REVELACION
DE UNO DE LOS CORONELES DE LA REVOLUCION
GALLEGOS:
ASI FUE EL GOLPE DEL 68
Publicado en la revista “OIGA”, mayo de 1980
|
Gral. Enrique Gallegos Venero |
Este
relato, que publica OIGA 78 como primicia absoluta, fue redactado por el general
Gallegos a los pocos meses de instalado el gobierno revolucionario —el
original lleva fecha 7 de Julio de 1969— y sólo hizo de él cuatro copias,
alguna de las cuales sirvió sin duda de “inspiración" a uno de los
historiadores de la revolución peruana para aderezar su propia versión de los
hechos.
El General Gallegos, militar retirado y gerente renunciante de una empresa
financiera, dolido por el calificativo de “maffioso" que le endilgó un
periodista con el que ingenuamente se confidenció y fastidiado por la
publicación parcial de su narración sobre la toma de Palacio en 1968, nos
recibió en su modesta casa de la Urbanización Jardín —“mi único bien"— y
nos entregó este texto junto a otro escrito suyo: la “Operación
Presidente" del 18 de Julio de 1962.
Y hay
algo sorprendentemente curioso en los dos relatos: muchos de los oficiales
que intervienen en el desalojo del doctor Manuel Prado en 1962 son los mismos,
con grado superior, que sacan de Palacio al presidente Belaúnde. Parecen ser
militares con marcada inquietud política, pues se les encuentra en la ejecución
de la Reforma Agraria en el Cusco en 1963, reforma experimental de la que
también es cronista el general Gallegos.
En esa
época —Julio de 1962— con el rango de comandante, Gallegos acompaña al coronel
Gonzalo Briceño en la “Operación Presidente" y, luego que el coronel
revestido de granadas sale en una camioneta con el presidente Prado rumbo al
Callao, él toma el control de Palacio.
Esa
camioneta que llevó a Prado prisionero era vieja y desvencijada, muy distinta
al flamante vehículo que se había programado para la "operación" y
que quedó en pana en el Cuartel de la División Blindada, por culpa de una
ráfaga de metralla que accidentalmente la acribilló, estando en el timón el
capitán Justo Jara y el comandante Gallegos a su lado. Otros de los
acompañantes del coronel Briceño, que habían bajado con él para entrevistarse
con el coronel Oscar Vargas Prieto, eran el capitán Clifford Casas, el
teniente Ormachea y el subteniente Palacios Ackerman. Esa flamante camioneta
que se iniciaba con tan mala fortuna, protagonizó un año después un terrible
accidente en el que murió el periodista Arellano y dejó mal herido al coronel
Briceño.
Pero más
que los incidentes del comandante Gallegos con el doctor Elías Aparicio, el
ministro de Gobierno que exigió y logró acompañar al doctor Prado a su prisión
del “Grau” en la rada chalaca, o con el doctor Guerinoni y el señor Corvetto,
director de Gobierno y prefecto de Lima, respectivamente —los dos únicos
detenidos entre los muchos asistentes ese día a la captura de Prado—, a los
lectores les interesará conocer cómo se gestó el golpe del 3 de Octubre de
1968 contra el régimen belaundísta.
Este
relato, naturalmente, corresponde al sentir y al pensamiento del general
Gallegos en ese entonces, algo distintos a su posición actual, de claro rechazo
a la línea comunista adoptada por algunos de sus camaradas de esos años.
“La
verdad es que nos metimos en camisa de once varas y caímos en un trapiche
donde las ruedas del capitalismo y él comunismo nos trituraron".
Leamos
al general Enrique Gallegos. Del texto apenas hemos eliminado algunos pasajes
adjetivos y algunas calificaciones inconvenientes para dar mayor fluidez al
relato y evitar innecesarias tensiones. Los subtítulos son nuestros.
LOS
paseantes curiosos veían aquel domingo 21 de abril, iluminado el Ministerio de
Guerra por la noche y muchos automóviles oficiales estacionados.
Dentro
se desarrollaba desde las 9 de la mañana una reunión de los Comandantes
Generales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, con sus Jefes de Estado Mayor
y Directores de Inteligencia y Operaciones.
Las
salas llenas de humo, las mesas repletas de papeles y los Oficiales en camisa
conversando animadamente en una camaradería tan extraordinaria que sin los uniformes
se podría decir que todos eran de un solo Instituto.
La
causa de aquel inusitado trabajo dominical, era la preparación de un Comunicado
y de una exposición de los Comandantes Generales a los Oficiales de sus
respectivas fuerzas, que debería realizarse simultáneamente a las 16 horas
del lunes 22, para explicar las medidas acordadas por la Fuerza Armada, en relación
a las declaraciones insultantes que había vertido el diputado Cubas Vinatea,
como miembro de la Comisión Investigadora del Contrabando.
Los
Comandantes Generales acordaron respaldar a sus Ministros y rechazar las
expresiones del político de la Democracia Cristiana contra la Fuerza Armada.
El
General de División Juan Velasco Alvarado salió a respirar aire puro un momento
al corredor que estaba en la penumbra. Allí lo encontré y un diálogo se entabló,
la voz preocupada Comandante General del Ejército dijo: “Si esto sigue así
quizás tengamos un Gabinete Militar o incluso habría que tomar las riendas del
Gobierno". En efecto, todos los Comandantes Generales y los altos Jefes
asistentes se encontraban preocupados con la situación. A la devaluación que
sacudió el país en setiembre de 1967 y cuyos desastrosos efectos se estaban
sintiendo, venía ahora el escándalo del Contrabando que remeció la opinión
pública y a ello se agregaba la interminable discusión del Presupuesto, aprobado
a la hora undécima y desfinanciado, tal como el Servicio de Inteligencia del
Ejército había podido comprobar. Los últimos años del Gobierno del señor
Belaúnde, eran cada vez más, sombríos, el país se endeudaba más y más, la
pérdida de autoridad era general, la corrupción administrativa campeaba y los
políticos vislumbrando ya las elecciones no pensaban sino en cómo reunir
candidatos, cómo agrupar partidos, cómo destruir a sus adversarios, sin
importarles, salvo muy raras excepciones, el destino del país ni la suerte del
pueblo, del que sólo se acordaban para dorar sus discursos.
"Mi
General, si existe esa posibilidad, deberíamos ya estar trazando los lineamientos
de un Plan de Gobierno y de objetivos por alcanzar, ya que una vez en el Ministerio
o en el poder, no habrá ni tiempo ni tranquilidad para hacerlo".
Me
permití hacer aquélla sugerencia, pues como todos los Oficiales que trabajamos
en Inteligencia, mis preocupaciones en los últimos años, sólo en parte eran de
tipio castrense. Puestos a diario en contacto con los problemas del país, vivíamos
el drama de la Reforma Agraria mediatizada lanzando Notas de Inteligencia que
llevaran la voz del Ejército al Consejo de Ministros y en igual forma nos preocupaba
el problema universitario, la estabilidad monetaria, la industrialización del
país y todos los problemas políticos, económicos y sociales con los que
tomábamos contacto a diario, en nuestra función de ser los ojos y oídos del Comando,
la antena que capte las vibraciones y comunique a tiempo los peligros.
