Sillustani. Dibujo de Antonio Raymondi |
En la década del
70 al 80 se hicieron excavaciones en el área arqueológica de Sillustani, de donde
se extrajo buena cantidad de antiguos artefactos de metales preciosos. Hasta donde
se pudo indagar, una persona hoy ya edad, cuenta que sacaron alrededor de 40
sacos de objetos metálicos. Esta persona llegó a decir: “nunca en mi vida vi
tanto oro”.
Esas
excavaciones no se hicieron por ningún ente vinculado al patrimonio cultural de
la nación, como el INC hoy Ministerio de Cultura, o el plan COPESCO, que en
esos tiempos hacía también prospección arqueológica. Todas esas excavaciones
fueron hechas por el Ejército Peruano y la participación marginal de uno que
otro ente de la sociedad civil como es el caso de la Iglesia Católica. Se
nombra al Ejército porque esta institución proporcionó en gran parte la mano de
obra para los trabajos.
El oficial del Ejército a cargo de dichas excavaciones
apellidaba Valcárcel. Después fue
cambiado a Cusco donde estuvo a cargo del organismo regional cusqueño, porque
en ese entonces el Ejército administraba el poder del Estado. Él tendría que
decir mucho sobre este nebuloso pasaje de nuestra historia política y cultural
reciente.
Hasta donde se ha podido averiguar, todo el conjunto de valiosos objetos que pertenecen al patrimonio cultural de Puno y del Perú, se encontraría depositado en el Banco Central de Reserva, oficina de Puno. No es posible saber a ciencia cierta si sigue ahí.
Hasta donde se ha podido averiguar, todo el conjunto de valiosos objetos que pertenecen al patrimonio cultural de Puno y del Perú, se encontraría depositado en el Banco Central de Reserva, oficina de Puno. No es posible saber a ciencia cierta si sigue ahí.
De ser cierto, tampoco
sabemos si un Banco, así sea estatal, está facultado para ser depositario de
esta clase de bienes, cuando existen instituciones competentes para su custodia
y conservación, tales como el mismo Ministerio de Cultura, o la Universidad
Nacional del Altiplano, que pueden acondicionar locales para museos a fin de mostrar esa riqueza al público y a
los estudiosos. A la mano se tiene al Museo Dreyer a cargo de la Municipalidad
Provincial de Puno, el mismo que estuvo en ese tiempo y ahora está expedito
para albergar la obra artística de nuestros antepasados.
Se sabe que hubo
graves desavenencias entre los dirigentes ejecutores de las excavaciones,
ignorándose las razones. Se especula sobre aprovechamientos ilícitos. A guisa
de ejemplo, hubo un obispo en la prelatura de PUNO que no estuvo de acuerdo con
la forma cómo se hacía el manejo y el destino de los restos arqueológicos, por
lo que fue tildado de loco y luego hasta enviado al Vaticano.
También hubo
otro personaje, un señor Ruiz que fue enviado hasta Chachapoyas, después de
haber participado discrepantemente en los trabajos, junto a un hijo arqueólogo.
Es necesario que
las autoridades competentes tomen cartas en el asunto. El pueblo de Puno quiere
saber cuáles son, detalladamente, los objetos extraídos de Sillustani, dónde
están ahora y por qué no están en un museo de la región.
(Condensado de un artículo difundido por Arnaldo
Vera)
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