LECTURAS
INTERESANTES Nº 824
LIMA PERU
27 ABRIL 2018
LA PRISION DE LA MEMORIA
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN
SUS TRECE N° 394, 27ABR18
S
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aldrán
de la prisión preventiva. Pero no podrán salir del estigma de haber recibido
dinero negro para la campaña electoral del 2011. Ni podrán hacemos olvidar qué
gobierno hicieron, hasta qué punto traicionaron el programa de cambios que se
habían comprometido a realizar, de qué modo hicieron el ridículo con ese
matriarcado chicha que manchó la institución presidencial.
La
decisión del Tribunal Constitucional los extrajo ayer de la cárcel. Pero nadie
podrá resucitar al llamado Partido Nacionalista, esa farsa detrás de la que
se ocultaban maletines con dinero, cuentas oscuras en el exterior, agendas
culposas con números de contaduría y nombres próximos a la red mañosa que los
protegía.
Ahora
salen en plan de víctimas y sus piquichones los llaman paladines de la
democracia, blanco de venganzas. Son la versión ínfima de Lula, el dúo
parasitario del PT.
Me
parece bien que estén libres. Sus hijos merecían el fallo del TC que los ha
devuelto a la circulación.
Pero
como ahora escucho anuncios de resurrección política y reivindicación moral,
me permito recordar a los entusiastas que Ollanta Humala y Nadine Heredia
pertenecen a esa especie que Dante Alighieri depositó en el noveno círculo de
su infierno. Y aquello no lo borran ni “Ojitos” ni Nakazaki.
El dueto
de marras fue uno de los fraudes más conspicuos de la izquierda populista
latinoamericana.
Los
recuerdo muy bien. A la hora de las entrevistas, Humala era el caudillo de las
reformas, el Pancho Villa de la patria renovada. Daba gusto oírlo. A su lado,
la joven esposa asentía afectuosamente. Parecían el aspirante a Robín Hood y el
boceto de una dulce y plebeya lady Marión.
Qué
ingenuos fuimos. Ya en esa época, mediados del 2010, los esposos Humala habían
demandado a Lula aportes sucesivos y Odebrecht se había encargado de darlos al
contado y en fardos, algunos de los cuales cargó el mismísimo Belaunde
Lossio, tan próximo él.Después vino el gobierno, la entrega a los designios
de la derecha, la mascarada.
No era
una mala idea haber fundado un Partido Nacionalista en un país donde el
concepto de patria suele asociarse con la billetera. No era una mala idea
plantear la posibilidad de que recuperáramos la dignidad en todo aquello que
el fujimorismo había sembrado como precedente inamovible. Por ejemplo, los
contratos irrevisables, las concesiones pétreas, las granjerías infinitas para
los tiburones que nos esquilmaron durante tanto tiempo.
No, no
era mala idea recordarnos que el modelo del neoliberalismo impuesto por
Fujimori y su banda merecía ser revisado en algunos de sus capítulos. Y tampoco
era mala idea decirle a la gente que Latinoamérica debía renunciar a su papel
de mascota y afirmar que los organismos de control económico internacional
eran parte de una trama planetaria destinada a perpetuar el rigor mortis de
nuestras ciudadanías secuestradas. No era malo gritar que el debate se había
banalizado y que debíamos volver a las ideas “perturbadoras” para salir de esta
grisura en la que Carlitos Adrianzén se cree Adam Smith y José Chlimper funge
de Milton Friedman.
De modo
que muchos fuimos los que creímos en el señor comandante y en su señora, que
tan protagonista se presentaba. ¿Nos había nacido un Juan Domingo honrado, una
Evita de su casa? Sí, eso parecía.
Pero
cuando llegaron a Palacio y fueron conscientes del poder que tenían, la
traición, que es la invencible tentación de los débiles, los sedujo. Entonces,
dejaron los disfraces en el desván. El señor presidente resultó un pobre
diablo. La primera dama terminó siendo una mariscala autoinvestida que se
colaba en el protocolo, exigía a la SUNAT que demoliera a sus adversarios y
atesoraba con rigor el dinero mal habido que se guardaron para sí. Vaya pareja.
Vaya comediantes. La izquierda nos sigue debiendo una explicación. Una más. ▒
TACHANDO RIVALES en EL OTORONGO 27ABRE18 |
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