Los
ojos del General Velasco brillaron en la penumbra y sólo salió de su garganta
un carraspeo aprobatorio, pero ya el Comandante General del Ejército había
tomado en aquel instante una decisión: disponer de un Plan aunque nunca fuera
necesario.
Los
acontecimientos que siguieron llenaban los titulares de los diarios. Conferencias
de los 3 Ministros de la Fuerza Armada con los periodistas, en aquella ocasión
en que el General de División Julio Doig manifestó que "Hemos borrado la
palabra Veto del Diccionario Militar".
Momentos
antes, en ese mismo auditorio del Ministerio de Guerra y ante otro público, se
había producido otra escena tensa. El General de División José Rodríguez
Razzeto, en presencia de todos los Generales y Coroneles de la guarnición de LIMA,
había declarado su disconformidad con las disposiciones adoptadas por el
Comando, sin su conocimiento.
El
Diputado Cubas Vinatea, por su parte, dio explicaciones y aclaraciones y los
presidentes de las Cámaras Legislativas igualmente, con lo cual la tensión
bajó y sólo quedaron flotando aquellas palabras referentes al veto y que fueran
aquella misma noche del lunes 22 de abril recibidas con júbilo increíble en el
local del APRA, donde los "compañeros" se abrazaron y gritaron v
luego cantaron la Marsellesa.
El 25
de abril, el General Ve lasco nos mandó llamar al Coronel Leónidas Rodríguez
Figueroa, Sub Director de Inteligencia, al Coronel Oscar Molina Palocchia, 2do Sub
Director de Inteligencia y a mí, a su despacho. Luego de conversar brevemente
nos dijo que deberíamos estructurar los lineamientos de un Plan de Gobierno, para
el caso de que fuera necesario, recalcándonos que esperaba que no tuviéramos
que ponerlo en práctica y que debía tener el carácter de Estrictamente Secreto.
EL
PRIMER BORRADOR DEL PLAN INCA
Leónidas
y yo hemos trabajado muchos años identificados en grado máximo en nuestros
pensamientos e ideales, colocados por coincidencia en puestos en los que cada
vez más, teníamos contacto con los problemas nacionales. Más que amigos,
hermanos, nunca tuvimos discrepancias de fondo y realmente, para aquella tarea,
no perderíamos el tiempo en discusiones ya que ambos pensábamos lo mismo.
Igual sucedía con el Crl. Oscar Molina, amigo sincero, brillante Oficial, de
ideas idénticas a las nuestras, agregaba al equipo su conocimiento de la
Revolución Argentina, que viviera en Buenos Aires como Agregado Militar y
muchos de cuyos entretelones conocía bien. El Crl. Molina tenía que dividir su
atención a sus funciones de Sub Director y al planeamiento de la Conferencia
de Comandantes Generales a desarrollarse en Río de Janeiro. Decidimos pues,
robar tiempo al tiempo y trabajar de noche. Sugerí que aquel plan llevara el
nombre de "INCA" y nos pusimos a diseñar un esquema de su contenido,
agrupando por campos de actividad, el enunciado de los problemas.
A nadie
podía llamar la atención que el Sub Director de inteligencia y el Jefe del
Servicio de Inteligencia cerraran la puerta por horas y sólo acudieran al
llamado del General Cavero, Director de Inteligencia, a quien habíamos
explicado a grandes rasgos la tarea recibida.
A veces
en la Sub Dirección de Inteligencia, otras veces en casa, los problemas y sus
posibles soluciones aparecían enunciados, desprendiéndose de objetivos que
era necesario alcanzar por campos.
El
Plan, por supuesto muy general, tenía sin embargo un sello muy definido: el
Nacionalismo y como ambiciosas metas, el logro de las cinco reformas básicas,
indispensables al despegue: la Reforma Agraria, la Reforma de la Empresa, la
Reforma Tributaria, la Reforma del Crédito y la Reforma de la Administración
Pública. Sobre estos temas no sólo habíamos leído mucho en los últimos años,
sino que como parte de nuestras tareas manteníamos contacto y relaciones de
amistad con profesionales de prestigio, con quienes en reuniones, comidas y
charlas habíamos discutido muchas veces las soluciones por adoptar, y aunque de
ninguna manera pretendíamos conocer a fondo la técnica de estos complejos
problemas, teníamos sí, como el Comando del Ejército, ideas claras de los
objetivos para lograr el bien de las mayorías del pueblo peruano.
No era
posible utilizar ningún empleado mecanógrafo y por otro lado necesitábamos
presentar un trabajo digno de que el Comandante General del Ejército lo lea,
así pues, la máquina de escribir eléctrica nos hizo trabajar renegando más de
una vez, porque su sensibilidad era tal que si se ajustaba una tecla un
décimo de segundo más, se malograba el trabajo v teníamos que cambiar de
página. Los papeles borradores una vez copiados eran incinerados en el cesto y
a veces tosíamos con el humo.
Después
de mucho leer y corregir, agregar y mejorar las expresiones, por fin llegó el
día que el Primer Proyecto del Plan INCA, en original y copia, estuvo listo
para llevarlo al General Velasco. Era el jueves 16 de mayo de 1968.
El
General Velasco nos agradeció, dijo que le dejáramos el trabajo y nos despedimos.
El 20
de mayo, el General Velasco nos volvió a citar por la tarde en su despacho.
Estaba presente el General Roberto Dianderas Ch., Jefe del Estado Mayor General
del Ejército, delante de él sacó el Plan INCA y le dijo: “Este es el Plan del
que te hablé, ojalá que no sea nunca necesario usarlo, pero conviene que lo
tengamos como una previsión". El General Dianderas recibió el legajo y en
forma displicente lo ojeó, sin mayor atención y fijando su vista en un
párrafo dijo: 'Aquí está demás este punto y coma" y luego devolviendo el
Plan dijo: "Bueno, muy bien" y con su rostro inexpresivo se despidió
y salió del despacho.
El
General Velasco nos dijo que como lineamientos de un Plan de Gobierno estaba
bien, que era necesario desarrollar el Plan y completarlo con un Plan
Militar, un Plan Sicológico, un Plan Económico y precisar las primeras medidas
por adoptar en caso necesario, con lo cual el Plan quedaría completo y podría
guardarse. Nos dijo también que no era conveniente que existan dos ejemplares,
que de inmediato incineráramos la copia y que cambiáramos las páginas
correspondientes a la Directiva, borrando nuestros nombres, ya que era
inconveniente que figuraran nombres allí.
Le
manifestamos con franqueza que este trabajo quisiéramos hacerlo con alguien
más, no sólo por la falta de tiempo sino por su complejidad, le sugerimos que
el Coronel Fernández Maldonado, Sub Director de Personal, entre al equipo y para
el Plan Económico el Crl. José Bailetti Me Kee, Sub Director de Economía, así
como el Crl. Raúl Meneses Arata, Jefe del Grupo de Coordinación del EMGE; el
General Velasco aprobó nuestra petición y dispuso igualmente que como
cubierta usáramos la formulación de una Apreciación de Inteligencia.
