COMO CONSTRUIR
UNA ISLA
Escribe: Daniela
Toce, en SOMOS de EL COMERCIO n° 1711, 21SEP19. Fotos: Guiliana Camarena /PNUD Peru
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ace dos años,
la comunidad de Chimu, del Centro Poblado de Ichu, en Puno, emprendió el sueño
de construir una isla flotante. Hoy se llama isla Balsero Chimu y esperan hacer
de ella un centro turístico de interpretación de la totora, para entender los
lazos ancestrales entre esta planta acuática, el lago Titicaca y sus
pobladores.
RUTINA DE ALTURA. Enrique Cuno Canqui, (de pie), representante de la
isla Balsero Chimu, recoge totora cada mañana. Es su sustento y un modo de vida
ancestral.
Un cóndor
recibe a las visitas desde lo alto de un mirador.
Está hecho
completamente de totora, como las casas, las balsas y el mismo suelo sobre el
que caminamos en la isla. “No sé qué hubiera sido de nosotros sin la totora”,
remarca Enrique Cuno Canqui, mientras hace una demostración de la
construcción de la isla Balsero Chimu. Se empieza con la raíz de totora, que,
enmarañada, flota hacia la superficie. Se enlazan los bloques con alambre y
paja y se ajustan en el lecho del lago para no flotar sin rumbo. Finalmente,
se ponen capas de totora seca que sirven de piso. Sobre el bloque coloca una
casa, hecha con totora también, y una balsa que va anclada a la isla. “Pero no
está completa sin una familia”, comenta Enrique, y atrás de él, su esposa
Angélica Panca teje artesanías sentada afuera de la casa.
ISLEÑA. Angélica Panca,
artesana y la Asociación de
Eco
Artesanías de Totora. No se imagina la vida
fuera de la
isla, estar en el seco, quiero vivir acá
cerca de la
orilla; Acá me siento más tranquila”.
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La totora ha estado presente en cada uno de los momentos de sus vidas, desde que él era un niño y veía a su padre hacer kesanas (tarimas hechas a base de totora tejida). Angélica llevaba a pastar al ganado de su familia a la orilla del lago. Hasta ahora manejan la isla y la ven como una oportunidad de salir adelante y poder acercar su cultura y tradiciones a otras personas. Hoy en día, el estilo de vida de las comunidades convive estrechamente y forma parte del ecosistema del lago.
Con el paso del
tiempo han comprobado que se puede hacer turismo responsable de manera
sostenible con el medio ambiente y sin dañar el lago Titicaca. Este beneficia
directamente a más de 3 millones de personas que viven alrededor y posee una
biodiversidad única en el mundo: distintos tipos de aves, peces nativos y
anfibios dependen del agua del Titicaca para su subsistencia. Las familias de
la isla se turnan para salir en una balsa en las mañanas y recoger botellas,
plástico y toda basura que flota en el lago y que contamina la zona. “Recogemos
la basura del lago, limpiamos, sacamos a tierra firme y entregamos al
basurero”, cuenta Angélica, con la esperanza de que el agua cristalina atraerá
más turismo a la isla.
TEJIENDO KESANA |
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En tierra firme, casi al frente de la isla, una puerta de madera resguarda el centro de interpretación de totora de la Asociación Eco Artesanía de Totora Titikaka. Ahí se exponen los productos para la venta y se brinda una explicación de la historia de la totora y los lazos tejidos inseparablemente entre ella y la cultura Chimu. La asociación reúne a 18 personas de la comunidad en la práctica ancestral del tejido y el manejo sostenible de la totora; de este grupo, 15 son mujeres.
Las mujeres de
Chimu han ido perfeccionando a lo largo de los años sus habilidades en
artesanía: donde antes solo sabían hacer kesanas
tradicionales, ahora su técnica se ha refinado para hacer productos
decorativos más que utilitarios, orientados a la demanda del mercado actual.
“La más difícil
es la gallina”, se ríe Angélica. Prefiere hacer paneras de distintos tamaños y
colores. Cuando vamos al centro de interpretación, nos encontramos, para su
orgullo, con que todas las que había hecho ya se habían vendido.
La asociación
les brinda a las mujeres de Chimu un espacio seguro en el que pueden trabajar
de manera articulada. Así, han logrado mejorar la calidad estándar de su
producción y esto les ha dado fuerza para empezar a separarse de los intermediarios,
a quienes por años han vendido sus artesanías para ser revendidas en otros
espacios turísticos, y vender sus productos de manera directa. La venta directa
significa ingresos más justos por su trabajo y mayor desarrollo para ellas y
sus familias.
“Yo soy una
mujer valiosa, fuerte. Puedo lograr las cosas que quiero y lo voy a hacer”, dice
Angélica cuando se describe. Es también una mujer que preserva su cultura. Enseña
a su hija Camila sobre el tejido de totora y, en la isla, teje y borda con sus
sobrinas en las tardes. Pone énfasis en la importancia de seguir enseñando sus
tradiciones y técnicas. “No se puede perder. Si se pierde, ¿quién lo va a
hacer?”.
Son el arte que
ha heredado a través de los años, que ahora hereda a otras mujeres, y el
conocimiento ancestral del manejo de la totora quienes les han permitido
abrirse espacio en el campo de las artesanías como las especialistas del
tejido de totora en el circuito del lago Titicaca en Puno. Son justamente estas
tradiciones las que, de manera articulada a través del emprendimiento
turístico, van a continuar construyendo desarrollo para la comunidad de Chimu.
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Puno es el cuarto destino más visitado del Perú y el
lago Titicaca es su mayor atractivo turístico. A través de tradición, la
cultura y la naturaleza, representa una oportunidad para las comunidades que lo
habitan de capitalizar emprendimientos turísticos.
Las
actividades
turísticas en el centro poblado de Ichu, Puno, cuentan con el apoyo técnico del
Proyecto Qhapaq Ñan.
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