GERARDO BARBOSA,
UN Q’AJJELO PARA EL MUNDO
Escribe: Bruno Medina
Enríquez LOS ANDES 04
nov 2011
ncontramos a Gerardo recorriendo
las calles de Lima del brazo de un bastón, aunque más parece que el bastón le
tomaba el brazo; apresuraba su paso con el objeto de cumplir con su tarea
mensual que tiene programada en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano
del centro de Lima, donde como promotor cultural organiza diverso tipo de eventos
de carácter cultural. Lo abordamos a sus ochenta años, con la inquietud de
conocer más de cerca sobre de su larga vida de folklorista, que desde joven ha
lucido su estirpe de recio pomateño, corajudo diablo de antiguas sikureadas que
recorrían las calles de la capital, fiestas patronales pueblerinas que los
puneños celebran por estos lares, hasta el duro q’ajjelo que ha pisado muy
fuerte escenarios de las Europas, desde Madrid hasta Sofía, desde París hasta
Moscú, hasta donde ha llegado como embajador no “nombrado” del folklore puneño.
La mejor gracia por la que se conoce es la de “Q’ajelo Barbosa”, aunque algunos
le dicen “Jjampato”[i] o
mejor “Messier Jampató”, como alguna vez lo habían conocido en París;
empedernido bailarín que con sus teatreros gestos de rostro endemoniado de
diablo mayor, o cholo avispado capturando admiradoras de toda condición y clase
social, “se ha jalado” –nos dice él- cholas de las más que ha podido en su
larga vida, lista de la que no se ha salvado doña María, la esposa de quien fuera
Presidente, el General Manuel Odría, ni la más simpática Miss Universo o Reina
de marinera trujillana, que en su momento fueron encandiladas por el fiero
rostro que expresivamente muestra Gerardo a la hora de bailar.
Hoy en la tranquilidad de su jubilación docente del Colegio Guadalupe, nos
cuenta sobre sus andanzas en la difusión de nuestras tradiciones, de su eterna
defensa de nuestro folklore y en la empedernida tarea de juntar a los puneños
que desarraigados de su tierra, han llegado a tierras extrañas a aderezar sus
tristezas so pretexto de buscar un futuro promisorio. De ello nos habla Gerardo
quien no se siente un desarraigado de su tierra, porque desde niño supo
reconocer su origen, mientras que de joven al recorrer el camino escabroso que
la vida a veces depara a un puneño que sale de su tierra, que cual Pedro el
pescador de hombres… la niega más de las veces como su patria chica… Y tú de
dónde eres pues cholo?.... Soy de Arequipa papay… pero más pareces serrano… no
siñor mis papas son pues puneños, yo soy arequipeño… mientras que Gerardo desde
los 10 años se ha enfrentado a ese racismo natural de la sociedad peruana del
siglo pasado, reflejado principalmente en el desprecio de limeño o costeño
contra quien tiene el rostro más oscuro.
Sin embargo este pomateño nunca se amilanó ante cualquier afrenta, su expresión
más significativa de defensa a quien lo pretendía ofender, era gritarles
“hallu”, una palabra aimara que más suena a un insulto para quien conoce su
significado, y la viril expresión con que era lanzada a cualquiera, hasta que
algún amigo en plan de aconsejarle que moderara su lenguaje, le decía:
“Gerardo, no te expreses así, qué van a decir las señoras que te escuchan…”,
entendido el mensaje, en el próximo encuentro se aparecía cantando alegremente
un conocido valse que dice “… donde están mis amigos no los “hallu””.
Así en el jolgorio ameno del diálogo que compartimos con amigos, nos enteramos
de su vida al ritmo de historia agitada que vivió desde niño. “llegué a Lima en
1940, antes del terremoto, recuerdo que era un canillita en el barrio de La
Inquisición, en el centro de Lima, a los pocos días de mi llegada, me venía del
Callao de buscar algún pariente, a las 11 de mañana sentí que la tierra se
movía, todo el mundo gritaba, era el terremoto, el tranvía en que venía se
había descarrilado de su camino, tuve que caminar hasta la plaza Dos de Mayo y
luego de un descanso, llegar a mi barrio en la calle Aldabas, la segunda cuadra
del Jr. Azángaro”. Nos comenta como que fue su primer recibimiento de parte de
esta Lima capital.
