LECTURAS INTERESANTES N° 873
LIMA PERU 8FEB19
ALIENÍGENAS
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN
SUS TRECE” N° 431, 8feb19
D
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icen que en setiembre un asteroide
podría chocar con la Tierra, este planeta que arruinamos.
Un científico con ascendencia en
Harvard cree que los restos presuntos de una nave alienígena están a la altura
de Júpiter y tienen rumbo desconocido.
Lo más probable es que todo eso sea mentira,
pero qué ganas tengo de que la realidad derrote mi escepticismo y que lo de la
nave hipotética se confirme.
¿Se imaginan que nos visitaran
entidades de una civilización que hubiese llegado a estadios de cultura que ni siquiera
podemos presentir? ¿Qué dirían viendo el espectáculo mundial de los primates superiores?
¿Qué tipo de espanto los sacudiría?
Se acercan!!! |
Un planeta hermoso en manos de mamíferos
erguidos que invierten el mayor tiempo de su vida en odiarse y entrematarse…”
¿Eso pondrían en su primer informe?
No lo sé. Pero siempre he soñado
que un día vendrán seres que nos harán sentir lo ínfimos que somos, lo estúpidos
que hemos sido, la decadencia que nos llama. Seres que se burlarán de nuestra
“sociedad de la información”, gracias a la cual estamos más desinformados que
nunca. Seres que se reirán a carcajadas -ojalá puedan hacer algo equivalente-
de nuestras cuitas financieras, de nuestra mentecatez moral, de nuestra
mezquindad tamaño continental.
Sueño con que esos seres
abusivamente superiores lleguen pronto, cuando Trump gobierna en “la primera potencia”
y Duterte en el infierno de las Filipinas.
Me encantaría una cumbre con
esos personajes. Un traductor mental traído por los amables invasores haría de intérprete. ¿Traductor mental?
¿Qué podría traducir de Trump y
de Duterte? ¿Ruido informático? ¿Niebla binaria? ¿Nada? ¿Y si Maduro se sumara
a esa cumbre? ¿Y si lo hicieran los europeos, separados por enésima vez y
asistiendo al retorno de sus fascismos siempre emboscados?
¡Qué cumbre sería esa!
Si la benevolencia fuera el
sello característico de nuestros visitantes, se quedarían a asesorarnos el
siguiente millón de años. Nos ayudarían a evolucionar, a abolir la triste
humanidad que padecemos y que ahora creemos que es “cúspide de la creación”.
Si la justicia fuera el distintivo de estos embajadores intergalácticos, nos
exterminarían sin dolor y sin ningún remordimiento y se dedicarían a
administrar el planeta que estábamos matando. Como harían los suizos con El
Salvador si pudieran hacer del país de las maras un protectorado gobernado
desde Lucerna. Más o menos.
En todo caso, tengo la absoluta
convicción de que el ser humano es, ma- yoritariamente, un experimento fallido,
una torpeza del copiado celular, un error simio. Y que es por eso que hemos
tenido que inventar tantos dioses placebos. Sólo esa gran farsa teatral, oculta
por el incienso, nos consuela y nos alivia porque no hay anestésico más
poderoso que la mentira.
Sueño, en resumen, con que los
extraños vienen y nos ven desde catalejos que tienen resplandores de holograma
y nos escuchan con sus alineadores de sonido. Y pasan por Siria y por Haití y
llegan a las ciudades que humean por los nuevos ardores del calentamiento
global. Y sobrevuelan esta región del continente y se quedan observando el
plástico en el mar, las lluvias barriendo las casas de siempre, los árboles
talados por la codicia, el pedorreo de las vacas que habremos de matar para
tragárnoslas. Sueño con que vienen por aquí y escuchan a Rosa Bartra y
examinan a Moisés Mamani. Me muero por ver las caras que pondrán.
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