LECTURAS INTERESANTES N° 866
LIMA PERU 21DIC18
NAVIDADES
César Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 426, 21DIC18
A
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quí hay papá-noeles que sudan bajo el disfraz
invernal que los castiga y nacimientos de Belén hechos de cartón mientras la
gente escucha villancicos y las tiendas venden como nunca y a los pavos les
vuelan las cabezas en un holocausto de huidas y plumas y hay una masacre
paralela de pollos bendecidos y ofertas que no se repetirán y ferias repentinas
que cesarán el 2 de enero.
Y todo para recordarnos, dicen, el nacimiento de un
niño que, ya crecido, se indignó con los mercaderes que merodeaban por las
sinagogas, con los hipócritas que juzgaban más el tener que el ser y con el
establecimiento y la jerarquía que Roma había impuesto en las tierras de Judea.
Con lo que el nacimiento del Dios encarnado de los
católicos es, al final, una Barbie con cara de zorra, un peluche que llamará a
todos los ácaros o la alhaja que al revolucionario de Galilea hubiese indignado
como ostentación y frivolidad.
No sólo hay papá-noeles sudando la gota del
subempleo sino nieves de farsa, trineos jamás vistos en el trópico de El Niño y
-voy a vomitar- mensajes publicitarios donde las cosas que se venden pretenden
ocultarse en una maleza de palabras beatíficas, radiotones pías y campañas
lloronas hechas en los canales que transmiten basura sin darse una pequeña
tregua, alabado sea el Señor.
La radio que más cerca estuvo de Fujimori también
nos habla del espíritu de la navidad y el mismo locutor que nos hace tomar la
cerveza de todos los peruanos hasta que nos den diablos azules nos llama ahora
a ver los copos de nieve de la publicidad, la bolsa de regalos de los repartos
compasivos y el mensaje de Cristo comprimido en una tarjeta de plástico que
hace el milagro de multiplicar billetes y deudas.
-Jojojojó- gruñen los avisos antes de decirnos que
en Hiraoka ha nacido un Jesús a transistores y unos renos que vuelan gracias a
la robótica, mordisquean el pasto cuando están en tierra y, sin embargo, jamás
hacen de vientre porque eso no sería digno de la fiesta de la natividad.
Luego están las señoras que se dedican a la caridad
-que es la justicia por sorteo-, los escuadrones regalones, las campañas de
los descuentos nazarenos, la maratón de la felicidad, la misa del gallo, la
cena que ojalá fuera la última, la tranca pagana y la resaca herética que sólo
San Alka (Seltzer) podrá quitarte con una imposición de burbujas.
Y todo para recordarnos a un personaje que se
enfrentó a todo aquello que hoy lo celebra. Un personaje que hubiese
despreciado su cumpleaños si hubiese visto en qué habría terminado la leyenda
maravillosa esa del establo y la cuna primordial, la fe en los pobres y la
parábola de los ricos, el ojo de la aguja y el pajar de la leyenda.
Dicen que no había en Chile navidades más tiernas
que las que celebraban los Pinochet-Hiriart. Junto a un árbol nevado con una
especie de caspa cara, frente a un nacimiento donde las pequeñas bestias
motorizadas mugían o balaban, detrás de un Papá Noel que cantaba un himno
alpino, la familia Pinochet-Hiriart recordaba las bendiciones recibidas por
Escrivá de Balaguer, el Papa en persona y, al principio, el cardenal Raúl Silva
Henríquez. El comunismo ateo había sido derrotado. Hasta el agnóstico Milton
Friedman aprobaba lo hecho. Por la chimenea de su casa, en las estribaciones de
los Andes, Noel, el escandinavo, hallaría la forma de dejar a los nietos de
don Augusto más ahitos que nunca del espíritu de la navidad. Amén.
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