LA MAMITA CANDELARIA
DE PUNO
Nicanor Domínguez Faura
NOTICIAS
SER.PE
La
Fiesta de la Virgen de la Candelaria, que se celebra multitudinaria y
gozosamente en la ciudad de Puno en las semanas en torno al día 2 de febrero de
todos los años, es un ejemplo sobresaliente de la paradoja entre lo universal y
lo local. La celebración en sí es una fiesta del calendario ritual de la
Iglesia Católica, y, como tal, ocurre al mismo tiempo en diversos lugares del
mundo. Alcanzan fama internacional las celebraciones que se realizan en lugares
tan distantes y distintos como las islas Canarias (España), Veracruz (México) y
Copacabana (Bolivia). Las particularidades de su forma local en Puno, celebrada
con danzas de raíces indígenas y mestizas provenientes de la Época Colonial y,
en algunos casos, de la Época Prehispánica, la singulariza.
La
Candelaria es una celebración que rememora un pasaje de los Evangelios: la
“Presentación en el Templo” del Niño Jesús a los 40 días de nacido. Tradicional
ceremonia judía de purificación de las madres y de los recién nacidos,
simbolizada, entre otros elementos rituales, por la luz de una vela (o
“candela”, de allí el nombre de Candelaria). La festividad de la “Presentación
de Jesús” se oficializó en la Iglesia Romana a fines del siglo V, por órdenes
del papa Gelasio I, que reinó entre 492-496. El cálculo de su fecha se
formalizó unas tres décadas después, a partir del año 525, que es cuando se
fijó el día del nacimiento de Jesús --la Navidad-- el 25 de diciembre (por lo
que 40 días después corresponde al 2 de febrero).
Por
su parte, la festividad de la “Purificación de María” o “Candelaria”, celebrada
en esa misma fecha 2 de febrero, se oficializó solo nueve siglos después, en el
año 1372. Esto ocurría como parte del énfasis en el rol de la Virgen como
madre, protectora e intercesora de los fieles que promovía la Iglesia Católica
en los siglos finales de la Edad Media.
El
culto a la virgen María, y la advocación específica de la Candelaria, llegaron
al continente americano, y a los Andes por supuesto, con la invasión y
conquista españolas del siglo XVI. Hernán Cortés, el conquistador de México,
parece haber sido devoto de la Virgen de la Candelaria, “Patrona de las islas
Canarias”. Antes de morir en 1548, pidió ser enterrado con una medalla de la
cofradía de la Candelaria. Sin duda, muchos españoles cruzaron el Atlántico
encomendándose a la protección de esta advocación de la madre de Cristo.
La
imposición del cristianismo en el Perú colonial fue un proceso complejo, que
incluyó la promoción oficial de festividades y de santuarios como parte de una
“conquista espiritual” planificada por las autoridades eclesiásticas. El papel
del culto a la Virgen, en especial a la Candelaria, es central en el Sur
Andino, pese a no estar exhaustivamente estudiado. Basten aquí algunos
ejemplos.
Según
el cronista Fernando de Montesinos, escribiendo en 1642, el descubrimiento de
la mina del Cerro Rico de Potosí ocurrió el 2 de febrero de 1545: “día en que se çelebra la ofrenda que la
Virgen hiço en el templo, no sin misterio, pues pareçe que lo dió Dios á España
agradeçido della, y como á ruego de aquella Señora, Patrona deste Reyno
especialísima”. Este autor, quien estuvo en la Villa Imperial de Potosí,
registra una narración diseñada para vincular la riqueza fabulosa de la mina
con un regalo divino a la Corona española por haber traído el cristianismo a
los Andes.
Por
su parte los cronistas agustinos Alonso Ramos Gavilán (1621) y Antonio de la
Calancha (1638 y 1653) registran el 2 de febrero de 1583 como la fecha de la
llegada al pueblo de Copacabana de la milagrosa imagen de la virgen que allí se
venera. Según el investigador agustino Hans van den Berg, los relatos de ambos
cronistas registran un total de 210 milagros para los 70 años del período
1583-1653. Así, en la Época Colonial, este santuario a orillas del lago
Titicaca fue el principal difusor de la festividad de la Candelaria en todo el
virreinato peruano.
El
cronista dominico Reginaldo de Lizárraga, escribiendo hacia 1609, decía: “En la provincia del Collao… hay un pueblo de
indios llamado Copacabana. Aquí hay una imagen de Nuestra Señora que ha hecho
no pocos milagros agora en nuestros días. A devoción desta imagen, en todos los
pueblos asi de españoles y en muchos de indios, se han puesto imágenes de
Nuestra Señora con la misma advocación” (cap. XLVII). E insiste: “No creo hay cibdad, en lo que he visto de la
de Los Reyes y Potosí, donde no haya capilla de Nuestra Señora de Copacabana, y
en pueblos de indios hay no pocas desta advocación” (cap. LXXXVI).
