miércoles, 26 de noviembre de 2008

LA CIUDAD QUE PEDRO SALINAS NO VIO

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
gvasquezcuentas@gmail.com
Publicado en Los Andes 14 nov 2008
Un desafortunado (¿o clasista-racista?) comentario.

Hace poco más de un año, el 9 de agosto de 2007, bajo el epígrafe “Lampa” apareció en el diario capitalino CORREO la columna “Patente de Corso” que en ese diario habitualmente escribe el conocido periodista Pedro Salinas. Al parecer, la finalidad de la nota era ensalzar los nunca suficientemente mentados atractivos turísticos y urbano-paisajísticos de la ciudad de Lampa, pero el escriba, no contento con llenar de encomios a la “ciudad rosada” recurrió desafortunadamente a la figura de la comparación. Y lo hizo con la vecina ciudad de Juliaca, a la que describió como “…parida por el diablo, caótica e insufrible, cuna de contrabandistas, antónima de la estética, antesala del infierno, desde la que se yergue un huachafísimo monumento al carretillero, en la que a uno le asalta la sensación de Richard Kimble[1], donde lo primero que se piensa al entrar en ella es cómo escapar de ahí”. El comentario de compulsa termina al final del escrito con una violenta afirmación coprolálica: “Juliaca es una caca”.

La justa y legítima reacción.

Las reacciones se hicieron notar inmediatamente. Las protestas menudearon. Los canillitas se abstuvieron por unos días de vender el diario CORREO; distintas personalidades y organizaciones sociales de Juliaca –y también algunas de Puno- emitieron pronunciamientos de rechazo a las frases del periodista; se llevó a efecto una multitudinaria “Marcha de la dignidad” por calles y plazas de la ciudad de las calcetas con el alcalde a la cabeza; se declaró a Salinas “persona no grata, sin permiso para pisar la ciudad” y se dieron pasos para enjuiciar al columnista de marras.

La ola de comentarios y toma de posición alcanzó a periodistas y medios. La Federación de Periodistas Filial Juliaca, rechazó las expresiones de Salinas. En los Andes se publicó una nota bajo el título “Pedro Salinas el cacaseno que insultó a Juliaca”. Desde Lima César Hildebrant en su artículo “¿Juliaca es una Caca?"[2] preñado de ambigüedad, también denostó contra la imagen urbana de Juliaca al decir que es un “…menestrón de ladrillos que el apuro ha vomitado sobre el plato hondo de la autoconstrucción y la burundanga…” y luego se pregunta: “¿Se puede… ofender a cientos de miles con una sola palabra?" Y se contesta: “Claro, en medio está el asunto del racismo, del limeñismo respingado, del sur hirsuto y contestón, de la negación de lo aymara –negación más vieja y sañuda que la que pende sobre el quechua-, del prestigio de los impreso y de las legítimas susceptibilidades que hoy las regiones ascienden a estatuto y levantan como muralla”. Concluye insinuando la idea de que Juliaca no tendría por qué ofenderse, así como no se ofendería Castañeda Lossio si él (Hildebrant) dijera que la Lima horrible de Salazar Bondy es una M…

Aclaraciones sin disculpa ni rectificación

Las protestas y pedidos de rectificación y disculpa que surgían desde Juliaca, llevaron a Salinas a publicar en su columna[3] una especie de nota aclaratoria al señalar que: “El alcalde de Juliaca, el procurador de Juliaca y algunos ciudadanos de Juliaca quieren que rectifique mis impresiones sobre su ciudad, que ellos llaman cosmopolita, y yo describí como caótica e insufrible, antónima de la estética y demás símiles. Cometí además el lúgubre despropósito de compararla con Lampa… Lamento si herí alguna susceptibilidad, y si alguien se sintió afectado por mis opiniones. No fue mi intención. En serio. Pero, la verdad, la verdad, por mucho que galleen estos señores, o suavizando textos, o resistiéndome al juego de palabras, no sé muy bien todavía si Juliaca se merece una rectificación o un obituario”.

