero de los goces (y, por ello, un poco triste)
si no podemos comprar lo que la tele dice que debemos comprar para ser plenos y
felices. Plenos y felices como ellos: los que con una fragancia nueva encaman
a las Misses, los que con un coche nuevo conquistan la Patagonia, los que con
una hoja de afeitar de triple filo ven a Dios mientras se dan golpecitos en el
mentón.
Imposible ser como ellos. Imposible ser feliz.
Imposible para ellas ser como ellas: las que hacen
hervir la testosterona de los que las miran, las que bailan bajo la lluvia y no
se mojan, las mujeres soñadas que lacean hombres como reses y nunca conocerán
la celulitis. Imposible ser como ellas. Imposible ser feliz.
Pero si no eres feliz, siempre podrás intentarlo. Y
la mejor manera de acercarte a esos paraísos es imitando a quienes habitan en
ellos. Por eso es que la publicidad es un pasaje al alivio y una apuesta por el
pensamiento mágico. De pronto, si hago lo que ellos (o ellas) hacen, experimentaré
esa plenitud, esa cima de mil doscientas líneas por segundo.
Al Manifiesto Comunista lo han reemplazado los
encartes en papel cuché de los grandes almacenes. No hay mensaje más implícitamente
revolucionario que el que proponen. No hay mundo más dividido e
irreconciliable que el que invitan a visitar. No hay resentimiento más hondo y
espontáneo que el que esas hojas satinadas convocan. El comunismo –si viene-
no vendrá subido en tanques sino que a pie: millones de individuos exigiendo
el cumplimiento de la felicidad prometida en tanta tele y tanto suplemento.
Porque entre nosotros -desde África a América Central
y del Sur, pasando por buena parte de Asia-, frente a los tristes que compran
(y que se entristecen porque no pueden comprarlo todo) están los que no tienen
tiempo de estar tristes porque apenas pueden comprar lo indispensable.
De esos impedidos de estar tristes se ha olvidado la
derecha asnal que padecemos y que gobierna sin siquiera molestarse en ganar
las elecciones.
Cuando Sendero mataba por docena y sarta y se reía
como hiena a rayas, la derecha decía que, si todo iba bien, trataría de
mejorar la situación de los trabajadores y entendería que su tarea pendiente
seguía siendo la de ayudar a hacer un país que comprometa a todos.
Cuando Sendero fue derrotado y volvió la democracia
con cara de sinvergüenza tenaz, la derecha se olvidó del miedo y volvió a lo
suyo: saquear lo que se pueda porque el Perú no es un país sino un incendio de
gangas, una gala, un cierrapuertas.
Así que mientras los tristes con dinero plástico
consumen más y pagan mejor, millones se consumen en el arte viejo y saltarín
de la sobrevivencia. Son los que mañana, atizados por un discurso unificador
de la ira, le recordarán a la derecha (y a todos) que el Perú tiene futuro
porque es un país por hacerse. ▒▒
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