No es fácil escribir de la muerte, menos aún escribir de
quien en el transcurso vital compartimos amistad, inquietudes y vivencias
artísticas. Sabemos sí, que en ese discurrir no todos partiremos de este mundo
al mismo tiempo, como cuando nos convocábamos a las sesiones de música, bohemia
y diálogos interminables. Me refiero al amigo y artista Raúl Castillo Gamarra.
El domingo 31 por la noche se apagó el fanal de su corazón,
de ese corazón que amó intensamente la vida, sus dones y sus exigencias. Tanto
amó la vida que se hizo maestro de escuela, músico, compositor, pintor, poeta y
escritor y amigo de muchos. Si el ser humano no trasciende, tampoco trasluce su
existir. Raúl vivió en la otra orilla, de ahí la trascendencia de las huellas
que deja en nuestra música puneña, en sus escritos, en sus composiciones.
En 1974 nos encontramos con Raúl en el Centro Musical Puno,
bajo la tutela del maestro Virgilio Palacios Ortega y el respetado profesor
Ricardo García Núñez; de ahí en adelante afirmamos amistad. En ese crisol de
arte musical, se amalgamaron otras amistades y se fortaleció nuestra identidad
puneñista. Se percibía que en las arterias de Raúl discurría el calor de la
fuente del Huaynaputina, por ello el entrañable amor a su tierra, también a
muchos pueblos de su Puno querido a quienes les dedicó huayños, acuarelas y
poesía.
Fue maestro de escuela, director de la Zonal de Educación de Arequipa, director regional de Educación de Puno.
CANDELARIA. En la madurez de su intensa producción musical
produjo el Huayño-Plegaria: “MAMITA CANDELARIA”, aún silente en su estreno a
principios de los 90´. Antes ya había logrado notoriedad nacional con: “Alma
del Huayño” , composición que llegó a una semi-final en el “1er. Festival de
Autores y Compositores” en junio de 1987, lo cantaron el Dúo Altiplano. Noche
memorable en el Teatro Municipal de Lima, porque cinco composiciones de música
puneña – de más de un millar de todo el Perú – llegaron a esta etapa, una fue
de Raúl.
Más tarde, las voces de Silvia y Miriam Echarry
complementaron la ternura, sentimiento y emotividad de los versos musicalizados
de “Mamita Candelaria”: que ora se torna oración cantada, otra se torna huayño
pandillero, también en tema de fin de fiesta y, porqué no, en la eclosión de la
bohemia que rotula recuerdos.
Walter Rodriguez
03 de Abril del 2019
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