En el mensuario “Etiqueta Negra” que se edita en Lima, correspondiente a octubre pasado[4], en el articulo “Juliaca, Perú: Una ciudad prohibida para Pedro Salinas” el periodista hace un relato más extenso de su rauda experiencia pasada en esa ciudad, describiéndola más ampliamente y renovando los juicios que le merecieron en anteriores escritos. Dice, entre otras cosas que se trata de “una ciudad bulliciosa. Maloliente. Caótica. Las pistas eran intransitables. Las calles estaban atiborradas de carretillas. De vuelta en Lima, escribí apenas cuatro líneas sobre ese viaje en un periódico. Lo suficiente para que los juliaqueños me convirtieran en su enemigo... . Es una suerte de purgatorio que los viajeros deben recorrer obligatoriamente cuando se mueven entre Cuzco, Arequipa, Puno y Bolivia. Un pasadizo del averno… las pistas eran intransitables. Las calles estaban atiborradas de una turba de conductores de carretillas que se zurraban las luces rojas de los semáforos, como si hubiesen sido inmunizados contra ellas. Las señales viales, cuando aparecían, guiaban hacia ninguna parte…”

Presenta la reacción juliaqueña así: “… a Juliaca sólo le dediqué un párrafo. Apenas cuatro líneas. Lo suficiente para que los juliaqueños me convirtieran en enemigo de su ciudad y exigieran una rectificación. Querían que escribiera un nuevo artículo reivindicatorio, a página entera, bajo el título: «Perdón, Juliaca». El sindicato de canillitas no trabajó un día en gesto de protesta. Esgrimían que había ofendido a la «Perla del Altiplano». ¿Acaso se daban cuenta de la ironía?... Pero la cosa no quedó ahí. La Cámara de Comercio de Juliaca publicó comunicados para recusar mis opiniones. Los programas políticos de la radio y la televisión de Juliaca lanzaron incendios contra mí. La municipalidad de la ciudad me declaró persona no grata. El alcalde anunció que me demandaría por cincuenta millones de dólares. Los congresistas de la región presentaron una moción de protesta y reclamaron mis públicas disculpas. Cientos de pobladores salieron a las calles portando banderas y quemaron muñecos que tenían mi nombre. Un niño rabioso, con una mirada de ésas que cortan, recitó un poema coprolálico en medio de la plaza de armas y me retó a enfrentar a la turbamulta…”

El punto de vista en una “primera vista”

Deducimos del primer y desafortunado comentario de Salinas sobre su llegada a Juliaca, que era la primera vez que lo hacía. Y por minutos. Por tanto los datos e informaciones que personalmente captó fueron “a primera vista”, lo cual no permite sino un conocimiento muy superficial de una realidad de suyo compleja. Los apresurados juicios públicos de Salinas sobre la “Ciudad de los Vientos” en agosto del 2007, nos recuerdan a aquellos gringos pretenciosos que llegan a Lima en visita de dos días y a su retorno a USA escriben un libro sobre el Perú.

La óptica, el lente, el punto de vista de Salinas en esa “primera vista”, fue la de un limeño de clase media alta, cuyo mundo económico, social, cultural inmediato son Miraflores, San Isidro, Surco, La Molina, distritos capitalinos en los que la reducidísima población chola-india solo cubre labores domésticas, baja policía, jardinería y ocupaciones menores por el estilo. Entonces, no hace falta mucha imaginación para inferir esa suerte de repulsión muy característica de los limeños (y de los alimeñados) que seguramente sintió el periodista, al ver de sopetón en la urbe juliaqueña tanto peruano cholo-indio, viajando en tricilo o “trici-taxi”, vendiendo y comprando, produciendo bienes y servicios, llenado los espacios de una ciudad siempre agitada y bullente y por eso tal vez “caótica e insufrible”.