ALMUERZO
EN "EL CORTIJO”
La
mañana del martes 21 de mayo el Crl. Eduardo Segura Gutiérrez, Sub-Jefe del
Servicio de Inteligencia Nacional, me llamó por teléfono y me dijo que tenía
urgencia de hablar conmigo y convendría que el Crl. Rodríguez esté presente.
Así pues invité a los dos a almorzar en “El Cortijo” y allí, sentados en una
mesa apartada, nos contó la larga conversación que había tenido la noche
anterior con el General Morales Bermúdez, Ministro de Hacienda.
|
Jorge Fernández Maldonado |
Nos
dijo que el General Morales le había mostrado documentos y le había explicado
que la situación era grave, el presupuesto había sido aprobado en el Parlamento
con ingresos “inflados” en más de 2,000 millones de soles y en los gastos, igualmente,
no se habían ajustado a la realidad, dando lugar a que existiera un déficit de
más de 5,000 millones. Que no aceptando más impuestos ni medidas de emergencia,
sería inevitable una nueva devaluación y que él no tenía apoyo en el Consejo de
Ministros; que había expuesto crudamente la situación, había demostrado con
cifras y cuadros la gravedad del momento, pero ni el Presidente ni sus
Ministros daban signos de reaccionar y que si él se presentaba al Parlamento
corría el riesgo de una censura, que afectaría el prestigio de la Fuerza
Armada.
El Crl.
Segura abundó en cifras y datos que había anotado, y nosotros nos apresuramos
a copiarlos. Una vez terminado el almuerzo nos fuimos comentando que era
indispensable que el Comando del Ejército conociera aquello. Así pues estuvimos
trabajando toda la tarde en espera de que el Gral. Dianderas nos reciba y
cuando nos hizo llamar a las cinco y media de la tarde, le manifestamos que,
como era largo lo que teníamos que exponerle y era necesario que lo supiera el
Gral. Velasco, le pedimos que nos llevara a su oficina, y así fue.
Tanto
el Grl. Velasco como el Grl. Dianderas escucharon preocupados nuestro relato
y luego hicieron preguntas y reflexiones, pero algo que les llamó la atención
fue la falta de apoyo del Gabinete y en particular de los Ministros Militares
al General Morales, toda vez que al nombrarlo se había prometido apoyarlo, pero
la precipitada entrega de las famosas cartas de Trajman a la Comisión
Investigadora del Contrabando, había producido un enfriamiento en las
relaciones de los Ministros Militares con el Grl. Morales Bermúdez.
Salimos
a las ocho de la noche del despacho del General Velasco, sin saber que tres
horas después el General Morales presentaba su renuncia al Dr. Ferrero Rebagliati
en una carta en la que señalaba sin ambages la situación económica y las
razones por las que se veía obligado a renunciar. Esta renuncia precipitó luego
la caída del Gabinete Ferrero, que perdió la confianza del partido aprista, el
que desde el Parlamento pretendía dirigir el país y lo venía logrando.
EXPOSICION
DEL GENERAL MORALES BERMUDEZ Y EL GABINETE “CONVERSADO”
El
General Velasco ordenó que el Grl. Morales Bermúdez hiciera una exposición de
la situación hacendaria del país y la tarde del 23 de mayo, el Grl. Velasco, el
Grl. Dianderas, el Grl. Sánchez Salazar, y los Coroneles Fernández Maldonado,
Bailetti, Meneses, Molina y yo, escuchamos en la sala de sesiones del
Comandante General del Ejército una exposición clara y completa que no sólo
dejó preocupado al Grl. Velasco, sino que sirvió para esclarecer varios
aspectos de la política del señor Belaúnde.
El
desarrollo del Plan INCA continuó por las tardes y las noches. Distribuimos el
trabajo de modo que el Crl. Bailetti esbozaba el Plan Económico, el Crl. Meneses
el Plan Militar, el Crl. Fernández Maldonado el Plan Sicológico, el Crl. Rodríguez
y yo las medidas más urgentes por adoptar antes, y después de la captura del
poder. El Crl. Molina continuó desarrollando el campo sociológico del Plan
INCA.
El
trabajo se iba coordinando, interviniendo todos en la discusión cuando un
miembro del Equipo presentaba el avance de su trabajo; así se logró tener un
Plan Militar a nivel nacional, un Plan Económico, un Plan Sicológico y un
conjunto de medidas y previsiones de primera urgencia. Siempre pensábamos que
el desarrollo integral del Plan tendría que ser hecho si la situación seguía
deteriorándose, por un equipo conjunto de Oficiales de la Fuerza Armada e
incluso tendríamos que recurrir a asesores civiles de absoluta confianza.
La
crisis producida por la renuncia de todo el Gabinete Ferrero, se logró superar
el 29 de mayo al conformarse el Gabinete presidido por el Dr. Oswaldo
Hercelles. Esa noche, mientras se desarrollaba una recepción en la casa del
Agregado Militar de Argentina, me tocó a mí comunicar al General Velasco, que
el Presidente había llamado al General Dianderas para que se haga cargo de la
Cartera de Guerra.
El
Gabinete Hercelles, llamado el Gabinete “conversado" había logrado la
aprobación del APRA y logró que el Parlamento le diera “poderes
especiales" por 60 días así como que respaldara el conjunto de medidas
que el Ministro de Hacienda, Manuel Ulloa, presentó para solucionar la crisis
fiscal y refinanciara la deuda externa.
Desde
ese momento se hizo patente la maniobra del PAP de acercamiento al Gobierno,
con miras de integrar una alianza de ambos partidos; en esta forma se materializaba
el vuelco de las agrupaciones políticas, ya que la UNO se dividió y un grupo
pasó a colaborar con el PAP, mientras que Acción Popular también llegó a
dividirse ya que el contubernio con el PAP y el incumplimiento del programa
del partido había causado descontento en gran parte de los adherentes, agrupándolos
alrededor del Ing. Edgardo Seoane Corrales, quien se convirtió en el líder de
la facción disidente.
Las
apresuradas medidas del Gabinete Hercelles devolvieron la calma y alejaron el
peligro de una segunda devaluación, apaciguándose los ánimos. El Crl. Rodríguez
viajó a Estados Unidos en comisión así como el Crl. Molina que se fue a Río de
Janeiro obligándonos estos viajes a acelerar el trabajo y presentarlo el 19 de
junio al Grl. Velasco quien nos dijo que lo guardaría y que nos olvidáramos de
él, ya que parecía que felizmente se alejaba el peligro de una nueva
devaluación, con su secuela de trastornos políticos y sociales.
REVISION
DEL PLAN
El Grl.
Velasco había decidido que los Comandantes Generales de la SRM y las Grandes
Unidades de LIMA revisen el Plan INCA, elaborado por nosotros, y que las
modificaciones se hicieran en conjunto.
