KALLAWAYA,
CARABAYA
Escribe: Guillermo
Vásquez Cuentas
1. El grupo étnico Kallawaya
a. Algo de
historia
Grupos nómades dedicados a la recolección, caza y
pesca, estuvieron en los orígenes de la civilización andina. Muestras de esa
antiquísima presencia humana son las pinturas rupestres dejadas en Huiquiasa,
Carachilla, Punquini, Chilcuru, Corani y Coasa, lugares ubicados en algunos
distritos de la actual Carabaya.
Como pueblo sedentario los Callahuayas se ubicaron en los espacios de la
Cordillera de los Andes que mira hacia el oriente. En tanto otro grupo cercano
a ellos, los Mashcos, de clara prosapia Arahuak, ocupó la parte norte de la cordillera de Carabaya entre los
ríos Inambari y Madre de Dios.
Es comúnmente aceptada la afirmación según la cual el
origen del pueblo Kallawaya se remonta a
la época de esplendor de la cultura Tiawanaco, desaparecida en el siglo XI de
nuestra era. Luego del colapso de esta gran cultura, los Kallawaya fueron tal
vez uno de los grupos que peleaban por la hegemonía en el Collao, en especial
en torno a las tierras adyacentes al lago Titicaca; lucha que cesó cuando los
collas (llamados “aimaras” desde la invasión española) venidos de Copiapó y
Atacama, invadieron violentamente la meseta, dominando –entre otros ocupantes
de ella- a los Kallawayas y empujándolos hacia la franja de la cordillera
oriental.
Los Kallawaya, antes de ser incorporados por los Incas
a su organización estatal, constituían un señorío independiente, situado al
norte del Lago Titicaca, en la región caracterizada por las cordilleras de
Apolobamba y Carabaya. El famoso arqueólogo y antropólogo John Rowe[i], considera a los Kallawaya
como uno de los señoríos aimaras coetáneos a los Lupaccas, Collas y Pacajes.
Durante el incario, los cusqueños incorporaron esos
pueblo y territorio al imperio y gobernaron desde Sinchi Roca. En esa época, los
amautas tenían conocimiento de las propiedades curativas de ciertas plantas y
un gran número de curanderos ambulantes, esto es, los Callahuayos, se
internaban en los bosques para recogerlas, ganando prestigio como médicos
viajeros que recorrían regiones de varios países.
Los invasores hispánicos, noticiados de la riqueza
aurífera de Carabaya y de la no probada existencia de Paititi o El Dorado,
supuestamente ubicado en el llano de la amazonia, intentaron encontrar los muy
mentados fabulosos tesoros.
El primero que se internó en la abigarrada floresta en
búsqueda del “País del oro y de la canela” fue Pedro de Candia que salió del Cusco el año 1538 con una expedición
que llegó hasta el mismo llano amazónico. Ese viaje fue tan trágico como los
que siguieron: Pedro Azures de Campo
Redondo en 1538; Pedro Álvarez de
Olguín 1541; Francisco Hernández de
Girón 1549; Gómez de Tordoya
1561; Antón de Gasto 1562[ii].
El escritor puneño Teobaldo Loayza refiere con detalle
la incursión de Pedro de Candia y Pedro Anzures[iii] en la que “habíanse
muerto de hambre y enfermedad ciento cuarentitrés españoles y más de cuatro mil
indios e indias y habíanse muerto y comido doscientos veinte caballos”; esto
entre otros muchos datos.
“Durante la
época del Coloniaje todo el espacio
Kallawaya fue explorado por los españoles. Y aunque sus riquezas eran iguales
en sus tres reinos, dieron preferencia a la explotación de sus minerales,
porque ellos reportaban para la corona mayores beneficios” y porque se trataba
del yacimiento aurífero más rico del Perú.
Es probable que producida la invasión española, los
kallawayas que estaban al servicio de la corte incaica regresaran a refugiarse
en sus comunidades originarias. Sus conocimientos sobre las artes curativas
sobrevivieron durante la colonización. “Guardaron celosamente los secretos de
sus saberes y habilidades, transmitidos de forma oral sólo de padres a hijos
utilizando una lengua propia”[iv] que muchos sostienen fue el uro-puquina.