Es cierto, por lo demás, que el crecimiento urbano ascendente de Juliaca durante las últimas décadas, ha generado una configuración urbanística que dista de ser deseable y constituye sin duda, una agresión a la vista. Pero eso se debe justamente a la velocidad de ese crecimiento y a la insuficiente preparación de las autoridades para regularlo convenientemente. Ahora parecen existir nuevos vientos correctivos en ese tema, por lo que deben esperarse resultados que mejoren el paisaje urbano. Salinas no tuvo ni ojos ni mente comprensiva a ese fenómeno que lo vio desde un plano “superior” acostumbrado a la imagen de bellas urbanizaciones de gente rica por las que transita todos los días y de altos y nuevos edificios que hoy brotan por doquier en el suelo de Lima.

Los pueblos otorgan debido reconocimiento a sus propios héroes y a personas que han trascendido al tiempo por sus obras. El “Cholo” simboliza una historia, una identidad, un orgullo regional y por eso un monumento en Juliaca en donde los cholos son apabullante mayoría. De otro lado, el triciclista ha pasado a ser personaje típico de la ciudad. Su número va entre 30,000 a 50,000, al punto que algunos llaman a Juliaca como “Triclandia” o “TricicmarKa” o “Tricicpampa”. A ese personaje se le ha levantado un monumento (“huachafísimo monumento al carretillero”, Salinas dixit).

En esa “primera vista” Salinas no pudo percatarse de que la gente en la localidad juliaqueña está dada a una proverbial y consecuente laboriosidad; está empeñada en el trabajo cotidiano. Este, parecería constituir una generalizada consigna que nace en los hogares mismos de un pueblo en el que desde niños hasta grandes saben cómo se sobrevive día a día en un medio social siempre difícil mientras, de paso, se construye riqueza para la región y el país.

En la visita cuasi furtiva a Juliaca, Pedro Salinas no podía ver ni conocer la sobresaliente creatividad e inventiva de los juliaqueños para acometer la producción de diversos bienes de consumo y resolver los problemas infaltables que se presentan en las prácticas tecnológicas. Al decir del escritor Fidel Mendoza Paredes en su artículo “Juliaca: Puma de América”: “…Hasta hace poco desde Arequipa llegaban los calzados producidos por los medianos y pequeños empresarios, ahora la figura es al revés, de Juliaca salen los calzados hacia Arequipa; en Juliaca se produce la famosa tela polar a partir del reciclaje de botellas descartables; es en Juliaca, donde se carrosaron los desprestigiados buses camión; es en Juliaca donde se fabrican papeles higiénicos de diversas calidades; es en Juliaca donde los comerciantes del sur peruano realizan grandes transacciones económicas los días lunes y jueves, etc. La mayor parte de la banca comercial del país han aperturado sus oficinas en la ciudad de Juliaca, los créditos y ahorros superan enormemente las expectativas de los inversionistas; Las principales farmacias de capitales extranjeros igualmente despachan en Juliaca, es decir la ciudad es una urbe que mueve mucho capital.”

Salinas tampoco pudo ni podía ver el notable movimiento cultural que ahora distingue a Juliaca. Lo dice el número y calidad tanto de escritores como de publicaciones. Los certámenes de carácter cultural se propagan significativamente y la presencia de su intelectualidad en la región puneña es constante y edificante.

En suma: Pedro Salinas no pudo ver la realidad profunda de Juliaca, ciudad que pese a todo avanza y ahora también como Puno, danza. Y si no, que lo digan sus carnavales.

22 de octubre de 2008
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[1] Nota del autor de este artículo: El Dr. Richard Kimble es el personaje central de la serie de televisión “El Fugitivo” de la cadena de televisión norteamericana ABC, que en la década de los sesenta fue seguida por millones de personas en el. Kimble, interpretado por David Jensen, huía de todo lugar por estar perseguido por un delito que no cometió.
[2] Diario LA PRIMERA ed. 10 septiembre 2007
[3] CORREO, 30 agosto 2007.
[4] “ETIQUETA NEGRA” Nº 61, Junio 2008.


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