Para
que exista una justificación a las reuniones de Generales y Coroneles fuera
del Cuartel General del Ejército, se dictó una disposición para revisar los
planes de Defensa Interior del Territorio y se nombró una Comisión integrada
por el Grl. Alberto Maldonado Yañez, CG de la SRM; el Grl. Alfredo Arrisueño
Cornejo, CG de la DB; el Grl. Edgardo Mercado Jarrín, CG. del CIMP; el Crl.
Rafael Hoyos Rubio, Jefe del Destacamento de Fuerzas Especiales; y los
Coroneles Jorge Fernández Maldonado, Leónidas Rodríguez Figueroa y Enrique
Gallegos Venero.
Los
integrantes de esta Comisión fuimos citados a la Comandancia General de la SRM
el día 24 de julio, luego el día 27 de julio. En ambas reuniones se discutió
las hipótesis en las cuales debería ponerse en ejecución el Plan y se
estableció una metodología para el planeamiento, pero no se hizo modificaciones
al Plan inicial, discutiéndose sí, las principales medidas de carácter
económico.
Los
tres Coroneles que habíamos iniciado la elaboración del Plan INCA, insistimos
en que, por encima del cualquier otra consideración si el Plan se ponía en
ejecución y la Fuerza Armada llegaba al Poder, debía darse prioridad al cambio
sustancial de estructuras, como la mejor forma de luchar contra el comunismo,
garantizar nuestro despegue hacia el desarrollo y beneficiar a los millones de
campesinos y obreros peruanos; insistimos igualmente en que, por ningún motivo
debía tomarse la bandera del anti-aprismo o el anti-comunismo sino la de la
revolución y del cambio sustancial.
Además
de las dos reuniones en conjunto, la Comisión se dividió en Equipos para
revisar los distintos aspectos del Plan y a mí me tocó con el Grl. Arrisueño y el
Crl. Hoyos, el Plan Militar y para revisarlo y completarlo nos reunimos en casa
del Grl. Arrisueño la tarde y la noche del 24 de julio, definiendo que,
además del Plan Militar a nivel Nacional, que misionaba al Ejército, la Marina
y la Aviación, a las Regiones Militares y las Reservas Estratégicas, era
indispensable que posteriormente se estructure un Plan para la Guarnición de
LIMA y otro particular para los elementos encargados de tomar Palacio de
Gobierno y el Palacio Legislativo en caso de ejecutarse el Plan.
Una vez
hecha esta revisión ligera del Plan y sus Anexos, los Generales se encargaron
de hacer llegar al General Velasco las observaciones y recomendaciones, quien
las guardó, no volviéndose a reunir esta Comisión porque no sólo la situación
fiscal había mejorado momentáneamente con las medidas del Gabinete Hercelles
sino que todo hacía prever que por fin se daría decisión definitiva al
problema de La Brea y Pariñas, y que el Presidente Belaúnde aprovecharía su
último mensaje al Congreso para anunciar la anhelada solución que al subir al
poder había prometido realizar en noventa días.
EL
PROBLEMA DEL PETROLEO: DIVERGENCIA EN EL ALTO MANDO
El
Servicio de Inteligencia del Ejército comenzó, en los primeros días de agosto,
a tener informaciones de que la solución dada al petróleo y anunciada al país
por el Presidente el 28 de julio en el Congreso, tenía una serie de aspectos
contrarios a los intereses del Perú. Parecía increíble: aquel 28 de julio todos
habíamos recibido con alborozo la solución esperada tantos años y que a
primera vista reparaba por lo menos en parte los vejámenes y despojos que la
IPC había realizado contra la Nación durante 50 años. La voz del Senador
Cornejo Chávez fue de las primeras en enjuiciar aquel arreglo como lesivo a los
intereses de! país, aunque los detalles no eran aún conocidos. Las informaciones
obtenidas no permitían aún a la Dirección de Inteligencia tener una idea clara,
pero el Crl. Rodríguez se sentía preocupado e intuía que había algo que no estaba
bien, por lo cual tomó contacto con el Grl. Maldonado, delegado de la Fuerza
Armada en el Directorio de la Empresa Petrolera Fiscal y le pidió que hiciera
todo por averiguar la verdad.
Mientras
tanto, se anunciaba que la EPF tomaría a su cargo los pozos petroleros de La
Brea y Pariñas y los días pasaban sin que se tenga informaciones precisas, ya
que todos los arreglos y negociaciones se realizaban en la mayor reserva, pero
sí se conocía que se estaban preparando contratos de operación y de venta.
El Grl.
Alberto Maldonado Yáñez logró obtener una copia fotostática de un Memorándum
suscrito el 25 de julio y que contenía varios puntos. El documento no contenía firma
ni indicación de su origen, pero tan pronto lo tuvo en su poder el Grl. Arturo
Cavero, Director de Inteligencia, se le sometió a análisis.
La
indignación que nos causaba a los Oficiales de Inteligencia aquellos hechos, no
era compartida ni por el Ministro de Guerra General Dianderas, ni por el Jefe
de Estado Mayor General Sánchez Salazar. Sólo el General Velasco vivía cada día
más preocupado y alarmado y se interesaba vivamente en las informaciones que
la Dirección de Inteligencia le hacía llegar.
El
problema del petróleo comenzó a ocupar la atención de todos. El Senador Héctor
Cornejo Chávez y el Diputado Mario Villarán ya habían denunciado en sus
respectivas Cámaras la grave amenaza que representaba la solución dada al problema
de La Brea y Pariñas para la soberanía y el futuro de la Nación y habían solicitado
que se pronuncie la Fuerza Armada. El diario “El Comercio" igualmente
comenzó a publicar las dudas existentes sobre el Acta de Talara, y los
Decretos referentes a concesiones, ampliación de la refinería, etc., se
venían publicando en “El Peruano". Augusto Zimmerman que estaba dando los
últimos toques a su libro “La Guerra Secreta del Petróleo", el Dr.
Alfonso Benavides Correa, el General de División (r) Augusto Rodríguez Martínez
y todos aquellos que habían luchado en una forma u otra por la reivindicación
de La Brea y Pariñas comenzaron a demostrar su seria preocupación, y ante las
informaciones que la Dirección de Inteligencia le hacía llegar, el Grl.
Velasco dispuso que el Estado Mayor General del Ejército haga un estudio y
emita sus conclusiones y recomendaciones. El Grl. Div. Alejandro Sánchez
Salazar, Jefe del EMGE presidió un Equipo de Generales Directores para
realizar el estudio. El General Sánchez estaba influenciado de ante mano en
el asunto del petróleo, para él la solución dada por el Gobierno era la mejor
y los que estaban lanzando protestas contra ella eran “unos comunistas descontentos
de todo", corno me dijo un día en que comenté unas expresiones del Dr.
Benavides Correa. El Grl. Sánchez Salazar influenciado en su criterio, dirigió
la elaboración del estudio llegando a la conclusión de que era un asunto que no
era anticonstitucional ni afectaba la soberanía nacional y por consiguiente la
Fuerza Armada no tenía ingerencia en él.