Un cholito en lima
“Ahí crecí con los niños del barrio, buscándome la vida, entonces habían unas
cucufatas que recogían a niños de la calle, para enseñarles el catecismo y que
hicieran la primera comunión; ellas me tomaron como “pájaro frutero” y me
llevaron al templo de la concepción a enseñarme catecismo, todos los sábados en
la tarde nos recogían y luego de hablarnos de Dios, nos invitaban chocolate con
un biscocho grande que le llamábamos Trompa; así conocí a una monja a quien,
luego de tomar el chocolate, le dije “gracias mamita”, la monja se puso a
llorar, me sorprendí, pero supe después que se había enclaustrado porque había
sido madre soltera y a su hijo pequeño lo habían matado en el barrio de cinco
esquinas, así esa madrecita llegó a estimarme y me tomó mucho cariño como a su
hijo”. Su gesto humilde y respetuoso traído desde su tierra al agradecer un
servicio le había servido para sembrar compasión y cariño y así cosechar
estimación.
Mientras seguía con su trabajo mañanero vendiendo periódicos y en las tardes
las pasaba lustrando zapatos en un puesto de la plaza Inquisición, “ese año no
pude estudiar, al siguiente sí gracias a una señorona del barrio, esposa de un
candidato a la Presidencia, el Sr. José Quezada Larrea, que todos los días me
compraba varios periódicos; un día al pasar por su casa no encontré a nadie y
dejé los periódicos, regresé a las 12 a cobrar, encontré al caballero que me
dijo “y si no llego a pagarte?” le digo “usted no puede hacerme eso”… porqué…
“porque usted iba a ser Presidente del Perú”, le gustó mi respuesta y entre
sonrisas me regaló diez soles, llamó a una morena que era cocinera y le dijo
“dale de almorzar al chico”, al salir le dije “gracias mamita”, gesto que le
gustó a la señora de la casa, así agarré la acostumbre de ir en la mañana muy
temprano a dejar los periódicos y regresar a las 12 a cobrar y la señora me
invitaba el almuerzo recordando a sus hijos que estudiaban en París, “qué será
de mis pobre hijos si comerán o no”
Esa señora pertenecía a la Cofradía de San Pedro, llevó al muchacho a hacer la
primera comunión, siendo su madrina junto con su esposo, lo vistieron de blanco
de pies a cabeza; ese fue su primer recibimiento grato en esta tierra extraña,
gracias a su humildad, ya que actuaba con la naturalidad de un cholito puneño,
muy servicial y mucha voluntad para el trabajo, con la inquietud de vivir sin
dificultades en una tierra ajena y así entre el diálogo ameno y la inquietud
natural de conocer las anécdotas de su vida, le preguntamos cómo había llegado
a la escuela.
"En la calle Valladolid había una pensión donde llegaban todos los
puneños, allí conocí a otra señora llamada Quintina una puneña dueña de la
pensión, una mañana la escuche hablar en aimara con otra persona, también me
puse hablar en ese idioma, me invitó a regresar otro día para invitarme un
chayrito, así me agarró cariño porque todos los días me veía pasar con mis
periódicos, así es en cualquier parte al que trabaja con honradez, todo el
mundo lo ayuda. Por esa razón la señora Alita de Quezada, luego de la primera
comunión, me inscribió en la escuela en el turno de la noche, sin partida de
nacimiento, gracias a ella terminé mi primaria en un colegio frente al mercado
de Guadalupe, con buenas notas que me permitieron alcanzar una beca para el
Colegio Nacional Guadalupe”.
Está visto que su imagen no es la de un costeño blanquiñoso, pese a los ojos
claros que se maneja, sino de la de un serrano, ¿Y cómo te conocían entonces,
te decían pomateño, puneño, eras minimizado por tu apariencia? ¿Tenían un
apelativo?.
“En término criollo me decían “lorchito”, lo que no me intimidaba porque yo era
muy palomilla, algunos sabían mi nombre, pero también me decían “Pomatita”,
jugaba con los chicos con pelota de trapo, como ganaba platita, compartía con
ellos alguna golosina, ayudaba con un sencillo a algunos, por eso me tenían
consideración”.
