LECTURAS
INTERESANTES Nº 784
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LIMA
PERU 13
OCTUBRE 2017
EL
PINTOR
César Hildebrandt
Tomado
de: “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 368, 13OCT17 p. 12
S
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e ha muerto un gran pintor y al principio
pareció que se había cumplido un pacto suicida, como esos que acabaron con
Stefan Zweig y su esposa, en Petrópolis, en 1942, o con Arthur Koestler y
Cynthia, en Londres, en 1983.
Si hubiese sido así, ¿a quién habría
podido sorprenderle? El pintor había dicho en muchas reuniones que había vivido
lo suficiente y su esposa, mayor que él todavía, pensaba lo mismo. Y cuando marchaban
a toda velocidad en su “Mercedes”, la gente que los despedía se preguntaba si
no estaban coqueteando, otra vez, con la muerte.
Pero no, no fue hacer uso del derecho del
suicidio lo que se ha llevado al pintor y a su mujer. La vulgaridad nos dice
que pudo haber una escalera, una doble caída, un tropezón mortal. Y la policía
ha empezado una investigación sobre el personal de servicio de la casa.
El pintor había dejado instrucciones
precisas para que lo cremaran. Odiaba, como muchos, la ceremonia de los gusanos
y pensaba que lo mejor sería volver a ser ceniza y desaparecer de modo fulminante
entre la tierra y el mar. La familia, sin embargo, no ha podido acatar sus
disposiciones porque el protocolo judicial ordena que, al no haberse
establecido plenamente las causas de la muerte, el cadáver debe quedar sujeto a
una posible exhumación. Es el rigor mortis de la burocracia.
El pintor lo había visto todo. Lo había
oído todo. Esa es la peor saciedad de la vejez. Cuando se acaban los deslumbramientos, se termina la vida y lo que
suele quedar es la terquedad de los fluidos y la desesperación de la materia
por continuar con sus cadencias, su tictac, sus ciegas válvulas.
Para alguien que
había hecho de la pasión por el conocimiento un motivo para vivir, perder las
ganas es un golpe muy duro. Para alguien que fue seducido por el París de la
posguerra y por el ateísmo ilustrado del existencialismo, vivir la vida social
de Lima debió ser un sacrificio que incluía la abreviación del alma y la adoración
de sucesivos becerros de oro.
El pintor, como muchos grandes, pintó un solo cuadro durante toda su vida.
Persiguió esa idea con una disciplina de guerrero que sabe que todas las
guerras se pierden de antemano pero que no hay batalla que no valga la pena
ser librada. Y esa idea era salirse de la historia, matar a los arlequines,
huir de la tristeza y del indigenismo barato y fundar una luz atenuada que nos
recordara de qué fuerzas oscuras -pero también enormes- venimos, de qué bigbang
mural y complicado estamos hechos, de qué barro sangriento nos moldearon. El
pintor no necesitó poner a un indio arguediano en sus cuadros para contribuir,
como pocos, a señalar nuestra identidad precolombina y a apuntar al purgatorio
ancestral de nuestro origen.
El pintor persiguió el cuadro que lo resumiera todo, del mismo modo que su
amigo, el novelista, aspiró a la novela total. Pero el pintor, al igual que el
novelista, obtuvo peldaños, nunca la escalera. Y quizá por eso admiraba tanto a
Vallejo, que fue el que más cerca estuvo de lo absoluto. Y siguió haciendo
peldaños con el mismo espíritu con el que Sísifo trepaba una ladera
eternamente.
Un día Armando Villanueva del Campo me dijo que la muerte venía mezquinamente
en cuotas. “Un día es una pierna, otro día es un brazo”, me dijo riéndose. Lo
miré con tristeza: el gran dinamitero terminaba arropado por el hombre que
había acabado con su partido.
El pintor, a su manera, terminó reconciliado con la clase social que
intentó devorarlo cuando era surrealista y chúcaro. Terminó asistiendo a sus
tertulias y a sus brindis. Y yo pienso que parte de su melancolía se explica
por eso: el artista que sabe que el drama de su búsqueda termina convertido en
cuadro, en decoración, en precio y en jactancia.
El matemático francés Bernard de Fontenelle, que vivió hasta los 99 años y
once meses, dio esta receta para la longevidad: “Tened buen estómago y mal
corazón”. No fue el caso del pintor, desde luego. Su corazón, golpeado malamente
por la muerte de un hijo, sobrevivió sin amarguras al lado de la mujer que lo
escogió y entre los lienzos donde siempre estaría dispuesto a reanudar esos
viajes tan bellos como redundantes ▒
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