El
General Velasco, que conocía las ideas de su Jefe de Estado Mayor y con el
deseo de tener más elementos de juicio, dispuso que el Grl. Ernesto Montagne
Sánchez, Inspector General del Ejército, presidiera otra Comisión y que sobre
el mismo tema haga un estudio. Las conclusiones de este estudio fueron totalmente
opuestas a las de la Comisión que presidía el Grl. Div. Sánchez Salazar, por lo
cual el General Velasco las hizo suyas.
Las
cordiales relaciones que habían mantenido el Comandante General del Ejército y
su Jefe de Estado Mayor, comenzaron así a resquebrajarse, a raíz del nombramiento
de la Comisión del Grl. Montagne.
Los
estudios de ambas Comisiones quedaron en poder del General Velasco y en ese
momento, dichos trabajos eran desconocidos para nosotros, sólo sabíamos que el
Grl. Cavero, Director de Inteligencia, estaba trabajando en las tardes en la
oficina del Jefe de Estado Mayor.
COMIDA
DEL GENERAL CAVERO CON DOS INGENIEROS
El Crl.
Eduardo Segura Gutiérrez, Sub-Jefe del SIN, compartía nuestras angustias y
preocupaciones y se veía obligado a darnos informaciones sin conocimiento de su
Jefe, el Grl. Linares, quien no sólo era amigo y compañero de colegio del
arquitecto Belaúnde, sino que estaba de acuerdo con la solución dada al trascendental
problema del petróleo. El Crl. Segura nos ¡nvitó el 3 de setiembre al Crl.
Rodríguez y a mí a un almuerzo con el Ing. Villanueva, funcionario de la EPF.
Durante el almuerzo nos hizo un análisis técnico del Acta de Talara y nos demostró
que era no sólo lesiva a los intereses del país sino que era entreguista y
atentaba contra la Defensa Nacional puesto que imposibilitaba en el futuro el
desarrollo de la industria petroquímica y anulaba por completo a la EPF.
Informamos
al Grl. Cavero de las conclusiones a que llegamos en el almuerzo con el Ing.
Villanueva y como éste prometió llevar en la próxima reunión al Ing. Guerra
quien acababa de llegar de LOS ORGANOS, el Grl. Cavero aceptó ir a comer con
los dos ingenieros y el 5 de setiembre en la casa del Crl. Rodríguez, charlamos
hasta la una de la mañana. El Grl. Cavero salió completamente convencido de
que la solución dada al asunto del petróleo era lesiva, cosa que nos alegró
sobremanera ya que él había formado parte de la Comisión que trabajó con el
Grl. Sánchez Salazar cuyas conclusiones marginaban el problema del petróleo.
De
inmediato se elaboró una Nota de Inteligencia que llegó a poder del Grl.
Velasco, demostrando que la solución dada al petróleo era lesiva a los
intereses del Perú, a su dignidad y soberanía.
Los
acontecimientos se desarrollaron luego en cadena. Salió a la venta el libro de
Zimmerman, causando impacto; desde el 6 de setiembre el Directorio de la EPF,
presidido por el Ing. Loret de Mola, abrió una polémica con el Ministro de Fomento,
Carriquirí, culminando el 10 con la denuncia de la pérdida de la página 11 en
el contrato de operación entre la IPC y la EPF.
EN UN PEQUEÑO DEPARTAMENTO EN MIRAFLORES
A
comienzos de setiembre ordené que el Servicio de Inteligencia del Ejército alquilara
un departamento donde reunirse y trabajar, ya que tenía sospecha de que vigilaba
nuestros movimientos y como nos reuníamos todas las noches el Crl. Jorge
Fernández Maídonado, el Crl. Leónidas Rodríjuez, no convenía hacerlo en nuestros domicilios.
Por fin
dispusimos de una habitación en un edificio de departamentos de Miraflores y
alrededor de una mesa rústica nos reuníamos para continuar el trabajo. Nunca
ingresábamos juntos, hablábamos en voz baja y jamás dejamos borradores ni documentos
en la habitación, en la que nosotros mismos hacíamos limpieza de las numerosas
colillas de cigarrillos y de las tasas de café que preparábamos.
En
nuestro refugio de Miraflores nos reuníamos noche tras noche, esperando que llegue
nuestro nexo con el Comando del Ejército: el Grl. Maldonado, quien nos traía
las informaciones de alto nivel en su calidad de representante del CCFA en el
Directorio de la EPF y además nos contaba sus entrevistas con el General Velasco.
Como no
alcanzaba el tiempo trabajando sólo por las noches, acordamos que el Crl.
Fernández Maldonado y yo trabajáramos algunas tardes, pero el Grl. Sánchez
Salazar lo mandó un día llamar y como le dijeron que estaba trabajando en la
Segunda Región Militar entró en sospechas y tuve que quedarme solo las tardes
que podía trabajar, pues como Jefe del SIE tenía mucha mayor libertad.
A
medida que el Plan INCA y sus Anexos iba completándose y detallándose,
sentíamos cada vez más entusiasmo y satisfacción de estar contribuyendo a
crear las bases de un plan de gobierno realmente nacionalista, que realizara
por fin las transformaciones sustanciales indispensables para que las grandes
masas de nuestro pueblo salgan de la miseria y la ignorancia. Éramos conscientes
de que sólo un Gobierno fuerte, que no dependa del Parlamento, podría realizar
ese anhelo, ya que la historia demostraba que las mejores intenciones se
habían siempre ahogado en las interminables peroratas de los parlamentarios,
la mayoría de los cuales obedecen ciegamente consignadas de partidos, los que a
su vez sirven los intereses de los sempiternos amos del Perú, los terratenientes,
los capitalistas, los banqueros, los grandes inversionistas extranjeros y
últimamente los grandes industriales.
Sabíamos
que el General Velasco era un hombre de carácter y muy nacionalista; él estaba
encarnando en ese momento la lucha por el petróleo, teníamos fe en él, lo
seguiríamos sin titubeos ni vacilaciones mientras siguiera representando el
símbolo de nuestros ideales más puros y estábamos seguros de que no nos defraudaría.
Teníamos
igualmente fe en los Generales que lo acompañaban, los conocíamos, sabíamos
desde Cadetes que eran hombres capaces, decididos, honestos y con profundo
amor a la Patria e igualmente, teníamos fe en todos los miembros de la Fuerza
Armada, en todos nuestros superiores, camaradas y subordinados, que aunque no
conocían el Plan ni nuestros proyectos, estábamos seguros de que ellos tenían
también el mismo amor al Perú, el mismo ideal de justicia social, de grandeza y
dignidad para nuestra Patria, ellos vestían también el uniforme y habían jurado
dedicar su vida al bien del Perú y a la defensa de su suelo, su bandera y sus
riquezas; nosotros pues no éramos sino unos privilegiados, que en nombre de
todos ellos teníamos la suerte de ser autores y colaboradores del nacimiento
de una nueva era de la historia del Perú, de una nueva ideología nacionalista,
de un verdadero salto en el proceso histórico de la Nación, así pues, los
desvelos y sacrificios de perder nuestras horas de descanso, estaban ampliamente
recompensados; por ello, siempre trabajamos con la sonrisa en los labios, con
el chiste o la anécdota que matizara el trabajo o disipar la fatiga.