Mayor valor de Gerardo, el reconocer su origen y hacerlo prevalecer ante los
demás, crecer con esa identidad, ya en el colegio más jovencito, le llegó la
inquietud de interesarse más por el folklore y la práctica de lo que había
conocido cuando era niño, le consultamos de ello y esto nos comenta.
“En la calle Tigre, hoy segunda cuadra del Jr. Ayacucho, había una academia de
tango y valse, como era palomilla y me metía en todo, estando en la calle
Leticia me enviaron a la academia para llevar agua, quedándome allí como
aguatero, también me encargaban darle vueltas a la manija de la vitrola, cuando
ensayaban; así aprendí a bailar tango y valse.
“Más arriba en la calle Suspiros ensayaban todos los ayacuchanos donde los
hermanos Vivanco eran los más notorios, por la calle San Idelfonso se reunían
los del centro del Perú, en la calle Gremios estaban los Ancashinos, y los
sureños se reunían frente al estadio, en el Club de Tiro de La Victoria y en el
Jardín Yolanda de Jesús María; por mi inquietud y mis periódicos andaba por
todos sitios, donde hablar de folklore era casi un delito, la única oportunidad
de hacerlo era el día del indio el 24 de junio cuando medio día era feriado y
nos trasladábamos a la pampa de Amancaes en el Rímac, ahí llegaban grupos de
diversos sitios del Perú, ello me incentivó porque veía a los paisanos que
practicaban su música y sus danzas, que a cualquiera hacía llorar”.
Difusor del folklore puneño
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K'ajjelo: Jesualdo Portugal |
Ese famoso Festival de la pampa de Amancaes, tenía más de 100 años de
realizarse, así muestran las acuarelas de Pancho Fierro; el municipio del Rímac
era el organizador y tenía el auspicio y la promoción de Radio Reloj de la Av.
Tacna y Radio Colonial ubicada en lo que hoy es el diario la República, ellos
fomentaban este evento; para entonces ya había el Coliseo Nacional de la
Victoria, que en realidad era una simple carpa de circo, pero que fue adaptada
para presentaciones folklóricas, pero se llamaba coliseo, allí es donde
llegaban todos los que actuaban en Amancaes, allí era esperado con mucha
expectativa el Día del Indio por la cantidad de grupos provincianos que se
presentaban, los paisanos tomaban, cantaban, lloraban, era un sentimiento que
solo allí se podía sentir, el Barrio de el Porvenir, La Parada y otros en el
distrito de la Victoria, eran barrios con mucha presencia provinciana;
conociendo eso le dijimos, Gerardo cuéntanos cómo te vinculaste con el
Folklore.
“A Amancaes también se acercaban los criollos y las criollas a la usanza de las
tapadas como una tradición de peruanidad; con el primer puneño que me vinculo
en este ambiente es con el señor Baltasar Ruelas que era portero del Banco de
Crédito. Una mañana nos conocimos, luego de invitarme un apetitoso desayuno,
sabiendo que recorría las calles me dio la misión de que llevara a su casa de
Barrios Altos a los barredores puneños que encontrara, para ensayar y tocar
zampoñas, un sábado llevé como a seis, fueron atendidos con chayrito y ponches,
siendo don Baltasar el primero en Lima en promover nuestro folklore en los años
40, tenía una cuantas zampoñas y hacía falta algunas más; entonces ya era ujier
del Congreso y conocía al senador Encinas, a quien luego de contarle lo que
hacíamos se lo pedí como donación, y él mandó a traer un juego grande de
zampoñas, eso ya fue el año 46, y con esa donación luego de muchos ensayos
fuimos a presentarnos por primera vez en la pampa de Amancaes. Recuerdo como
cuestión aparte y tiempo después, un día en el Parque de la Reserva donde
quedaba el Club Departamental Puno, nos acercamos interpretando nuestras
zampoñas, salieron unas seis señoras preocupadas “y estos cholos qué hacen
aquí, que se han creído, que esto por acá”…. En eso llega el Senador Encinas,
se entera del hecho, nos hace pasar, “ustedes son los verdaderos puneños”, nos
trae cajas de cerveza, pasados los minutos todo el mundo bailaba con nuestra
música, mientras que la orquesta contratada estaba arrinconada toda la noche,
las señoras que nos habían votado, de madrugada lloraban y bailaban con
nuestras zampoñas”.
