Programa de radio Tiempo Global del IDDH-PUCP |
Lucy Harman,
gerenta del Programa de Gestión de Riesgos de CARE Perú, explicó los
principales aspectos sobre los fenómenos sociales generados en torno a
las bajas temperaturas en el Perú, en el programa de radio Tiempo Global
del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, conducido por el
periodista Ramiro Escobar.
Harman
indicó que resulta incorrecto llamar “friaje” a la temporada de heladas
en la sierra peruana. Se debe circunscribir esta denominación a las
temperaturas erráticas en la selva, en particular, en Madre de Dios y
Pucallpa, que provocan afectaciones de salud, debido a que los
ciudadanos que viven en estas zonas no están acostumbrados a reducciones
tan drásticas de temperaturas. Por tanto, se debe hablar de
temperaturas bajas cuando nos refiramos a la disminución de las mismas
en la zona andina.
Señaló que este
evento tiene un alto impacto en nuestro país por diversos factores. En
primer lugar, debido a que Perú es el segundo país de América Latina más
afectado por el cambio climático. En segundo término, en aquellas zonas
que están por encima de los 3500 metros sobre el nivel del mar, las
estaciones están cambiando mucho fuera de temporadas y las personas que
habitan en las mismas no tienen las condiciones necesarias para afrontar
estas variaciones. Se están presentando precipitaciones de nieve en
temporada que normalmente es seca. Estas condiciones se ven más
acentuadas por la presencia del Fenómeno El Niño en nuestra costa.
Respecto
de los impactos sociales que se generan por estos eventos, Harman
precisó se trata de problemas estructurales que no se pueden enfrentarse
con donaciones que se brindan cada año en diversas campañas de ayuda.
Se generan debido a la carencia de abrigo, pocas condiciones de las
viviendas de las zonas afectadas para poder enfrentar las bajas
temperaturas, así como a los problemas en la alimentación de los
ciudadanos que viven en estas regiones, quienes tienen problemas de
desnutrición crónica y anemia, y la carencia de vacunación y controles
médicos regulares.
Estamos, además, en localidades donde el control
vertical del medio ambiente, característico de las zonas andinas, se ha
venido perdiendo en las últimas décadas. Así, viviendas en zonas por
encima de los 3500 metros sobre el nivel del mar, tradicionalmente
concebidas como recintos de paso para quienes se dedican a labores de
pastoreo, se han convertido en residencias permanentes.
Para
Harman, resulta importante que se internalice el concepto de confort
térmico en el país, vinculado a las condiciones en las que se encuentran
las viviendas y los espacios de reunión en cada zona del país. Si bien
existen tecnologías alternativas que reducen los costos de mejora de las
mismas, aún no existe una política agresiva por parte del Estado sobre
esta materia. Estima que esto se debe al
hecho que la legislación impide destinar recursos públicos a
edificaciones en propiedad privada, así como a que, en las zonas más
afectadas, no existe plena conciencia que estemos ante una actividad que
suponga riesgos para la vida y la seguridad de las personas.
Finalmente, manifestó que resulta difícil
trasladar a los ciudadanos que viven en estas zonas del país a otros
lares donde existe menor impacto de estos fenómenos. De un lado, porque
se dedican a labores de pastoreo, que conforman su principal ingreso y
forma de vida. De otro lado, porque estamos ante población rural que
vive en foma dispersa, lo que eleva los costos de cualquier medida de
este tipo por parte del Estado. En lo que se debe enfatizar es en el
derecho a mejores condiciones de vida digna, lo que comprende tanto las
cuestiones vinculadas a la vivienda, como a los demás problemas que
generan muertes cada vez que hay una reducción significativa de la
temperatura.
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