Una
noche preguntamos al Grl. Maldonado sobre los comandos de provincias y nos dijo
que se podía contar con el Grl. Angel Valdivia, CG de la TRN y el Grl. Armando
Artola Azcárate, CG de la DC, pero que estaba seguro de que no tendríamos
problemas, corroborando lo que pensábamos nosotros.
LOS
PLANES DE OPERACIONES “HUAYNA” Y “COYA”
El 16
de setiembre fui citado con el Crl. Hoyos a casa del Grl. Alfredo Arrisueño
por la tarde; dejé mi automóvil a dos cuadras de distancia y acudí de civil.
En una amplia habitación de la azotea, revisamos el Plan Militar y dijo el Grl.
que de inmediato diseñáramos el Plan de Operaciones para la captura de
Palacio. Dibujé de inmediato un croquis ya que tuve la suerte de participar el
18 de julio de 1962 en la toma de Palacio y conocía que en los sótanos
estaban los cuarteles de la Guardia Civil, que existían rejas que a las ocho
de la noche se cerraban y quedaban completamente aislados los accesos al
interior, y conocía a grandes rasgos los compartimientos principales de la
planta baja.
Después
que diseñamos un plan simple, que preveía rodear las 4 esquinas con blindados
y ocupar el Edificio Palacio, que domina la azotea, ingresar por la puerta del
Patio principal que guarda la Guardia Republicana y en caso de que no se nos
franquee la entrada, romperíamos la puerta cochera con un ataque AMX, por su
silueta baja, y entraríamos directamente a la residencia. El General Arisueño
me dijo que tomara yo el comando de las fuerzas que capture Palacio, cosa que
acepté sin vacilar, pero acordándome que el Crl. Hoyos era el Jefe de las
Fuerzas Especiales y que a mí me sucedió en 1962, en que siendo Jefe del BJ 19
se quiso inicialmente mantenerme al margen, le hice la siguiente sugerencia:
Era necesario un Equipo de Captura sólo de Oficiales, que ingrese y logre la
salida del Presidente, yo me ofrecí a comandar ese Equipo y que el Crl. Hoyos
siguiera comandando el Destacamento de Fuerzas que diera seguridad al Equipo
de Captura, sugerencia que fue aceptada tanto por el Grl. Arrisueñó como por el
Crl. Hoyos.
Con
esos lineamientos formulamos más tarde el Plan de Operaciones “HUAYNA” para el
conjunto de acciones en la guarnición de LIMA y la captura del Congreso;
Radio Nacional, etc., y el Plan de Operaciones “COYA” que detallaba las acciones
para la captura del Palacio de Gobierno.
VELASCO
NO VIAJA A RIO
El 20
de setiembre sucedieron diversos acontecimientos de importancia, por la
mañana temprano viajó a Río de Janeiro el Grl. Div. Ernesto Montagne para asistir
a la Conferencia de Comandantes Generales de Ejércitos Americanos. El Grl. Div.
Velasco que debió viajar presidiendo nuestra delegación, no lo hizo, manteniendo
en reserva hasta el último momento su decisión, ya que sabía confidencialmente
que si viajaba, aprovecharían su alejamiento para cambiarlo y quitarle así el
Comando del Ejército. Los Oficiales que acudimos al Aeropuerto pudimos ver cómo
los periodistas rodearon al Grl. Velasco y uno de ellos le preguntó qué opinaba
de las declaraciones que en nombre de la Fuerza Armada había formulado el
Ministro de Aeronáutica Grl. Gagliardi, manifestando que “en el asunto del
petróleo no tenía injerencia la Fuerza Armada". El Grl. Velasco respondió
que el Ministro de Aeronáutica no podía hablar en nombre de la Fuerza Armada
ya que ello correspondía al Comando Conjunto de la Fuerza Armada,
publicándose estas declaraciones en todos los diarios al día siguiente con
gran revuelo.
Ese día
también, el Ing. Edgardo Seoane dirigió por televisión un mensaje al país en el
cual exigía que se anule todos los acuerdos con la IPC, en abierta rebeldía con
lo que había avalado el Partido Acción Popular. Esta intervención causó gran
revuelo y dio como resultado la ruptura del partido Acción Popular. El arquitecto
Belaúnde dispuso que reorganizara el Partido y nombró al Dr. Becerra de la Flor
Presidente de la Comisión Reorganizadora, expulsando a los rebeldes y
produciéndose una pugna de las dos facciones de Acción Popular por la ocupación
del local de la Avenida Nicolás de Piérola, abundando los pugilatos y las mutuas
acusaciones. El clima político se deterioraba rápidamente obligándonos a acelerar
nuestro trabajo.
tarde se inició la formulación del Estatuto de la Revolución, documento fundamental
y que para orgullo nuestro, al ser revisado por los Generales no sufrió
alteraciones. El Estatuto de la Revolución Argentina es totalmente diferente y
es lógico que así sea, pues cada movimiento responde a un medio distinto, a
una realidad y una situación diferente e incluso a motivaciones propias de
cada país. Por ello, pese a tener a mano los documentos de la Revolución
Argentina, sólo nos sirvió para hacer una crítica de ellos.
El Crl.
Hoyos asistía igualmente desde mediados de setiembre y a veces teníamos en el
departamento a los Generales Arrisueño y Mercado además del Grl. Maldonado que
asistía con mavor frecuencia.
Nuestro
entusiasmo nos llevó en más de una oportunidad a sugerir que no esperemos
tanto y que de una vez se produzca el movimiento revolucionario. Igualmente
reclamábamos el buscar otros Oficiales que nos ayuden y contribuyan a crear la
conciencia revolucionaria, pero se nos dijo que teníamos que esperar
forzosamente el regreso del Grl. Montagne de Río y que por el momento, siguiéramos
manteniendo el absoluto secreto entre nosotros.
EL
GENERAL SANCHEZ SALAZAR ENTRA EN SOSPECHA
El
domingo 22 de setiembre el Grl. Sánchez Salazar nos citó a su casa al Crl. Rodríguez
y a mí, pero nos atendió por separado e igualmente citó al Grl. Mercado y
trató de hacernos hablar, utilizando en forma alternada el halago y la
amenaza, En lo que a mí respecta me dijo que sabía que estábamos complotando
cosa que negué rotundamente. Me dijo que el Servicio de Inteligencia no servía
para nada, que por qué no averiguaba quiénes estaban complotando, que debía
averiguar qué Generales eran los comprometidos, contestándole yo que el SIE se
ocupaba de informar sobre el enemigo y no podía vigilar a los Generales. En
resumen, el Grl. Sánchez no sacó nada en claro de las entrevistas de aquel
domingo, pero sí nos dio la convicción de que estaba vigilante y que en caso
de saber algo, nos aplastaría sin vacilar.