Fuiste entonces de los primeros puneños que llegaste a rescatar la identidad de
nuestro pueblo en la capital. Siendo estudiante del colegio Guadalupe, cuáles
fueron tus primeros aprendizajes respecto a nuestro folklore, en competencia
con el folklore de otras partes del Perú?
“Todos los domingos iba al Coliseo Nacional donde se presentaban artistas del
centro, el folklore de Puno no había llegado todavía, allí se sentía uno
identificado con su región, es con el grupo de don Baltazar Ruelas en ser los
primeros en llegar al Coliseo Nacional con música de Puno, y organizar a los
puneños, en especial trabajadores municipales. En 1949 se realiza una feria
nacional en el Campo de Marte, donde participan de todas las regiones del Perú,
Puno no vino, pero estuvo Pedro P. Díaz de Arequipa, él nos convocó para
acompañarlo en esa feria, pasando como arequipeños. Un día preparándonos para
el Festival de Amancaes, don Baltazar viaja a Puno a traer el vestuario de
Mañazo, con varias figuras, ahí fue la primera vez que bailé de Diablo; el 24
de junio nos fuimos en dos camiones para Amancaes, llegando al Festival
empezamos a tocar afuera como es nuestra costumbre, salió molesto el alcalde
Pedro Cadenas a decirnos que porqué tocábamos ahí, que estábamos descalificados
y que no entraríamos al concurso; seguíamos tocando, la gente se acercaba, nos
traída cerveza, la gente que había pagado su entrada para ver el concurso se
salía a vernos; resulta que iba a llegar el Presidente Odría con su señora y no
había gente adentro, así que regresó el Alcalde a convocarnos para recibir al
Presidente diciéndonos a voz en cuello, “cuanto quieren por su actuación”,
alguien le respondió “y usted qué derecho tiene para poner precio a nosotros”,
mientras que otro al ver un camión le dijo “si nos da ese camión de cerveza
entramos”; aceptó la propuesta, trasladamos las cajas de cerveza a nuestro
camión y así entramos. En algún momento a la señora María Delgado se le veía alegre,
había tomado algunas bebidas y bailaba al ritmo de nuestra música, me saqué la
máscara y la invité a bailar, suficiente para encandilar al Presidente y a su
esposa allí por el año 49”.
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Pomata |
Los puneños se juntan.
Fueron momentos de gran emoción para esa gente que tocaba, lloraba recordando a
su tierra, mucho sentimiento, ahora Gerardo se lamenta que el folklore haya
sido comercializado y distorsionado por diversos factores. Sin embargo sabemos
que entonces varios grupos se iban organizando, por eso le preguntamos cómo se
formaron las primeras organizaciones de puneños en Lima.
“En los años 50 ese espíritu motivó a muchas puneños a organizarse, el Dr.
Ricardo Arbulú era funcionario de la Biblioteca Nacional, organizó el Instituto
Puneño de Cultura, Sócrates Saferzón organizó el “Unión Carolino”, antes de
ello en el año 50 se forma la Estudiantina Puno, dirigido por Portugal
Vidangos, hay un concurso en Radio Nacional en el programa “Taquiyninchis”, con
la participación de diversos grupos del Perú, quedando como finalistas el
Conjunto Atusparia de Ancash y la Estudiantina Puno, ese se gana el primer
lugar. La Estudiantina estuvo integrada por diversos profesionales y
funcionarios. Había entonces un mecenas, Julio Aparicio, quien no tocaba ni un
instrumento, pero si tenía todos los instrumentos; desde los años 40 llegaban
los profesores a capacitarse en La Cantuta, ellos armaban estudiantinas con
esos instrumentos, ensayando en la casa del Sr. Aparicio y daban serenatas a
diversos personajes puneños que eran autoridades. Por esos años vino de Puno un
grupo llamado “Sequía” de Yunguyo, recorriendo con su Diablada por el Jr. De la
Unión; luego el año 57 llegó una gran delegación cultural de Puno presidida por
el Alcalde Rubina Burgos, a mostrar lo mejor de nuestra cultura, entonces les
ayudamos en su coordinación para que se presentaran el en Instituto Peruano
Norteamericano, fue la primera vez que vino el Centro Musical Theodoro
Valcárcel, es a partir de esa presencia que despertaron las cosas con respecto
a nuestro folklore y de ahí se origina la formación de la Central de
Instituciones Puneñas”.
