ILAVE
Y LA GÉNESIS DE UNA NOVELA
Christian Reynoso LA MULA 2019-05-07
El pasado 26 de abril se cumplieron quince años del
asesinato del alcalde de Ilave, Cirilo Fernando Robles Callomamani, en manos de
una enfurecida turba, en la zona sur de Puno. Fue entonces el punto más crítico
de una situación de conflictividad social y lucha de poderes locales que había
empezado un mes antes, bajo el pretexto de acusar de corrupción a dicha
autoridad y forzar su renuncia, hecho que la ley no consentía. Finalmente, la
crisis tuvo un alto costo: la zozobra permanente, la paralización del comercio
en la zona sur y frontera con Bolivia, la muerte del alcalde, la moción de
censura al ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, que lo mandó a su casa
y, finalmente, la imagen para el Perú centralista de que en el sur
peruano/puneño no había ley ni estado de derecho. Una tierra de nadie, donde
imperaba la violencia y la efervescencia de un discurso político que se
amparaba en un milenarismo trasnochado. Un estigma con el que esta zona del
Perú tuvo que convivir durante los siguientes años.
Entonces, en 2004 hacía mis prácticas de periodismo en el
área de Comunicaciones de la Defensoría del Pueblo de Puno. Eso me permitió
estar presente en el meollo del conflicto. Acompañaba a los abogados de la
Defensoría en viajes a Ilave, para mantener reuniones con los dirigentes que
lideraban la protesta y encontrar salidas de negociación, por lo general
infructuosas. Alguna vez hubo que escapar vistiendo ropas de campesinos ante la
amenaza de ser tomados como rehenes o, por el contrario, se coordinaban reuniones
casi secretas en Puno ciudad con un asustadizo pero obstinado Robles que se
aferraba al cargo en nombre de su honor e inocencia, la que se corroboró años
después.
En 2013 publiqué mi segunda novela titulada El rumor
de las aguas mansas (Peisa), donde construí una historia en torno a
los hechos del llamado “caso Ilave”. Fue la culminación —ahora que lo veo en
perspectiva—, de una obsesión que se fue gestando desde aquellos días de abril
de 2004 y que, solo con el tiempo, pude apaciguar a través de la imaginación,
la escritura y la ficción. Es decir, la ficción me permitió sumergirme en
algunas ideas e imágenes que daban vueltas en mi mente y que, creía yo, podían
explicar dentro de una narrativa literaria, por qué y cómo sucedieron aquellos
hechos. Desde luego, sin ningún afán justiciero sino con el solo propósito de
contar y escarbar una realidad compleja. ¿Por qué se transformó en una
obsesión? Tal vez porque en medio de ese caos social y hecho de sangre,
apareció el sentimiento de la impotencia que yo imaginé se manifestó en las
personas cercanas al alcalde Robles, en especial los familiares, la esposa y
los hijos, quienes aquel día escucharon por las radios locales y acaso vieron
por televisión cómo iba aconteciendo el vía crucis y linchamiento al que era
expuesto este hombre hasta terminar cadáver. Y, por supuesto, ellos sin poder
hacer nada por evitarlo. Tal vez el intentar hacer un ejercicio de empatía para
enfrentarse a una situación parecida desde mi perspectiva de creador fue el
detonante que me llevó a escribir la novela. Tal vez haya muchas otras más
razones, pero eso es lo que puedo entender/explicar por ahora.
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