En el virreinato, los españoles supieron de la riqueza
minera del altiplano especialmente de Carabaya donde establecieron uno de los
corregimientos altiplánicos y explotaron en volúmenes apreciables el oro de la
región.
En la época de la lucha por la emancipación, cuando el
virrey Juan Antonio de Mendoza administraba el poder colonial, el carabaíno
Juan Santos Atahualpa provocó la gran revolución reivindicadora de 1742. Santos
era un indio noble inca de Carabaya. Por lo demás, en 1780 Carabaya aportó con
centenares de hombres para el ejército del General Vilca Apaza, que se levantó
en armas desde Azángaro.
b. Ámbito Territorial
El inmenso territorio de la meseta del Collao al decir
de Pablo Cingolati[v] “pertenecía a lo que bajo la cosmovisión
aymara de opuestos complementarios se denominaba Umasuyu, es decir el mundo líquido, húmedo, vegetal, oscuro,
femenino e inferior en la jerarquía dual y en oposición al Urcusuyo que caracterizaba al altiplano, la región desértica,
mineral, con luz potente y masculina y donde se desarrollaron las culturas más
estudiadas del horizonte andino. Uma y Urco eran espacios en torno a un eje
acuático –formado por el Lago Titicaca- que los dividía y que también caracterizaba
a sus pobladores. En el Urcusuyu, vivían los hombres propiamente dichos; en el
Umasuyu vivían los urus y los puquinas, también los yungas, y por último,
sumergidos en la inmensidad desconocida de la geografía, los chunchos, los
"salvajes".
Los Kallahuayas cumplían función de enlace entre la
gente de las alturas y y la gente de la selva.
Si bien los médicos herbolarios están aun nítidamente
asentados en la región de Bautista Saavedra, al noroeste de La Paz, Bolivia en
las localidades de Charazani, Curva, Niño Korin, K'anlaya, Chajaya, etc., ello
no fue siempre así.
En determinado momento Carabaya comprendía la actual
Sandia. Por decisión de la corona española se dividió en dos gobernaciones “la
parte norte Selva pertenecía a la gobernación de Nueva Castilla, para Francisco
Pizarro; el Sur, ceja de la selva y sierra, pertenecía a la gobernación de
Nueva Toledo, para Diego de Almagro”.
Durante la época virreinal hacia 1776, Carabaya –junto
con las de Chucuito, Lampa, Azángaro- pertenecía a la audiencia de Charcas del
virreinato de Buenos Aires. Mas tarde (1796) pasa a la Intendencia de Puno,
Audiencia de Lima del virreinato del Perú.
El espacio territorial de los Kallawayas, con los
mayores contrastes geográficos del mundo, ocupaba todo el flanco oriental de
las cordilleras de Carabaya y Apolobamba, constituyendo además, zona de
distintos pisos altitudinales. Abarcaba toda la vertiente oriental de la
cordillera andina, desde Usicayos a 3875 metros de altura, actual provincia
Carabaya, y la provincia Sandia en el departamento de Puno, ambas situadas
detrás de la cordillera que hoy se conoce como de Carabaya y se prolongaba en
ese flanco oriental hasta Ambaná, un valle al sur de Charazani, hacia el
Titicaca, entre los cerros de la cordillera de Muñecas (municipio de Carabuco,
provincia Camacho, departamento de La Paz).
Pablo Cingolani[vi] refiere que ”Hacia el siglo XII de la era presente,
organizaron su propio señorío, luego del declive del imperio teocrático de
Tiwanaku. Escribe Thierry Saignes que el Kurakazgo de los Kallawayas estaba
dividido en dos mitades: la mitad superior formó la provincia de Hatun Carabaya
(Carabaya La Grande; cuyos territorios hoy forman parte de la República del
Perú). La cabecera era Sandia y eran importantes los pueblos de Ollachea y de
Ayapata; el señorío tenía relaciones fluidas con el Kollasuyu, hay documentos
que prueban el traslado a Phara y a las minas de oro de mitimaes desde el
Collao”.