En Lima se habían ido formando diversas instituciones de distritos o provincias
de Puno, pero esta presencia de la cultura puneña en la capital, promovió la
posibilidad de reunirlas y organizarlas para realizar acciones conjuntas en una
institución de segundo nivel, como fue entonces la Central de Instituciones.
¿Cuándo se forma, quien lo presidió y qué actividad realizó la Central?
“La Central de Instituciones Puneñas se forma en el año 1957, su primer
Presidente fue Hugo Saravia Pacoricona, era de Conima, un enfermero que
trabajaba en el Hospital de Bravo Chico, su primer grupo fue “Unión Progresista
Conima”, que llegó a grabar un disco, como también lo hizo el Conjunto Zampoñas
del Titicaca. En 1958 yo asumo la Presidencia de la Central en reemplazo de
Saravia, mi primera actividad fue el primer concurso del folklore puneño, con
Resolución Ministerial y jurados nombrados por el Ministerio de Educación en un
local del Jr. Sebastián Barranca, todo con instrumentos y danzas nativas, no
había danzas de luces, quien ganó ese año fue el grupo de Conima con una danza
de los “Satiris”, uno de los jurados nombrados por el Ministerio era Jorge
Huirse, quien tuvo que cumplir con su tarea; el premio de 500 soles fue donado
por “Unión Carolina” con la Presidencia de Sócrates Sáferzon, quien tenía una
oficina de contabilidad en el centro de Lima donde reunía a muchos puneños. El
Primer presidente que organizó un campeonato de futbol entre puneños fue el
médico Guillermo Zegarra Villar, cuya clausura y entrega de premios se realizó
en el Hotel Savoy, donde el administrador era un puneño llamado Juan Villalva
Carpio, un gran poeta, era nuestro gran colaborador, y que por su trabajo
hablaba varios idiomas, como otros colaboradores que no pensaban con el
estomago sino con el corazón”.
Hoy pasados los años cómo sientes haberte metido en esa defensa de nuestra
cultura, eres acaso un desarraigado de tu pueblo?.
“Nuestra cultura ancestral es valiosa, hay que investigar reconocer a los
valores, los talentos nacen en cualquier sitio de la tierra, los puneños creen
que los que han nacido en la zona urbana son más inteligentes, no es así, creen
que por que tienen un título ya están predestinados, el talento hace el título,
a mi desde chico me incentivaron a cultivar el folklore, recordar a mi tierra,
a mis padres, y sus valores, desde cuando estudiaba en el Colegio Guadalupe,
cuando ingresé al Congreso como alcanzador de micrófonos a los diputados, luego
cuando trabajaba ya en lo que hoy es la Sunat, me han servido para darle valor
a la vida en pro de nuestra tierra y su cultura, hasta llegar a difundirla en
el extranjero”.
Se une con la cultura
Gerardo nos comentaba que como vendedor de diarios había conocido a varios
periodistas que fueron tus amigos, alguno de ellos puneños, que lo acogieron
con cariño y atención.
Conocí a un personaje muy singular, Federico More, un periodista que publicaba
su semanario CASCABEL, donde enjuiciaba a los políticos, en el diario El
Comercio estaba el Sr. Copaiba, Lucho Carrera Vergara, en La Crónica a don Nico
Cisneros, los periodistas poetas y escritores se reunían en el Palacio Concert,
del Jr. De La Unión, y en la plaza La Merced; una mañana caminaba por la calle
Miro Quesada ofreciendo mis periódicos, escuche cantar a un señor un huayño
puneño, me puse a bailar, el caballero se sorprendió, me llamó preguntándome mi
procedencia, era el Sr. Federico More, al ver mi gracia llamó al mozo y le dijo
que todos los días que pasara por allí me diera desayuno a su cuenta. Cosas tan
nobles. Así es que también vendía la revista “Cascabel”, de él escuché esta
historia, “si quieres ser periodista tienes que saber que te pagan para
publicarte, pero también te pagan para no publicarte”. More era muy respetado,
un gran consejero”.
