LECTURAS
INTERESANTES Nº 910
LIMA PERU
12 AGOSTO 2019
¿ACASO AREQUIPA
ES UNA ALDEA?
U
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n domingo, cuando estaba aprendiendo a leer los
titulares de los diarios, mi madre, con contenida emoción, en una banca del
Parque Universitario, me hizo leer: “Olmedo ganó ayer la Copa Davis”. Entendí
su alegría: Olmedo era arequipeño, como nosotros. Ella me leyó la noticia
entera, subrayando que provenía de un hogar humilde y había ido a estudiar a
Estados Unidos, que formó parte de su equipo de tenis y que allá le apodaban
“el Cacique” por su piel oscura y sus pelos parados, como los míos. Acabábamos
de migrar a Lima y durante ese año mi madre estuvo pendiente de sus hazañas,
como que ganó luego el Grand Slam de Australia y el torneo de Wimbledon.
Supimos del gran recibimiento que tuvo en el Estadio Nacional y la multitud que
fue al aeropuerto de Arequipa. Fue la primera vez que los “ccalas” del Club
Internacional aplaudían a un “loncco” color marrón, que conocieron como al hijo
del jardinero, al recogebolas de las canchas de tenis.
Crecí en tierra extraña con el orgullo de ser
arequipeño como Olmedo, o como el presidente -en esos años - de la Corte
Internacional de Justicia, doctor Bustamante y Rivero. Leí a Vargas Llosa desde
su primera novela y me alegré como todos por su Premio Nobel y que se
reconociera como arequipeño. Pero siempre tuve en cuenta la frase de Olmedo
cuando, entrevistado luego de ganar el torneo de Wimbledon, dijo: “Espero ganar
otros galardones para mi querido Perú”. Por eso, la broma de la llamada
“República Independiente de Arequipa”, extendida desde fines del siglo pasado,
la tomé como eso, sin mayores preocupaciones.
Ahora, compruebo que, al acercarse el 479°
aniversario de la fundación de la ciudad, el ambiente está que arde, pues se
han exacerbado todas las tensiones, de una ciudad ancha, diversa y plural, a
raíz de la huelga decretada el lunes 5 en respaldo de los agricultores del
valle de Tambo contra las pretensiones de la empresa Southern Perú Copper
Corporation. Y han aparecido, como en ocasiones anteriores, grupos que
diferencian a los “verdaderos arequipeños”, de quienes han llegado a realizar
sus sueños a Arequipa pero no han nacido allí. Y, al acercarse el 15 de agosto,
un segregacionismo disimulado y hasta un racismo abierto contra “los indios”
puneños y cusqueños, que atraviesan clases sociales y todos los grados de
instrucción, parecen extenderse imparables en las redes sociales.
Resulta patético leer diatribas e insultos contra
“los indios que ni el castellano hablan bien” a los mismos que están
orgullosísimos de los arequipeñismos recopilados por el sociólogo Juan Carpio
Muñoz, hijo ilustre de Arequipa, recientemente fallecido. ¿Y qué son los
arequipeñismos? Pues quechuismos y aymarismos incrustados en el castellano.
A esos que cantan por estas fechas a pecho henchido
los yaravíes de Mariano Melgar, hay que recordarles que él murió fusilado luego
de la batalla de Umachiri, junto a indios puneños y cusqueños, tratando de
liberarnos del yugo español. Y a los que se solazan de las eximias acuarelas de
Luis Palao, decirles que el artista vive a gusto entre indios, para
retratarlos. Y a los que celebran cada galardón internacional del caricaturista
Omar Zevallos, recomendarles que lean su reciente artículo “Arequipeños
insoportables”.
Ahora, resulta que el conflicto de Tía María ha
terminado alineando a la mayoría de los “verdaderos arequipeños” a favor del
proyecto, mientras que la mayoría de los arequipeños recién llegados (aunque
vivan 40 años en la ciudad, para los discriminadores son recién bajados), se
solidarizan con los agricultores de Tambo, ya sea por convicción o por reacción
frente a los discriminadores. A ello ha contribuido la postura beligerante del
neoindigenista Cáceres Llica que ganó la gobernación regional con un discurso
posero, engañoso y demagógico como el que en su momento usó “el cholo” Toledo.
Pero la política es así: nunca tenemos enfrente a los candidatos ideales y
siempre vamos a correr riesgos al elegir. Los de uno y otro bando usan el
discurso de la tradición rebelde de los arequipeños para atacar a Vizcarra o a
Cáceres Llica, según sea la posición asumida.
Y hasta la revista Caretas, de los
hijos de Zileri, en su último número agita el cuco de Antauro Humala –como si
fuera el manejador de los tirapiedras de las calles de Arequipa y del valle de
Tambo- para vacunar a las mayorías contra una izquierda sensata que asoma en el
horizonte de mediano plazo como una posible alternativa al caos. No le importa
que se hayan descubierto tirapiedras que una vez denunciados en las marchas de
protesta, se pasan rápidamente al bando policial donde los acogen y les dan
chaleco antibalas y casco.
Sólo habría que decirles a mis paisanos
discriminadores que se creen auténticos y modernos, habitantes de una
metrópoli, que, en verdad, son aldeanos, pues es en las aldeas donde todos se
conocen, la endogamia es bienvenida y temen al extraño y tratan de expulsarlo.
Y es, más bien, en las ciudades contemporáneas, cosmopolitas, donde convergen y
se mezclan diversas etnias y pueblos para formar con apertura y tolerancia una
nueva cultura, como fue la síntesis de la Arequipa mestiza del siglo XX, como
varias veces lo ha escrito nuestro comúnmente admirado Vargas Llosa. Él
seguramente está escandalizado del discurso indigenista de Cáceres Llica, como
del discriminador de los “auténticos y verdaderos”. Y aunque apoya la inversión
extranjera y seguramente al proyecto Tía María, jamás se le ocurriría hacer la
ecuación: ‘opositores al proyecto = indios atrasados’.
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