LECTURAS INTERESANTES Nº 941
LIMA PERU
24 ENERO 2020
EL TRIUNFO DE NADIE
César Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 476, 24ENE20
N
|
adie es el gran candidato y será el redundante
triunfador.
Nadie es nuestro. Nos representa. Surge de la noche
del pasado, nos toca ahora el hombro reclamando que lo reconozcamos, estará
mañana. Estará siempre.
Nadie estuvo en la guerra por la independencia y no
supo decidir por qué bando actuar. Fue agraciado en el reparto de la primera
república y más tarde fue militar condecorado de mil revoluciones y metió la
mano en la Intendencia.
Siempre cayó de pie, como gato, y mordió como zorro
lo que pudo.
Nadie fue sanmartiniano de primera ola y bolivariano
de segundas nupcias. Exigió ser súbdito del héroe venezolano y después lo
odió hasta la muerte.
Andres Avelino Cáceres |
Nadie puso el puñal en la mano de quien mató a
Monteagudo en 1825. Pero durante mucho tiempo Nadie había adulado hasta la náusea
a Monteagudo en su campaña de furia y despojos.
Nadie ayudó con dinero a la campaña en contra de la
Confederación Perú-Bolivia de Santa Cruz y celebró, al lado de Castilla y los
chilenos, la derrota de aquella coalición binacional.
Nadie fue agente de la casa Dreyfus en la venta del
guano y, desde esa perspectiva, se hizo dinerariamente pierolista.
Pero también fue civilista y, como el poeta satírico
Felipe Pardo y Aliaga, despreciaba a los negros y a quienes congeniaran con
ellos.
Tenía bienes en Chile, como Mariano Ignacio Prado, y
fue ministro de Prado y coronel de milicias. Y como hizo el coronel Agustín
Belaunde, Nadie desertó de Arica antes de la batalla y más tarde fue diputado.
Nadie quiso ver muerto a Cáceres cuando este quería
seguir guerreando con sus indiadas harapientas. Nadie se entendió con Iglesias
y más tarde hizo negocios durante el gobierno de Cáceres. Para entonces ya era
detractor de Iglesias.
Nadie fue pierolista-civilista durante la llamada
“república aristocrática”, que de aristócrata no tuvo nada excepto unos títulos
falsos esgrimidos por una nobleza imaginaria y huachafa.
Nadie atraviesa al galope nuestra historia. Tiene
siempre un caballo poderoso, un discurso para cada ocasión, un llanto discreto
para todos los velorios dignos de ser visitados, un elogio hirviente para el
que esté de tumo. Y tendrá el primer tren pequeño para llevar el azúcar al
trapiche y tendrá la primera instalación eléctrica para el procesamiento de la
melaza y el ron.
Nadie se sumará al cargamontón contra Billinghurst,
instigará la vacancia presidencial tramada por el congreso de derechas y
aplaudirá el golpe de estado del cachaco Óscar Benavides, que ayer fue un hijo
de puta y hoy es, como corresponde, una gran avenida interdistrital.
Nadie hizo grandes negocios con Leguía y más tarde,
sanchecerrista de pindinga, justificó el maltrato asesino sufrido por Leguía.
Volvió a ser benavidista en 1933, a raíz del asesinato de Sánchez Cerro, y en 1939
se hizo, cómo no, pradista de Manuel Prado, que file como que Nadie se decidió por
Ninguno y ese enigma sólo lo puede resolver -Cortázar dixit- la patafísica.
"Enemigos" pactando contra el Perú |
Nadie no fue feliz con el trienio de Bustamante y
Rivero y se alió a Pedro Beltrán y sus señoríos para derrocar a un hombre que
no había renunciado a la decencia, que de eso se trata la política. Hasta que
vino el golpe de Odría y los balazos que iban y venían y los exiliados que sólo
se iban y otra vez la persecución contra el Apra.
Nadie, sin embargo, confiaba en Haya de la Torre.
Confiaba en que no era el marxista que decía ser y en que algún día sentaría
cabeza y se daría cuenta. Lo había conocido en una fiesta de la sociedad limeña
y sabía de qué hablaba.
Y tuvo razón, oiga usted. En 1954 Haya empezó a
enderezarse con eso del “interamericanismo democrático sin imperio”, aunque
ese fue el año de la grosera intervención yanqui en Guatemala.
Cambiado Haya y entrado a la edad de la razón, Nadie
fue uno de los que más hizo para que Prado (otra vez Manuel, el medio idiota
hijo del fugitivo) pactara con el Apra para construir “la convivencia” de 1956.
Fueron años buenos esos. Casi tan buenos como los de
Odría. Venían los gringos y sus agrimensores y teodolitos y sonares y hacían
planes para sus minas, dado que no estaban seguros de cuándo se les presentaría
otra Corea con su huevo de chinos en el paralelo 38.