El
lunes 23 de setiembre por la tarde, se presentó en mi oficina del SIE el Coronel
FAP Humberto Obradovich, viejo amigo de los tiempos de Cadete, quien me hizo
cerrar la puerta de la oficina y luego dijo: "¿Qué están esperando ustedes
para sacarlo «a Belaúnde? Todos los Oficiales de la FAP estamos con el General
Velasco". Yo me quedé sosteniendo su mirada sin decir nada. El continuó
diciéndome que en la Base de Las Palmas los Oficiales ya no podían seguir
soportando al Ministro que tenían y que en el asunto del petróleo era necesario
parar el entreguismo del Gobierno y que él me ofrecía de inmediato todo el
personal de Oficiales y Sub-Oficiales, así como los aviones de la Base. Yo no
revelé absolutamente nada y me limité a decirle que no sabía nada, pero que vaya
a hablar al Grl. Velasco, de noche, de civil y dejando su automóvil lejos. Me
prometió hacerlo y en los días que siguieron continuó sus visitas, llevando el
alentador apoyo de la FAP, que al parecer contaba entre sus Oficiales con
miembros decididos, una opinión unánime y una gran cohesión, con excepción de
algunos Generales.
El 29
de setiembre llegó de Río de Janeiro el Grl. Montagne y supimos que esa misma
noche tuvo una reunión con el General Velasco y los demás Generales.
Era
domingo y el Grl. Maldonado llegó cerca de las 12 de la noche y nos contó que
era necesario terminar todos los planes pues en una reunión que se realizaría
al día siguiente se fijaría la fecha de la toma de Palacio.
Nos
autorizó igualmente para que a partir del día siguiente llamáramos a los
Coroneles Leoncio Pérez Tenaud, Pedro Richter Prada y Miguel de la Flor Valle,
de quienes respondíamos unánimemente y así fue que en un ambiente alborozado la
noche del lunes 30 el Equipo de 7 Coroneles se puso a trabajar después de haber
puesto en antecedentes a los nuevos integrantes, que con gran entusiasmo tomaron
sus tareas.
El Grl.
Maldonado revisó minuciosamente aquella noche con el Grl. Arrisueño los Planes
"HUAYNA" y "COYA" y ordenó que el Crl. de la Flor hiciera
los Planes del CIMP para el patrullaje de balnearios y la neutralización del Ministerio
de Gobierno y Policía, mientras que el Crl. Richter se ocuparía de la
División Blindada cuyo Jefe de Estado Mayor era el Crl. Alfredo Belaúnde,
primo del Presidente y, por consiguiente, debería ser relevado.
El Plan
"COYA" especificaba en forma terminante que no se daría a conocer
ningún nombre de los participantes, que no se haría fuego por ningún motivo
contra la persona del Arq. Belaúnde, que se evitaría todo vejamen innecesario
contra los miembros de la Casa Militar y Ministros de la Fuerza Armada que pudieran
encontrarse en Palacio. Se preveía igualmente que en caso de recibirse fuego
se respondería tratando de causar el menor daño posible con las armas de los
blindados y que era indispensable actuar por sorpresa, cosa que obligó a
pensar en un Plan de Informaciones, adicional, que correría a cargo del
Servicio de Inteligencia del Ejército.
Aquella
noche pues, las máquinas de escribir trabajaron hasta la una y media de la
madrugada y la habitación se saturó con el humo de los cigarrillos doblemente.
UN
MARINO Y UN PIP
El
Gabinete Hercelles que había perdido la confianza del PAP, fue reemplazado y
el nuevo Gabinete “parchado" juraría el 2 de octubre. La noche del martes
1°, nos encontrábamos trabajando cuando llegaron los tres Generales y nos comunicaron
que el día 3 en la madrugada sería la toma de Palacio a las 2 y 30 de la
madrugada.
Después
de la euforia, de los abrazos, y la alegría natural de saber que por fin
teníamos tan cerca la fecha tan esperada, estuvimos coordinando los últimos
detalles.
Manifestamos
que era necesario contar con la Marina y en igual forma buscar el apoyo de la
Policía de Investigaciones. El Crl. Rodríguez y yo nos ofrecimos para ir a
los domicilios del Contralmirante Guillermo de las Casas y del Inspector
General Superior de la PIP, Hércules Marthans Garro, y cuando la reunión
terminó a la una de la mañana salimos en busca del teléfono. Una fina llovizna
mojaba las calles silenciosas y los minutos corrían al encuentro de aquella
hora en la que se iniciaría una nueva era en la historia del Perú.
Hicimos
levantar de la cama al Sr. Marthans, con el que teníamos una sincera amistad
desde hacía años, y tal como esperábamos nos ofreció su apoyo incondicional y
desde su domicilio llamo al Contralmirante de las Casas y a las dos de la mañana
nos dirigimos los tres a su casa.
El
Contralmirante de las Casas, Director de Inteligencia Naval, había guardado en
las relaciones de trabajo de Inteligencia, una especial cordialidad con el
Ejército y era amigo de los tres.
Después
de un brindis con whisky, nos escuchó y nos dijo que ya algo sabía por
indiscreción del teléfono de larga distancia que él controlaba y que estaba
completamente de acuerdo con la revolución y que si bien podía garantizar que
la Marina no haría fuego contra el Ejército, no podía garantizar que su
Institución esté desde el primer momento con nosotros, que sería necesario
esperar que las guarniciones de Arequipa y Piura se plieguen v que para evitar
que la Base Naval pueda tomar cualquier actitud contraria él se dirigiría
allí. También le pedimos que nos proporcione un Equipo que tan pronto capturemos
la Central de Teléfonos la opere y corte las corte las comunicaciones de
Palacio, cosa que prometió hacer.
Después
de otro whisky y unos cordiales abrazos salimos, eran las 3 de la madrugada
del 2 de octubre, me despedí del Crl. Rodríguez deseándonos buena suerte, ya
que en las próximas 24 horas tendríamos tanto que hacer, que no podríamos ya
reunirnos.
LOS
ULTIMOS PREPARATIVOS
Por la
mañana desarrollé en forma absolutamente normal mis actividades en mi oficina
del Servicio de Inteligencia e hice una relación detallada de cosas pequeñas
por hacer. Nadie sospechaba nada, todo se desarrollaba como un día cualquiera
del año y en Palacio de Gobierno se llevó a cabo la juramentación del nuevo
Gabinete, presidido por el señor Mujica Gallo.
Por la
tarde dispuse que se desengrasaran siete pistolas ametralladoras UZI y se
abastecieran dos cacerinas por arma; también ordené que todos los vehículos
con radio del Servicio fueran revisados, que se notifique a los choferes que
se realizaría una operación esa noche y no salieran a la calle. Ninguno de
estos preparativos podían despertar sospechas. Luego llamé a los Mayores
Gonzalo de la Rocha Brito y Martín Martínez Garay, excelentes Oficiales que
trabajaban en el Departamento de Búsqueda y les dije que esa noche los necesitaba
y que citaran además a mi domicilio, a las ocho, al Mayor Justo Jara Ugarte,
alumno de la Escuela de Guerra; a las ocho y quince, al Mayor Cliffor Casas
Elias, de la Escuela de Comandos; a las ocho y treinta, al Capitán Alfredo
Palacios Ackerman de la Escuela de Inteligencia y a las ocho y cuarenticinco
al Capitán Reynaldo Ormachea Pacheco de la Escuela de Inteligencia. Escogí a
estos 0ficiales comandos porque los conocía, sabía que de antemano que
aceptarían acompañarme y que cumplirían la misión sin vacilaciones. En el
pasado yo había sido su Jefe y sabía que me guardaban una gran estimación.
