TEODORO
VALCARCEL
Omar Aramayo
Nora Chastain es una preciosa americana de ojos claros, el
viernes pasado vestía un conjunto rojo sangre esplendoroso, ella es una de la
violinistas más notables del mundo, interpretó con la Orquesta Sinfónica
Nacional, esta vez bajo la conducción del consagrado director indú-norteamericano
Ankush Kumar Bahl, el Concierto Indio de Teodoro Valcárcel. Para los dioses.
Nora y el violìn eran uno solo y parecía que Valcárcel Caballero hubiese
compuesto tan hermosa sinfonía tan solo para Nora y nadie màs. Había que ver la
elasticidad y plenitud de ave, de ave estrella refulgente, de esta americana
nacida en Berkeley, que vino al Perú solo para el concierto.
Momentos antes, el titular de la Sinfónica, el maestro
Fernando Valcárcel, propició una mesa redonda, en un auditorio más íntimo y
solo para privilegiados, a la cual tuve el honor de ser invitado como
expositor.
En 1995 tuve la poca fortuna de estropear la celebración del
centenario del gran maestro puneño, pues descubrí, por encargo de su sobrino,
el maestro Edgar Valcárcel, su partida de nacimiento en la oficina de registros
públicos de Puno, donde se consigna no a ese año de 1995 sino a 1996, como el
del centenario. Y desde entonces se sabe, realmente, en qué año nació.
El aspecto más notable de la vida y obra de Teodoro Valcárcel
Caballero, es su extraordinaria precocidad. En 1914 ya se hallaba estudiando
piano y composición en la ciudad de Milán, y eso no solo porque la familia
Valcárcel pudiera darse el gusto y el gasto, sino porque el joven Teodoro para
entonces ya era un consagrado pianista. Fue Dunker Lavalle que le dijo a su
padre, este muchacho da para mucho más, no podemos desperdiciar este talento; y
viajó, y le sacó el jugo a sus estudios. Pero tuvo que regresar porque las
voces de la guerra eran cada vez más insistentes.
Toedoro Valcárcel estudió en el colegio nacional San Carlos,
en una época en que la voz de la inteligencia era el doctor Carlos Belisario
Álvarez, padre del poeta. Y no solo la suya, sino la de otros ácratas como
Federico More o José Antonio Encinas. Imbuido de esas voces, con ese marco
teórico, es que viajó a esas alturas del arte. Puno era entonces una pequeña y
hermosa ciudad de diez mil habitantes, con una calle Lima donde comerciantes
alemanes, italianos, japoneses, se disputaban las primicias. En cada casa había
un piano y a veces un violín, la música puneña mestiza es hija del piano. Puno
era la ciudad donde obligatoriamente se quedaban, una semana o más, los
viajeros de Lima a Buenos Aires y viceversa. Aquí se hospedaron Malanca, Do
Santos, Sabogal, pianistas, teatristas. Valdelomar se repantigó por varios
días. La vida ha cambiado desde entonces como todo cambia, y esa pequeña y
vieja ciudad ya no existe.
Volvió a Europa en 1929 a la exposición de Sevilla, donde el
Perú participó con muchos créditos. No olvidemos que el asesor del presidente
aquellos años era Emilio Romero Padilla, que venía del grupo de Churata.
Valcárcel se quedó esta vez tres o cuatro años, fue a París donde su contacto
era Ernesto More, nada menos; lo vinculó con César Vallejo, con Vicente
Huidobre, y otros de ese grupo. Alguna vez More me contó como Valcárcel al borde
de una café o una copa de vino, tarareaba y melografiaba, sin reposo. Hay
algunos espíritus fútiles, que creen que vivir en un lugar es vegetar
físicamente, el caso del gran compositor los contradice, pasó su infancia en la
ciudad del lago, luego volvió dos o tres veces y nada más. Puno estaba en su
mente, el espíritu de Valcárcel vivía en Puno.
Valcárcel es un Lérida, una esticista que nos puede convocar
hasta las lágrimas, de la pura belleza que encierran sus composiciones. Belleza
pura. Su perfección formal, fruto de un trabajo académico de años, está al
servicio de ese esto lírico, que a la vez es tan peruano, tan andino e
indigenista. Aún hay espíritus retardatarios a los cuales la palabra
indigenista les pesa, les cae como un cólico, prefieren llamarlo arte
nacionalista, pero qué pobreza de espíritu. A veces, más andinos e
indigenistas, son personas que nunca han pisado Puno, y que nos hacen ver el
lago como si fuera una película con sabores, es el caso de Nora Chastain.
Contemporáneos de Valcárcel son Ernesto More (1897),
Gamaliel Churata (1897) y un poco mayor José Antonio Encinas (1888)
No hay comentarios:
Publicar un comentario