LECTURAS INTERESANTES Nº 827
LIMA
PERU 27 MAYO
2018
MÁS SORDO QUE MUDO
Escribe:
Renato Cisneros
Tomado de “SOMOS” de EL COMERCIO N° 1642
Sobre el
vergonzoso incidente de Edwin Donaire
“Qué
condescendiente eres con las lágrimas de cocodrilo de esa terruca”. El mensaje
anónimo llegó vía Twitter el viernes 18 apenas terminé de entrevistar en radio
a Gabriela Eguren, ex trabajadora del Lugar de la Memoria (LUM) acusada por el
congresista Edwin Donayre de hacer apología al terrorismo.
Normalmente hago caso omiso a los comentarios
agresivos pero este me llamó especialmente la atención, pues Eguren acababa
de aclarar, en vivo y en directo, a nivel nacional, que -tras llevar años
dialogando con víctimas de ambos lados del conflicto armado- lo último que ella
promovería sería un indulto a Abimael Guzmán, que era la supuesta idea que
parecía desprenderse del famoso video que Donayre obtuviera en el LUM tras
presentarse como un “colombiano sordomudo víctima del conflicto” (¿?).
Minutos antes del deslinde, quebrada de
nervios, temblando, tomando agua para calmarse, Gabriela había confesado que
las acusaciones vertidas por el parlamentario de Alianza para el Progreso,
sumadas a alusiones innecesarias a su vida íntima, en tanto constituían una
grosera estigmatización política y sexual, estaban “destruyéndole la vida”,
creándole serias incomodidades con familiares, amigos, alumnos y predisponiéndola
como blanco de ataques en las redes (el comentario que yo recibiría instantes
después es un claro ejemplo).
Estoy seguro de que hay personas que están
genuinamente preocupadas por el futuro del LUM y que, conscientes de su naturaleza
incómoda (la memoria y el relato sobre el pasado son así, incómodos), confían
en que se consolide como un espacio de reflexión que dé cabida a todos los
peruanos independientemente de sus tendencias ideológicas.
El congresista Donayre, sin embargo, en su
ánimo de fiscalizar el museo, ha elegido un camino abiertamente
confrontacional, donde el diálogo y la transparencia cedieron su lugar a la
pantomima y la emboscada. Curiosamente, su intento por cuestionar la
administración del LUM logró el objetivo exactamente contrario: redoblar la
asistencia del público.
Uno puede no estar de acuerdo con las cosas
que dijo Gabriela Eguren como funcionaria de una entidad pública, pero acusarla
de apologista sin escuchar sus descargos e intentar descalificarla por sus
estudios o su condición sexual es una agresión cobarde. Una más en el
expediente del machista Donayre, quien ya en setiembre de 2017 protagonizó otro
hecho bochornoso, en una comisión del Congreso, frente a la entonces ministra
de Salud, Patricia Salas, a quien dijo: “Señora, ¿no? Bueno, señorita, muy
bien. Sí, porque las vírgenes han pasado muchas Navidades pero ninguna
Nochebuena”.
Una de las herencias más penosas del
fujimontesinismo es haber pulverizado la dignidad de la clase militar al
someter a los altos oficiales de las fuerzas armadas al penoso episodio del
acta de sujeción, pero sobre todo al acostumbrarse a ordenar ascensos a dedo
desde Palacio, favoreciendo a los generales leales al delincuente Montesinos y
pisoteando la meritocracia y el puntaje académico, lógicos criterios de
evaluación en los institutos armados.
Tal vez como producto de aquel trauma en los
últimos veinte años, salvo contadísimas excepciones como Roberto Chiabra u
Otto Guibovich, el ejército peruano no ha tenido un general de división cuya
presencia mediática haya servido para enriquecer los debates nacionales
(comentar los desfiles de Fiestas Patrias no califica como contribución). Hace
un mes, entrevistando precisamente a Chiabra, le pedí que definiera brevemente
a Edwin Donayre. Pudo haberse referido a él como un camarada de armas, un ex
comandante general o un soldado, en cambio prefirió describirlo diciendo apenas
“un congresista”; y ya sabemos los peruanos cuáles son las reales implicancias
de ese calificativo.
Es obvio que como sociedad nos cuesta mucho
ponernos de acuerdo respecto de cómo contarnos a nosotros mismos los años
violentos que vivió el país durante dos décadas. Pero nos costaría menos si
detrás de la delicada tarea de vigilar la construcción de nuestra memoria
hubiera autoridades, civiles y militares, competentes, serias, responsables de
sus actos, y no sujetos deslenguados que se ponen peluca para fingir y se la
quitan para difamar. Con personajes así, el circo está asegurado. La reconciliación,
no. //
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