Ordené
al Comandante Miguel Boggino del Carpió, que reúna a las dos los Oficiales de
su Departamento de Búsqueda, con excepción de los Mayores de la Rocha y Martínez
y le expliqué que era necesario establecer un sistema de vigilancia y alerta
alrededor de Palacio de Gobierno, en forma disimulada y comunicar por radio
los movimientos que se observaran entre las 23 horas y las 0230. El Comandante
Boggino fue el primer Oficial a quien le revelé que la Fuerza Armada tomaría
el poder dentro de pocas horas, y tal como lo esperaba el Comandante Boggino
no sólo expresó una gran satisfacción sino que me agradeció que le diera la
oportunidad de intervenir directamente en aquel acontecimiento.
A
medida que los Oficiales citados a mi domicilio llegaban, les expresaba brevemente
que la Fuerza Armada capturaría el poder, que disponíamos de un Plan de
Gobierno que realizaría las reformas sustanciales que tanto se requería, y que
reivindicaríamos nuestro petróleo. Ninguno de ellos pestañeó; aceptaron de
inmediato formar parte del Equipo de Captura y los cité a las doce de la noche
en la División Blindada, con uniforme de paseo, debiendo circular sin gorra
ni polaca en el automóvil, a fin de no llamar la atención. A la misma hora se
instalaría en el CIMP el Cuartel General Revolucionario.
Hasta
aquel momento sólo los Jefes de las Unidades y los Comandos conocían la
decisión adoptada. Tampoco nuestros familiares conocían nada; acostumbrados
al trabajo intenso, tal vez sospechaban algo pero no conocían nada concreto y
menos que aquella noche se realizaría un acontecimiento histórico y
trascendental en el que participaríamos directamente.
LOS
TANQUES ENCIENDEN LOS MOTORES Y COMIENZAN A ANDAR
Cuando
recorría en mi automóvil las frías y solitarias calles y pasé por la Plaza de
Armas, pensaba en los acontecimientos que se realizarían dentro de pocas horas;
las radios trasmitían sus habituales programas y nadie sospechaba nada. Prendí
mi radioteléfono del vehículo y escuché los mensajes en código que indicaban
SIN NOVEDAD en la red de vigilancia de Palacio.
El Grl.
Arrisueño me recibió cordial y sereno. En la sala de Operaciones el Crl.
Richter iniciaba su exposición del Plan a los Oficiales de la División
Blindada; después de las últimas coordinaciones me despedí del General y fui
al Cuartel del Batallón de Comandos 19, que fuera mi Batallón.
En la
oficina del Jefe estaban todos los Oficiales, con sus uniformes de combate.
Abrazos, apretones de mano, rostros familiares, miradas de alegría, los “hombres
sin miedo", los Comandos del Ejército, se apiñaban a mi alrededor. Salió
el Crl. Hoyos de su habitación, terminando de vestirse. Llamé a los
integrantes del Equipo de Captura a mi lado y luego hice traer una pizarra.
Dibujé un croquis de Palacio, luego hice que se lea pausadamente el Plan de
Operaciones “COYA", identificando a los Jefes de los diversos
destacamentos y asegurándome que supieran bien su misión.
El
Comandante Jorge Montesinos Mendoza, Director de la Escuela de Comandos, me
pidió que lo lleve en el Equipo de Captura. Yo había decidido —quizás porque
el número 7 siempre me ha gustado— que fuéramos sólo siete el Equipo de Captura,
pero tanto insistió que acepté que me acompañara.
Luego,
mientras los “Comandos" salían a tomar el mando de sus Unidades y los
motores de los vehículos blindados comenzaron a retumbar en el patio del Cuartel,
expliqué a mi Equipo que, a mi modo de ver, sólo existían dos posibilidades: la
primera era aquella en la cual, al ver rodeado Palacio y habiéndose intimado su
rendición, abrirían las puertas para que ingresemos los Oficiales del Equipo
de Captura para exigir que el Presidente salga, y que éste acepte
acompañarnos fuera de Palacio.
La otra
posibilidad era aquella en la cual, pese a la intimación de rendición y la
presencia de los tanques, las puertas permanezcan cerradas y tengamos que romper
la puerta cochera del lado derecho mediante un tanque AMX ingresando al patio y
luego a la residencia, haciendo fuego si éramos atacados y luego, una vez en
presencia del arquitecto Belaúnde, lo sacáramos cargado si era necesario. No
existía a mi manera de ver otra alternativa. Lo que sí creí necesario recalcar
era que la rapidez era lo esencial, puesto que los Ministros de la Fuerza
Armada, los Comandantes Generales de la Marina y la Aviación, los Jefes del Estado
Mayor de los tres Institutos, en particular el Grl. Sánchez Salazar, y el Jefe
del Servicio de Inteligencia Nacional Grl. Carlos Linares, no sólo no conocían
nada, sino que ante una llamada del Presidente actuarían de inmediato, y como
se había
mantenido un secreto absoluto, podrían causar un caos terrible en muy
poco tiempo y aunque no creímos que llegarían a desbaratar la revolución,
habría seguramente derramamiento de sangre que queríamos evitar a toda costa.
Tomamos
pues nuestras metralletas, las cargamos y colocamos “al seguro". El
Capitán Ormachea llevaba la pistola de señales para disparar la señal de
“misión cumplida" con un cohete verde, y en caso necesario, un cohete rojo
indicaría a los blindados que las cosas dentro de Palacio no iban bien.
En la
Avenida Eléspuru el ruido de los tanques y el movimiento de tropas recordaba
una escena de campaña, el reloj avanzaba inexorablemente y como debía partir
a las dos de la mañana el destacamento que capture el Congreso y a las dos y
diez el que se dirigiría a Palacio de Gobierno, salimos del cuartel para dirigirnos
al carro M-20 que colocado en la columna blindada nos llevaría. El ruido
ensordecedor de los motores no nos permitía hablar, saludábamos con el brazo a
los Oficiales que desde sus tanques o jeeps nos miraban. En todos los rostros
se veía serenidad y decisión.
Teníamos
fe y confianza, el último contacto por radio con la red de vigilancia del
Comandante Boggino mostraba que habíamos logrado el secreto, faltaba ahora el
otro factor de la sorpresa: la rapidez.
La
columna de vehículos emprendió la marcha, ya nada podría detenernos, suceda
lo que suceda, sólo la historia nos juzgaría y estábamos seguros de que se
iniciaba una nueva era, ya que por vez primera en nuestra historia la Fuerza
Armada tomaría el poder con objetivos precisos, para llevar a cabo cambios sustanciales
en beneficio del pueblo peruano. ■