Por Gustavo Gorriti (*)
En el Perú uno nunca se aburre. En algún momento del siglo
XX, la Historia se hizo aquí extrañamente lúdica. Y parece que le gustó.
Estamos en plena campaña para las elecciones generales del
10 de abril próximo, en las que se elegirá nuevo presidente y Congreso a la
vez. Hay unos 20 candidatos a la presidencia, lo cual es un número
relativamente modesto en un país en el que más peruanos de lo que se supone
saludan al espejo por la mañana con un “Buenos días, señor presidente”.
Las campañas son, casi siempre, una variación del tema
hobbesiano: cortas, sorpresivas, cómicas y brutales. Y esta, antes de llegar a
la mitad, ya luce memorable. Dos expresidentes y una ex primera dama marchan a
la lid en medio de la nube de primerizos y ya las primeras escaramuzas han
producido contrastes sorprendentes.
COPYMAN
|
El expresidente Alejandro Toledo suele llamarse a sí mismo
cada vez que puede, es decir, todo el tiempo, un “accidente de la estadística”,
por la ruta inicial de su vida que lo llevó de la pobreza andina a Stanford.
Temprano en esta campaña la estadística accidentó, más bien, a Toledo y lo
lanzó del pelotón expectante que sigue a la puntera, Keiko Fujimori, al grupo
lejano de pitufos porcentuales que oscila entre el 4 o 3% y la nada
estadística. Un escándalo temprano, el caso Ecoteva, le fulminó preferencias.
La experiencia indica que en el Perú no se castiga la mentira sino su falta de
oportunidad o de credibilidad.
Alan García es todavía considerado por algunos como el mejor
candidato que produjo Latinoamérica después de Velasco Ibarra. Puede que sí,
puede que no, pero en esta campaña parece —cuando menos hasta ahora— que la
magia no funciona y la prestidigitación tampoco. En el inicio de su despliegue
estratégico, Alan García apostó por consolidar la imagen de estadista
experimentado y forjó una alianza entre su supuestamente social demócrata
Partido Aprista y el presuntamente social cristiano Partido Popular Cristiano.
La visión de los antes enconados rivales Alan García y Lourdes Flores saludando
agarrados de la mano, unidos en una sola lista, produjo variadas emociones
entre partidarios y electores en general.
"La experiencia indica que en el Perú no se castiga la
mentira sino su falta de oportunidad o de credibilidad".
Entonces, en el ámbito de administración de la magia,
alguien metió la pata. Como dice el periodista Fernando Yovera: “Cada vez que
Lourdes se baña en campaña, las cosas se van al agua”. En efecto, en una
campaña anterior, la foto de Lourdes Flores bañándose en la piscina de un
correligionario motivó un clavado estadístico que la sacó de carrera. Ahora, a
alguien se le ocurrió que Flores fuera a hacer campaña entre los bañistas de la
popular playa Agua Dulce. Lourdes chapaleó feliz entre los votantes y el agua
salada propulsó el resbalón que sufrió García.
Tres candidatos quedaron en la pugna por el segundo lugar.
El veterano financista Pedro Pablo Kuczynski, a quien su reciente renuncia a la
ciudadanía estadounidense parece haberle socavado la energía; el fundador de
universidades masivas de bajo costo César Acuña; y el economista con afición al
canto, Julio Guzmán.
Acuña es un millonario self made, que ha logrado hasta ahora
éxitos políticos regionales y, pese a haber confesado que no lee, un doctorado
de la Universidad Complutense de Madrid.
Pero publicaciones contundentes en los últimos días han
revelado a Acuña como un plagiario de polendas, notable incluso en un país en
el que una cantidad sorprendente de políticos, jueces y, claro, escritores son
plagiarios habituales. Los plagios de Acuña incluyen su tesis doctoral en la
Complutense y lo que parece ser un virtual secuestro de la autoría de un libro
sobre educación escrito y publicado previamente por otra persona. Por primera
vez en su vida pública, Acuña se encuentra, sin haber leído a Nietzsche,
mirando al abismo mientras el abismo lo mira a él.
Julio Guzmán es un economista, escasamente conocido hace
pocas semanas, que hizo una inteligente campaña por debajo del radar en las
redes sociales y una callada labor organizativa durante varios meses, que lo
hizo saltar en corto tiempo del pelotón pitufo al 5% y de ahí a un todavía
precario segundo lugar.
Diligente, obviamente tenso, con una sonrisa que tiende a
ocupar una excesiva superficie de la cara y que, paradójicamente, parece más
auténtica cuando imita a José José, Guzmán ha hecho que su éxito parcial lo
convierta de un momento al otro en el blanco de todos los ataques. Lo peor para
él fue que una oficina de la autoridad electoral dictaminó que, por menudas
insuficiencias, su inscripción como candidato es inválida. Guzmán ha apelado,
pero recién empieza a tener idea de cómo es el juego en esta Casablanca
electoral.
En el primer puesto, Keiko Fujimori navega hasta ahora
tranquila. Como no es tonta, sabe que la calma es temporal y que apenas se
disipe el remolino entre los otros le llegarán a ella los tornados.
________________
(*)
Publicado el 8 de febrero en El País, de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario