LECTURAS INTERESANTES N° 888
LIMA
PERU 26ABR19
LO QUE QUEDA DEL APRA
César
Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 442, 26ABR19
Muchos se preguntan qué queda del Apra después de
la fulminante decisión de Alan García.
No queda nada. Queda un atarantador de la oratoria
de plazuela que amenaza a medio mundo. Queda un viejo aspirante que balbucea
naderías y que parece ahora arrepentirse de haber sido tan ingenuo. Quedan las
viejas turbas dadas al grito y a la épica del bividí en exhibición y la
calumnia en ristre.
Seamos justos: García terminó de destruir lo que
Haya de la Torre había derribado desde su violenta derechización, expresada en
el libro “Treinta años de aprismo”.
El partido de estirpe marxista que propuso
originalmente el antiimperialismo continental se avenía ahora a concebir el
“interamericanismo democrático sin imperio”. Y lo hacía el mismo año en que
Estados Unidos, con la CLA de por medio, deshacía el gobierno guatemalteco de
Jacobo Arbenz y ponía en su lugar a un títere uniformado llamado Carlos
Castillo Armas. La farsa aprista había empezado.
Conversar era pactar. Y dos años después, en 1956,
empezaba la convivencia con Manuel Prado, el más cursi representante que
hubiese podido inventar, el civilismo sin bibliotecas del siglo XX.
Y siete años después, en 1963, Haya llevó al Apra a
pactar parlamentariamente con las huestes de Manuel Odría, que era la versión
gamonal y con olores de melaza de la derecha podrida del Perú. Esa coalición,
que ahuyentó a un puñado de apristas decentes, impidió que el tibiamente
reformista Fernando Belaunde Terry ejecutara la reforma agraria que se había
propuesto. Ver a la cúpula aprista gozando de la vida con Julio de la Piedra,
el rey de los rones Pomalca, era como asistir a una película de terror hecha
por un mal comediante. El Apra había muerto doblemente. La socialdemocracia,
el socialismo democrático, era ahora una mortaja. El Apra había llegado a ser
lo que la derecha siempre quiso que fuera: la proveedora de masas del proyecto
inmovilista de toda la vida.
Lo que quedó, al morir físicamente Haya, fue una
guerra de caudillos. Ganó Villanueva y perdió Townsend, pero Villanueva pensaba
como Townsend y Townsend, más allá de su honestidad personal, pensaba como el
último Haya. Al final, como se sabe, perdieron los dos.
Y entonces vino García,
fue un fenómeno de carisma precoz, popularidad sin cercos, esperanza de un
futuro diferente. El Apra lo puso en su sitio. Ni la cámara de senadores,
dominada por el partido, lo siguió en el tema de la estatización de la banca.
Fue el caos.
CARLIN en LA REPUBLICA
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Pero todo eso sucedió
porque el Apra que dejó Haya era una maquinaria de avideces, una construcción
electoral. Ya no había ideas purificadoras ni metas que ennoblecieran ni
utopías que soñar. García quiso quebrar esa inercia que conducía al delito
masivo, pero fue derrotado. Lo vencieron el viejo partido sectario, donde el
narco Langberg acampaba, y su propia debilidad por el dinero fácil.
Ahora se preguntan qué
queda del Apra.
El Apra de hoy, viuda de
García, se reduce al doctor Erasmo Reyna chantajeando sentimentalmente a Jorge
Barata para que no mencione a Alan García (“muerto en un charco de sangre, yo
lo vi”) en sus confesiones sobre coimas, tercerías y encubrimientos. EL hampa
abogadil al servicio, como siempre, del silencio. La respuesta de Barata,
pasada la impresión del abordaje extorsivo y grabado, ha sido, sin embargo, contundente:
1) “Nava y Atala eran los
Maiman de García”.
2) “García sabía de los sobornos
recibidos por Alejandro To ledo y conocía de dónde procedían. Me lo
contó Nava en su casa de playa”.
3) “Se pagó 4 millones de
dólares a Luis Nava Guibert, secretario de García, para agilizar los proyectos.
Y los proyectos se agilizaron”.
4) “El dinero remitido a
Andorra para Miguel Atala (1’300,000 dólares) era parte del arreglo con Luis
Nava”.
5) “Nava era el hombre que
abría las puertas de Palacio”.
6) “Nava exigía rapidez en
los cobros. Por eso se creó Ammarin Investment”.
7) “Nava no estaba en capacidad de influir en la marcha
de ningún proyecto si es que no usaba el nombre de Alan García”.
8) “Le sugerí a García, en un viaje aéreo, que las
obras del Metro de Lima se contrataran por licitación pública con fondos del
Estado. García emitió decretos de urgencia que permitieron eso”.
Y hay 4,000 folios que habrá que estudiar.
Eso es lo que queda del Apra.
Por más que griten, insulten o amenacen: lo que
queda del Apra son varios expedientes judiciales, un abogado mañoso, un grupo
de congresistas aliados con el fujimorismo. García había edificado su leyenda.
El partido no tenía la suya. Lo único que puede hacer ahora el Apra es aferrarse
al mito de un García que ignoraba la podredumbre de sus funcionarios,
allegados y testaferros. Lo que quiere decir que, aun muerto, García los sigue
manipulando. Esto significa también que para salvar la farsa de la inocencia
alanista el Apra tendrá que usar los mismos argumentos que sus seguidores
izaron para limpiar a Alberto Fujimori: que no sabía nada de lo que hacían sus
entenados y secuaces. Por eso el Apra y el fujimorismo parecen más hermanos que
nunca. Esta será, probablemente, la última de sus convivencias. ▒
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