En 1962 Nadie votó por Haya pero aceptó al veto
militar. Conversó con dos generales amigos y trató de convencerlos, pero esos
engominados vivían en el pasado, recordando los cadáveres del cuartel
O’Donovan. Y además estaba “El Comercio”, que llamaba Lucy a Haya y escribía
apra con minúsculas (cuando no la llamaba la secta). Nadie entendía que la
sangre derramada no se olvida, pero también aspiraba a que esos odios no siguieran
dividiendo al Perú. Sobre todo en ese momento, cuando los comunistas importados
de Cuba ya empezaban a hacer sonar sus fierros.
Como no le hicieron caso, Nadie fue ministro de
Belaunde desde 1963. Sólo su discreción de caballero le impidió escribir en un
libro -que habría sido un best
seller absoluto- las veces que se
fue de noches perdidas y narices libertarias con Manuel Ulloa. Le fue muy
bien, en suma.
Y en eso llegaron los militares que se hacían los
bolcheviques pero que lo que querían era un poco de respeto. Habían sido la
baja policía de todas las derechas y ahora querían que se les hiciera caso para
que el Perú recobrara cierta soberanía y ensayara las rutas del centrismo internacional,
que esa era la idea de los ilusos Nasser y Nehru. Nadie los supo catar a la
media hora de ver a Velasco sudar como un tísico mientras lanzaba la única
promesa que su nerviosismo le permitió lanzar: “Vamos a sudar, sudar y sudar”. Que era como si a Churchill lo hubiese traducido
un alférez de infantería de la Blindada del Rímac.
Nadie hizo los mejores negocios de su vida en
aquella época. Montó una empresa de ensamblaje de microbuses, expandió su productora
de alimentos aprovechando la prohibición en la importación de ciertos productos
y el mercado cautivo que eso suponía, y se hizo con el paquete mayoritario de
un banco boyante por los petrodólares. ¿La reforma agraria le hizo daño? Esos
viejos se lo merecían, decía Nadie, por cojudos y no saber hacer las cosas.
No necesito decir que Nadie volvió a ser belaundista
a la hora en que el arquitecto que tenía como doctrina el Perú volvió al poder
en olor de reivindicación popular. Nadie estuvo detrás del contrato Guvarte,
entre otras cosas.
¿Será necesario decir que Nadie fue amigo,
confidente y socio de Alan García? ¿Será imprescindible recordar que Nadie,
Zanatti y García tuvieron la mar de negocios juntos al amparo de los dólares
múltiples y los dineros enviados por Bettino Craxi y la mafia italiana del
primer tren eléctrico?
Nadie se ilusionó con Vargas Llosa y más tarde,
cuando el escritor tiró la toalla, se acercó a Vladimiro Montesinos, a quien
había conocido cuando este era ayudante del ministro de Agricultura de Velasco.
Nadie estuvo entre los invitados ilustres del SIN,
aquellos que aconsejaban, recibían instrucciones y solicitaban, de vez en
cuando, algún favor judicial. La propiedad de Yanacocha se decidió en esa
oficina de canjes.
Nadie también entendió que el Perú había cambiado y
que ahora los negocios no tenían el glamour de años pasados. De modo que se
puso a importar autos japoneses cuyos timones se cambiaban en Tacna y no tuvo
asco alguno en aliarse con chinos para llenar Lima de casinos que no pagaban
impuestos por orden del presidente.
Nadie gobernó diez años con Fujimori, cinco años
con el cholo sagrado y cinco años de campanillas con el segundo García,
convertido en maestro de la oscuridad. Y cuando creyeron que un ciclo había
terminado, llegó Humala, ese Velasco presunto y sin gónadas. Nadie se acercó a
Nadine y estuvo en casi todas las decisiones que el ministro Castilla avalaba
para después hacerse la mosquita muerta.
¿Y Kuczynski? Hombre, qué ocurrencia. Nadie le hizo
el primer gabinete, la mancha blanca bailaba a su ritmo y fue él quien le
advirtió sobre Sepúlveda. Pero no le hicieron caso y ya ve usted la que se
armó.
Lo único que le preocupa a Nadie ahora es que
Vizcarra se vaya a salir del libreto que le han aceptado por consenso. Pero de
lo que no duda Nadie es que este domingo volverá a ganar. Así ha sido siempre.
A Nadie no le interesan los resultados ni las ánforas ni el cojudeo de las
bocas de urna. Lo que Nadie garantizó siempre, desde que fuimos república
nacida con fórceps y asistencia extranjera, es que el dinero discurriera y
llegara a las manos debidas. Lo demás siempre fue lo de menos. ▒▒