La otra mitad era Carabaya la chica, la mitad inferior, y tenía por capital a Charazani e incluía los pueblos de Moco Moco, Carijana y Camata, la puerta de entrada al valle cocalero de Apolobamba, donde el Inca trasladó trabajadores para la producción de la hoja sagrada desde la lejana y norteña Chachapoyas. En la actualidad, estos territorios forman parte de Bolivia.
La otra mitad era Carabaya la chica, la mitad inferior, y tenía por capital a Charazani e incluía los pueblos de Moco Moco, Carijana y Camata, la puerta de entrada al valle cocalero de Apolobamba, donde el Inca trasladó trabajadores para la producción de la hoja sagrada desde la lejana y norteña Chachapoyas. En la actualidad, estos territorios forman parte de Bolivia.
Waldir Tuni,
estudioso del pasado y presente de Carabaya, de la que es uno de sus notables
hijos, precisa durante sus aclaraciones por Facebook sobre el real aniversario
de la creación de Carabaya: “Carabaya
antigua; aún esa del tiempo Colonial, fue otro retazo, el retazo Hatun
Callahuaya que además de las actuales Sandía y Carabaya, también estaba
conformada antes de 1775, por la actual Putina. Mientras la Huchuy Callahuaya,
se quedó en la Audiencia de Charcas -hoy Bolivia- desde 1573”.
En la actualidad el territorio Kallawayo está dividido
por una frontera política, una raya, un límite entre dos repúblicas: hace bien
un gringo llamado Michael Schulte en hablar de la “región kallawaya”. Siempre fue una sola, a un lado y a
otro de la actual línea demarcatoria. “No hay duda de que los territorios que
hoy dependen administrativamente de las repúblicas de Bolivia y Perú formaban
parte de la misma unidad territorial y étnica” dice Schulte.
El historiador y político boliviano Jose de Meza[vii] ratifica que “La provincia Callahuaya, llamada por los españoles Carabaya (región muy rica en oro) quedó
dividida entre Perú y Bolivia, pese a su unidad histórica.
Cabe resaltar que la UNESCO (United
Nations, Educational, Scientific and Cultural Organization) a pedido de
Bolivia, proclamó la ciencia y la cosmovisión del pueblo Kallawaya asentado en
ese país, como "Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de
la Humanidad" mediante acuerdo
fechado el 7 de noviembre de 2003, en París.
El prestigio de los kallawayas emana de su
reconocimiento general como conocedores y usuarios de una farmacopea natural
surandina que se dice está muy cerca de las mil especies.
Los Kallawaya,
que son multilingües, poseyeron –además del aimara- un idioma especial que,
según aseguran por tradición, es el mismo idioma secreto de los incas el que
según el lingüista Cerron Palomino, es el puquina.
En 1821, cuando se jura
la Independencia del Perú, no se había creado aún el departamento de Puno.
Aparece recién en el Decreto Supremo de 26 de abril de 1822 por el cual se
reglamenta las elecciones para Diputados a Congreso, en donde Puno como
departamento aparece con sus provincias incluyendo a Carabaya.
Encinas y
Mercado refieren como datos de interés histórico que ”Proclamada la independencia, Carabaya continuó como
provincia del departamento de Puno desde el 21 de junio de 1825., haciéndose
la demarcación y arreglo de ella en virtud del decreto dictatorial dado en el
Cuzco el 2 de mayo de 1854.
Permaneció así
hasta 1875, en que por ley del Congreso de 5 de febrero de ese año se la
dividió en dos provincias:
La Provincia de
Carabaya tenía como capital el
pueblo de Crucero, y como distritos a
Crucero, Ayapata, Maeusani, Cuyucuyo, Patambuco, Sandia, Quiaca y Phara. Por
esa misma ley, además se crearon los
distritos de Coasa, Corani, Ituata, Ajoyani, Ollachea y Usicayos y se trasladó
la capital de esta provincia al pueblo de Macusani”.
Provincia de Sandia con los antiguos distritos de
Cuyucuyo, Patambuco, Phara, Sandia y Quiaca y los nuevos de Sina y Poto (hoy
Ananea), este último segregado de la provincia de Azángaro.
c.