A Emilio Armaza, lo conocí en el Unión Carolino, que tenia su cede en la
oficina contable que gestionaba Záferson en el Jr. Moquegua, donde se reunían
Zegarra, Huirse, y otros, lo que hacía yo entre ellos como muchacho, era
alcanzarles el licor que me mandaban a comprar, el escuchar a esos señores me
sirvió de mucho, ayudó a mi conocimiento, ya que hablaban de cosas de mucho
interés, personajes de alto quilate, donde se hablaba de ciencia y cultura”.
Como vivías de más joven, comentaste que ingresarte a trabajar al Congreso de
la República, que hacías allí.
“Mi ingreso al Congreso fue muy humilde, como lustrador de zapatos en la
peluquería del Congreso con el maestro Yunku, en algún momento pasé como Ujier
reemplazando al titular que alcanzaba el micrófono que se enfermó, me pidieron
reemplazarlo, me quede eternamente alcanzando los dos únicos micros a los
diputados que hacían el uso de la palabra, hecho que me permitió conocer mucho
de política nacional, recuerdo a don Eudocio Vergara Jefe de análisis
parlamentario analizaba todos los discursos, al día siguiente consultaba a los
diputados lo que se iba transcribir para el archivo, y les decía que el
representante de tal provincia era enemigo de Cervantes. Entre los
parlamentarios de ese tiempo los más destacados fueron José Antonio Encinas y
Emilio Romero. Trabajé allí desde el año 46 hasta la revolución de Odría, luego
de ello me enviaron a la Dirección Nacional de Contribuciones, Odría trajo una
misión de extranjera para capacitarnos en materia de tributación asistí a ella
gane un concurso para inspectores de contribuciones en provincias, llegué al
centro del Perú, lo que me motivó conocer todo el Perú en todo lugar”.
Paralelamente cumplía con su trabajo, como practicaba muy buenas relaciones con
lo puneños en Lima, en diversos lugares del Perú y también en algún momento
viajó al extranjero con nuestro folklore.
“Mis viajes al interior del país fueron un incentivo para valorar que el Perú
tiene un gran riqueza ancestral, revalorar mi propia identidad, los años me ha
servido para enseñar lo aprendido, llegando a ser docente del Colegio Guadalupe
durante mucho tiempo en el área de promoción artística, y también ser profesor
de profesores en Centro de Folklore Magisterial, como un logro alcanzado por la
experiencia de mi práctica, tanto como diablo que acompañaba a los sikuris,
como intérprete del Q’ajelo en diversos lugares del Perú, lo que también me
permitió viajar a diversas capitales de Europa, con mi característico paso de
Q’ajelo, haciendo conocer la valentía y coraje del Cholo Aymara, y el rostro
maléfico del Diablo, aun sin máscara”.
Eso fue y es Gerardo Barbosa, humilde, gentil, cariñoso, recelado por unos,
envidiado por otros y por decir las cosas claras respecto a la defensa de la
autenticidad de nuestro folklore; se lamenta que la mercadotecnia, haya
permitido tergiversar el folklore en diversas formas; eso si no se siente un
desarraigado de su tierra, muy al contrario, valora el trabajo que ha hecho
durante cerca de sesenta años como embajador “no nombrado” de Puno, y se siente
orgulloso de haber mostrado su arte en los diversos lugares en los que ha
estado, en los últimos años ya no regresa a su tierra, la salud no le permite,
pero continua impenitentemente organizando actividades culturales a mérito
propio y con el respaldo de una que otra institución, siendo actualmente
promotor cultural del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, en el que
entretiene sus saberes y experiencia.
El Q’ajelo Barboza, el Jampato, el diablo mayor, cuando entra al escenario se
transforma, el zurriago se empequeñece, las tablas rechinan por la fuerza de su
pisada de cholo cordillerano; con su tez blanca, sus ojos claros medio chinos,
se convierte en un impetuoso torbellino de fortaleza y desafío, reciedumbre y
coraje que le salen del alma pomateña que exhibe en diversos escenarios, y
cuando se quita la máscara de autentico diablo puneño que pocas veces le ha
tocado bailar con bandas de metales, no se siente un desarraigado de su tierra.
Su trayectoria es un libro salpicado de cientos de páginas de la vida, que
algún día veremos publicado. ▒▒