LECTURAS INTERESANTES N° 856
LIMA PERU 25NOV18
¿HAY PERSECUCIÓN
POLÍTICA EN EL PERÚ?
Jaime de Althaus,
EL COMERCIO 23.11.2018
En
el Perú no hay persecución política. Lo que hay es algo más sutil y letal a la
vez: criminalización política, ajusticiamiento mediático-judicial de partidos
políticos. Ocurre, por ejemplo, cuando se expone públicamente todos los días
por la televisión de qué manera un partido político se “organiza criminalmente”
para cometer algo que no es delito. A fuerza de presentar día a día testimonios
nuevos y agravantes, la impresión que queda en la opinión pública es que,
efectivamente se trata de una siniestra organización criminal dedicada al
lavado de activos, por más que tal cosa no exista.
El
resultado es que, según última encuesta de Ipsos, el 54% considere que Fuerza
Popular es una organización criminal y que la aprobación al Poder Judicial pase
de 10% en agosto a 27% en noviembre. El procedimiento, mucho antes de que haya
juicio, ya decreta la muerte política del partido en cuestión. A la cúpula no
se le ha iniciado aún investigación preparatoria y menos aún se le ha acusado,
pero ya purga precondena de tres años de cárcel. Y la que hubiera sido
candidata con posibilidades es ya cadáver político. La presunción de inocencia
es la primera víctima.
Ahora
bien, tampoco se puede decir que el proceso de criminalización de algunos
partidos políticos haya sido digitado por el Gobierno. Es verdad que el
presidente se beneficia indirectamente, pero él no ha ordenado nada en el
terreno penal. Hay, efectivamente, separación de poderes.
El
problema no está allí. Está en una justicia que se ha vuelto plebiscitaria y
poderosamente arbitraria, en fiscales y jueces que, pasando por encima de una
sentencia del Tribunal Constitucional que ya advirtió acerca de los excesos que
se comete en la prisión preventiva, obedecen a centros de influencia con poder
creciente en el sistema judicial y a una opinión pública mayoritaria que,
retroalimentada a su vez por el espectáculo de la justicia mediática, se
radicaliza cada vez más exigiendo la prisión de aquellos a quienes siempre
aborreció políticamente. Es la justicia popular que se está tragando a casi
toda la clase política.
CORRUPTOS EN SERIE |
Si
un partido ha hecho todo lo posible por desprestigiarse y por concitar el
rechazo ciudadano, pero no ha cometido delito, es algo que deberá pagar en las
siguientes elecciones, no en la cárcel. Una cosa es el repudio electoral, y
otra la ejecución penal. La criminalización de la política no es admisible en
una democracia.
Esto,
por supuesto, es completamente diferente de los casos en que ex presidentes o
ex funcionarios hayan recibido sobornos por las obras que se concedieron en sus
gobiernos. Ello es claramente un delito y de la mayor magnitud, que debe
merecer la pena más severa porque es imperdonable apropiarse de los dineros del
pueblo.
En
el caso de Alan García la opinión pública está convencida de
que recibió sobornos de parte de Odebrecht y, por lo tanto, el ex presidente
seguramente teme que se le apliquen los procedimientos de la justicia
plebiscitaria. En eso lleva razón, aunque también quepa la posibilidad de que
el asilo sea una manera de escapar a la justicia si realmente cometió algo. En
eso estamos.
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