Consideraciones etimológicas
El antiquísimo pueblo-territorio conocido como los
Callahuayas, Carwayas, Calabayas, Carabayas, Kallawayas etc. todos topónimos
del mismo lugar, ha sido objeto de muchas aproximaciones etimológicas para
establecer su origen. David Frisancho dice que también se los conoce como “kamilis”,
“jampiris”, "médicos bolivianos”, “doctores viajeros”[viii]
y otros agregan: Yatiris, Laykkas, brujos.
Hay quienes postulan que la etimología del término
kallawaya proviene de dos palabras aymaras: qolla que significa medicina herbolaria y huaya que significa portar-llevar.[ix] Téngase en cuenta que Qollasuyu, significa "tierra de la medicina" nombre que
seguramente fue puesto como reconocimiento a la identificación cultural
curanderil extensiva de los Kallawayos en parte de los territorios que hoy día
están integrados en Bolivia, Argentina y Chile.
En esa misma línea Jose Portugal Catacora[x] sostiene que “Callahuaya deriva de la
voz compuesta aymara Qolla—Huayo, qolla es medicina y huayo
significa jalar. Diríase que ambas voces se refieren a quien jala medicinas. De
modo que la denominación Callahuaya quiere decir el que jala o lleva
medicinas”.
Hernán Amat Olazabal, afirma
que kallawayo es una desvirtuarían idiomática de los vocablos “COLLA”
(medicina, medicamento, en aimara) y “WAYU” (llevar, el que lleva, en
la misma lengua derivado a su vez del verbo WAYUÑA, llevar jalando) Según este arqueólogo
puneño, CARABAYA deriva de ese vocablo compuesto.
Otros autores pretenden explicar el origen de la
palabra Carabaya
señalando que el término proviene de caruwaya,
que quiere decir "alforja
lejana". Algunas crónicas apuntan, que Carabaya deviene de Qoriwaya, "alforja de oro". Y
hasta hay quienes mencionan que proviene del nombre de un rey llamado Carabaya quien gobernó a un
pueblo antiquísimo asentado en esta zona, derivándose luego en Callahuaya.
Felipe Guaman Poma de Ayala habla de Calla Uaya para referirse a Carabaya,
lo cual indica que ese término compuesto sería un topónimo con sesgo etnónimo.
El profesor Oscar Lino Añasco, postula que la
etimología de Carabaya deriva del quechua Ccori
Huayacca, que traducido al castellano significa Bolsón de Oro.
Otros dicen que viene de Ccolla ahuayo : atado de medicinas, de vegetales de diversa índole
para la cura de enfermedades de la región. Los colla-ahuayos, conocidos después por derivaciones lingüísticas como
Kallawayas de donde, ya sin duda, deriva “Carabaya”.
Cingolati[xi]
acucioso estudioso de los Kallawayas afirma enfáticamente que “Carabaya es la castellanización de los
términos originarios Kallawaya, Callahuaya. Mientras que la UNESCO
refiere en documento oficial que “El origen del nombre Kallawaya es consistente
con los fonemas aimaras "Qolla-waya" que significan
"medicamento" y "llevar al hombro". Entonces, el nombre aludiría
claramente a los que cargan y los que llevan medicinas.
También hay quienes sostienen que en lengua aymara, la
palabra Kallawaya alude a la expresión "irse de casa". En quechua, se refiere al "hombre que
anda cargando hierbas medicinales". No se ha encontrado registro
documental etimológico alguno que postule que el término de viene de la lengua puquina[xii]
ni en la lengua uru-chipaya.
Luego, los kallawayas estarían vinculados filológicamente a los aimaras.
Hay un ácido debate entre aimaristas y puquinologos
sobre el origen del término Carabaya. Los primeros señalan que no porque los topónimos
como Tiabaya, Ilabaya, Mollebaya, Socabaya, sean probadamente puquinas, tenga
que suceder eso mismo con Carabaya, cuyo origen aimara tiene el respaldo de la
mayor parte de los lingüistas dedicados a estos menesteres.
