LECTURAS INTERESANTES Nº 711
LIMA PERU
22 JULIO 2016
FELIZ 28
César
Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 309 22JUL15, p.
12
Hace como 200 años que el Perú es un país en
vísperas de ser grande, que está cerca de la justicia, que toca con la mano la
madurez de la templanza. Lo decían los guaneros y los salitreros. Lo dijeron
los líderes del segundo civilismo. Lo decía el pradismo de todas las
cataduras. Lo dijeron los caucheros y los pesqueros. Y siempre lo dijeron
quienes hicieron del Potosí el centro de las esperanzas. ¿No éramos Jauja? ¿No
valíamos un Perú?
La verdad es que el Perú es una promesa que va
a cumplir 200 años. Si tuviese una novia, hace tiempo que la habría perdido.
El Perú aburre porque se repite y dice lo
mismo.
Y ahora hay más plata pero no hay más país. Y
hay mucha plata pero hay 50,000 millones de dólares en déficit
infraestructural, un 25% de pobres, un 20% de falsos "no pobres"
mientras que la asistencia sanitaria es menos que insuficiente, la educación
pública fabrica aturdidos y el nivel cultural promedio es de llorar.
A mí me preocupa el próspero analfabetismo
funcional que padecemos. Los de arriba no leen porque no quieren. Los de abajo
no leen porque no pueden. Los del medio (especie en extinción) a veces pueden
aunque no siempre quieren.
Si Washington Delgado viviera, trataría, otra
vez, de construir el país con palabras. No podría hacerlo. Porque el eco de la
tele, que es la oralidad colectiva, acalla todas las palabras que valgan la
pena, reivindica las intelecciones y llena todo de rebuznos.
¿Dónde estarán los que se indignaban y nos lo
hacían saber con intensidad y altura vallejianas?
Con algunas excepciones, la poesía de hoy está
muerta antes de haber sido impresa. Es una poesía, como diría el chamán de
Castañeda, sin corazón y por su sangre sólo corre la triste aventura inmóvil
del ensimismamiento.
Los que leímos para entender y fuimos a los
museos para aprender a ver y llenábamos los cineclubes para asombrarnos con
Welles o Eisenstein siempre fuimos minoría. Pero ahora quienes hacen lo mismo
son auténticos sobrevivientes.
¿Qué hemos hecho para odiar a nuestros
mejores? ¿Cómo llamar cultura a lo que tosen las radios y tararea la televisión?
¿Y qué decir de nuestra prensa? La palabra es una sola: vergüenza.
Ejemplo: la TV muestra a un montón de
infelices que se emborrachan mientras escuchan a emperatrices de la cumbia
indígena. Y otro montón de acomodaticios dicen que eso es cultura viva.
¿Cultura viva?
Vargas Llosa tiene razón en este asunto. El mal
gusto está a punto de tener sus museos.
¿El mal gusto de parte de quién? -preguntarán
algunos oenegeros domiciliados en su sueldo.
El mal gusto de parte de Mozart, de Chico
Buarque, de Celia Cruz y hasta de Juanes. ¿Está bien? ¿O quieren que mencione
a Morrison, Santana o Amy Winehouse?
Sí: el mal gusto peruano ya es una marca. Y
nuestra huachafería trasciende fronteras. Celebramos el día del cebiche y el
día del pollo a la brasa. ¿Y por qué no el día del Pendejo Inmortal?
Vamos a cumplir 195 años de edad y seguimos
teniendo problemas de fundación. No nos peleamos entre iguales porque la
prensa costeña pagada por la minería, por ejemplo, está convencida de que los
cajamarquinos no son sus pares. Sí: porque en mi país que va a cumplir dos
siglos todavía se emplea la terminología de la guerra fría. Pedro Beltrán
nunca gobernó mejor las mentes de la imbecilidad que estando muerto.
Alan García, que llevó el arte de la
sustracción a categorías celestiales, se desgañitó diciéndonos que estábamos
camino al primer mundo, que quemaríamos etapas y daríamos el gran salto. Fue
cuando la dijo García que esa mentira terapéutica de nuestra autoestima se
convirtió en farsa grotesca. Una cosa es que los inocentes crean que falta poco
para ser escandinavos. Otra es que un asaltante de caminos le diga a la diligencia
que el gran destino la espera.
Miren, mirémonos, juzguemos ni siquiera con
mucha severidad. ¿Estamos camino al desarrollo?
Una cosa es tener plata en el bolsillo. Otra es
construir un sueño que abarque a todos. Los países que no sueñan son lo que
somos hoy nosotros: cuentas públicas, commodities, avideces y carroña. Y
rostros alegres en la pantalla de la tele, esa que quiere hacernos creer que el
Perú es una marca.
El Perú no es una marca. Mientras sigamos
estando plácidos en la barbarie i seremos una tarea por cumplir.
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