martes, 31 de mayo de 2016

HISTORIA: TUPAC AMARU Y TUPAC CATARI EN EL ALTIPLANO

EL PÁRROCO DE CANDARAVE, PABLO CUADROS, INFORMA SOBRE INCURSION DE TUPAMARISTAS

José Antonio Benito [1]
José Gabriel Condorcanqui se sublevó en Tinta, el 4 de noviembre de 1780. Del Altiplano descendieron hacia Tarata alrededor de 1.500 insurgentes acaudillados por Juan Buitrón, que se desplazaron por las alturas del departamento sembrando el pánico entre la población fidelista.
Aparecieron en Candarave, después hacia Curibaya, Ilabaya y Locumba, deteniéndose en Sitana para ganar mayores adeptos a la causa. Por entonces, la cacica Catalina Chuquimia y los indígenas principales del cacicazgo de Ilabaya se mantuvieron al margen de la rebelión.
Los jefes insurrectos Alí y Buitrón con sus huestes iniciaron el retorno por los lugares donde habían pasado, cobraron cupos de guerra y sancionaron a cuantos no manifestaron abierta adhesión al movimiento insurreccional. La población de Tarata fue saqueada por las masas exaltadas; Buitrón resolvió encaminarlas hacia el sur, llegando a Codpa, hoy de Chile, donde sacrificaron al cacique Diego Felipe Cañipa por su actitud desafiante y condenatoria a los insurgentes y a todo el movimiento tupacamarista. El cacique fue torturado cruelmente y murió dando vivas al rey de España.
Se sabe que en la región del Desaguadero se identificó a uno de los parientes de los Lupistaca de Ilabaya como fidelista al régimen colonial por lo que fue duramente castigado. Muchos españoles y criollos huyeron de la región de Ilabaya buscando refugio en Moquegua, Sama y Tacna. Otros se replegaron para atrincherarse en algunos sectores del valle en defensa de sus vidas y los bienes que detentaban. Todo esto sucedió entre los meses de enero o marzo de 1781.
S. O ´Phelan da una doble lista de 26 caciques rebeldes y otros tantos leales a la Corona en su obra Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia. 1700-1783 CBC, Cusco, 1988, p.229. En la misma, no incluye ningún cacique de la demarcación territorial que estudiamos.
Gracias a una carta del párroco de Candarave Pablo Cuadros a su obispo Monseñor Abad Illana por el año 1784 (celosamente custodiada en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, TC-3, Caja 405) conocemos sus pormenores.
Publicado: CUSICANQUI LINARES S.-BENITO RODRÍGUEZ, J.A. Candarave: Memoria y pasión de una provincia andina GRACU, Arequipa, 1996
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 Informe del cura Pablo Cuadros de Candarave sobre sucesos de insurrección en su jurisdicción