Por nuestra parte no podemos dejar de decir que
estimamos que la propuesta de Hernán Amat, esta premunida de verosimilitud
2. Carabaya
a. La fama
del oro y de los recursos naturales
Mariano Paz Soldán en su clásica y monumental GEOGRAFIA DEL PERU, reafirman el aserto de
muchos cronistas de la historia del Perú y de especialistas y profesionales
nacionales y extranjeros sobre Carabaya: “Es la más rica quizá de toda América
del sur…en los tres reinos”, sobre todo por sus minas de oro, las más opulentas
del continente.
José Antonio Encinas y Juan Luis Mercado[xiii] dicen que en Sandia y
Carabaya “la madre naturaleza esparció toda la esplendidez de sus dones”.
Agregan ilustrando que “Carabaya fue conocida desde la época de los incas. Su
descubrimiento se remonta, según Garcilaso, al Gobierno del inca Sinchi Roca,
que había llegado en sus conquistas “por los Antis (Andes) hasta el río
Callahuaya o Camaya donde se cría el oro finísimo que pretende pasar de los 24
quilates de su ley”.
Carabaya aportó fabulosas
cantidades de oro durante el incario y
se destinaron a adornar los templos del sol en el Cusco.
Garcilaso de la
Vega se refiere al oro de Carabaya encomiásticamente, al decir que “Todo el oro del Perú es de diez y ocho a veinte
quilates de ley, poco más, poco menos. Sólo el que se saca en las minas de Callauaya o Callahuaya es finísimo, de a veinticuatro
quilates, y aun pretende pasar de ellos, según me lo han dicho algunos plateros
de España”.
El padre José de Acosta en su Historia Natural y Moral
de las Indias (libro cuarto, cap 4) dice “del oro que se labra en Indias el más
celebrado es el oro de Carabaya en el Pirú”.
Antonio Vásquez de Espinoza al describir la provincia
de Carabaya en su “Compendio y Descripción de las Indias Occidentales” dice que
en esa provincia “ay riquísimas minas, o desbarrumbaderos de oro volado
de pepita de subida ley. Sus pueblos principales son Sandia, Phara y otros, ay
fundadas en esta prouincia de Carauaya
dos villas de Españoles, sin otros asientos de minas, la villa principal es San
Joan del oro…la prouincia está toda lastrada de oro…de 18 kilates”
b. Una pretensión que no llegó a prosperar
Parte del extenso territorio Kallawaya fue de origen
preinca y no estaba físicamente delimitado. Ese territorio, según es posible
leer en la página webb de Wikipedia, se asigna a la jurisdicción política de
Puno al momento de su creación como Intendencia en noviembre de 1776. Sin
embargo, clericalmente siguió perteneciendo al obispado del Cusco.
“Conforma definitivamente parte de la actual Región
Puno sólo desde 1912”. Antes, Bolivia disputó la propiedad de parte del
territorio de Carabaya esgrimiendo diplomáticamente el principio de derecho
internacional denominado uti possidetis o sea “lo que poseeis, seguid
poseyéndolo”, en este caso todas las provincias que eran parte de la Audiencia
de Charcas al año 1810. En la controversia, el Perú hizo valer, finalmente, el
derecho por pertenencia clerical (al obispado del Cusco) e integración de facto,
en los hechos, al territorio peruano, por su fluida interacción con otros
pueblos y provincias colindantes del Perú.
3. El arte
dancístico popular de los Kallawayas
a. Práctica
en lugares y tiempo
No es posible determinar si esta danza que integra el
acervo del arte coreográfico popular de la región altiplánica y áreas
adyacentes culturalmente influidas, proviene desde tiempos tiahuanacotas tal
como ocurrió con su grupo étnico, o solo se formó durante la colonia como una
forma de representar el oficio de esa suerte de médicos trashumantes que
recorrían todo el espacio collavino “llevando brebajes, pócimas, yerbas,
zahumerios y rezos para curar las enfermedades del cuerpo y el alma”[xiv].
Como ocurre en todo lo que nos rodea, los Kallahuayas
como antigua etnia supérstite y como expresión dancística de su cultura, han
estado y están en constante cambio y transformación, debido a su inevitable
interacción con la civilización contemporánea y sus productos.