Este
autor dominico señala que en la catedral de Lima, desde aproximadamente
1585-1590, había: “una capilla… con una
imagen nombrada así: Nuestra Señora de Copacabana… donde con gran devoción
concurre el pueblo, la cual tiene muy adornada, y un capellán que sirve en la
capilla y sustenta muy abundantemente con las limosnas” (cap. XLVII). En
Lima se organizaron cofradías religiosas de indios dedicadas al culto mariano
de Copacabana (1621) y de la Candelaria (1644).
En
1651 el afamado dramaturgo del Barroco español Pedro Calderón de la Barca
[n.1600-m.1681] escribió ‘La aurora de Copacabana’, un drama en tres
actos sobre la conversión de los incas al catolicismo. Acto I: la llegada
exploratoria de Pizarro al Tahuantinsuyo, cuando el imperio se encontraba
dividido en la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa. Acto II: la protección
de la virgen María a los españoles durante el cerco del Cuzco en 1536. Acto
III: la llegada a Copacabana de la imagen de la virgen en 1583. En la obra,
Titu Yupanqui, el escultor de la imagen, habría sido originalmente un noble
inca de la corte de Huáscar. Personifica la aceptación plena entre la población
indígena de la nueva religión de los conquistadores.
Para
1662, los conventos agustinos en Madrid y en Roma tenían sendas imágenes de la
Virgen de Copacabana. Los “gozos” (plegarias en forma de cantos) en honor a la
Virgen de Copacabana aparecen en Cataluña desde 1690. Como se ve, el culto
altiplánico se expandió por el mundo católico hispánico, hasta llegar a la
propia Europa, durante el siglo XVII.
Todas
estas referencias sobre el culto de la Virgen de la Candelaria, centrado en el
santuario de Nuestra Señora de Copacabana, corresponden a la “Era Barroca” de
mediados de la Época Colonial. Con posterioridad, las menciones a su culto se
hacen poco a poco más escasas. En parte porque los reyes Borbones del siglo
XVIII promovieron un catolicismo menos festivo, que no enfatizara las
actividades públicas de procesiones, música y danzas, especialmente aquellas
dirigidas por la Iglesia hacia la población indígena.
En
el siglo XIX, y tras la Independencia, que produjo una secularización relativa
de la vida cotidiana, el poder de la Iglesia se redujo en comparación con su
rol central en tiempos coloniales. La gente siguió practicando sus festividades
tradicionales, pero el control eclesiástico era más débil. Por lo mismo, las
referencias documentales a estas actividades son infrecuentes. Así, hay un
vacío en la historia de la Fiesta de la Candelaria en Puno de los siglos XVIII
y XIX. Los estudios se han centrado en distintos aspectos de las prácticas
festivas, tal y como se realizan desde mediados del siglo XX hasta la
actualidad.
El
investigador Juan Carlos La Serna, en un reciente libro sobre los “universos
festivos” de la “mamita Candelaria” de Puno, explica: “Hasta el día de hoy no
tenemos información concluyente que nos permita aseverar el origen de la imagen
implantada en el santuario de la Virgen de la Candelaria. Algunas versiones
afirman que la figura en bulto sería de origen peninsular y, como otras muchas
imágenes de la Virgen de la Candelaria o de la Purificación que se
establecieron en la sierra sur del virreinato, debió ser obsequiada por algún
devoto luego de la fundación [en 1668] de la villa de Nuestra Señora de la
Concepción y San Carlos de Puno, hacia finales del siglo XVII. Otros autores
consideran que su llegada al altiplano debió ser anterior, asociándola a los
primeros mineros que [en 1657] se instalaron en el asiento argentífero de
Laykakota, muchos de los cuales tuvieron la costumbre de construir
capillas y advocaciones marianas en sus estancias. Con el tiempo, una de estas
imágenes en bulto de la Virgen de la Purificación pudo ser donada a la capilla
de San Juan, donación que, como evidencian los documentos obispales, fue una
práctica recurrente entre los creyentes puneños” (pp. 11-12).
Falta
mucho por investigar sobre la historia colonial y republicana de Puno, así como
sobre sus prácticas culturales en la actualidad. Sirva esta nota como
invitación a estudiar estas realidades, así como a participar activamente en
ellas.
Referencias:
* Una
versión resumida de este texto sirvió de presentación al libro de Christian
Reynoso Torres, ‘Fiesta de la Candelaria: Pasión, devoción, tradición’
(Puno: Empresa de Generación Eléctrica San Gabán S. A., 2016).
Juan
Carlos La Serna Salcedo, ‘Religiosidad, folclore e identidad en el
altiplano. Una historia de los universos festivos de la mamita Candelaria de
Puno’ (Lima: Ministerio de Cultura, 2016).