Muy Ilustre Deán y Cabildo:
El Licenciado Don Pablo Cuadros, cura propio y Vicario de la Doctrina de Candarave, como más haya lugar en derecho, (com)parezco ante V.S. y digo: que en ejecución del superior orden de V. Señoría y deseoso de cumplir con las obligaciones de mi cargo, tomé la resolución de mi salida y transporte a la dicha mi doctrina y estando ya cerca de ella recibí la noticia por un mozo de mi casa de la repentina venida de Catari (monstruo cruel) que acababa de entrar a Juli haciendo destrozos conmoviendo los pueblos y alborotando los lugares más retirados y quietos, repartiendo emboscadas de indios por todos los caminos, términos de mi jurisdicción. Así mismo, comisionados y capitanes a todos los pueblos con orden de exterminar a cuantos españoles o mestizos encontrasen sin excepción de sexos ni edades; igualmente a los caciques e indios que puntualmente no obedeciesen, cuyos mandamientos efectivamente se han cumplido hasta  Chucuito, cuya ruina ha sido tan notoria.
Sin embargo de esta noticia, y la antecedente, que tuve de estar ya mis indios inficionados con el contagio del Rebelde Túpac Amaru, a quien en virtud de su carta por las Carnestolendas rindieron obediencia y como constituidos ya vasallos suyos se convocaron contra el Corregidor y españoles de Tacna. Determinado, aunque con bastante cuidado y susto, proseguía a entrar a mi doctrina anticipando aviso de mi llegada, cuando con cautelosa malicia, el Alcalde, por una esquela me respondió recibirme gustoso, y preguntando a los propios canaris de las novedades del Pueblo no querían darme razón alguna hasta que un indiecito, de gran inclinación y amor que me tenía, dijo la mañana de mi entrada, a distancia casi de una legua, que toda la noche estuvieron los indios en el pueblo en un alboroto terrible, alistando gente con ocho capitanes nombrados, que la mitad de la tropa había bajado a Tarata. Las mujeres estaban en un llanto, alaridos y lamentos, y esta misma noche se entraron para Tarata muchos indios de Catari, mataron al cacique y a varios españoles y luego pasaron propios para el Pueblo a alistar gente y que tal vez podía suceder alguna avería conmigo. Con esta razón, desmayado el ánimo, retrocedí con extremada carrera padeciendo mil trabajos y penalidades hasta la Villa de Moquegua, librando la vida del peligro nunca imaginado.
Aguardando yo en la dicha Villa noticia favorable de mi Doctrina, siempre con el intento de volver a entrar en ella por varios motivos, adquirí el último desengaño de que los ingratos indios me habían esperado con el suplicio preparado para quitarme la vida junto con mis familiares; tan público corrió este depravado concejo de los bárbaros indios que horrorizados los caballeros de Moquegua me buscaban para maravillarse más del modo cómo escapé de las garras de la crueldad. Confirmose esta verdad de haber fraguado mi muerte los tiranos indios por un mozo feligrés mío nombrado Marcos Aldana, quien hallándose cautivo escribiente de ellos, disertó y declaró entre otros asuntos los designios e inicuos intentos de dichos indios.
Prescindiendo del levantamiento general de los indios, cuyos efectos lastimosos se experimentan en casi todas las provincias del Reino no se ha dado basilisco como Catari y sus secuaces quienes han salido de la tierra arriba como unas fieras destrozando españoles con el fin de robar y aniquilar cuantos bienes encuentran. Profanando los sagrados templos, saqueándolos, ultrajando y matando sacerdotes como la cruel muerte que dieron al cura de Santiago de Machaca, al de Viacha y otros que refieren en Moquegua, cuyo vecindario dejé bien afligido y prevenido de armas y gente, aguardando por horas la invasión de los indios.
Finalmente, Señor, a vista de tantas ignominias, que han ejecutado con los curas y, contemplando la ingratitud de los míos qué podía yo esperar sino salvar la única vida que tantas veces ha estado expuesta al sacrificio, pues aun en tiempo de quietud trabajé bastante en conservar la paz y concordia en medio de ellos, conteniendo sus osadías y genios belicosos porque acaso la fiereza de ellos no se deslizase a perder mi respeto y rompiesen los muros de la veneración y honra que debían guardarme.
Increíble se hace que llenos de tantos beneficios como han recibido de mi parte así en lo espiritual como en lo temporal, con una corta insinuación de aquellos enemigos declarados de los españoles hubiesen maquinado mi muerte, siendo constante entre ellos, que en los cuatro años [desde 1777] que he servido aquella doctrina mi fin ha sido mirar su bien espiritual, trabajando sólo sin poder conseguir otro sacerdote que me ayude a sostener el peso del ministerio, así por los pocos operarios como por la renta tan tenue del Curato.
Defecto que dimana tanto por la miseria de los indios cuanto por lo muy corto que quedó por razón de la división. Y, debiendo de poner en consideración de Vuestra Señoría que mis indios no se contemplan hoy como ovejas sino como unos lobos carniceros que persiguen a su Pastor, parece conforme al precepto evangélico debía yo huir y buscar ciudad de refugio. Siendo así, que en la presente estación haya sacerdote que temerariamente quiera entregarse a manos de aquellos bárbaros, además del requisito necesario de estar instruido en el idioma aymara lo que es muy difícil hallar en esta ciudad.
Por tanto. A Vuestra Señoría pido y suplico se sirva su piadosa justificación aprobar mi receso de aquella doctrina protestando cuando sosieguen y conozcan su error buscar medios proporcionados para introducir sacerdote y reducirlos al camino de su salvación que será justicia. Juro en forma lo contenido y para ello firma.

Pablo Cuadros".
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[1] Salamanca [España] 1958). Vive en Perú desde 1995. Diplomado en Educación por la Universidad de Salamanca, Doctor en Historia de América por la Universidad de Valladolid (España) Miembro Ordinario de la Asociación Española de Americanistas, de la sección de Historia del Instituto "Riva/Agüero” y de la Academia Peruana de Historia de la Iglesia Coordinador del área de Historia de la Universidad Católica Sedes Sapientiae y director del CEPAC (Centro del Patrimonio Cultural). Ha publicado varios libros de tema americanista.

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