Lo cierto es que esos antecedentes convirtieron
a los Callahuayas o Collahuayos en personajes mitológicos y han inspirado la
creación de la danza de los Callahuayas que hoy se sigue
practicando en Puno, especialmente por la APAFIT (Agrupación Puno de Arte
Folkórico y Teatro) institución empeñada en evitar su desaparición.
Nos limitamos a comentar la participación de solo dos
personajes principales del conjunto dancístico:
El KALLAWAYA VARÓN: Básicamente lleva un poncho
relativamente corto; porta la llant’ucha (llanticj) o sombrilla que es el
principal elemento de esta danza, la misma que representa la protección del sol
y lluvia que usaban los kallawayas en sus largas caminatas; y, el kapachu o
bolsón adornado con borlones de lana conteniendo hierbas, amuletos, talismanes,
ofrendas y material vario para ceremonias y curaciones. El pantalón es
generalmente oscuro y totalmente simple. Lleva una faja llamada chin-chin de color vivo cubierta con monedas de plata
sujeta su cintura.
La KALLAWAYA MUJER,
el complemento femenino ("No
hay sol sin luna, ni día sin noche") oficia de vidente y también participa
en curaciones. Lleva pollera multicolor, blusa generalmente blanca con encajes
y usa trenzas largas sujetadas con tullmas.
Todos los danzarines adornan el poncho y/o lliclla con
objetos de plata, vajilla y utensilios que les sirven para preparar los
brebajes. En la versión puneña (distinta a los estilos boliviano y de Cuyo Cuyo en Sandia) “...los danzarines,
sin excepción, van tocados por sombreros generalmente negros con cuatro
hendiduras en la copa que los hacen terminar en punta”[xv].
b. movimientos y
ritmo
Durante la ejecución de la danza, varón y mujer se
saludan constantemente inclinándose y deteniéndose por un instante, para luego
seguir moviendo e imprimiendo giros a las sombrillas según el ritmo y la
cadenciosa melodía musical. Las sombrillas son llevadas rítmicamente y en alto,
a la vez que se les imprime movimientos rotatorios.
El conjunto hace también movimientos en grupo,
cambiando constantemente la disposición de las parejas
Augusto Vera[xvi], destacado músico puneño
nos ilustra: “La melodía, compuesta de dos partes, consta en cada una de ellas de
compases de dos, tres o cuatro tiempos, el último de los cuales finaliza con un
silencio que sirve de descanso de tal forma que, en ese momento, los bailarines
permanecen inmóviles y en posición de saludar con reverencia a su pareja. En
este pequeño lapso, las sombrillas permanecen también inmóviles”.
___________________
[i]
https://carpetapedagogica.com/periodificaciondejohnrowe
[ii] : Presidencia
del Consejo de Ministros: ESTUDIO DE DIAGNÓSTICO Y ZONIFICACIÓN DE LA PROVINCIA
CARABAYA :
[iv] Anónimo. “El
origen de los kallawayas”, articulo breve
[v] http://www.cingolani.ssolucion.com/
[vii] José de Meza, Teresa Gisbert y Carlos Meza Gisbert:
“HISTORIA DE BOLIVIA” Cuarta Edición. Ed Gisbert, La Paz, Bolivia, 2011, p. 41
[ix] Diario LA
PATRIA Oruro, 1 de marzo de
2014: KALLAWAYA, DANZA DE LOS MÉDICOS
NATURISTAS.
[xi] Cingolani op.cit.
[xii] Oblitas
Poblete, E. (1963). Cultura Callawaya. Talleres gráficos
bolivianos. La Paz, Bolivia
[xiii] PUNO ILUSTRADO marzo 1919. Año 1 N° 1, p 7
Directores. Jose Antonio Encinas y Juan
Luis Mercado
[xiv] Enrique Cuentas Ormachea “PRESENCIA DE PUNO EN LA CULTURA
POPULAR”, Ed. Nueva Facultad, Lima 1995, p.
95 y s.
[xv] Augusto Vera Béjar: MUSICA, DANZA, TRADICIÓN Y
PERSONAJES PUNEÑOS. TREINTA AÑOS DESPUÉS. Arequipa, 2005, p 34
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