LECTURAS INTERESANTES N° 843
LIMA PERU
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 412 14SET18
H
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ay una
epidemia mundial de cursilería y de mal gusto. Se siente en la literatura, en
el periodismo, en la pintura, en la cocina, en el ultrismo reivindicativo, en
el cancionero popular, en el cine hemorrágico, en la televisión doméstica
capturada por la estupidez.
Es como
si Ed Wood hubiese matado a Bergman, como si Francoise Sagan hubiese borrado a
Simone de Beauvoir, como si a César Moro lo hubiese desterrado Antenor
Samaniego. Es como si Trump gobernara a los blancos resentidos de su país. Como
si el fujimorismo mandara en el Congreso y sus hordas nos amenazaran con un
nuevo secuestro. Es, en suma, como si el país donde habré de morir, por amor y
descarte, se dirigiese a su bicentenario con las taras de origen de su
independencia y las lacras de su república malparida.
Se
respira mal gusto y cursilería en todo el planeta. La ola ultraderechista en
Europa -Polonia, Hungría, Italia, por ahora- es parte del asunto. Al poeta
Saint-John Perse, secretario de la cancillería francesa y acompañante de
Edouard Daladier en las negociaciones de los Acuerdos de Múnich, se le atribuye
una frase que hoy es profética: “el mal gusto conduce al crimen”. La lanzó
cuando Daladier, al firmar esa paz inservible, le preguntó a solas qué le
había parecido Hitler.
Bueno,
de algún modo los sueños de Hitler vienen realizándose. En Siria, por ejemplo,
donde Estados Unidos ha armado al extremismo islámico que, según versión
oficial, voló las torres gemelas, mientras que una dictadura de las malas -la
de Bashar el Asad- defiende su existencia con la ayuda de Rusia, el país que
tanto hizo por la elección de Trump. ¿No es un sueño de Hitler lo que hace
Arabia Saudita en Yemen? ¿No habría envidiado Hitler a aquel Obama que veía en
la TV, como si de una serie de Netflix se tratara, el asesinato de Osama Bin
Laden, el Saudita cuya familia había hecho negocios con la familia Bush? ¿No
habría disfrutado Hitler de Gaza, ese inmenso campo de concentración donde la
muerte es lenta y la esperanza nula? Hitler habría aplaudido que Argelia y
Egipto desconocieran -como lo hicieron- las elecciones ganadas por grupos
musulmanes radicales e impusieran dictaduras de exterminio.
¡Cómo
habría gozado Hitler con el filipino Duterte!
Quizás
igual que lo que hubiese festejado al general Suharto, que mandó matar a
500,000 compatriotas luego de la caída de Sukarno (respaldada y financiada por
la CIA, cómo no). Y no voy a referirme, para no incurrir en redundancia, a
Irak o Afganistán, donde Estados Unidos está atado a un enfrentamiento
interminable desatado desde Washington. Lo que es cierto es que el siglo XX no
ha terminado y que Fukuyama era un agente de la guerra fría cultural.
La
garúa del mal gusto y el ridículo lo cubre todo. Nos decimos civilizados y
hemos creado estas ciudades donde todo parece ser un monumento a la infelicidad.
Nos creemos modernos porque podemos transmitir en tiempo real nuestras
banalidades. Y el planeta produce archipiélagos de plástico, enloquece los
cielos, vomita hidrocarburos. Lima es, como lo ha explicado en estas páginas
David Roca, una ciudad en trance de morir y tenemos un elenco de chiflados
-todos ridículos y de mal gusto- como candidatos a la alcaldía. Es como si Lima
tuviese inmunodeficiencia adquirida. Como cuando los invasores estaban en
Lurín y Piérola seguía fortaleciendo las entradas que no serían jamás usadas.
Lima,
hay que decirlo, es el mayor homenaje al mal gusto de toda nuestra historia.
Nunca trabajamos tanto para producir un horror tan exacto. Me refiero, claro,
al conjunto y, sobre todo, a la hipocresía de seguir llamando ciudad a los campamentos
donde los pobres suponen que viven en humanas condiciones.
La
cursilería es el dudoso arte de la simulación, la afectación, la solemnidad
teatral. Es la profesión de la apariencia, un aporte casi peruano a la cultura
universal. ¿Y el mal gusto? Bueno, el mal gusto es un Pollock en la casa de un
cubano rico de Indian Creek, Miami. El mal gusto es Chocano hablando de sí
mismo. El mal gusto es no esperar a la posteridad -si es que eso existe- para
que nos califique, nos tase, nos juzgue.
Pero el
colmo del mal gusto y la ridiculez es lo que acaba de suceder por obra y
desgracia de tres ganapanes franceses que dicen haber creado un algoritmo
pintor al que le metieron datos de quince mil retratos pintados entre los siglos
XIV y XX. Y allí está la foto de la “obra”: un emplasto, un hombre con cara de
poto visto por un miope en un día nublado, un Bacon a medio hacer. La casa de
subasta Christie’s, fábrica mayor de cursis con billetera chancha, va a poner
en remate el engendro y espera alcanzar un precio de diez mil euros. No me extraña.
El cursi y fascista de Marinetti hubiera elogiado el asunto. Adoraba las
máquinas y creía en el superhombre. <>
Tatito Dios con camiseta blanquiazul crea Alabanza Lima e insta a que comando sur cante alabanzas |
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